
Weiß/Colonia, 16.7.
0:20 am : Esta noche el espectáculo Luces de Colonia, en el río, con cientos de embarcaciones empavesadas, y una sesión de fuegos artificiales, algo que conozco desde mi primer verano en Alemania, el de 1963, y unos 40 km más al sur, con el nombre de El Rhin en Llamas. Y tras el espectáculo, concierto de música popular donde no pueden faltar ni el evergreen “So ein Tag, so wunderschön wie heute [Un día así, tan maravilloso como hoy]” ni la pegadiza melodía de la canción coloniense “Es gibt ein Leben, ein Leben nach dem Tod [Hay una vida, una vida tras la muerte]”, y ambas hacen que acudan lágrimas a mis ojos por la mentira/verdad que pregonan sus dos refranes. La música siempre pulsa una cuerda oculta de nuestro violín más íntimo. Lo escribo y al leerlo me doy cuenta de que es una cursilería³ [=al cubo], pero lo dejo tal como lo escribí porque corregirlo sería autocensurarme, y con la censura ambiente sobra y basta.
0:45 am : Es harto preocupante el hecho de que nadie, absolutamente nadie, entre los miembros de mi consejo asesor + el par de amigos a quienes también les envío mis manuscritos antes de mandarlos a la respectiva redacción, haya reacionado ante mi artículo acerca de la filmografía de Orgullo y Perjuicio. Tan malo no puede ser. Y además, saben de sobra que me pueden decir su opinión sin perder mi amistad. ¿Entonces?
En la entrada del jueves pasado olvidé anotar que Santi se me quejó de que al arribar su barco en Colonia echó de menos la Banda Municipal como se la había prometido. Le contesté que con seguridad también habría echado de menos la alfombra roja, pero es que la lluvia del miércoles la encharcó hasta dejarla imposible.
Me escribe Arcángeles: «En este diario tuyo, que regalas con tanto amor cada semana, haces que lo difícil parezca fácil y en eso te pareces tanto a Miss Austen. Los envidio y los quiero a los dos». Le contesto: «Mencionar mi nombre al lado de nuestra querida Jane es algo que me deja boquiabierto, estupefacto y patidifuso, como aprendí a decir leyendo cuando niño los cómics (los «tebeos» les llaman en España, por el nombre de una de las revistas semanales que los publicaban, T.B.O.); pero luego recuerdo lo mucho que me quieres y todo queda explicado. Eso no obsta para que mañana presente al consulado argentino mi solicitud de un pasaporte honoris causa, a fin de poder cargar de modo legítimado por el uso con el peso de la púrpura».
Visita de Chico & Co. para despedirse, con almuerzo guisado por la mamma, porque se van de vacaciones a Castuera, en Extremadura, y de allí a Conil de la Frontera, en la Cádiz atlántica. Me dice Chico que les leyó a Angie & Vincent la traducción de mi cuento “La oración fúnebre” y es cosa que me alegra infinito. Luego discutimos acerca de locuciones y expresiones que no se pueden trasvasar de un idioma a otro, y Chico cita «So schnell schießen die Preußen nicht [Tan rápido no disparan los prusianos]», que resulta que ninguno de los demás la conocen, ni siquiera Angie, que es alemana, ni siquiera yo, que sé más alemán (escrito) que casi todos ellos juntos. Pero sí, la expresión existe y la encuentro en un libro de sabiduría popular que les presto y se llevan para leer durante las vacaciones: se titula Todo eso no cabe en una piel de vaca, otra expresión alemana que, por justa compensación, Chico no conocía, y yo sí.
Weiß/Colonia, 17.7.
1:35 am : Vida y muerte de Peter Sellers, una peli para verla todas las veces que la pasen. Con un Geoffrey Rush soberbio y un pulso sobrio en la exposición e intento de explicación de una vida atormentada hasta el no va más, y en el fondo, si bien se mira, vacía de contenido: tal vez esa fuese la auténtica tragedia íntima de Sellers, darse cuenta consciente de que era en verdad un personaje en busca de un autor, y como no lo encontraba con uno, repetía el intento con otro y así sucesivamente. La pregunta que quizás mejor lo definiese podría ser “¿Quién soy yo?”
José María me escribe desde su Beatus ille a orillas del Caribe, después de leer mi diario: «Me encuentro en tu diario «tartarinadas» y me pregunto si te refieres a Tartarín Moreira, seudónimo de un compositor colombiano, pero no creo. Le preguntaré a tu querida «doña Hortensia»». Le contesto: «Tartarín de Tarascón es uno de los libros más divertidos que produjo el ingenio francés, te recomiendo que lo leas. Y desde luego que la RALE desconoce el sustantivo «tartarinada» y el adjetivo «tartarinesco», pero este último lo registra el Seco documentando su uso con una cita de Miguel Delibes. Y estoy seguro de haber visto usado el sustantivo, al menos en uno o dos autores de la generación del 98, asidua lectora de Daudet».
