Weiß/Colonia, 5.3.
He tenido una recaída en el resfriado desde ayer tarde, me cuesta trabajo incluso acusar recibo de varios emails que lo exigen, mi nariz recuerda el surtidor de una fuente en los jardines de Aranjuez, estornudo y toso como preparándome para las Olimpiadas del estornudo y la tos, y los ojos me arden y me lagrimean de manera que inspirarían piedad a una piedra. Estas no son condiciones que me inspiren el deseo de vivir a toda costa.
La columna dominical de Héctor tiene miga, porque confiesa que no sabe cómo matar a un personaje de la novela que está escribiendo, y eso le lleva a repasar los métodos homicidas de sus colegas a través de los tiempos. Me hace recordar la frase final de Fabian, la gran novela de Erich Kästner, cuando el protagonista va paseando por un parque y ve que un niño se ha caído en el estanque y se está ahogando, y sin pensarlo ni poco ni mucho se tira al agua, «y como no sabía nadar, se ahogó». Y con esas palabras termina la novela. José María, desde Arboletes, en el Caribe colombiano, lo lee y me escribe: «A ver; le sugeriría a HAF una muerte truculenta y lenta a causa de la contaminación ambiental que por estos días está de moda. Y digo truculenta y lenta, porque puede desarrollarse a partir de la temática de que el paciente ha sufrido levemente durante toda su vida productiva del problema, pero ahora ya a punto de jubilarse, se convertirá en una carga improductiva para «el sistema» y llegará de alguna manera «desde arriba» la orden de «finiquitarlo» sin levantar sospechas». Le paso a Héctor la sugerencia de JM con este comentario: «Una víctima del smog sería algo nuevo en la literatura universal. Con todo, mi modelo será siempre Knut Hamsun. En Bendición de la tierra, la muerte de la vieja Olina es una lección de sabiduría y de concisión narrativas».
En la tele Los diez mandamientos, la versión de Cecil B. de Mille, y he alcanzado a ver los diez minutos finales. Me ha pasado como la semana anterior, con Kill Bill, de Tarantino. Son tan apabullantemente estúpidas que empiezo a entender a the so–called president. Y que me perdonen los fans de ambos, sobre todo del segundo (entre los cuales se cuenta mi hijo), pero, la verdá de la verdá, si eso, “eso”, es cine, yo soy el marido de la reina de Saba.
Weiß/Colonia, 6.3.
0:15 am : Hay seis amigas a las que tengo en stand by para contestar sus emails, y les envío uno colectivo diciéndoles: «A ustedAs [sic] les estoy debiendo respuestas a sus emails, en algunos casos desde hace semanas y semanas. Lo cierto es que en esta que terminó (acá ya es lunes), y a pesar de que andaba en las horas más bajas, por culpa de una bronquitis feroz, me prometí contestarles sus emails en este domingo que acaba de pasar. Y lo también cierto es que desde la noche del sábado estoy padeciendo una feroz recaída del resfrío (a saber si no es pulmonía) que me tiene las manos atadas todo el tiempo… en un sentido figurado, ya que debo recurrir a ellas a cada momento para tratar de cortar las aguas del surtidor de una fuente de los jardines de Aranjuez que me han implantado en la nariz, amén de no llamar al notario para hacer testamento cada vez que me da un ataque de estornuditis, al que suele seguir otro de tositis, que convierten el tronco de mi jiúman bodi en la caja de resonancia del tambor mayor de la sinfónica de San Petersburgo. Piedad pues para el sufriente, y prometo contestarles apenas mis ocupantes de la tercera fase me abandonen, ojalá camino de la Casa Blanca».
Amanezco con la nariz seca y sin haber tosido ni estornudado durante la noche. Milagro debe ser. O exorcismo durante el sueño, provocado por el email de anoche a mis seis amigas.
En el diario, la entrevista de la semana anterior (la leo recién ahora) es con Martin Scorsese y lleva este titular: SUFRO A CAUSA DEL SILENCIO DE DIOS. Se me ocurre que eso le puede pasar por ser católico y haberse casado cinco veces. No es raro que su Dios no le dé pelota.
