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Mientras tantoDe mi Diario / Semana 15 / 2016

De mi Diario / Semana 15 / 2016


 

Weiß/Colonia, 3.4.

Hay algunas cosas de nuestro viaje a Huelva que no logré descifrar de mi libreta de apuntes y otras que se me olvidó anotar y el recuerdo de ellas regresó leyendo la publicación en fronterad. Por ejemplo, se me olvidó anotar la afición (casi adicción) que le tomó Oskar al chocolate con churros. Por ejemplo, Diny se quedó sin ver a Mercedes en Tierra de Higueras, ni a Maite en la propia Huelva. Por ejemplo, que un día entramos a ver los jardines de la Casa Colón, en la que había una muestra dedicada a Marlene Dietrich, y estuvimos un rato admirando los dragos. Por ejemplo, que un día, yendo solo, me crucé en El Punto con alguien que se me quedó mirando, y yo a él, y al final decidimos que no nos conocíamos, y al llegar a la Plaza Niña me di cuenta de que era Juan Cobos Wilkins. Por ejemplo, que el libro de lectura que me llevé en el morral fue uno de Dietmar Grieser titulado Sie haben wirklich gelebt [Vivieron de verdad], reportajes acerca de las personas que inspiraron figuras literarias famosas, desde Effi Briest al doctor Zhivago, desde el arquitecto Solness a Madame Butterfly; y que cada noche, en el hotel, ya en la cama, tomando la de la espuela (un whiskey Jameson que compré en el Duty Free de Düsseldorf), leía uno, dos o tres de esos textos tan bien documentados y escritos, y que en ocasiones me hicieron reír casi a carcajadas, como el que le dedica a James Bond. Hubo también errores en el relato que saqué en fronterad. Uno de ellos lo corregí, puse 1971 donde había puesto 1970. El otro lo dejé, porque si bien el plano de la Huelva actual me dice que el lugar del que hablo se halla en una calle que hoy se llama Arquitecto Pérez Carasa, para mí seguirá siendo siempre la calle Berdigón. Pero lo más importante es que olvidé un paralelo histórico impresionante: en 1966 visité Huelva durante la Semana Santa en compañía de mi cuñado Willy, un delegado de su familia para que conociera a la mía, y cincuenta años después, en 2016, he visitado Huelva durante la Semana Santa en amor y compaña (como diría la abuela Remedios) de mi nieto Oskar, otro extranjero que quería conocer sus raíces españolas, es decir, mi familia; y lo extraordinario del caso es que tanto Willy en 1966 como Oskar ahora, lo hicieron a la edad de 16 años. Hay cosas que se arreglan Allá Arriba.

 

Busco en el museum der modernen poesie, de Hans Magnus Enzensberger, para citar de manera exacta aquello que tan hermosamente dijo Nazim Hikmet en su poema “Angina pectoris”: «Yarisi burdaysa kalbimin / yarisi Çindedir, doktor [Si la mitad de mi corazón está aquí / la otra mitad está en China, doctor]». Mi China se llama Huelva.

 

Diny cree que lo que me ha estado pasando desde que llegamos a Colonia puede deberse a lo que aquí se conoce como “Frühlingsmüdigkeit”, “el cansancio propio de la primavera». Se lo comento para mi capote citando a Nat King Cole, su cantante gringo favorito: «Quizás, quizás, quizás».

 

Me manda Luis Rafael, a través de la eficientísima Dianne Rico, un artículo suyo titulado “The cojones affair”. Pero se le desliza un error de memoria. Cuenta que en sus años madrileños aprendió la expresión “Tener más cojones que el caballo del Espartero”, y que un día, después de saber quién fue don Baldomero, acudió a la Plaza Mayor, donde se le dedica una soberbia estatua ecuestre. Le escribo asegurándole que el jinete de la Plaza Mayor es Felipe III y que los cojones de su caballo no le hacen sombra a los del general, cuya estatua se encuentra en la calle de Alcalá, frente a las verjas del Retiro. Y le mando las fotos ad hoc, para que los compare.

 

Weiß/Colonia, 4.4.

