Weiß/Colonia, 31.5.
Telefoneo con la Nena en Huelva como todos los domingos desde que empezó el confinamiento y me dice que acaba de regresar de su paseo matutino. Tiene dos paseos, el matinal y el vespertino, ambos de una hora, pero en la cercanía de su piso. Sus amigas del centro la echan de menos, es algo que me lo figuro muy bien porque donde está la Nena están el saber hablar y el saber callar, que no todo el mundo sabe. Y la guasa fina, esa ironía que heredamos de mi padre.
Un lector de mi columna en EE me llama la atención acerca de La señora Miniver, estrenada en Colombia con el título Rosa de abolengo. Es cierto, en esa Mrs. Miniver también aparece como telón de fondo la retirada de Dunquerque. Una cosa que siempre me divierte cuando recuerdo esta peli tan rebuena es que la protagonista se llame Miniver, como se llama en la traducción española el Ministerio de la Verdad de Mil novecientos ochenta y cuatro, la obra de Orwell.
Luis Rocha publicó un artículo en Confidencial que he recogido en mis lecturas recomendadas para el domingo. Pero no sin cuestionarle, de manera personal su frase «Me recuerda las “Nanas de la cebolla” del poeta español Miguel Hernández, cantadas por Serrat». Le escribí al respecto: «Permitime decirte que no fue Joan Manuel Serrat quien compuso «Las nanas de la cebolla». El primero en cantarlas, y la partitura es suya, fue Alberto Cortez. En Latinoamérica siempre hablan de Serrat, cuando es Cortez quien compuso prácticamente todas las canciones con textos de Machado y de Miguel Hernández que canta Serrat. De Serrat, si no me equivoco, sólo son las partituras de «Llanto por la muerte de Don Guido» y «La saeta». La diferencia de calidad entre las interpretaciones de Cortez y Serrat es increíble, nunca me he explicado el éxito de Serrat en América Latina. Es tan soso… La calidez de la voz de Cortez, que nunca tremola para enfatizar, su fraseo de un castellano perfecto, eso no existe en Serrat. Te basta comparar la versión original de «Las moscas», con Cortez, con la de Serrat, a la que le falta el ángel. Cortez es el único cantante de nuestro idioma que se atrevió a poner en él, de manera congenial, una letra de Jacques Brel. Inolvidables para mí, y con ello termino, su canto a Madrid, y el recuerdo de su abuelo, que ni yo ni mi mujer ni mis hijos podemos oír sin echarnos a llorar pensando en mi padre (aunque con él se dio el fenómeno distinto, fui yo quien emigré y él quien se quedó). En fin, perdoname este desahogo, pero es que siempre me da rabia ver a Serrat recogiendo laureles que corresponden a Cortez. No que Serrat sea culpable de ello, claro está que no, en sus discos aparecen los créditos correctos. Pero es que, por otra parte, nunca he logrado sintonizar con «el modo Serrat»: quizás injustamente lo he llamado siempre «el Julio Iglesias de la izquierda»».
Carmen me manda desde mis madriles unos textos de Juan Ramón por el aniversario de su muerte el pasado viernes: «La muerte es sólo un reposo, más que el sueño. De ella, un día –¡aurora augusta y completa!–, saldremos fuertes, esactos, para un vivir tan eterno como ella, para un trabajo inmortal». «La muerte es el reposo / del día de la vida; / para que despertemos descansados en el día total del infinito».
Weiß/Colonia, 1.6.
Al filo de la medianoche : Recién acaban de pasar el cuarto y último episodio de la segunda temporada de Brokenwood, la estupenda serie policial neocelandesa. Se diría que alguno de los programadores del canal ARD lee mi diario y encontró justificada mi queja de la semana pasada por el caos en la programción de esta serie. Ahora sólo falta que se den prisa con la emisión de las cuatro siguientes temporadas, quiero verlas todas antes de mudarme al valle de Josafat.
Estimulado por mi diálogo vía email con José Luis acerca de Mark Twain, dedico casi todo el día a la escritura de mi cuarta columna para Árbol Invertido. Con la ayuda de una cita de sus impagables Cartas desde la Tierra creo que me quedó bastante decente. Claro que escribiendo uno como quien dice al alimón con Mark Twain, hay que ser muy pelotudo pa marrar el golpe.
Weiß/Colonia, 2.6.