Le explico a Arcángeles una expresión que no entendió en mi última entrega de Fronterad: «Acá, en Renania, varios días de la semana del Carnaval tienen nombre propio, y el día en que esa semana comienza, el jueves antes del domingo de Carnaval se llama «Weiberfastnacht» [=literalmente «Carnaval de las Hembras»]. Yo llegué a Alemania (concretamente a la Renania más acrisolada) en febrero 63 y viví intensamente los carnavales del 63 (sin saber alemán) y del 64 (ya sabiéndolo). Después me fui a Berlín y cuando la Radio Deutsche Welle me ofreció un puesto como redactor en su servicio latinoamericano, regresé a la Renania en enero del 65, y nada menos que a su capìtal secreta, que es Colonia. Y en los días previos al Carnaval apareció por la redacción un texto alemán que había que traducir y que hablaba de las tradiciones carnestoléndicas de la región. Y un colega lo empezó a traducir y de repente preguntó en voz alta que cómo se traducía «Weiberfastnach», y todos convinimos en que no podíamos traducir «Carnaval de las Hembras», que en castellano sonaría feísimo sin necesidad ninguna de recurrir a la corrección política, entonces aún inexistente. Sólo que los demás días carnestoléndicos sí tenían su nombre en castellano, desde el Domingo de Carnaval pasando por el Lunes de las Rosas hasta el Miércoles de Ceniza; y nos parecía a todos un desafuero que justamente no lo fuese a tener ese día en que las mujeres toman por asalto su respectivo ayuntamiento, y el alcalde les hace entrega simbólica de las llaves de la ciudad y con ello queda inaugurada la semana carnavalesca. Pero no se nos ocurría nada, hasta que recordé que The merry wives of Windsor estaba traducida al alemán como Die lustige Weiber von Windsor mientras que en español se titula Las alegres comadres de Windsor, de modo que decidí proponer que al «Weiberfastnacht» lo llamásemos «el Jueves de Comadres», y “Jueves de Comadres” se quedó, la expresión hizo fortuna, también porque la incorporé a la versión traducida al español del folleto sobre la ciudad que edita la Oficina de Turismo local. Se trata pues de una creación mía, y de la que me siento orgulloso, en el sentido de que así le pagué a Colonia algo de lo mucho que le debo, y que no es poco».
Weiß/Colonia, 7.3.
Hoy, en La Modicana, finalmente me atreví a preguntarle a Mehrnoosh por el joven padre que suele venir a comer todos los martes con sus tres hijos, casi niños todavía. Hoy no han venido, por cierto. Según ella se trata de un médico, Medicina General, con consultorio en Bayenthal y, por lo que ella sabe, divorciado. Un paso adelante en la investigación.
Weiß/Colonia, 8.3.
Ahora es Diny la que dio con sus huesos en la cama, tosiendo y estornudando. Para evitarme contagios y recaídas se va a dormir al cuarto de los invitados.
Este año, centenario del nacimiento de Heinrich Böll, en el mes de junio se iniciará un evento literario más entre la docena de los que ya llenan el calendario cultural coloniense. El nuevo evento estará dedicado a los lectores jóvenes y cuenta desde ya con el aliciente de la edición de “Anécdota acerca del descenso de la moral de trabajo”, como libro ilustrado por Émile Bravo. Tengo mucha curiosidad por verlo, ya que se trata del texto de Böll preferido por Chico y uno de los preferidos por mí, tanto que lo incluí en mi antología Don Enrique, y no sólo por estar fechado en 1963, el año en que llegué a Alemania.
10:15 pm : Tercera vez que veo Made in Dagenham [en español Pago justo], y ahora me fijo en detalles que no registré las primeras dos veces. Por ejemplo el diálogo entre el capo sindical, Bartholomew, y el representante de los sindicatos entre las obreras, Albert Passingham. El capo le echa en cara a Passingham tomar partido unilateral por las obreras y añade: «Como Unión tenemos que recordar que es lo primero. El Partido Comunista. Y Marx mismo fue quien dijo que “Los hombres escriben su propia historia”. Dijo “los hombres”, Albert». Y Passingham le responde: «¿Pero no fue también él quien dijo que “El progreso se puede medir a través de la posición social del sexo femenino”? ¿O fue Groucho quien lo dijo?» Bartholomew, como todos los burócratas, no importa de qué partido, se queda sin argumentos.
