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Mientras tantoDe mi diario : Semana 14 / 2018

De mi diario : Semana 14 / 2018


 

Weiß/Colonia, 1.4.

Mi abuela Remedios remedaba muy bien a un predicador sacro de sus años mozos, que allá en su pueblo, en Fregenal de la Sierra, en Extremadura, solía iniciar el sermón del domingo de resurrección con las palabras: «Passssaron lossss díasssss trisssstíssssimossss de la ssssemana ssssanta» Yo la remedo todos los años, en estos días, recordándola entrañablemente.

 

Teresa borró por un descuido el envío con mi diario, me pide que se lo repita porque dice que le interesan mucho mis comentarios acerca de algunos acontecimientos de la semana. Le contesto que yo comento poco en mi diario los temas de actualidad, si es a eso a lo que se refiere, y tras enviarle de nuevo el enlace con mi diario me pongo a recapacitar a qué acontecimientos puede haberse referido: ¿a la detención del mequetrefe catalán en la frontera germano–danesa, o a la releección del capo Don Vladimirone en la Santa Mafia Rusia? Sea lo que fuere, a mí, en estos días, la actualidad que más me da que pensar es la elección presidencial en Costa Rica, hoy en una segunda vuelta decisiva. Quieran los dioses mayas que gane la cordura en contra de la Edad Media. Es decir, la Edad Media prejuiciada como rémora, porque hay una Edad Media que fue gloriosa y de la que no se habla. La Inquisición comenzó con la Edad Moderna. Don’t forget!

 

Diny cocinó esta noche para la cena unas costillitas de cordero que parecían como de aquel que, según la teología cristiana, quita los pecados del mundo. À la provençale. Como está mandao.

 

Weiß/Colonia, 2.4.

Ganó pues la cordura en Costa Rica, me oyeron los dioses mayas. Y a todos mis amigos en la querida Cámaralentolandia, como bauticé el país cuando pasé allí un mes, octubre/noviembre 1984, les escribo diciéndoles que mi suspiro de alivio ha sido registrado por los sismógrafos del Eifel, la zona [más] telúricamente temblorosa de Alemania. No era para menos, pensar que los fanáticos religiosos se hagan con el poder en cualquier país de América es harto peor que saberlos ya en el poder en lugares como Irán. ¡Pobres iraníes y dichosos ticos!

 

Vino al mediodía Rebeca para instalarnos un viejo televisor suyo que guardaba como reserva en su sótano desde que compró uno nuevo con pantalla como ventana de una suite del Waldorf Astoria. Ha luchado durante cuatro, casi cinco horas, y al final ha arrojado la toalla, la esponja y el taburete. Nada que hacer. Ni modo. El mal está enquistado en el sistema. Hay que comprar un televisor nuevo y hacer que lo instale un especialista. Si por mí fuera, no, pero Diny necesita el televisor, no le gusta ver sus programas favoritos en la pantalla de la compu portátil.

 

Ayer y hoy pasaron dos nuevos episodios de la nueva serie policial sueca, protagonizada por una abogada, Rebecka Martinsson, creación de la novelista Åsa Larsson, quien sitúa la acción de su saga en Kiruna, capital de la Laponia sueca, cerca del Círculo Polar Ártico. Y hasta diría que sus realizadores han tomado en cuenta lo que escribí en este diario el 7 de enero de este mismo año. Escribí que en este caso estoy seguro, sin haber leído ni una sola novela de la saga, que son superiores a su filmación; que los episodios no te dejan ni frío ni caliente sino todo lo contrario; y que bien está que se filme casi en la oscuridad, porque el lugar casi no deja otra alternativa, pero uno quiere ver algo en la pantalla, no tenerlo que adivinar. Las correcciones a estos defectos hacen que la serie cobre vida y sea en verdad interesante, en especial el conflicto íntimo de la protagonista, a quien le espera una brillante carrera jurídica en Estocolmo, pero el corazón la lleva de regreso a Kiruna, al gélido culo del mundo.

 

Weiß/Colonia, 3.4.

