
Weiß/Colonia, 11.3.
Sigo en Escocia. De las Shetlands de Jimmy Perez he pasado a las Hébridas de El rayo verde, una novela de Julio Verne que leí hace ya casi setenta años, en español, prestado el ejemplar por Tomás Ramos, el contable de mi padre. En diciembre del 2001, cuando viajamos a Buenos Aires en un carguero de contenedores, le hablé de esta novela a Werner, el amigo que hicimos durante ese viaje, y él no sabía que Verne hubiese escrito una novela de amor, aunque como siempre en sus novelas también haya un dato científico de por medio. Hace unos días me la encontré en una librería de viejo, en muy buen estado, e ipso fuckto la compré para Werner, cuyo cumpleaños se acerca. Pero antes quise volverla a leer, en alemán ahora, para comprobar que la recordaba bien. Lo que en mi lectura de antaño me pasó por alto es el resentimiento que un francés como Verne les guardaba a los alemanes en 1882 por la derrota de 1870 en la guerra franco–prusiana. Y así, al hablar de los turistas que visitan Escocia, no le empece decir sin andarse por las ramas: «alemanes, que tampoco lejos de su tierra disminuían su pesadez».
De los 86 barrios de Colonia, Weiß es el único cuyo nombre incluye la ß, esa letra que es al alfabeto alemán lo que la ñ al castellano. Yo la llamo “el hipocampo del abecedario”.
Me pasó Montse las coordenadas para ver con tranquilidad el vídeo de Oskar rapero, que ya me lo mostró el viernes en su iPad, cuando la visité en su boutique. Lo acabo de ver, y mi opinión de lego es que el tío vale. Tiene mucha presencia y desparpajo, y aunque quizás su repertorio gestual no es muy amplio, eso se puede aprender. Busco en youtube y encuentro su primer vídeo, el que grabó antes que este, y me reafirma en lo que pienso. En la vida hubiese podido imaginar que Oskar, tan luego él, me saliese rapero. Tengo que pedirle que haga una versión rap de su canción de cuna aprendida de mí, el moritat de Mackie Messer. A ver si se anima.
Weiß/Colonia, 12.3.
0:20 am : Termino el borrador de mi reseña de la última novela de Leonardo Padura. No la voy a enviar a Revista de Libros hasta mañana o pasado, tengo que revisarla bastante a fondo, hasta creo que hay algo que no he dicho y que me roe por dentro. Veremos, como decía Homero.
Quinta sesión de fisioterapia con Jens, quien me parece un pelín agotado, porque más de la mitad del tiempo de la sesión es un interrogatorio al que me somete, sin avasallar, para saber cómo es que vine a Alemania y cómo fue que arraigué acá. Y de la fisioterapia paso a la acera de enfrente, literalmente, a la consulta de la dermatóloga. Una cura más y espero que sea como mucho la antepenúltima si es que no la penúltima. Esto de ser paciente privado creo que se ha convertido en una especie de franquicia para saquear las arcas de las compañías de seguros y de la subvención estatal. Y en último término, la verdá es que no soy tan hipocondríaco como para creer que me vaya a morir por culpa de una verruga en la planta del pie izquierdo.
Weiß/Colonia, 13.3.
0:45 am : Termino de leer El rayo verde, de Julio Verne. La recordaba mal. Creía que el final sucedía en Tierra de Fuego, adonde los personajes viajaban en vista de la imposibilidad de ver el rayo verde en las Hébridas. Pero sí que lo ven allá. No sé de dónde habré cortocircuitado ese final fueguino, pero tampoco es tan grave, la leí la primera vez hace casi setenta años, y recién ahora es la segunda. Registro una nota poética en Verne (raro en él) cuando Helena se pregunta si ese rayo verde no será quizá «el chal de una valkiria que arrastra sus flecos sobre las aguas en el horizonte». Y veinte páginas más adelante la expresión escocesa equivalente a nuestro “No despertemos los perros dormidos”. En Escocia dicen: “No espantes la mosca de la pared”.
En La Modicana, hoy, unos espaguetis con ajo y gambas que se acercaron a un tiro (flojito) de piedra de la perfección. Absolutamente inolvidables. Hmmmmmmmmmmmmmmmm…
Hoy han operado a Mecha. He estado pensando en ella todo el día, porque es una operación de lo más peliagudo. Ahora (8:15 pm) llamé a casa de Valeria y me atendió Laïs Mafalda, a quien conocemos desde que era una niña de mantilla, en París. Me dice que la operación resultó bien y que no sabe más porque Valeria, su madre, sigue en la clínica con la abuela. Respiro aliviado y le encargo a Laïs que le diga a su madre que llamé y que volveré a llamar mientras la abuela siga internada. Tiene una voz tan linda Laïs. Y resulta encantador oírla detenerse a pensar cómo se dice cierta cosa en español, hasta que le propongo que me hable en alemán.