1:00 am : Acaban de pasar Darkest Hour, pero un par de horas antes le escribí a mi compadre José María que hay dos pelis que añadir a la lista de cinco de aquellas donde aparece el tema de la retirada de los soldados británicos de Dunquerque: «Una es Mrs. Miniver, que se alzó con los Oscar a la mejor peli, el mejor director, la mejor actriz principal y la mejor actriz de reparto, el mejor guion y la mejor cámara en blanco y negro. En ella no es la retirada en sí el tema, pero incide en el mismo, y lo mismo pasa en la que quiero ver dentro de una hora, Darkest Hour [La hora más oscura, aunque se estrenó como El instante más oscuro], con los primeros días del gobierno Churchill cuando Chamberlain tira la toalla al darse cuenta de que Hitler le engañó como a una sirvienta y ha invadido Francia, el Benelux, Dinamarca y Noruega. Dos Oscar para esta peli: uno a Gary Oldman por su Churchill, y otro al Make–up…por ese Churchill».
Nos visitó Rebeca y se quedó en casa a almorzar la sopa de raíz de apio que le ha hecho Diny. Por mi parte, acudí con Ulli & Carlitos a La Modicana, que hoy tuvimos para nosotros solos. En datos como este es que me fundo para pensar (creer) que la nueva normalidad no va a ser tan tan tan nueva para mí. Ojalá no me equivoque… o sí, chi lo sá!
Me escribe mi queridísima LN, desde mi México lindo y herido, diciéndome que sus dolores en la espalda la tienen a mal traer. Le contesto ipso fuckto: «Tus dolores de espalda me recuerdan los míos. Yo los combato con termoterapia. Tengo un cojín eléctrico de intensidad graduable (I a III) y todos los días me acuesto a hacer la siesta con él; lo llamo «la sulamita», por la joven doncella que le calentaba al rey David lo único que ya le podía calentar: el lecho».
Weiß/Colonia, 3.6.
1:00 am : Siempre que veo algún episodio de la saga de Jimmy Perez, el detective de las islas Shetlands descendiente de un náufrago de la Armada Invencible, me acuerdo de otro legado de la lengua y la sangre de Castilla al acervo europeo. En 1808, y en virtud de los acuerdos entre Napoleón y Godoy, un cuerpo de ejército español, al mando del Marqués de La Romana, estaba acantonado en Dinamarca. Al iniciarse la insurrección española el 2.5. (cuya represión captara genialmente Goya), el Marqués de La Romana decidió trasladar sus mesnadas a Inglaterra, para desde allí pasar a España y unirse a la insurrección. Lo consiguió, pero una semilla castellana quedó sembrada en algún surco danés; cómo si no explicar que un gran escritor del siglo XX en ese país se llamase Leif Panduro. ¿Un apellido más castellano que Panduro? ¡Es imposible!
Prácticamente todo el día dedicado a una parte importante de la contabilidad doméstica, poner orden en las facturas médicas y de farmacia para enviarlas mañana al seguro de enfermedad y a la subvención estatal. Suman 9.249,14 €, ya veremos cuánto me reintegran. Oremus.
Mi artículo en Nexos citando ampliamente la necrológica que Rolf Hochhuth le dedicó al Papa bueno, a Juan XXIII, José María me lo comenta así desde La Pintada: «Recuerdo vívidamente el día de su muerte; andaba a escasos meses de mis 12 años; iba caminado por una de las aceras aledañas al parque principal y del radio de una pastelería tronó la voz de un locutor anunciando un extra noticioso, que era antecedido de una fanfarria escandalosa; de esas que no presagian nada bueno. Me detuve a escuchar: «Blablabla… acaba de morir «el Papa bueno»». Un ¡oh! retumbó por el parque, y de inmediato montones de gente se apiñaron alrededor del aparato a escuchar los pormenores del suceso. la conmoción en mi pueblo fue grande; cuando llegué a mi casa, mi madre rezaba arrodillada». Yo me enteré por la TV alemana en casa de los Schmickler, donde ya llevaba viviendo un par de meses. Todos nos conmovimos, ha sido el único líder religioso por el que he sentido respeto, además de por Gandhi, que era el ídolo de mi padre. En cuanto a Manu, me ha dejado este comentario en el foro de mi artículo: «Rara vez el Espíritu Santo acierta, pero con la elección de Juan XXIII se redimió de todos sus errores».
