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Mientras tantoCocina lista y bien aprovechada

Cocina lista y bien aprovechada

La merienda en el cabás   el blog de Nuria Blanco

 

nevera andrea posada fronteraD

Ilustración de Andrea Posada http://andreaposada.com/

 

Si de la producción mundial de alimentos desperdiciamos un tercio; si de todo ese desperdicio se genera en el hogar y en bares y restaurantes; y si, además, a pesar de contar con recursos y comida, cada 3,6 segundos muere una persona en el mundo como consecuencia de hambre o malnutrición, ¿no deberíamos echarnos las manos a la cabeza? ¿No deberíamos esforzarnos por aprovechar productos y alimentos frescos? El desperdicio de comida afecta al bolsillo, pero sobre todo es un insulto a la inteligencia.

 

Desperdiciar comida no es sólo pecado como tantas veces nos han repetido de pequeños. Desperdiciar comida es del género tonto. Es un problema económico, ético, medioambiental y social, y sobre todo un problema de educación y conciencia. Consumir todo lo que producimos debería ser  el único objetivo, un gran objetivo mundial porque, aunque sea una obviedad, parece que necesitamos recordar que sin alimento ni hay vida ni buena ni mala, hay un gran fundido en negro. Así que vamos a proponer una serie de pautas para no tirar absolutamente nada, para aprovechar al máximo la nevera, para presumir de cocina lista y hacerle un favor al planeta y al bolsillo.

 

Compramos y consumimos Cocinamos y comemos. Y desperdiciamos. Hasta ahí todo normal. El problema acaece cuando ese desperdicio refleja cifras desorbitantes, y cuando es fruto del desconocimiento de las posibilidades que nos brindan alimentos y cocinas.

 

Si la FAO estima que a nivel mundial el desperdicio de alimentos supone 1/3 de la producción total, en Europa esa cifra se traduce en 89 millones de toneladas. Es decir que cada habitante del conjunto de la Unión Europea desperdicia 179 kg de comida al año.

 

En España, séptimo país de este bochornoso ranking de la Unión Europea, los desperdicios de comida alcanzan los 7,7 millones de toneladas. Por encima se sitúan países como Reino Unido (14,4 millones de toneladas), Alemania (10,4), Holanda (9,5), Francia (9,1), Polonia (9,0) e Italia (8,8) -a excepción de Polonia y Holanda, todos estos países poseen una tasa de población mayor que España-.

 

El desperdicio medio por hogar español es de 76 kg de alimentos por año, lo que equivale a tirar cada semana 1,3 kg de comida al cubo de la basura. O dicho de otro modo, cada uno de nosotros arrojamos al cubo de la basura, aproximadamente, medio kilo de alimentos por semana.

 

desperdicio comida fronteraD

Image http://thepicturegarden.co.nz/

 

¿De quién es la culpa? De todos pero hoy nos centraremos sólo en lo doméstico. Iniciativas como la Semana de la Reducción de Desperdicios,  puesta en marcha por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, dentro de la estrategia Más alimentos, menos desperdicio emprendida en 2013, tratan de ayudar y visibilizar el problema por el que se preocupan sobre todo los hogares.

 

Desde FronteraD queremos prolongar esta campaña, hacerla eterna. A partir de hoy nuestra cocina va a ser lista y va a practicar durante todo el año porque queda claro que para aprovechar, para no desperdiciar comida, para ahorrar dinero, para sacarle el máximo partido al mercado, hay que saber comprar y cocinar.

 

Tenemos a nuestra disposición recetarios, manuales y estupendas escuelas en las que con un mínimo de inversión y sabiendo escoger bien los cursos de formación avanzaremos en técnica, conocimiento y versatilidad de productos con lo que seremos capaces de hacer frente casi a cualquier receta, y de ellas, o mejor dicho de sus sobras, poder realizar otros muchos platos.