Weiß/Colonia, 14.3.
1:30 am : Sacó Nexos una muy buena nota sobre Borges y el cine, y la regué en internet, urbi et interneti, a mis amigos cinéfilos. Desde mi Güeno Saire querido me acusa recibo Manuel Antín diciéndome que le ha parecido muy bien, y le contesto: «Su sobrino, Miguel de Torre Borges, cuenta en sus memorias que fue al cine una de las decenas de veces que ese tío acudió a ver High Noon, y a quien convenció para que fuese a ver Psicosis, que le gustó, y Yellow Submarine, que no le gustó. Lo de ir a ver una docena de veces A la hora señalada (en España se tituló Solo ante el peligro, y ese título se convirtió en una frase hecha, que todavía hoy en día se usa) me parece congruente porque la formidable película de Fred Zinnemann es en el fondo una historia de compadritos, unos al margen de la ley, y el otro, Gary Cooper que estás en los cielos, amparándose en ella. Tanto que una cuáquera comete un homicidio a sangre fría para salvarlo. De ahí a la ideología de la NRA no hay más que un paso».
Sesión doble en el instituto de fisioterapia, primero una hora en los aparatos, con Jens, y a continuación ½ de terapia respiratoria con “Oskar”. Me moriré con los pulmones sanos.
En la sala Torquemada del instituto de fisioterapia hay un televisor pantalla king size donde en una pausa de mis ejercicios (eufemismo por torturas) me enteré de la muerte de Stephen Hawking. Me pregunto qué dios infame será el culpable de que un talento como el suyo, un genio como el suyo, fuese condenado a vivir una vida miserable desde el punto de vista de los mínimos estándares humanos, casi como un vegetal. Seguro que no fue un dios judío, seguro, las muertes de Marx, Freud, Einstein, no fueron precedidas por unas vidas tan bajo mínimos. Y el que auspició el holocausto tampoco fue judío. Era [es, y sigue vivo] ario, blanco, rubio.
Weiß/Colonia, 15.3.
2:00 am : Acaban de pasar Elser, un film que se te mete bajo la piel, acerca del solitario que atentó contra la vida de Hitler el 13.12.39, en una cervecería de Múnich, y su bomba explotó después de que el cabo disfrazado de Führer abandonase el local, 13’ antes de lo que estaba programado. Yo no creo en los futuribles, así es que tampoco creo que si aquel atentado hubiese tenido éxito, habría cambiado el rumbo de la Historia, como quisiera hacernos creer el subtítulo del film. A Hitler le habría sucedido una bestia distinta y hasta quién sabe si no peor. Porque la gentuza de la que se rodeaba no eran precisamente corderitos.
10:15 pm : Álvaro me devolvió esta mañana la reseña de mi novela de Padura, diciéndome que sí le gusta pero no sin señalarme tres puntos débiles en la misma, que debería corregir. Ahora, en la calma de la noche, la acabo de releer tratando de hacerlo como si no la hubiese escrito, es decir, como si fuese el lector a quien voy a recomendar la novela, o no. Creo que le encontré un par de fallos más. Pero también creo que sé cómo solucionarlos, y en todo caso tengo tiempo hasta el lunes, cuando le he prometido a Álvaro reenviársela «con la cara y las manos lavadas», como le dice Eliza al profesor Higgins al acudir a pedirle que le dé lecciones de inglés. ¡Qué gloriosa comedia! Entre las comedias del cine es la mía predilecta. Dirigida por Anthony Asquith, montada por David Lean, música de Arthur Honegger, guión de Bernard Shaw (Oscar ese año) e interepretada por un Leslie Howard ideal y una Wendy Hiller en estado de gracia. Entre todos, la sacaron del estadio. Todo lo contrario de lo que pasó 35 años más tarde con la versión en que a Higgins lo incorporó Peter O’Toole. ¿Cómo es posible que semejante actor malinterpretase de una manera tan flagrante a su personaje y lo convirtiera en un histérico más propio de una mala comedia gringa de la serie B? ¿Cómo es posible que ni un solo colega piadoso del resto del reparto le dijese al oído que estaba haciendo pichí fuera de la bacinilla? ¿Cómo es posible que el director de la peli se lo consintiera? Y nada de eso, con ser malo, es lo peor. Lo peor es que pareciera como si el gran O’Toole hubiese perdido el sentido del ridículo. Y eso, que en un latino va de suyo, porque el latino es casi genéticamente ridículo (que se salve quien pueda), en un inglés culto resulta no ya imperdonable sino poco menos que impensable.