Weiß/Colonia, 18.7., bicentenario de la muerte de Jane Austen
2:30 am : Dirty Harry, una vez más, ¿y van…? Y las que te rondaré morena, porque el cuento del fascismo del personaje es una rueda de molino con la que, como con muchas otras, nunca voy a comulgar. Queden ellas como suculentas y alimenticias obleas para la gauche divine.
El diario le dedica hoy casi toda la primera plana del cuaderno local al accidente que le costó la vida a Philip, el chico de 17 años, de acá, Weiß, de quien hablé en este diario el sábado pasado, al leer su esquela fúnebre. Espero que la Justicia temine condenando de la manera más dura al tipo que lo arrolló cruzando a toda pastilla un semáforo en rojo por mor de la puta prisa.
A La Modicana con Diny y Claudia. Y es la primera vez que se produce un malentendido en el encargo de comida. Habíamos pedido, Diny, Claudia y yo, espaguetis con setas, que era el plato fuerte del primer menú, y Carlitos pidió sólo la entrada de ese menú, pero en una doble porción. Y no sé cómo es que la persianita (según Carlitos llama a la camarera persa) nos ha entendido el encargo, pero después de haber servido las bebidas llega con cuatro entradas del primer menú, una para cada uno, y a mi pregunta de qué viene después me contesta que será el plato fuerte, asimismo para los cuatro. A lo cual le digo que eso no es lo encargado, que se debe tratar de un malentendido. Así es que Carlitos se come su doble porción, y Claudia le hinca el diente a una, pero la cuarta queda boyando en la mesa porque ni Diny ni yo la queremos. Y al retirar los platos le reitero a la persianita lo del malentendido y que no se le ocurra traerle los espaguetis a Carlitos, y menos mal me hace caso, y mientras los comemos (que, por cierto, esta vez no fueron lo apetitosos de costumbre y bien se nota que no los cocinó la signora sino el ayudante que está ocupando en los últimos meses), mientras los comemos, sigo con la oreja izquierda pendiente del conciliábulo a mis espaldas entre la persianita y la signora, que parece haber sido atraída por mi reserva acerca del malentendido y le da instrucciones acerca de cómo debe hacer la cuenta para que mi reserva no escale hasta una protesta. No sé, tengo la impresión de que la camarera interpretó mal nuestro pedido y luego no supo cómo enfrentar la situación, “perdió los papeles”, como se decía en mis tiempos juveniles en la vieja España.
Mi artículo sobre la saga de Lizzy Bennet en Nexos ha merecido un lay out de luxe por parte de la redacción. Y lo mejor de todo es que me ha permitido descubrir que a Trots en vooroordeel, la versión neerlandesa íntegra de la novela, en seis capítulos, se puede acceder en Youtube, con el inusual y prescindible pormenor de que el primero, tan sólo el primero, está subtitulado en inglés. Me pongo a la tarea y le rindo a doña Jane el homenaje de mandarle los seis enlaces, la serie completa, a la familia neerlandesa en pleno: 52 personas. El lay out incluye asimismo el enlace con la versión italiana, Orgoglio e pregiudizio, pero resulta que esta comienza, antes de los títulos de crédito, con un duelo a espada, de manera que no le doy ni cinco de bolilla. Pobre público italiano, a saber qué caricatura de Jane Austen habrá devorado como espaguetis.
Weiß/Colonia, 19.7.
En casa el grupo ecologista de Diny, a quien de nuevo le toca el turno mensual de ofrecer un brunch. Son en total nueve mujeres. Desde mi madriguera (este cuarto de trabajo, del que no salgo mientras están en la casa), y aunque cerrase la puerta, sería imposible desoír ese sound track que, con toda seguridad, podría afrontar la comparación con el que produce la población del Parque das Aves, de Foz do Iguaçu, la mayor pajarera de América Latina.
El diario me informa de que según los cálculos de la Asociación federal de Contribuyentes a la Hacienda Pública, todo el dinero que gane a partir de las 3:27 am del día de hoy ¡¡es para mí!! Porque el que gané hasta las 3:26 ha sido para el Fisco. Lo jodido del caso es que el año pasado la fecha homologable fue el 16 de julio, es decir, que en sólo un año son tres días más los que he estado ganando dinero para el Estado. Si la cosa sigue así, en el 2072 todo lo que gane se lo va a quedar él. Definitivamente tengo que ir pensando en morirme un poco antes.
Veo que Arcángeles me ha dejado un comentario al pie de la nueva entrada en mi blog de EE: «Querido Bada. Como siempre, tú conversando con ella en el tono de Miss Austen. Besos». Si sigue así, terminará convenciéndome de que soy un interlocutor válido para platicar con ella.