 

Uno de los libros mejor estructurados en este sentido de todos los que han pasado por mis manos es el reeditado Cocina de Recursos (Trea) del increíble y prácticamente primer cocinero mediático de nuestra historia, Ignacio Doménech. Cierto que son recetas tradicionales pero con algo de imaginación y una esmerada presentación al estilo de nuestro tiempo podemos darle una vuelta a cada una de sus propuestas y sorprender a familiares y amigos.

 

Al estilo Ikea pueden encontrar, en ese batiburrillo de maletas, libretas, paraguas, maletines y pinturas para niños, un interesante libro titulado Nuestra comida. Sí, es suya y nada dice de la carne de caballo o las albóndigas, pero este volumen es todo un ejemplo del aprovechamiento culinario doméstico que es de lo que estamos hablando. Puede que no ejecuten todas sus recetas pero desde luego, si le prestan atención, aplicarán esa filosofía del menos es más, y de lo que hoy es carne asada, mañana es una sabrosa empanadilla o complemento para ensaladas.

 

Si ya cuentan con conocimientos, si han aprendido de mamá, papá o la abuela y se defienden, apostaría por uno Escuela de Cocina de Grijalbo, algo más sofisticado y con recetas internacionales. Cocina para novatos firmado por Callum Hann, también de esta misma editorial, es una joya. Un regalazo para ese hijo o hija que se independiza, para singles y separados que hasta hoy sólo iban a mesa puesta.

 

Cualquiera de los volúmenes que Arguiñano nos ha dejado son una grandísima opción porque contienen recetas fácilmente reproducibles y de efectos satisfactorios inmediatos, tanto para el estómago como para el amor propio, que es igual de importante porque cuando nos esforzamos queremos recompensa.

 

Hay muchísimos más. ¡Qué les voy a decir si la cocina está de moda! Acudan a cualquier librería y pregunten, hojeen páginas y escojan entre manuales o recetarios de las estrellas televisivas, otra buenísima opción.

 

Recuerden que lo primero es cocinar y lo segundo aprovechar, así que ahí van unas cuantas recomendaciones finales para comenzar a practicar con la conciencia tranquila.

 

Planificar el menú semanal con antelación evita la improvisación y las compras compulsivas de última hora y reduce considerablemente el consumo de comida rápida.

 

Si compramos comida fresca con la intención de cocinar es normal que, de vez en cuando, vayamos revisando despensa y frigorífico para ir dándole salida antes de que su aspecto deje que desear. La conservación y el reciclaje van de la mano.

 

Comprar bueno y fresco, sí, pero en consonancia con el monedero y nuestro tiempo. De nada sirve dejarse seducir por un excelente cabracho si no hemos planificado el día de su consumo para que luzca en todo su esplendor.

 

Apuesten por el producto de temporada, local si es posible. Con ello estarán comprando lo que la naturaleza nos brinda de manera natural, atendiendo a su ciclo, además de garantizarse calibres y sabores perfectos.

 

Cocinen lo que vayan a consumir, y si sobra, maquinen otras recetas. Y recuerden que los alimentos sin elaborar se conservan mejor y tienen mayores posibilidades de aprovechamiento que los cocinados, de ahí que no sea bueno cocinar cantidades industriales si no piensan congelar.

 

Desechen todo aquello que verdaderamente no tiene aprovechamiento.

 

Conserven su comida en recipientes adecuados y a ser posible que no sean de un solo uso. Fregar no es malo, quizá no sea apetecible pero sin duda es necesario.

 

Y si vamos a un restaurante y nos sobra parte de nuestra comida, sin vergüenza alguna, díganle al camarero que le envuelva las sobras, todo aquello que no son capaces de comer. ¿Si se practica con el vino, por qué no ha de hacerse con la comida?

 

Un consumo racional y una dieta equilibrada conllevan disfrutar del mercado y la cocina tanto fuera como dentro de casa. Pero de nada sirve concienciarse una semana. Si queremos reducir las cifras anteriores, comer atractivo y variado, ahorrar, y sobre todo no desperdiciar, tenemos trabajo para todo el año. 

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