Me envía Andrés el texto del borrador de la contraportada del libro de cuentos que me quiere publicar, con el ruego de leerlo, modificar lo que sea, pero respetar el estilo. Le respondo casi a vuelta de correos: «Verás que hago dos correcciones mínimas, y que para no indisponerte con la Academia dejo ese pobre Rin hachectomizado, ay. No tengo tiempo para ver cuántas veces aparece la palabra «Rhin» en los cuatro cuentos, pero en ellos sí reclamo mi derecho a llamarlo como lo llamo. Los de Huelva somos así. Recuerda las jotas de Juan Ramón. Y no quiero ser menos que mi paisano». Lo que más me gusta del texto es que en ningún momento cae en la tentación de elogiar al autor (es decir: elogiarme), sino que se limita a presentarme y a decir de qué va en los cuentos. Para que la mente del lector no llegue prejuiciada a la lectura. Es lo que uno espera de un editor que conozca su oficio y tenga confianza en el producto que ofrece. La mayoría de las contraportadas suelen ser hoy vocerío de verduleras en el mercado.
Weiß/Colonia, 16.3.
Henri en casa desde la mañanita hasta el mediodía, que pasa a buscarlo Frank. Está resfriado y no puede ir a la escuela, y Montse tenía que abrir la boutique. Y después de haberse ido Henri, ahí va Diny camino de la casa de Angie, para hacerse cargo de Vincent hasta que Angie vuelva del trabajo. Una vez más pienso que las economías domésticas de nuestros hijos que son padres no funcionarían si no existiera esa ONG de beneficencia familiar honoris causa llamada Diny.
Al buscar ayer Pygmalion con Peter O’Toole, descubrí que también estaba “en cartelera” Pigmalión en la versión de RTVE, y la dejé para verla hoy porque esta es una comedia que no me canso de ver nunca. La grabación es floja de calidad técnica, lejos de las glorias de la HD, pero la versión es buena, aunque el guión incluye un fallo clamoroso. En la escena primera en el domicilio de Higgins, Wimpole Street 27, cuando Eliza llega a pedirle al profesor Higgins que le dé lecciones para adquirir un buen inglés, en principio se habla del plazo de tres meses para conseguirlo que le predijo Higgins al coronel Pickering en la escena anterior, bajo las arcadas del Covent Garden. Ahora, al día siguiente, y en el curso del diálogo, los tres meses pasan a ser primero seis meses, y minutos más tarde seis semanas, aunque creo que este fallo se debe a un traspiés de la memoria de José María Rodero, imposible de corregir si se transmitía en vivo. Pero me conozco la obra de memoria y no he detectado ningún otro fallo. Lo que sí me llama la atención es que José Méndez Herrera, responsable de esta versión, se decidiera por el segundo final que Shaw se vio obligado a escribir, en vista de que a nadie le convencía el final original, donde Eliza se iba de Wimpole Street y quizás hasta posiblemente casarse con Freddy. En ese segundo final, cuando la madre de Higgins y Eliza están saliendo para ir a la boda del padre de Eliza, esta va a despedirse de Higgins, y se produce el siguiente diálogo:
SRA. HIGGINS : El coche espera, Eliza. ¿Estás lista?
LIZA : Por completo. ¿Viene el profesor?
SRA. HIGGINS : Desde luego que no. No se sabe comportar en la iglesia. Se pasa todo el tiempo haciendo observaciones en voz alta sobre la pronunciación del sacerdote.
LIZA : Entonces no le volveré a ver, profesor. Adiós. [Se encamina a la puerta].
SRA. HIGGINS : [yendo hacia Higgins] Adiós, querido.
HIGGINS : Adiós, madre. [Está a punto de besarla cuando se le ocurre algo] ¡Oh, a propósito, Eliza! Encarga un jamón y un queso Stilton, ¿lo harás? Y en Eale & Binman’s cómprame un par de guantes de cuero de reno, talla ocho, y una corbata a juego con mi nuevo traje. Puedes elegir el color. [Su voz jovial, negligente, vigorosa, demuestra que es incorregible].
LIZA : [desdeñosa] Cómpreselo usted mismo. [Hace mutis majestuosamente].
SRA. HIGGINS : Me temo que hayas malcriado a esta muchacha, Henry. Pero no te preocupes, yo te compraré la corbata y los guantes.