Leo en el diario que China ha decretado unos aranceles de represalia sobre 128 productos made in USA. ¿Serán noticias como ésta las que Teresa espera que yo comente en este diario? Pues tarea le mando, porque la mugre de esa fábrica de abonos que es la política en manos de gente como los sospechosos de costumbre (y expresamente hago mías aquí las palabras finales de Reth Butler a Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó), «la verdad es que me importa un bledo». Las cuales, por cierto, forman parte de un canon grandioso, al lado de «We’ll allways have Paris», «I think this is the beginning of a beautiful friendship«, «Marry me, and I’ll never look at another horse», «Lie to me. Tell me all these years you’ve waited», «Go ahead, make my day», «Nobody is perfect!», «I’m gonna make him an offer he can’t refuse»¡qué lista, maresita mía de mi arma!

 

Encuentro en EE una columna sobre las elecciones en Costa Rica y les envío el enlace a todos mis amigos ticos. Yadira, luminosa como siempre cuando opina, me acusa recibo con estas palabras: «El retrato que hace esta señora es un poco desvaído y desacertado. Cuando afirma que el discurso neopentecostal resultó atractivo para el país, se equivoca. Resultó atractivo solo para las capas más ignorantes de la sociedad, las más manipulables, aquellas a quienes tientan con bolsas de arroz y frijoles, sin interés para la Iglesia, preocupada tan solo por el aborto y la fertilización in vitro. Los votos que alcanzó el fanático Fabricio (que vergonzosamente se  presentaba a sí mismo como un ungido de Dios que iba a someter al país a un gobierno teocrático) fueron en gran parte obtenidos con el apoyo de la Conferencia episcopal, que le tiene terror a  educación sexual, la  libertad de elección y el derecho de las mujeres sobre su propio cuerpo. Es muy difícil apreciar desde fuera las verdaderas dimensiones de lo que se nos podía haber venido encima». Y yo que conozco bien a Yadira, sólo puedo añadir mi habitual e irónico latiguillo: ¡Alabado sea el santísimo sacramento del altar!

 

En La Modicana, hoy con Claudia y Javier, que tiene vacaciones del trabajo que ha conseguido en Bath, la ciudad de Jane Austen. Lindos los comentarios de Javier acerca de los sombreros de la alta burguesía en las carreras clásicas, como la de Ascott. Lo que a mí se me ocurre acerca del tema es que los ingleses, a falta de un Carnaval, tienen sus derbies hípicos, donde más que los pingos a todo galope interesan los tocados de las damas emperifolladas. Y recuerdo el grito de Eliza Doolittle en My Fair Lady animando al burro por que apostó: «¡Mueve tu puto culo!», para escándalo de quienes la rodean y desesperación del pobre profesor Higgins.

 

Terminé de dos tirones la lectura del segundo episodio de la saga de Gereon Rath. Y me vuelve a interesar el tema de la traducción de ciertos giros. Por ejemplo, su amigo Paul le escribe en una postal con la catedral de Colonia: «Si mi escaso tiempo me lo permite, uno de estos días me monto en el tren y viajaré al Este, donde ustedes los mongoles, a través del schäl Sick». ¿Cómo traducir eso sin explicar que el “schäl Sick” [=aprox. “el lado falso”] es como los colonienses de la orilla izquierda del Rhin llaman a la orilla derecha, y sitúan en ella la frontera con Siberia? ¡Hasta Adenauer dizque lo hizo alguna vez! ¿O cómo traducir la frase con la referencia a Zille, artista gráfico casi desconocido fuera de Alemania, yo diría que casi hasta fuera de Berlín? En todo caso rescato asimismo una frase que parece pura paradoja y no lo es: «Apenas hay nada más ruidoso en el mundo que la filmación de una película muda». Y lo que más me gusta es que, por fin, hay de nuevo un autor que remarca las condiciones en que se levanta un cadáver, como se dice en la jerga judicial; el forense le explica a los detectives que el cadáver que tienen a la vista ha sido lavado, y el jefe de los detectives se extraña, por lo cual el forense le sigue explicando: «Normalmente, los cadáveres no son un asunto que huela bien, no sólo por la putrefacción: los esfínteres se aflojan en el momento de la muerte». Lo que resulta no creíble, en todo caso, es que el jefe de los detectives desconozca tal circunstancia, pero bueno, es una libertad poética que se toma el autor para explicarla. Y un buen golpe de humor, y de fina observación, es cuando alguien anota que «El camarero parecía alguien recién salido de la cárcel», y su interlocutor le responde: «¡Bienvenido a Berlín!»

