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Mientras tantoDe mi diario : Semana 27 / 2017

De mi diario : Semana 27 / 2017


 

Weiß/Colonia, 3.7.

En el chiste de hoy en el diario, en vísperas de la reunión del G20 en Hamburgo, un reportero entrevista a una ciudadana de allí, que le dice: «Y ahora vendrán todos esos caóticos que lo único que les gusta es armar camorra y destrozar cuanto pueden». El reportero: «Pero bueno, también hay manifestantes pacíficos» La dama lo interrumpe: «¿Pero de qué manifestantes me habla? ¡Yo le hablo de Trump, de Putin, de Erdogan y de todos esos tipos!» Ecco!

 

Me escribe Fernando desde Lima, después de leer mi diario, y me dice: «Espero que esta noche tu sueño sea más largo que la víspera y que te perdonen los aficionados chilenos. Me gusta saber que el transporte público te enfurece en Colonia tanto como a mí en Miraflores. Y me alegra pasearme entre Cánovas, Gregory Peck, El Guerra, Carlos y Esther, sin alejarme nunca de Diny». Le contesto: «Gracias por leerme, y en cuanto a los aficionados chilenos, anoche recibieron su merecido. Esos cantos de guerra al estilo maorí, para infundirle miedo a los enemigos, pueden que les sirvan con los bolivianos, pero no con los alemanes. Y sí, por tus comentarios y los de muchos amigos más, me doy cuenta de que mi diario es una especie de hilo rojo que nos une. Hay veces que me pregunto, al leer comentarios de los amigos, si no será ésta, la de escribir mi diario, la verdadera tarea que me esperaba en la vida».

 

Le dedico mi columna de este viernes, para El Espectador, a la ceremonia de la confusión que ha sido el entierro de Helmut Kohl, encumbrado como el padre de la unidad alemana, cuando fue justamente él quien se empeñó en cimentar la división del país de la manera más notoria: recibiendo con honores de jefe de Estado, en Bonn, al presidente de la otra Alemania, la RDA. Ya lo dejé escrito aquí hace unos días, cuando murió. Y ahora, en mi columna, digo también que me pareció mucho mejor que ni los hijos ni los nietos de Kohl participasen en la farsa de las exequias en Estrasburgo y Spira. Su dolor auténtico por la muerte del padre y el abuelo habría estado fuera de lugar en medio de las lágrimas de cocodrilo “elocuentemente” vertidas en las tales exequias. Soy ya lo bastante mayorcito como para que me la den con queso.

 

Weiß/Colonia, 4.7.

A La Modicana, hoy, con Marta, que se parachutó por estos santos lugares yendo de México a Barcelona. Le digo que hace unos minutos, al abrir la página de La Jornada para ver si por fin han subido a ella el suplemento cultural del domingo, me encontré con la noticia de la muerte de José Luis Cuevas. Y le cuento que conocí personalmente a Cuevas en Bogotá, junio 2008, durante las jornadas del Festival Malpensante, y me dio la impresión de que el único ser en el mundo que de a deveras le importaba era él mismo, razón por cual me pareció de una pésima educación interrumpir su soledad de a dos consigo mismo. Requiescat in pace, amén.

 

Termino de leer el 12.º episodio de la saga de John Rebus. Encontré en él una página que es tan, pero tan de Juan de Mairena, que me doy el gusto de traducirla del alemán: «De pronto, Rebus se dio cuenta de que Devlin siempre se expresaba de un modo ampuloso, y nunca se comedía a hacerlo de manera escueta cuando una circunstancia o una opinión también podían expresarse de una manera engorrosa. “Así pues, ¿se irá usted a vivir a un hogar de la tercera edad?”, le preguntó Hawes. Otra vez empezó el anciano [Devlin] a reír para sus adentros: “No, todavía no llega a tanto la cosa. Por el momento tan sólo me ocupo de desprenderme de diversos objetos superfluos para así facilitarles la vida a aquellos queridos parientes que, en un futuro ojalá aún relativamente lejano, alguna vez tendrán que verse sometidos a la molestia de hacerse cargo de mis miserables bienes relictos”. “¿Para ahorrarles la molestia de tirarlos a la basura?”  Devlin miró a Rebus: “Una descripción tan exacta como correcta de la situación”, constató de manera afirmativa». El diálogo me recuerda mucho aquello de «Vaya usted poniendo en lenguaje poético “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”», y el alumno Pérez, bajo la mirada aprobadora del maestro Juan de Mairena, escribe en la pizarra «Lo que pasa en la calle».

 

 

Weiß/Colonia, 5.7.