2:00 am: La segunda temporada de la policial inglesa Broadchurch se inauguró esta noche como la sinfonía del golpe de timbal de Haydn. Si los tres episodios siguientes continúan en la misma tónica creo que tendré que acudir al cardiólogo antes de lo previsto. Nota bene: además de las virtudes del guión y las del elenco fijo de la serie, para el papel del fiscal se sacaron de la manga nada menos que a Charlotte Rampling. Waw!

 

Tras la paliza de los nueve días en Huelva, y la no menor de escribir las once páginas de mi diario de viaje (del que tan solo me han acusado recibo cinco personas*, o sea, que aré en el mar), me ha venido una fiaca del carajo, agravada según Diny por la reputísima “Frühlingsmüdigkeit”. Y el hecho de que abril es el más cruel de los meses, Eliot dixit! Después de levantarme a las 10:01 am y desayunar leyendo el periódico me volví a echar en la cama hasta ahora mismo, pasadas las 12. Y si me he levantado es porque tengo quehaceres, entre otros enviar al seguro y al subsidio estatal la factura de 6.076,91 € del odontólogo. Veremos cuánto me reintegran. Oremus.

[* Curiosa la procedencia de esos emails: Huelva, Toronto, Los Ángeles, Caracas y Asunción en el Paraguay, desde donde Ana Carmen me dice: «Con un cansancio luego de tu viaje a Huelva, me dije, tengo que escribirle por lo menos alguito. Cansancio porque el leer todo lo que escribiste fue como si yo estuviera dando todo ese recorrido que hicieron. Por Dios, fue maravilloso el viaje imaginario pero, increíble, mi cuerpo sintió cansancio. Hasta me estoy riendo de mí misma». O sea, que al menos a una persona logré trasladarle la cansera de mi cuerpo. Gracias, Ana Carmen].

 

Weiß/Colonia, 5.4.

Buscando material para próximos números de The Twitter’s Digest encuentro este tuit que a mí me divierte mucho, pero mucho más le divertiría a Cruijff, quien era ateo convicto y confeso :


 

Mi deuda estherna nos visita, al cabo de los años mil. Llegó a las 11:11 am, la hora coloniense por antonomasia, y cuando le abrí la puerta sonaban desde mi consola las notas inconfundibles de la “Oda a la Alegría” del 4.º movimiento de la 9.ª, en la versión de Harnoncourt. Charla que te charla hasta la hora del almuerzo, y más después, cuando Diny regresa de sus deberes marsupiales con Vincent. En una pausa acudo a la compu y leo el email que me manda Marina desde Sevilla, a propósito de mi diario de viaje a Huelva: «Lo abrí a la hora de acostarme y terminé después de las 2 am. Hasta que lo terminé. Por mucho que me moleste leer directamente en la pantalla, pero no estaba dispuesta a dejarlo a medias». Se lo leí a Esther, quien me confesó que ella tiene que terminar de leerlo porque al llegar a mi despedida de Joselito, el Miércoles Santo, se echó a llorar, se le puso un nudo en la garganta y no pudo continuar la lectura. Antes de que descabecemos también una siesta de media hora, mientras Diny vela, vemos el episodio del baile en Netherfield durante la danza del “Mr. Beveridge’s Maggot” y el de la rectoría de Collins, en la versión BBC 1995 de Pride and Prejudice, y Esther queda impresionada por la calidad de la adaptación y la tensión latente entre los personajes. Después de la minisiesta llamamos a Héctor, en Wassenaar. Y finalmente llega Carlitos y es lo mismo de siempre, que justo se fue a olvidar de traer la cámara cuando nuestro magnolio está en el último esplendor de su floración (ya hay pétalos en el suelo). Partimos, pues, rumbo a La Modicana porque en vez de almorzar decidimos cenar hoy allá, y que pudiera acompañarnos Diny. La signora queda impresionada con el hecho de que por segunda vez en muy pocos días vengo acompañado por alguien del mundo de las letras, por una escritora argentina. Tanto así que a su pregunta por la receta de la incomparable lasaña que nos hemos mandado a bodega, acude a nuestra mesa y se la explica con todo detalle, e ainda mais le dice que la avise la próxima vez que venga a Colonia, para invitarla a presenciar la cocción de este manjar. De vuelta en casa, charla que te charla hasta que el sueño vence a Diny y Esther, por este orden. Yo me quedo un rato todavía, queriendo ver la policial inglesa que transcurre en Belfast y que no es mala, pero al rato la dejo y programo un nuevo capítulo de Pride and Prejudice, de esta adaptación soy un drogadicto convicto y confeso. Nota bene: para la bebida en casa tras la cena desvirgamos la botella del Single Malt de 10 años que Héctor me regaló cuando pasó por aquí.