Marcos, desde Karakogrado, después de leer este mismo artículo, me escribe: «Me hiciste recordar el breve ensayo que sobre el «Papa bueno» escribiera Hannah Arendt en Hombres en tiempos de oscuridad: «Un cristiano en la silla de San Pedro – de 1958 a 1963». La anécdota del comienzo del ensayo (con la mucama del hotel) es fantástica: «Señora, este Papa era un verdadero cristiano, ¿cómo fue eso posible? ¿cómo sucedió que un verdadero cristiano se sentara en la silla de San Pedro? ¿No tuvo que ser elegido primero obispo, luego arzobispo y cardenal, hasta que finalmente fue elegido Papa? ¿Nadie se dio cuenta de quién era él?»» Hasta las mucamas de los hoteles de Roma saben más de cristianismo que la Curia en pleno.
Weiß/Colonia, 4.6.
2:15 am : Acabo de ver Sweet November [Dulce noviembre], a medio camino entre la comedia romántica y el drama, a veces en la cuerda floja del melodrama. Me ha gustado y está muy bien actuada (en especial por ella, Charlize Theron, irresistiblemente bella), la bando sonora es de lo mejor y pocas veces se gozan tales vistas de San Francisco. Con todo, creo que la mejor que se ha filmado sobre la misma temática sigue siendo Turks fruit [Delicias turcas], la creación de Paul Verhoeven nominada en 1973 para el Oscar al mejor film no hablado en inglés y basada en una apasionante novela de Jan Wolkers. Fue el debut de una Monique van de Ven de 21 años que con su actuación se plantó en la primera fila del cine neerlandés, donde continúa. Y Turks fruit perdió su Oscar frente a La nuit americain, el más emotivo canto de amor al cine que se haya rodado jamás; es decir, Turks fruit perdió, sí, pero con todos los honores.
Fui a Rodenkirchen a despachar correo, hacer unas transferencias en el Banco y unas compras en Aldi, y regresé como fui, bajo un silencioso pero implacable sirimiri. Al bajar del bus en la parada Weiß Friedhof me recibió un concierto de mirlos que siguió mis pasos hasta cuando llegué a casa. Subí la escalera pensando que si hubiese venido en el bus con Messiaen y él me hubiera acompañado a casa, me habría ido traduciendo lo que se decían los mirlos. Tengo la certeza de que un trino inequívocamente pedagógico oído a la altura del murito delante de la fachada del # 13 quería decir: «¿Os dais cuenta ahora de por qué los españoles a estas lluvias las llaman “calabobos”». N’est pas vrai, monsieur Messiaen?
Weiß/Colonia, 5.6.
Vicente me escribe desde Huelva lamentando que no haya una lápida que señale el lugar donde está enterrado Chaves Nogales, a quien adora. Le contesto: «Parafraseando a Machado: Entre los dioses que adoro / Nogales tiene un altar. O sea, coincidimos en eso. Pero ¿por qué una pena? ¿porque no señale una lápida el lugar de su enterramiento? Eso es anécdota, Vicente, créeme. La verdadera lápida se la tenemos erigida en nuestra memoria. Yo soy misionero del chavesnogalismo desde que lo descubrí en 1969. He perdido la cuenta de las veces que he recomendado Juan Belmonte, matador de toros, incluso a amigos de quienes me constaba que son antitaurinos. A todos los convertí al chavesnogalismo».
En el curso de mi diálogo virtual con José Luis sobre Mark Twain salió tangencial el tema de Alemania y le hablé del libro titulado así, de Julio Camba, añadiendo que él, Corpus Barga y Manuel Sánchez Nogales son para mí lo mejor del periodismo español desde Larra: «Tenés que leer, incluso si no te gustan las corridas de toros, y hasta si sos antitaurino, su Juan Belmonte, matador de toros, que fue en 1935 la creación del género que The New Yorker creyó que inventaba Truman Capote con In Cold Blood 30 años después. No conozco a nadie a quien se lo haya recomendado y que no me haya dado las gracias después. Hasta quienes tuvieron que leerlo con un diccionario por desconocer la terminología de la tauromaquia. Es un libro fascinante. Uno de los pocos que tengo desencuadernados de tanto leerlo, de tanto aprender en sus páginas. En cuanto a las crónicas madrileñas de Corpus Barga, ahí es donde se encuentra ese epíteto para cincelarlo en mármol o bronce y levantarle un monumento en la Puerta del Sol: «Madrid, la ciudad donde se inventó el ruido»».
