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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 40 / 2013

De mi Diario: Semana 40 / 2013


 

Weiß/Colonia, 29.9.

3:00 am : Los enfermos de jamesbonditis, que son legión, consideran con harto desdén On Her Majesty’s Secret Service, siendo como es la única individualizable dentro de la intercambialidad del resto de la saga. La cosa es bien jodida, porque se trata de la única peli donde 007 es un ser humano y no una máquina programada para salvar a Occidente y matar con licencia del Estado que le paga por sus servicios. ¿Qué consecuencia extraer del rechazo de los enfermos afectados por la jamesbonditis? Ego sum Poncius Pilatus! (Et cum spiritu tuo!) ((Habemus ad NSA!!))

 

Me escribe Rosalba desde Montevideo, a propósito del último post de mi blog en EE: «¿Por qué te asombra tanto una «milanesa napolitana»? Tienes que ver que ésto sucede en un país donde existe un penal llamado Libertad, un Arroyo Seco, un Cerro Chato, y un Estadio Charrúa en el Parque Rivera, que fue quien ordenó y comandó el exterminio de los charrúas. Pero además: en Cerro Colorado ganan siempre los Blancos; las Llamadas retumban en todos lados menos en Tambores; el edificio más alto lo hizo un tipo de apellido Scasso; los montevideanos, cada vez que van al interior, dicen que van para afuera; en Aguas Dulces sólo hay agua salada; y en la Isla de Flores no florece ni un cardo, porque su terreno es pura piedra. Para acompañar a la milanesa napolitana tenemos un plato paradigmático que es el chivito canadiense, que no tiene carne de chivo sino de vaca, y de canadiense ni un pelo, y además, entre los variados inmigrantes que han formado nuestra población no revista ni uno solo oriundo del Canadá. Después de todo vivimos en un país que ni nombre tiene. Sólo sabemos que nuestra república está al oriente de un río llamado Uruguay. Así que, querido Ricardo, lo de la milanesa napolitana forma parte de nuestra identidad». Le contesto a Rosalba que se consuele pensando que existe un país bastante más poderoso que el Uruguay, y que a pesar de sus ínfulas monocontinentales sólo puede aspirar a llamarse algo así como “los Estados Unidos del Norte de América ubicados entre el Dominio del Canadá y los Estados Unidos Mexicanos”. Eso de America [sic] es pura arrogancia, diría yo, argentina. Aunque, después de todo ¿qué es, a fin de cuentas, la Casa Blanca sino el sepulcro blanqueado de la Casa Rosada?

 

Weiß/Colonia, 30.9.

Cernuda. A partir de hoy entro en clausura. Tengo que pasar a la pantalla las más de 300 citas y/o poemas íntegros, relacionados con la muerte, que he localizado en su obra poética. Y aunque la ayuda de Miss Hortensia Google me evitará trabajo de mera transcripción, no así el de buscar en sus archivos dónde es que se encuentran los poemas, y seguro que cada uno formateado de una manera distinta (¡hasta es posible que con colorinches de fondo y que no sean cancelables!), en fin, tarea para esta y la siguiente semana, y luego dos semanas para pergeñar el texto de la conferencia. Tan sólo veo un problema grave en lontananza, y es que acabo de chequear cuánto material llevo ya transcrito, y aunque sólo son ⅔ del total, ya tengo 33.383 espacios archivados, y una conferencia como esa, de 40’, significa 36.000 espacios. O sea, que la tarea realmente brava va a ser podar ese bosque. Me pongo la meta del 27 de este mes hasta tener lista la versión predefinitiva, para que duerma una semana el sueño de los justos y luego me dedique a vestirla de punta en blanco hasta el 4 de noviembre, e ir a leerla en el Cervantes de Hamburgo el día 5, en el cincuentenario de la muerte de don Luis. Porque era un don, muy propio, el suyo.

 

11:45 pm, pasaron en el segundo canal, de derecho público, sin publicidad, Inglorious Bastards, pero las pelis de Tarantino y las de Almodóvar las veo una y no más, santo tomás, como decía mi abuela Remedios, una verdadera sabia: cambio un solo Altman por la filmografía de ellos dos, juntas. Me decanté, pues, con un whisky a la mano, por un nuevo episodio doble de Silent Witness, mi descanso del guerrero después de la maratón cernudiana que ha sido este lunes.

 

Weiß/Colonia, 1.10.

Vamos a la La Modicana y descubrimos en la pizarra del día la novedad de unos espaguettis con faneca [es el nombre que me ofrece el diccionario bilingüe para el Seelachs, y en el de la RALE me aseguran que es un pescado abundante en el Cantábrico, pero juro por todos los dioses de todas las cosmogonías pasadas, presentes y futuras, que es la primera vez que lo veo en castellano]. Los encargamos por partida doble y apenas llegan decido que hay que probar una herejía, la de rociarlos con parmesano. Como hay bastante público para ser martes y nos hemos sentado en una mesa para dos al lado de la puerta de entrada –única manera de estar aislados del vulgo municipal y espeso– le hago señas ad hoc a la camarera persa, al fondo, al lado del mostrador que separa la sala de la cocina, y llega altiro con el molinillo de la pimienta, pero al ver nuestras caras pregunta «¿Parmesano?», y en vista de que le decimos que sí, sonríe y nos contesta que ella lo entendió así pero que la signora Giuseppina denegó categóricamente lo del parmesano para estos espaguettis. «Dígale a la signora –la instruyo– que sabemos que se trata de una atrocidad, pero que queremos hacer el experimento». Así salvamos todos la cara y nosotros, además, constatamos empíricamente (mártires de la ciencia gastronómica) que el parmesano es un buen complemento de los espaguetis con faneca. Quod erat demonstrandum.