Weiß/Colonia, 6.4.

Desayunamos, yo solamente un té porque me siento bastante “primaveracansado”, aunque estoy seguro de que si Esther siguiera en casa sacaría fuerzas de flaqueza para continuar contándole batallitas, como anoche, con la del libro de Zamacois traducido al neerlandés y otras tantas. Pero Esther tiene programados dos encuentros en Colonia, con dos amigas, y de allí ya saldrá camino a la provincia, de regreso a su casita de Berlín. Así es que me despido de ella, a quien Diny piensa acompañar hasta la parada del bus, no sea que se pierda (es de Ataliva), y yo vuelvo al sobre.


Leyendo el diario al levantarme al mediodía he registrado una de las pocas frases felices debidas a un político alemán en decenas de años. Los que en español se llaman «paraísos fiscales» en alemán son «oasis fiscales», y uno de los capitostes del partido socialdemócrata dijo al respecto que más que hablar de oasis fiscales habría que hacerlo de un desierto de la Justicia. En alemán es más contundente porque Steueroasen y Gerechtigkeitswüste no son nada más que dos palabras, para las que nosotros necesitamos seis. El triple, nada menos.


Una buena noticia que me llegó con el correo quelonio es el envío de la copia de mi declaración de ingresos del 2014, y con ella el asesor fiscal me pronostica que deberé pagar un suplemento de 1.841,15 €, cifra inferior en al menos doscientos euros a la que me estaba temiendo. Ojalá que su evaluación la acepte Hacienda, porque este año ya me está costando un ojo de la cara.


Weiß/Colonia, 7.4.

 

1:45 am: Un documental fascinante acerca de los crímenes de los aliados cuando sus tropas se adueñan de Alemania en 1945. Son conocidas los miles y miles de violaciones y los fusilamientos sumarios de prisioneros de guerra cometidos por el Ejército Rojo, pero poco o nada se sabe de los delitos de ambos géneros que cometieron franceses, británicos, canadienses y gringos. Iba siendo hora de que se hablase del tema, y es bueno que haya sido una coproducción germano-gringa.

En lo del endrocrinólogo. El Dr. Deuß me asegura que la sudoración escandalosa que padezco no es nada mórbido, en sentido patológico, según se desprende de los análisis, pero que si que quiero evitar u obviar tales desagradables sensaciones puede recetarme medicamentos inhibitorios de la sudoración. A lo cual le replico que me explique los efectos secundarios de esa medicación. Quedamos en que se jodan quienes me rodean si les molesta mi sudor, y que regrese en invierno, cuando el verano me haya tenido que dejar una suficiente cantidad de vitamina D en la sangre, y que si no fuera así, entonces habría que ver qué otra estrategia adoptar. Le aseguro que ya hice mi testamento, así que la estrategia no importa, y los dos nos reímos con lo que él cree una broma.

 

A propósito de ID, a quien cito un par de veces en mi diario del viaje a Huelva, su tocayo IBG se lamenta de que el único I español a quien ahora viene a conocer, leyéndome, resulta ser una persona de la que huyo y de quien no tengo la mejor opinión. Le contesto consolándolo: «Mio caro I, no es para tanto. Pienso que a Böll le importaba poco llamarse Heinrich, como Himmler, o a Joseph Roth tener por tocayo a Goebbels, y no digamos ya a Bioy Casares cargando con la cruz de ser un Adolfo. Dicho sea de paso, también ese I es el único I español que yo conozco».