Primera etapa de montaña del Tour de France, concluida a más de 1.000 m en La Planche des Belles Filles, en los Vosgos. La leyenda quiere que el lugar se llame así por las bellas hijas del pueblo minero al pie de la montaña, que escaparon a la cima y allí se suicidaron tirándose a un lago, para huír de los mercenarios suecos, depredadores y violadores, durante la Guerra de los 30 años. Pero al parecer el nombre original era La Planche des Belles Fahys, que en el dialecto local significa “lugar deshabitado poblado de bellas hayas”, un árbol hermoso como pocos. Y “belles fahys” acabó degenerando fonéticamente en “belles filles”, y así nació la leyenda para justificar el nombre. Porque no todos los lugares pueden documentar su nombre de manera tan gráfica y fehaciente como Frankfurt [el vado=Furt por el que die Franken=los francos cruzaban el río Meno], o como sin ir más lejos Colonia, que hasta se enorgullece de haberlo sido.

 

Weiß/Colonia, 6.7.

1:50 am : Un episodio de la serie policial de las Shetlands, con Jimmy Perez de protagonista. Me reitero en lo que ya opiné aquí un par de veces. La serie es buena, pero la saga en soporte papel es muy superior. Le gana por varios cuerpos, para decirlo en el argot de los hipódromos.

 

Esta noche cenamos lumpias. La primera vez que comí lumpias, uno de mis platos preferidos, fue en Ámsterdam, 1965, cuando estábamos de novios Diny y yo y nos encontrábamos allá para pasar juntos los fines de semana. Alguna vez almorzamos en un indonesio y así descubrí las lumpias [que los neerlandeses llaman “loempias” porque el sonido “u” en esa lengua se expresa por medio del diptongo “oe”, mientras que la “u” escrita suena como su comadre francesa]. Fue un amor a primera mordida. Mucho tiempo después, en París, en un restaurante chino, alguien de nuestro grupo sugirió comenzar todos con “rollitos de primavera” y aunque a mí el nombre me pareció más cursi que un ocho, pero al parecer todos conocían aquel plato y gozaba de fama entre nuestros amigos, Diny y yo nos sumamos al pedido general. Cuando vi llegar las lumpias a nuestra mesa, por poco si me muero de la risa. “Rollito de primavera” casi postula devorarle sus michelines a las ragazzas de Botticelli, es pura antropofagia à la Corin Tellado.

 

10:00 pm : Pasaron por el canal NDR 3 un reportaje de mareTV sobre el fiordo del Forth y Edimburgo, que me interesaba mucho para captar el ambiente de la ciudad donde vive (mejor: sobrevive) John Rebus. El material filmado es muy bueno, pero de Edimburgo sólo se ofrecen un par de vistas generales sin descender a las calles. Los documentalistas estaban harto más interesados en el yate real Britannia, anclado permanentemente en Leith, el puerto de la ciudad, que en la ciudad misma. Esta es una de las pocas veces en que me ha decepcionado un reportaje de mareTV, pero posiblemente la culpa sea mía, por haber esperado algo distinto. O como dicen los alemanes, por haber hecho la cuenta sin contar con el camarero.

 

Weiß/Colonia, 7.7., san Fermín

En el diario, en el suplemento mensual dedicado a los libros, el poema del mes es de Friedrich Ani, uno de los mejores autores de novela policial en Alemania, pero asimismo un lírico con una voz tan propia como suya, diría Felipe. Traduzco a mano alzada su poema titulado “La sombra defraudada”: «¿Viste mi sombra hoy? Se / deslizó, mientras yo dormía, fuera / de mi cubil y no regresó al / mediodía. Le aburren mi plúmbeo / quehacer, el eterno mascullar y / arrastrar los pies. Sería, piensa, / más feliz si fuese adjudicada / a otro: quizás a Nureyev».

 

Viene Diny hasta la puerta del cuarto de invitados, donde estoy terminando de leer, sentado en la mecedora, el 13.º episodio de la saga de John Rebus, y me pregunta qué es el “barranquismo”. Y como no lo sé, le digo que no lo sé. Luego de terminar la lectura requiero los buenos auxilios de mi amiga Miss Hortensia Google y me entero de qué se trata. Me parece rarísimo que se le llame así al canyoning, siendo así que la RALE no tuvo inconveniente ninguno en aceptar en su santuario el dumping y el camping. Barranquismo, no sé, me suena truculento. Casi lúgubre.

 

La esposa del presidente polaco se ha convertido en la heroína del día. Su muda y elocuente lección de buena educación a the fake president debiera emplearse como material lectivo en las escuelas diplomáticas de todo el mundo, en la asignatura Protocolo y Buenos Modales.