 

Durante la primera guerra mundial, Ricarda Huch se refugió con su hija en Suiza, en un cantón italiano, para huir de la histeria nacionalista y de las estrecheces del racionamiento. Y en cierta oportunidad anota lo siguiente: «No niego que me resulta simpático, por una vez, no tener que oír hablar alemán, pero es algo puramente fonético, no político».

 

Veo este tuit en la cuenta de Alma Delia

Alma Delia Murillo ‏@AlmaDeliaMC5h Y dijo Dios: dadme cuatro Keiras Knightley, dos Natalies Portman y haré una Monica Bellucci.

y se me figura que Alma Delia, como buena mexicana, tiene de Dios una noción guadalupana, la de que es capaz de hacer milagros. Pero ni el mismo Dios omnipotente de la Biblia sería capaz de crear una Monica Bellucci, para ello se necesitaría (como así fue) a todo el Olimpo griego en pleno y trabajando full time. Doy fe. Sólo que Alma Delia no da su brazo a torcer (¡se debería acordar de lo que le pasó a la Venus de Milo!) y me replica indirectamente con otro tuit:

Alma Delia Murillo ‏@AlmaDeliaMC12h Y dijo Dios: dadme 4 Keiras Knightley, 2 Natalies Portman, 1 Monica Bellucci y trataré de crear una Sophia Loren.

Menos mal que lo dejó del tamaño del “trataré”. Al final terminaremos entendiéndonos.

 

Weiß/Colonia, 2.10.

Marjorie, que ha recibido –como todos mis amigos cocineros– el anticipo “modicano” de este diario, me escribe lo siguiente desde Cámaralentolandia: «Los espaguettis con faneca (sepa el diablo que será eso que así llaman los gachupines) no los he comido nunca y aún así me has hecho la boca agua. Si estuviera embarazada, nacería el bebé con la boca abierta, decían antaño. Pero la misma disyuntiva acerca del parmesano la tuve con unos espaguettis a la botarga (producto este que nunca antes había probado y que me trajo de París el pintor costarricense–venezolano Carlos Poveda en su más reciente visita a Costa Rica). Consultada Madame Google, muchos omitían el toque final del queso, pero a mí me pareció que era necesario. Quedaron exquisitos y luego la esposa de Poveda, la galerista venezolana Raquel Chonchol, me aconsejó que los probara agregando corazones de alcachofa ¡Un bocado de cardenales! Con la pasta fresca de la signora Giuseppina deben ser la gloria». Fuéronlo, sí, le aseguro a Marjorie, pero al mismo tiempo le aviso que Miss Hortensia Google aún es Mademoiselle.

 

Busco a Henri en el Kindergarten, y esta vez voy con el bastón, y el camino de ida y vuelta es más rápido y no tanto tormento, debo entender de una puta vez que ya tendría que salir de casa, siempre, ¡siempre!, como el animal de aquella adivinanza de la esfinge de Tebas: con la tercera pata de un bastón. Recontrarremilputísima viejez. Pero todo sea por este sol de criatura que hoy se ha decidido por quererme, jugamos y reímos juntos todo el tiempo. Cuando se acuesta para dormir  la siesta con la abuela, y mientras ella llega, me quedo a su lado, le pregunto que cómo se llama su burrito de felpa, sin el que nunca nunca se va a dormir, y me dice que no tiene nombre, y le cuento la mentira de que, de niño, también tuve un burrito de felpa que se llamaba Platero. Me mira y dice “Platero” y el mundo está perfecto como en el primer día de la creación.

 

Descubro que una tuitera hondureña, Sara Ney, cita en su cuenta un tuit de los que me publicó Alma Delia. Me hace gracia por el apellido. ¿Sabrá ella que el monumento a Morazán, en la plaza de armas de Tegucigalpa es en verdad «una estatua del mariscal Ney, comprada en París en un depósito de esculturas usadas»? ¡Qué afición esa de los Neys por afincarse en Honduras!

 

Weiß/Colonia, 3.10.

A lo largo de muchos años de ver series escandinavas en la tele, he llegado a una conclusión que por primera vez me animo a escribirla. Tanto el islandés como el finés claro está que son idiomas autónomos, pero el danés, el sueco y el noruego no son nada más que dialectos de una lengua común que me atrevo a llamar la escandinava. Basta ver un episodio donde policías daneses van a Oslo, noruegos a Estocolmo, y/o suecos a Copenague, y el resto de las variantes posibles, para   darse cuenta de que se entienden sin intérprete y sin hablar en inglés. ¿Qué otra explicación cabe sino que para comunicarse renuncian a sus dialectos y hablan el escandinavo común?