 

En Bogotá, Ibsen está releyendo a Böll y me escribe: «He vuelto a Opiniones de un payaso, ahora mismo, tan luego terminé Katharina Blum. No sé, pana, si esta sea la mejor de sus novelas. ¿Cuál sería la mejor, para ti? Y coincido contigo en que que el man es adictivo, lo es». A lo cual le contesto:. «Confieso que mis predilecciones van por el lado de El honor perdido entre las novelas y «La colección de silencios del Dr. Murke» entre los cuentos (no te lo pierdas, es algo portentoso). Y desde luego me parece que Opiniones de un clown es una obra maestra, fue además lo primero suyo que leí directamente en alemán, se publicó el año mismo que llegué a Alemania, y no sé si te lo dije pero escribí hace un par de años un cuento que es la prolongación de la historia del protagonista y me lo publicaron en El Malpensante. Pero si me preguntas no cuál es la mejor de sus novelas sino la que me atrae más, es Billar a las nueve y media. A veces, cuando voy al centro, me la llevo en la bolsa, voy al café donde Böll ubica a los protagonistas y desde el cual se puede ver la catedral en todo su esplendor, y tomo mi café o mi copa leyendo un par de páginas de esa novela increíble. Para rematar, antes entraba en el edificio de Radio Colonia (=WDR), en la misma cuadra, subía y bajaba un par de pisos en el ascensor Paternoster y me sentía el Dr. Murke en persona. Ahora no está permitido el acceso al público, solo pueden usarlo los empleados de la WDR; yo podría también, con mi credencial de la Deutsche Welle, pero me la robaron con la billetera y las tarjetas de crédito (y lo que es peor, el DNI de mi padre, que conservaba siempre junto a mi corazón), y aunque podría renovarla me da pereza viajar expresamente para eso hasta Bonn, donde ahora se encuentra mi patrona durante 36 años».

 

Weiß/Colonia, 8.4.

Los pintores en casa. Me encanta cuando hay obreros en la casa. Pintores, plomeros, ojalá un día deshollinadores, pero no creo que llegue el caso por cómo están construidas estas casas. Por fin, hoy, al cabo de casi dos meses, en el curso de los cuales hemos tenido visitas (Héctor, Esther) a quienes nuestro segundo servicio debe haberles parecido el WC de algún círculo del Inferno del Dante, por fin, hoy, al cabo de dos meses, se ha restaurado el orden. Sin novedad en el frente. La pregunta que me hago, en el doble sentido escatológico, es la de si también las almas tendrán en la teología cristiana la necesidad de hacer aguas menores, «y aún mayores», como le dijo don Quijote a Sancho en ocasión señalada oportunamente por Cervantes.

 

Leo que el estreno de la nueva versión de Lucia de Lammermoor en la Royal Opera House, de Londres, ha levantado polémica debido a unas escenas de sexo explícito y relacionadas con un aborto. No conozco el libreto de la ópera y si da pie a tales escenas, pero hago mías las palabras de Diana Damrau, que interpreta esta nueva Lucía: «Creo que para nuestro tiempo esto ya no es impactante. Si lo hubiéramos hecho hace treinta años, sí que hubiera sido un verdadero “shock”». Además ella ya sabe lo que es una Lucía puesta en escena de manera heterodoxa, la de la Ópera Estatal de Baviera, otro escándalo para los puristas. A estos no parece importarles que Violetta se gane la vida con «el bien al sur del ombligo» (como lo llama Luis Rafael en su artículo acerca de “The cojones affair”), sino que lo haga en escena. Hipócritas reprimidos. Sepulcros blanqueados.                   

 

Weiß/Colonia, 9.4.

En el diario, desayunando, encuentro esta mañana una esquela con una cita de El principito en kölsch, el idioma de Colonia. Me produce el mismo efecto que me produjo en su día la lectura de la traducción de la letra de un tango justamente célebre al slang neoyorquino: «When Lady Luck, just a dam–sel, / deceiving and failing, / throws you on the beach; / when you remain in low water, / whithout a North, or a hope; / when you have no longer faith, / or yesterday’s tea, / dryng out in the sun» Termino de desayunar y voy a la consola y lo escucho en el original, en la voz de ese Carlitos que cada día canta mejor: «cuando rajés los tamangos / buscando ese mango / que te haga morfar, / la indiferencia del mundo, / que es sordo y es mudo, / recier sertirás [sic]. / Verás que todo es mentira, / verás que ya no hay amor, / que al mundo nada le importa, / yira, yira, / aunque te quiebre la vida, / aunque te muerda un dolor, / no esperés nunca una ayuda, / ni una mano, ni un favor». Eso.

 

**********FIN**********

 

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