Un telefilm alemán que no conocía y es algo más que excelente: Leberkäseland. El Leberkäse [=literalmente “queso de hígado”] es una especialidad de la gastronomía alemana, y en la peli es el primer descubrimiento de las delicias de esa cocina por parte de una familia turca que llega a vivir en la Baja Renania, en 1962. Es una pareja atípica, no son Gastarbeiter, es decir, peones no cualificados; él es odontólogo, ella matemática, una de las pioneras en ese menester en su país. Y tienen tres hijas que crecen libres y despabiladas, con gran apoyo de sus padres. Al principio llegan para estar sólo dos años, en una pasantía del padre. Pero los años pasan, al cabo de los años se trasladan a Colonia, las chicas crecen, la madre vuelve a la Universidad, se diploma, llega a ser profesora, una lumbrera en su especialidad. Una de las escenas que más me gusta es cuando las hijas, muy chicas todavía, se rebelan à lo Mafalda contra la eterna sopa de cebada que les sirve la madre y golpean a compás la mesa gritando «¡Que–re–mos–sal–chi–chas! ¡Que–re–mos–sal–chi–chas!», hasta obligar a la madre a ir a la charcutería del pueblo en el que viven y donde la madre pide inocentemente: «Queremos salchichas». La dueña la mira sin pestañear y pregunta tan sólo «Sí, pero ¿cuáles?» mientras sus ojos recorren el mostrador en cuya vitrina se exponen docenas de clases de embutidos distintos, todos ellos génericamente llamados con el sufijo “Wurst [=salchicha]” y cuyos nombres desgrana la buena mujer como si fuera el catálogo de la industria charcutera. Madre e hijas se deciden por el Leberkäse… y hacen una elección tan buena que hasta decide el título de la peli: Quesodehígadolandia. Estoy deseando que la vuelvan a programar, porque ahora, conociéndola ya, la voy a disfrutar muchísimo más. Yo llegué solo un año después que Latife, Burhan y sus hijas, y todo lo que veo en este telefilm me recuerda mis primeras experiencias en Alemania. Me parece raro que no lo hayan lanzado como peli en los cines. Y más raro aún que no exista una versión turca del mismo.
Weiß/Colonia, 6.6.
En el Kölner Stadt Anzeiger, en el cuaderno finisemanal dedicado a las esquelas fúnebres, una de una mujer italiana dos meses mayor que yo, residente muy cerca, en Rodenkirchen, y con un epítafio en italiano: «Triste, perderti / alleggerito, di saperte libera / grato, di averti vissuta [=Tristes por perderte / aliviados al saberte liberada / agradecidos por haber vivido contigo]».
@Guashabita ha subido a su cuenta de Twitter un trino que le traduje del alemán: Por amor a la palabra @Guashabita : @ischabekannt (traducción del alemán: Ricardo Bada) : Como mujer estoy acostumbrada a que se me tase visualmente casi a diario como “cogible” o “no cogible”. No necesito de Tinder para nada.
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Con Serrat, Aute y los Beathes me pasa lo mismo: me gustan mucho algunas de sus composiciones pero cantadas por otros.
Gracias por leerme, Manu, pero eso de que algunas de las composiciones de Los Beatles te gustan cantadas por otros, la verdad es que no lo entiendo. Yo no conozco ninguna canción de Los Beatles no cantada por ellos y que sea superior al original. Es como con Jacques Brel, Georges Brassens, Herman van Veen, Edith Piaf, Maria Farantouri, Chavela Vargas, o Bola de Nieve, lo que ellos cantaron, después de hacerlo ellos, rompieron el molde.
Estimado Ricardo,
te equivocas: La mayoría de las composiciones musicales de los discos de Serrat sobre textos de Machado y Hernández pertenecen al maestro catalán.
No comparto tus comparaciones entre Cortez y Serrat, pero como son tus opiniones no las critico.
Saludos.
Estimado Daniel,
me ha costado encontrar el vinilo, pero lo encontré: en la edición original (Novola NLX 1034 S B) del disco de Serrat MIGUEL HERNÁNDEZ, con la carátula en negro, consta que la música original de las «Nanas de la cebolla» es de Alberto Cortez,. Y si abres este enlace (https://www.youtube.com/watch?v=pgkiukx0VDM) verás cómo dicen expresis verbis «música de Alberto Cortez». Y podría seguir, pero a mis ya casi 81 años no me vale perder el tiempo en discusiones bizantinas. Basta oír a los dos en las mismas canciones y chequear las fechas de aparición en el mercado. Por otra parte, Serrat jamás lo ha desmentido, y ello no tiene nada que ver con hecho de que fuesen amigos y se admirasen mutuamente. Que los consumidores tengamos gustos distintos en lo que se refiere a sus maneras de cantar, ah, ese es otro cantar. Pero a todos los amigos latinoamericanos que sólo conocían esas canciones cantadas por Serrat y les he hecho oír los originales, todos sin excepción, todos me han dado la razón: los originales son mejores. Saludos desde la orilla buena del Rhin.