Weiß/Colonia, 20.7.
1:15 am : Pasan de nuevo la serie de la comandante de la policía francesa Candice Renoir, y la veo de nuevo porque es graciosa, está bien hecha y supone un descanso respecto de los pesos semipesados ingleses (con la excepción de Death in Paradise, una joya del peso ligero) y los pesados escandinavos. [Mi redacción podría llevar a pensar que considero “pesadas” las series boreales, pero uso el adjetivo nada más en el sentido que tiene en el lenguaje pugilìstico].
Voy a la pedicura y me encuentro un aviso pegado al cristal diciendo que el consultario está cerrado a causa de una enfermedad. Me pregunto cuán grave será esa enfermedad que le ha impedido llamar por teléfono a sus pacientes para avisarlos. Hoy en día casi todo el mundo tiene tarifa plana para telefonear en Alemania, y ya sé que debe ser una pejiguera deber llamar a –digamos– los ± 40 clientes que tendrá a lo largo de una semana, pero bueno, al no hacerlo condena a uno a llegar al consultorio y encontrarlo cerrado. En mi caso no es grave ya que vivo a menos de 5’ a pie, y despacio, desde mi casa, pero ¿y sus clientes incluso mayores que yo y que no pueden movilizarse sin ayuda mecánica? Va a tener que darnos una explicación de a deveras convincente nuestra Frau Spichalla, cuando se reincopore al consultorio.
Entre ayer y hoy he devorado en dos sentadas el 14.º episodio de la saga de John Rebus, y esta tarde tuve una alegre sorpresa al llegar a la pg. 383, cuando un ex piloto de la RAF le pregunta al inspector si alguna vez lee poesía, a lo cual Rebus le replica: «¿Tengo cara de hacerlo?», a lo que el ex piloto le contesta: «Hablando en plata, no. Yo soy un gran admirador de Yeats y hace poco en uno de sus poemas he leído “Sé que terminaré en alguna parte, allá arriba en el banco de nubes”»… pero antes de leer la cita ya sabía yo que la iba a hacer porque es una de Yeats que le antepuse al capítulo del piloto de la nave espacial en mi novela de ciencia ficción Sequentia, uno de los dos fetos épicos que abortó mi fantasía durante los 18 meses de mi servicio militar en Madrid. Sólo que yo, claro, puse la traducción española, la recuerdo de memoria después de 55 años: «Sé que mi sino me espera / arriba, entre las nubes altas», dos versos de los que no se olvidan nunca, se pegan a la memoria como el molusco a la roca. Busco el original de Yeats, su poema “Un aviador irlandés prevé su muerte”, y allí dice: «I know that I shall meet my fate / Somewhere among the clouds above», y aunque no sé inglés me resulta evidente que la versión española es mejor, en la alemana falta la mención del destino… pero también puede ser que se trate de una cita hecha de memoria, y mal, por el ex piloto; eso me parece lo más probable.
Weiß/Colonia, 21.7.
Algo más sobre Rebus, uno de los chispeantes diálogos que chisporrotean a cada momento en las páginas de su saga. Él y su colega Hogan van en el auto de este, a mayor velocidad de la que Rebus estima prudencial. El diálogo, que no tiene pierde, comienza con una pregunta retórica de Hogan, que él mismo se contesta: «¿Sabes una cosa, John? Eres todavía más cínico que yo”. “No es cierto”. “Demuéstralo”. “Creo en el Más Allá. Además creo que los dos llegaremos allá mucho antes de lo que nos esperan si no sacas de una vez el pie del acel…» Hogan sonrió por primera vez esta mañana, puso el intermitente y pasó al carril central. “¿Mejor así?” preguntó. “Mejor”, concedió Rebus. Y Hogan, un par de segundos después: “¿De veras crees que tras la muerte sigue la cosa de algún modo?” Rebus lo estuvo pensando antes de contestar: “Creo que fue un buen método para hacerte entender que debes conducir más despacio». Y otra buena cita es cuando el autor dice que a Rebus «se le ocurría a veces que las grandes conquistas de la humanidad resultaban de la lucha contra la naturaleza. La naturaleza planteaba problemas, el ser humano encontraba la solución». Esta saga es, de todas todas, la mejor desde hace mucho, mucho tiempo, y no sólo en el idioma inglés.