HIGGINS : [optimista] ¡Oh, no te molestes! Seguro que ella me los comprará. Adiós.
Leslie Howard encontró una solución diferente y se la impuso a Shaw para el guión de su peli. Tras un fulminante duelo verbal con Eliza en casa de Mrs. Higgins, y después de que ella se marcha con Freddy, Higgins está solo de regreso en su estudio y escucha la grabación de la primera visita de la muchacha para pedirle que le dé lecciones: «Avé, aquí’stoy, io sé qué cuesta’sus licciones, le pago ar contao, y me trata como si una juese l’última basura». Cuando la voz de él comenta: «¡Es tan deliciosamente ordinaria, tan espantosamente sucia! ¡En seis meses haré de ella una duquesa!», desconecta el fonógrafo. Entonces Eliza, que ha vuelto al estudio sin que Higgins se dé cuenta, le dice desde la puerta las mismas palabras que seis meses antes: «Me lavé la cara y las manos antes de venir aquí». Higgins se estremece igual que si le hubiese caído un rayo, se semiincorpora y la mira como queriendo correr hacia ella, pero se domina, se recuesta en su asiento, dándole la espalda todavía con el sombrero puesto, y dice: «¿Eliza? ¿Dónde diablos están mis pantuflas?» Y Eliza, con la cara luminosa de quien ganó la pelea (¡genial la actuación de Wendy Hiller!), entiende. Es un final que redondea la obra de una manera poco menos que perfecta, y es el que adoptaron los autores del libreto de My Fair Lady. En la versión de RTVE, se sigue más de cerca la pauta del segundo final de la obra de teatro, sólo que se le añade algo, y es que Eliza deshace su mutis y le dice a Higgins: «Verá… Unos guantes de gamuza le estarán muy justos sobre todo si los quiere forrados de piel. En el cajón de la cómoda hay tres corbatas nuevas que yo le… [Pausa] que usted ni siquiera sabría ya si… [Pausa] Y el coronel Pickering prefiere el queso fuerte al Stilton, y como después de todo usted no advierte la diferencia… [Pausa] Y esta mañana telefoneé a la señora Pierce para que no se olvidara de traer el jamón… [Pausa, y se da vuelta queriendo irse con un suspiro de cansada reisgnación:] ¡Ay Señor, Señor, qué sería de usted sin mí!…» En esta versión es Higgins quien entiende, va hacia ella y la abraza, ambos se abrazan, por fin pareja. Y lo que yo entiendo es que tanto Leslie Howard como Méndez Herrera hicieron bien en enmendarle la plana a Shaw.
Weiß/Colonia, 17.3.
Pocos epígrafes esta vez en las esquelas del cuadernillo semanal dedicado a ellas en el diario. Pero hay una que quiero rescatar aquí, del inolvidable arzobispo brasileño Hélder Câmara: «¿Por qué temer a la noche, por qué no amarla si es ella quien nos muestra las estrellas?»
Una cosa que olvidé anoche, al registrar mis impresiones de la versión RTVE de Pigmalión, fue el gran acierto de elegir para los papeles de Eliza y de su padre a dos actores argentinos, Marilina Ross y Luis Politi, quienes además le roban el show a José María Rodero, con todo y cuajar este una excelente interpretación. Pero la gracia rea del acento porteño y el atractivo lingüístico del lunfardo para subrayar que Eliza y su padre hablan el cockney londinense son el factor diferencial que hacen de esta versión una joya. Una joya que convendría enviar a un buen joyero para que la restaure y le devuelva su brillo original. Hay joyas a las que no ennoblece la pátina del maldito Tiempo, sino que las muerde y les deja la cicatriz del mordisco.
Diny acudió temprano a la apertura oficial de la boutique de Diny, de la que regresa con Henri, quien se quedará con nosotros hasta mañana. El problema a resolver en que nuestro televisor sigue en Babia y que este mediodía, por la razón que sea, se cayó la conexión con Internet. En un primer momento Diny lo soluciona leyéndole a Henri de un libro de los muchos suyos que hay en esta casa, pero lo que no puede ser es que se pase el día entero leyéndole, terminaría afónica. Y entonces recuerdo los cortos animados de Petterson & Findus, que hicieron las delicias de Henri cuando contaba cuatro, cinco años menos, y cuya colección completa tenemos aquí. Y apenas se lo propongo a Henri, grita de contento, y ahí está en el salón viendo uno tras otro los no menos de veinte episodios que le compramos de la simpática pareja sueca.
***************THE END***************