 

Weiß/Colonia, 4.4.

La pedicura que me atiende hoy no es Victoria, que está enferma, sino Suzana, en su segundo día de trabajo en este consultorio. Al enterarse de que soy español me habla de las telenovelas latinas en español con subtítulos que vio a fines de los 90, y se echa a reír al ver mi cara y darse cuenta de que estoy haciendo cálculos mentales: «Tengo 30 años», me dice, riéndose. Pero son 30 que aquí y en la China no parecerían más de 20. Ha sido una conversación muy entretenida, se ve que es una joven con ganas de saber cosas. Me pregunta, por ejemplo, si Franco fue un dictador, y tras mi respuesta es ella misma quien me dice que tuvo Historia en el bachillerato, pero que es una asignatura muy mal enseñada. Le digo que es cosa que viene de antiguo, que incluso Schiller, quien era historiador, a la hora de escribir sus dramas históricos le importaba un pimiento la verdad histórica. Y ella lo ha leído, me habla de Don Carlos con conocimiento de causa. Al despedirme estuve tentado de decirle «Creo que este puede ser el principio de una linda amistad». Pero resistí la tentación.

 

Tres horas más tarde fisioterapia con Jens, y toda la sesión nos la pasamos hablando de cine. Me pregunta por mis actores preferidos, le digo que Chaplin y Buster Keaton entre los del cine mudo, y Gregory Peck, Montgomery Clift, Paul Newman, Clint Eastwood y la dupla Al Pacino /Robert De Niro entre los del cine sonoro. Y Orson Welles, y le digo que no se pierda El tercer hombre, que la van a volver a pasar un día de estos. También quiere saber qué peli humorística sería la que le recomendaría para esta noche, le digo que Un pez llamado Wanda, o bien El guateque, con Peter Sellers. Pero al llegar a casa le envío un email recomendándole más bien, dado lo cercano de la pasada Semana Santa, La vida de Brian. Me contesta al rato diciéndome que esa era la que creía que yo le iba a recomendar. Al parecer soy bastante transparente.

 

Diny se fue temprano para recibir a sus hermanas, que han venido como lo hacen por tradición una vez al año. Fueron juntas a conocer la boutique de Montse y a almorzar a La Modicana, en la que comieron poco porque nada más llegar a Colonia, en la cafetería del Museo Ludwig, se zamparon una tabla de pan con queso. Y luego, a pesar de la lluvia, pasaron la tarde todas de shopping menos Diny y Miny, que se quedaron esperándolas en el Café Reichardt, frente a la  catedral. Y  siguió lloviendo hasta casi la hora en que tomaron el tren para regresar a Holanda. Salieron de Colonia bajo un sol resplandeciente. ¡Qué hijueputa el viejo Febo!

 

Weiß/Colonia, 5.4.

Un par de horas dedicado a componer para Martha, en Florencia, un currículo muy detallado (me lo ha pedido así, expressis verbis) y un texto sobre la génesis de “La oración fúnebre”, mi cuento, que ella ha traducido al italiano y al que le van a dedicar toda la mañana del día 13, sin mi presencia, hélas! Es indescriptible (al menos no sé describirla yo) la sensación de saber que una media docena de especialistas en la materia van a dedicarle toda una hermosa mañana de abril florentino a unos textos salidos de mis manos. Pero el poso de ese café no es ni vanidad ni tampoco orgullo, sino admirada curiosidad.

 

Weiß/Colonia, 6.4.

Aunque con fecha de ayer, apareció hoy, con una semana de retraso, mi columna del viernes pasado, que por ser Santo me hizo la santísima pascua. Y a poco de aparecer ya estaban moscas revoloteando por su foro, pero también alguna que otra abeja, dejando caer su gotica de miel.