 

En el episodio de Rebus que he terminado hoy me he reencontrado con la palabra “Claret”, que es como Cafferty, el Don Corleone de Edimburgo, llama a su perra. Me hizo recordar que justo esa palabra es una de las pruebas de fuego para las traducciones del Ulises, en este caso fallidas por miopía o por abstemia. «Bowsing nowt but claretwine», dice Joyce, y ese claretwine lo traducen José María Valverde y el brasileño Houaiss como clarete, Salas Subirat como vino clarete, el italiano Di Angelis como chiaretto, el alemán Goyert como vino nuevo, y el otro alemán –Wollschläger– como tinto barato. Sólo aciertan el francés Morel, quien fue asesorado por el propio Joyce, y el neerlandés Vandenbergh, que vivió muchos años en Dublín: ellos traducen claretwine como burdeos. El Bloomsday de 1979, en Dublín, Willy y yo pasamos la prueba de fuego en Dave Byrne: “Two clarets, please!” Y nos escanciaron burdeos: Cheers!

 

Weiß/Colonia, 8.7.

En el cuaderno finisemanal del diario dedicado a las esquelas fúnebres parece como si se celebrase hoy un festival de la literatura universal. Hay esquelas con epitafios tomados de las obras de Joseph von Eichendorff, Rabindranath Tagore, Saint-Exupéry, Udo Hahn, Jean Paul, Albert Schweitzer (dos veces, dos citas distintas), Jalil Gibran, Reiner Kunze, Rilke, Hesse, Friedrich Hebbel, Thomas Mann, Schiller ¡y Miguel de Cervantes! He repasado cientos de citas de Cervantes con mi obsequiosa Miss Google sin encontrar el original. Traducida del alemán viene a decir que «Un corazón firme supera los rigores del destino». El poemita de Kunze me gusta mucho, lo traduzco también: «Reman dos en una lancha, / uno es versado en estrellas, el otro lo es en tormentas, / quiere el uno guiarse por las estrellas, / quiere el otro hacerlo por las tormentas, / y al final, pero al final de todo, / la mar en el recuerdo será azul». Con todo, la cita que prefiero de todas las de hoy es la Hebbel, autor a quien tanto quiero y tan poco releo, debo corregir ese despiste en  estos días. La cita dice así: «La más hermosa muerte de la rama / es si la rompe el peso de sus flores». Don Frídrich, parese usté un gitano andalú: chapeau!

 

Hoy es el 150.º aniversario del nacimiento de Käthe Kollwitz. En el maravilloso museo que le dedicó la Caja de Ahorros de Colonia está depositada la mayor colección de obra suya en todo el mundo. Y uno de mis orgullos es haberle revelado la existencia de ese museo y esa obra a los amigos que nos han visitado, incluso a una pintora española que ni conocía su nombre y quedó pasmada de admiración al recorrer, muy despacito, las salas del museo. Pero la visita que más se me grabó en el disco duro de la memoria es la de Susana, quien tampoco sabía nada ni de la vida ni de la obra de la inconmensurable KK. Susana fue recorriendo las salas muy despacito también, y de repente se echó a llorar, tuvo que sentarse un rato para reponerse de la impresión,  tal es la fuerza que emana de esos grabados. Es un momento que no olvidaré nunca.

 

Santi, que cumplirá 70 dentro de unos días, ha decidido festejarlo comenzando en Basilea uno de esos cruceros que bajan por el Rhin hasta Rotterdam, y arribará a Colonia el miércoles de la próxima semana. Ahora me escribe que acaban de embarcar, en Basilea, y ha leído mi columna en El Espectador: «Precisamente hoy, de viaje, pensé en las Kodamas y Castaños. Y también me preguntaba qué dirías tú de las exequias de quien considerabas culpable del kohlesterol alemán. Acabamos de llegar al barco, en Basilea. Calor agobiante». ¡Qué buena memoria la de Santi! Me había olvidado de que alguna vez, en uno de nuestros entrañables encuentros a mediados de los 90 en los madriles (y él no puede ser más madrileño, nació en la calle del Tribulete, en pleno corazón de Lavapiés), le dije que Alemania estaba padeciendo de una excesiva dosis de kohlesterol. Desde ya me alegro de poderle dar un abrazo el miércoles, cuando su barco atraque al pie de la catedral. Le contesto: «T.S. Eliot aseveró que abril es el más cruel de los meses porque nunca pasó un verano en la hoya de Colonia. Al lado de esto, Basilea debe ser el país de la eterna primavera. Y dime cuando tengas un momento, con qué compañía viajáis, cómo se llama el barco y hasta donde alcanza vuestro crucero, así puedo mirar los horarios de llegada a Colonia y disponer el recibimiento con la alfombra roja y la Banda Municipal. Pena que se murió Kagel, si no le hubiese pedido que la dirigiese él».


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