Weiß/Colonia, 9.3.
Tengo que ir a Rodenkirchen, al Banco y a la oficina postal, no puedo postergarlo ni un día más, ya lo hice ayer porque llovía sin pausa y no quise arriesgar una recaída. Hoy no llueve y hasta se insinúa un sol tímido. Relleno el formulario para la transferencia al Fisco del anticipo trimestral a cuenta de mis impuestos, y meto en la bolsa todos los documentos que tendré que fotocopiar para enviar por correo al subsidio estatal de mi seguro de enfermedad. De vivir hoy Hamlet no dirìa «¡Palabras, palabras, palabras!» sino «¡Papeles, papeles, papeles!» Y me pongo en camino, y justo en el momento en que salgo de casa, empieza a llover. ¡Por todos los dioses, que no tenga una nueva recaída porque no lo soportaría!
Llamo a mi “manitas”, mi buen Arzola, para consultarle acerca de la actualización de mi AVG, y en la charla sale a relucir el nombre de un amigo suyo cubano que acaba de morir en El Paso, Texas, un poeta llamado Pedro Alberto Assef y del que yo no sabía nada, ni siquiera conocía el nombre. Con la ayuda impagable de mi estimadìsima Miss Hortensia Google, rastreo la huella de su poesía y me parece descubrir un mundo digno de arriesgarse en él. Me digo que cuánto poeta no habrá por ahí, esperando a morirse para que un amigo venga y nos cuente de su obra. Ah, sí, yo también sufro con el silencio del Dios de Scorsese.
El lamentable payaso que por desgracia gobierna ahora desde la Casa Blanca ha subido hoy a su cuenta Twitter una estupidez como la copa de un pino, ya que comienza de este modo: «Despite what you hear in the press»… y no hace falta seguir leyendo porque no me interesa saber qué es lo que tiene que decirme «a pesar de lo que oís [oímos, claro] en la prensa». Estaré pendiente de cuando diga «a pesar de lo que leéis en la radio…» ¡Cretino!
Weiß/Colonia, 10.3.
Me escribe Pepe para contarme que no tendrá lugar la exposición de comics en Huelva, a la que me querìan invitar para que diese allá mi conferencia sobre Mafalda. Que a lo mejor, que quizá, que quién sabe, que puede ser que en diciembre. Le contesto que me parece muy bien porque hace 50 años que no paso Nochebuena y Año Viejo en Huelva, la última vez fue en 1967, con Rebeca de tres meses… y este año quiere ir a festejar sus 50 justamente en Huelva. Aprovecha Pepe su email para pedirme un poema mío sobre Huelva, están organizando una antología de poemas cuyo protagonista común será la ciudad. Agarro de nuevo las viejas carpetas donde se han ido acumulando mis pendejadas líricas, todas manuscritas, y hago una selección, una media docena de poemas que no me dejarán mal en el concierto de los poetas profesionales (yo, como poeta, soy buen versificador y pare usté de contar). Le mando la selección a Pepe y le cuento que el soneto de la Plaza de Belgrano fue un impromptu que compuse en menos de un cuarto de hora. Yo tenía en Buenos Aires dos muy buenos amigos, poetas ambos los dos © by Cantinflas, sobre todo excelentes sonetistas. Y casi cada semana entablaban torneos entre ellos, teniendo como pie forzado uno o dos endecasílabos con alguna rima difícil, a los que había que añadir los trece o doce restantes en la hora siguiente. Aquel día llegué a casa de Julio Nicolás, ya estaba allí Eduardo, y me comunicaron muy solemnes que si quería también podía participar en el torneo. Pregunté cuál era el pie forzado y me dijeron que habían resuelto que fuese «En esta noble plaza de Belgrano, / donde fulgura el blanco de sus quintas», y que lo hacían así a causa de la dificultad de la rima en «intas». Dije que de acuerdo, me senté, pensé un par de minutos en Huelva y me acudieron a la memoria la Cinta, la Pinta y las aguas del Tinto, y escribí el soneto como en trance. Creo que no me quedó nada mal. Sobre todo porque no me limité a las cuatro rimas en «intas» de los dos cuartetos, sino que puse toda la carne en el asador y metí dos más en los tercetos. ¡Dificultades a mí! ¡Amos, anda!