Hola Ricardo,
me refiero a tus palabras: «cuando es Cortez quien compuso prácticamente todas las canciones con textos de Machado y de Miguel Hernández que canta Serrat.»
En el disco que mencionas hay solamente una canción con música de Cortez y en el segundo disco de Serrat con textos de Hernández, no hay ninguna.
Casi lo mismo en el disco de Serrat con textos de Machado: en éste hay dos músicas de Cortez.
Por lo tanto, la conclusión es la contraria: Serrat ha compuesto la mayoría de las músicas con textos de los dos grandes poetas españoles que ha interpretado.
Y es cierto, sobre gustos no hay nada escrito.
Te agradezco tus comentarios y el tiempo que le dedicas a ellos.
Un abrazo desde Montevideo.
Estamos a la recíproca, estimado Daniel, gracias por los datos que me pasás, y qué bueno saberte en Montevideo, tal vez con el mate en una mano y el termo con el agua caliente bajo el sobaco del otro brazo, deambulando por la Rambla. Lo hice en enero del 2002, ya ha corrido agua por el Río de la Plata desde entonces… Salúdame al Palacio Salvo, le tengo mucho afecto desde que leí «Gracias por el fuego», y eso fue allá por 1966. Ay, el Tiempo… Un abrazo desde Colonia, pero no la del Sacramento sino la del Rhin.
Y gracias por leerme, que se me olvidó decírtelo ambas veces las dos (© by Cantinflas). Amén de que por si las que ni labráis como abejas ni brilláis cual mariposas, esta es mi dirección electrónica: r.bada.hansen@gmail.com
Vale (la última palabra del Quijote).
Buenas tardes Sr. Ricardo:
Muchas gracias por su saludo.
Veo que conoce perfectamente mi ciudad. Yo, en cambio, la única Colonia que conozco es la del Sacramento. Ya habrá oportunidad.
Lamento desengañarlo, pero no me verá con el termo bajo el brazo, porque soy un uruguayo poco característico en ese asunto: No tomo mate y nunca he tomado uno en mi vida. Aunque en mi casa todos lo hacían, y supongo que algún mate dulce me habrán hecho tomar, de grande no me acostumbré. Y a pesar de que ahora mi esposa y mis hijos lo hacen, yo los acompaño con un café con leche.
Le agradezco las dos menciones que me hace en su último envío. En los canales de TV de aquí no dejan de pasar, de vez en cuando, alguna película de Cantinflas. Le cuento que no me las pierdo. Hago cortes de algunas escenas y se las mando a mis amigos, porque Cantinflas tiene siempre algún comentario adecuado para cualquier situación.
Lo mismo que el Quijote, que fue su segunda mención. Y gracias por hacerlo, ya que nunca había reparado que «»Vale» es la última palabra de la novela. Tengo un volumen comentado en el que dice que en aquellos tiempos se usaba como despedida, algo así como: «Adiós y que te vaya bien».
Bueno, no lo aburro más por hoy. Muchas gracias por su correo electrónico, ya le escribiré.
Reciba Ud. un fuerte abrazo y cuídese mucho.
Daniel
Hola, Daniel, encantado de volver a saber de vos, aunque algo desconcertado porque en los dos anteriores comentarios me tuteabas dereecho viejo y yo lo acepté «con mucho gusto y fina voluntá», como decía mi abuela Remedios, y te contesté echando mano al voseo al que me acostumbré durante mis ocho meses de estadía en Buenos Aires (noviembre 1966 a julio 1967) y que era el trato acostumbrado en mi redacción del servicio latinoamericano de la Radio Deutsche Welle, rodeado de argentinos y orientales (uruguayos sólo son los futbolistas, decía Borges), Federico Knoblauch, Graciela y César Salsamendi, Mecha Vasconcellos, Jorge Risi, José Luis Medeyros… O tempora, o Mariano Mores! Quedamos pues en seguir tuteándonos o voseándonos, ¿vale? Un fuerte abrazo y cuídese también mucho.
Cuidate, claro está. Vale.