 

Mi deuda estherna debe escribir un texto bajo el lema “Ricardo Bada releído” para la sesión del día 13 en Florencia y me pregunta si “La oración fúnebre” es el cuento que tiene archivado bajo el título “Gracias a la vida”. Le contesto que no recuerdo «haber pensado nunca en «Gracias a la vida» como título del cuento, la alternativa que se me presentaba era entre «El orador fúnebre» y «La oración fúnebre», y me decidí por esta segunda variante por una razón muy sencillaque con ello hacía que la protagonista del cuento fuese justo la oración fúnebre, que no aparecería por ninguna partey no el orador, que estaba metido de hoz y de coz en la narración desde la primera línea. Esto es, que el cuento, gracias al título, iba a ser una epifanía de la elipsis. Hasta la visitante anónima del entierro quiso saber qué dijo el narrador en su oración fúnebre, y a ella sí se lo dijo, pero no a los lectores». Esther me responde enviándome el cuento rotulado por mí “Gracias a la vida” y me deja mudo. Me hace repensar todo el proceso y finalmente le escribo«Bueno, es evidente que la memoria me ha jugado una mala pasada. Pero de todos modos creo saber a qué se debe mi black out. En realidad, al comenzar a escribir el cuento yo no tenía título decidido para él (todo lo contrario, por ejemplo, que con «La bufanda de Cambridge»), le debo haber puesto entonces «Gracias a la vida» como título provisional y remarcando la vinculación del relato con la historia de Chile. (Digo que «le debo haber puesto» ese título porque no se me ocurre ninguna otra explicación, y lo que sí puedo decirte como rigurosamente cierto es que nunca envío textos a mis amigos sin que lleven un título, me parecería estar mandando hijos expósitos. El caso más evidente que sí recuerdo es mi cuento «Casi un cuento de hadas», que durante muchos meses se llamó «Leila», como su protagonista, hasta que decidí enviarlo a El Malpensante, a ver si me lo publicaban, y ahí le puse un título, el que tiene, con más «gancho»). En cualquier caso, la que vos tenés no es la versión definitiva, de 5.680 palabras, sino la más larga, provisional, de 5.727. Así pues, en el anexo te mando la versión definitiva y te pido mil excusas por el incordio». Este black out mío hubiera sido digno de ser estudiado por Stephen Hawking, el hombre que nació en Oxford y murió en Cambridge. Más inglés imposible.

 

A fines de noviembre 1847, Flaubert le escribe a su amante, Louise Colet: «Vuelvo a leer ahora Don Quijote, en la nueva traducción de Damas Hinard. Estoy deslumbrado, me pone enfermo de nostalgia de España. ¡Qué libro! ¡Qué libro! ¡Qué alegremente melancólica es esta obra!»

 

Cuando en la tele pasan El tercer hombre es algo así como cuando tienes 17 años y te enamoras y todos los días quieres ver a la persona amada, y luego tienes 27 (37, 47, 57, 67) y oyes hablar de ella, y todas las veces la quieres volver a ver. Con la diferencia de que la peli nunca envejece y te vuelves a enamorar de ella, siempre, siempre, cada vez que la vuelves a ver. Ay Dios. ¡Esa cítara cuya melodía pulsa los nervios del espectador más que sus propias cuerdas! Y ese final que me inspiró visualmente la escena final de “La oración fúnebre”, y cada vez que lo releo me suena en el CD–Player del cuore la melodía de Anton Karas, ¡ese final, qué belleza, Dios mío!

 

Weiß/Colonia, 7.4.

“Qué bueno es no tener nada que hacer, / dejar que pase el tiempo sin angustia, / ver que la flor florece y que se mustia, / gozar de cada instante su placer». Se me ocurrió de repente, sin decir ¡agua va!, este que puede ser el primer cuarteto de un soneto. Pero todo lo que se me ocurre de ahí en adelante, para continuarlo, me parece pedestre hasta dejarlo de sobra. Tiro la toalla. Que a linspiración, u lo que séase, no se la despierta arrempujándola ni jalándole der pelo.

 

Montse & Frank están invitados esta noche a una barbacoa, así es que Frank pasa para dejarnos a Henri en casa, dormirá acá. Esto es algo así como el broche de oro a la semana.

 

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