 

Al transcribir citas de Cernuda me detengo en esta: «En cualquier urbe oscura, donde amortaja el humo / al sueño de un vivir urdido en la costumbre / y el trabajo no da libertad ni esperanza, / aún queda la sala del concierto». Y si no fuese porque figura en el delicado poema dedicado a Mozart, se diría que es un irónico guiño pensando en Casablanca: «Siempre nos quedará París».

 

Descubro este tuit de @Suzy_guep: «De esas noticias que lo ponen bien feliz a una, y no queda más que desear el éxito a quien nos produce tal felicidad», y me tengo que reír porque hace un rato se me ocurrió el siguiente: «El machismo latinoamericano quedará herido de muerte cuando la mujer continental empiece a llamarse “una” en vez de “uno”». ¡Bien por ese “una”, Suzy! pero ¿cómo casa con ese “lo”?  De todas maneras es un avance. ¡Y ojalá nunca me toque leer algo así como «Cuando a uno le baja la regla»! ¡Por Dios!, como diría Mutis.

 

Weiß/Colonia, 4.10.

0:45 am : Al despedirse a las 11:30 pm, el locutor del noticiero nos dejó sus mejores deseos de que nos gustara el siguiente episodio de la serie del comisario Wallendar. Ay

 

Me acosté a las 2:46 am y me dormí de inmediato, pero desperté a las 4:41 y ya no pude pegar ojo, tratando de revolverme lo menos posible (para no despertar a Diny) y poder encontrar una posición en que no me doliese la putísima rodilla izquierda. La única es estar tendido boca arriba pero no puedo hacerlo porque si me duermo así, ronco, asegura Diny. Finalmente debo haberme traspuesto un rato porque no siento cómo Diny se levanta de la cama y sí la siento trajinar en la cocina. A las 8:32 oigo el chasquido al cerrarse la puerta cuando Diny se va, y ahí me tiendo por fin de espaldas, y duermo hasta las 9:54 que suena el timbre de la puerta y me despierta y voy a abrir: es el mensajero de FedEx y me entrega un sobre donde cabrían veinte ejemplares de la  novela Simpatía por King Kong, de Ibsen [Martínez, claro]. Sólo venía uno, pero la dedicatoria vale por los 19 que faltaban. Leí el manuscrito hace meses, en formato pdf, me encantó entonces y estoy seguro de que no ha perdido su encanto, así es que la releeré. Y es hora de empezar el día. ¿Qué desayunaré, después de yyyamarla por el telefón que contesta, para decirle adiós, a mi Susanita, que está en mis madriles de mi alma y esta noche volará de regreso a mi Güeno Saire querido que yyya no volveré a ver? [Esta frase me salió como sonata en mi sostenido mayor].

 

Weiß/Colonia, 5.10.

0:10 am : Qué lindísima peli, y qué guión maravilloso (ganó el Oscar ese año) el de Dead Poet’s Society. No me canso nunca de verla.

 

Desayunando, veo en el diario la esquela funeraria de Rolf Kiklasch, y como se trata de alguien a quien no conocí creo que puedo decir, sin pecar de impío, que me encanta. Tiene cara de haber sido alguien inteligente y pícaro, con su barba tan cuidada y ese gorrito de lana con bordados (o que así me lo parece por la foto). Pero sobre todo el texto, las pocas palabras, suyas, que dicen: «Cambié de dirección, seguimos en contacto». ¡Qué corte de mangas a la Muerte! Chapeau!

 

Inesperada y gozosa llamada de Ibsen, desde Caracas. Charlamos casi un ¼ de hora y tan sólo debemos poner fin a la plática porque Diny ha ido sirviendo la mesa mientras tanto. Qué placer hablar con mi pana mantuano, es uno de los mejores interlocutores que he tenido en mi vida, y el humor que derrocha escribiendo es uno de las mayores delicias como lector que ídem ídem (vide supra). Mientras cenamos, le cuento a Diny, que no lo conoce, el desarrollo de un relato suyo de los más sabrosos, “Fortunata y Jacinto”, y se ríe de buena gana nada más oír el título. Luego, acá en pantalla, veo un email que me ha escrito después de nuestra telefoneada, y en él me pide que le jure que pronto comeremos juntos en La Modicana (algo masoca, Ibsen es un lector asiduo de mi diario), me recuerda que Venezuela se llamó antes Nueva Andalucía y que yo –refiriéndose a mi acento– hablo como si fuese de Cumaná o Carúpano. Poco o poco voy llenando el mapa de América con él. De lo que nadie me consideró sospechoso todavía es de ser mexicano o chileno.

 

Verse nombrado tres veces en el primer post del nuevo blog de Ángeles es algo así como llegar a la corte del rey Arturo y que la reina Ginebra te nombre caballero. Arcángeles querida 

 

***********FIN***********

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