[Incluyo el soneto para que no me pase lo que otra veces, que me lo reclamen los lectores : ]
En esta Plaza, Plaza de Belgrano,
y a despecho del blanco de las quintas,
recuerdo las azules y las tintas
aguas de Odiel y Tinto por el llano.
Y a despecho de ser aquí el hermano
de gentes tan iguales y distintas,
añoro mis Conqueros y mis Cintas,
en esta Plaza, Plaza de Belgrano.
Me atacan y me hieren los jazmines
de las quintas, clavándome en sus fintas,
perfumes y recuerdos en la mano,
y esta noche yo sangro Polvorines,
Mercedes, Mataderos, Niñas, Pintas,
a trancas y barrancas por Belgrano.
Marcos se hizo eco de mi reflexión sobre el tuit del so–called president y la subió a su cuenta:
You say «despite what you [=we] hear in the press», Mr. fake president. Also despite what we read in the broadcast? (Ricardo Bada)
— Marcos G. Villasmil (@lagardere57) 10. März 2017
¡Me han traducido al inglés! ¡Aleluya, como gritan al correrse los miembros del Opus Dei!
Weiß/Colonia, 11.3.
En el diario, en el cuaderno de esquelas habitual el fin de semana, hay dos que me llaman la atención. Una por ser la primera vez que el epígrafe es una cita del Corán («Todo lo que regales en la Tierra te acompañará en el Cielo», traduzco a tientas, porque no hay mención ninguna del versículo de que se trata). Y la otra porque es una de las Minima Moralia, de Adorno («La tarea del Arte hoy en día es poner orden en el caos»): con sumo respeto y la debida piedad, esta cita me parece el proverbial Cristo con las dos pistolas, incluso en el más que probable caso de que sea muy condiciente con el espíritu y la obra del difunto.
Olvidé consignar que el martes recibí un email de Ovidio contándome que vendió su casa y se va a vivir a España, y quería pasar a despedirse y para devolverme el ejemplar de la traducción alemana de Max Havelaar, que anduve buscando como loco hace dìas porque Paul va a viajar a Indonesia y yo deseo que la lea antes de viajar allá, y resulta que la tenía Ovidio. Al final Ovidio no pudo pasar a despedirse pero me dejó el libro anteanoche en el buzón (¿costaba tanto tocar el timbre y subir a darnos un abrazo?) con una nota autógrafa donde me dice que «a ver si en la próxima visita nos vemos, y si no, en Málaga». Lo de la próxima visita lo entiendo porque sus hijas se quedan acá, y sus nietas, ¿pero qué se le ha perdido a uno del Bierzo en Málaga?
Me escribe Héctor desde Medellín a punto de subir al avión para ir a España, donde parece que por fin le van a dar el pasaporte español que le prometieron motu proprio los españoles hace ya meses. Recuerdo que Héctor me preguntó entonces lo que me parecía, y le contesté que me alegraba por él ya que con un pasaporte español se ahorraría los cientos de chicanas que le esperan en todas las fronteras del mundo al infeliz poseedor de un pasaporte colombiano; pero que, por otra parte, no debía dejar de tener en cuenta que al ser español corría el inevitable riesgo de que lo eligiesen miembro de la Real Academia. Ahora, al recibir su email, le contesto algo bastante distinto: «Tenerte como compatriota será una alegría para muchos de nosotros. Trata de que te den el pasaporte con la opción de ser empadronado a efectos electorales en el municipio de Huelva, y así no sólo serás mi compatriota, sino también mi paisano».
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