Hoy han venido a instalar el nuevo lavavajillas que ha comprado Diny, y me cuenta que al ir a comprarlo descubrió que aún tenían el Constructa, que vale la ½ de lo que uno moderno y dura toda la vida. La Constructa era la firma de electrodomésticos de moda en los primeros tiempos del milagro alemán y en esta zona (Constructa era sinónimo de lavarropas, como Gilette de las hojas de afeitar), y el cuento de Diny me ha hecho recordar una anotación que hice en mi diario el 26.1.2004 hablando de una novela bien famosa en la Alemania de los años sesentas, Lass jucken, Kumpel! [¡Deja que pique, compadre!], que transcurría en la zona del Ruhr, durante la posguerra, en un ambiente proletario donde fornicar estaba al orden del día, y el autor narra de un solo trazo (con seis palabras nada más) cómo la protagonista se prepara para acudir a un encuentro adúltero en el desván de la casa donde vive: «La braga voló a la Constructa». Esto es un dechado de observación, que según creo sólo se da cuando se ha vivido la situación.
En la relectura que sigo de las memorias de Zamacois me reencuentro con un Bada que ya subrayé en mi primera lectura, de 1970: don Eduardo conoce en Nueva York, allá por el año 1919, a un grupo de amigos que vivía o hacía tertulia en el hotel Félix Portland, que él llama hispanoamericano, entre ellos José Manuel Bada, y cuenta: «Fue el asturiano Bada quien antes me ganó la voluntad. Era –y es– un hombre leal, desinteresado y amigo de servir; un estoico, reflexivo y callado, de ojos tranquilos, que nunca se apresura y esconde sus emociones tras un rostro sin gestos. Por ser de corta estatura yo le llamaba Badita. Todas las tardes iba a verme, y porque conocía New [sic] York palmo a palmo, siempre que necesitaba comprar algo le pedía consejo. Badita era mi Baedecker». Me hace gracia pensar que muchos años después, y hasta ahora, cariñosa, Constanza Vieira me llama también así, Badita.
Weiß/Colonia, 22.7.
0:20 am : 24 Hour Party People me pasó desapercibida cuando la estrenaron, pero desde que esta mañana, desayunando, leí la minirreseña en la plana destinada a la programación diaria de TV, me prometí no perdérmerla, y ahora, gracias a la recomendación de mi admirado Milan Paulovič, que es mi crítico predilecto, empecé a verla y… era en versión original con subtítulos. Entiendo que dejen las canciones en el original y que las subtitulen, pero lo que es la peli en si, los diálogos, ¡que cometan la atrocidad de subtitularlos! Bien, esta es una cuestión vieja donde los patricios políglotas y los ilotas monolingües jamás nos vamos a poner de acuerdo, ¡ellos! que leen a Homero en griego, a Ovidio en latín y a Puchkin en ruso, etc., nosotros pobrecitos obligados a leerlos traducidos… ¡ay, qué flojera de caer otra vez en esta discusión sin sentido!
Me levanté casi al mediodía, sin ganas ningunas de hacerlo, y deseando tan sólo volver a la cama lo más pronto posible, después de desayunar. No sin antes llamar a Carlitos, para decirle que olvidase el plan de almorzar hoy en el Bistro Verde (habíamos pensado reincidir en sus sabrosos Rösti con salmón marinado). Y llamar en Madrid a Santi, que ayer cumplió 70 años y no quise interrumpir sus festejos familiares con una telefoneada más, sobre todo teniendo en cuenta que debo haber sido el primero en felicitarlo, por email, apenas pasada la medianoche. Y después de a Santi llamé también a Susana, en Londres, para despedirme de ella, que mañana regresa a mi Güeno Saire querido. Y una vez hechas las tareas y desayunado me fui de nuevo a la cama, hasta pasadas las 4, porque quise ver el final de etapa contrarreloj en el Tour de France, y alegrarme por el 2.º puesto en la general de Rigoberto Urán. Una cena liviana a las 6 pm, y a los pocos minutos me llama Cheme, desde Torrenueva, para comunicarme que Nono murió anteayer, en Granada, su Granada. ¡Qué cerca van cayendo ya los tiros! Al desconectar el teléfono tras una larga charla con Cheme, que está muy entera porque se había hecho al triste desenlace desde hace un par de meses, me acordé de que hoy, en el desayuno, leyendo el diario, encontré una esquela fúnebre con un epígrafe de Paul Anka: «I’ve lived a life that’s full, / I travelled each and every highways, / and more, much more than this, / I did it my way». Y me digo que esa canción hubiera sido la natural para despedir a Nono, pero en la versión flamenca, aunque su letra no tenga nada que ver con la inglesa, que a su vez no tiene nada que ver con la original, y más bella de las tres, que es la francesa. Nono, mi tan querido amigo y cómplice de tantas aventuras, qué repeluco saber que ya no volverá a estar al otro lado del teléfono cada 9 de junio, en su cumpleaños, cada 10 de junio, en el mío, y tantas otras veces no sujetas al rigor del calendario, esas en que simplemente me llamaba para contarme el último chiste. «Cuando se encuentra un amigo / es que Dios hace un regalo», sentenció Eloy Vaquero. Cuando se pierde un amigo, se puede blasfemar impunemente.
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