“Mormir, mormir”, un mantra inventado por mi subconsciente, donde se simbiotizan “morir” y “dormir” y con el que me suelo adormecer en los últimos tiempos.
De mi Diario / Semana 40 / 2016
Weiß/Colonia, 25.9.
0:30 am : Marina y yo estuvimos hace un par de meses haciendo una lista de las situaciones increíbles en que se mueven en tantas ocasiones los personajes de pelis y de series (siempre encuentran donde parquear, por ej.), pero se nos olvidó registrar las tantas veces que hablan bajo la lluvia sin paraguas y en la siguiente toma están más secos que una pasa de Corinto.
Después de leer la última entrega de mi diario (es la primerísima reacción a ella), me escribe Viridiana desde Caracas: «Es verdad que hasta un reloj parado dice la verdad dos veces al día (siempre y cuando sea no sea de arena). Sin embargo, cualquier cosa que diga Oliver Stone (a quien adoré como director hasta que se puso a adorar al difunto milico) ahora la tomo con una tonelada de sal. ¿Que no pudo filmar en USA? Seguro que es mentira. ¿Que Obama se equivocó? Seguro que es mentira. En fin, cualquier persona que haya apoyado enfáticamente el «socialismo bolivariano» no me va a contar que es demócrata. Para mí es un cabrón de mucho cuidado. Y lo dejo aquí, porque estoy golpeando las teclas». Le contesto: «Entiendo que le tengas bronca a OS por su relación con el tal Chávez, pero la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Que ningún estudio de Hollywood quiso apoyar una peli sobre Snowden no creo que haga falta mucha fantasía para creerlo, y que Obama ha metido la pata casi tanto o más que WC [sic] Bush creo que lo admitiría hasta su propia esposa. Y en lo de Roosevelt, lleva razón OS por más que no aceptes nada que él afirme. Yo estoy en contra de toda demonización, sea de donde viniere. También de la tuya, aunque entienda tus motivos. En la época más dura del franquismo, uno de los matadores de toros considerado más adictos al régimen era Luis Miguel Dominguín. Y bueno, como él toreaba mucho en Francia y al volver a España nunca le abrían las maletas en Barajas, por esas maletas llegó toda la propaganda del PC a España durante años. Además, si universalizas tu rechazo, tendrías que dejar de leer a Knut Hamsun, Ezra Pound, Céline, Ernst Jünger y qué sé yo cuántos más autores. ¿O tu rechazo se limita a quienes, por error o miopía, se uncieron al carro del chavismo? Pero en estos casos no caben soluciones parciales, querida mía, a riesgo de perder la congruencia».
En una entrevista con Navid Kordami que publica el diario de hoy, el periodista le pregunta cuán dramática considera la situación en que vivimos, y NK le responde: «El dramatismo es también una cuestión de donde estás. Tras el estallido de la 1.ª guerra mundial no pasó gran cosa en Persia, en Europa sí. Hoy estamos en Europa en una situación relativamente tranquila, mientras a nuestro alrededor suceden cosas dramáticas: la guerra de Siria, el exterminio del cristianismo en el Cercano Oriente, la muerte de fugitivos en el Mediterráneo. Añadamos a eso un Putin en Rusia, quizá pronto un Donal Trump en Washington. Esto me parece sumamente peligroso. ¿Qué saldrá de aquí? Difícil de decir qué. Pero está en nuestras manos. Si Trump es elegido o no, no será el fruto de causalidades naturales ni de intrigas de los servicios secretos, sino de cómo se decidan los electores en los Estados Unidos. Y eso vale también para Europa: la Historia no sucede, la Historia se hace, y somos precisamente nosotros quienes la hacemos». NK es brillante, y lo admiro. Pero me parece que profesa una fe excesiva en el homo sapiens.
Hoy, para la cena, cocinó Diny un osso buco de puta madre (u séase, de chuparse los dedos), viva el lujo y quien lo trujo. Casi me relamo los labios mientras lo escribo. Hhmmmm…
Weiß/Colonia, 26.9.
2:00 am : Recibo un email de Arcángeles después de haber leído la última entrega de mi diario: «¿Qué te digo? Siempre me deslumbra la sencilla lucidez de tu blog. La supuesta melancolía escéptica que quieres darle al mundo, mientras te deleitas y sonríes cuando recuerdas». Claro está que me halaga, pero mi “supuesta melancolía escéptica” no es nada supuesta, creo que ni siquiera es melancolía, sino una muy honda, incurable, punzante tristeza.
Desde su paraíso de orquídeas Guillermo me pregunta si conozco el libro Mis almuerzos con Orson Welles, de Henry Jaglom, le contesto que sí y que conozco casi todo lo que se ha escrito acerca de OW, que es uno de mis dioses. Me pregunta Guillermo entonces que si también he leído lo que escribió Pauline Kael acerca de Citizen Kane, y ahora le contesto: «Conozco el ensayo de la Kael sobre Citizen Kane, y la Kael me parece una crítica sobrevalorada por la sencilla razón de que los gringos no entienden de cine y si alguien les habla en un lenguaje intelectual acerca del mismo creen que es un entendido. Pienso que en The New Yorker la publicaban por lo bien que escribía, no porque su sabiduría cinematográfica fuera más allá de lo que las pitonisas del oráculo de Delfos sabían acerca del futuro. Para mí, con permiso de la Kael, Orson Welles is number One, y ella, an anynumber».
Pasaron por el canal Arte Por quien doblan las campanas. Cuando salí de España en febrero de 1963, uno de los deseos que tenía, en una larga lista que me acompañaba mentalmente, era ver esta peli, lógicamente prohibida por el régimen del inferiocre (no se estrenó allí hasta 1978). Creo recordar que la vi por vez primera en la cinemateca de Berlín, en 1964. Me pareció teatral y no me convenció. No la he vuelto a ver hasta esta noche. Sigue pareciéndome muy artificial en sus diálogos, pero la epifanía del rostro de Ingrid Bergman la redime de todas sus falencias.
Weiß/Colonia, 27.9.
Releyendo la correspondencia de Joseph Roth encuentro una frase que me descorazona para todo el día. En una carta del 14.10.1932 al escritor checo Hans Natonek le dice: «Recién cuando se tiene el Premio Nobel puede uno permitirse publicar su diario». ¡Esto no se hace conmigo, su devoto y fiel lector, don Roth! ¿Y ahora qué? ¿sigo publicando mi diario, o no? Porque de lo que no cabe duda es de que no tengo el Nobel. Todavía.
En el diario de hoy una esquela con un epígrafe de Goethe que traduzco sobre la marcha: «La idea de la muerte me deja completamente tranquilo. Porque es como con el sol. Vemos cómo desciende en el horizonte, pero sabemos que sigue iluminando “al otro lado”». Esto tiene que haberlo escrito cuando ya andada chocheando. Muy bonito de leer, pero cero significado.
Hoy almorzamos Carlitos y yo en La Modicana con Diny, Marta y Claudia. Había una lasaña exquisita… pero de la que sólo restaban cuatro porciones. Diny se sacrificó y renunció a la suya en favor de una ensalada monumental. Los dioses la bendigan.
Don Samuel Whelpley, mi lector barranquillero, subió a su cuenta Twitter en Caimanópolis (como llamo a su ciudad) un trino traducido por mí del #hashtag TrumpExplainsMoviePlots…
#TrumpExplicaPelis : Un soldado a quien capturan. Los otros van y lo salvan. Yo no habría salvado a un perdedor. Pésima peli. (@wjackjack50)
— Samuel Whelpley (@swhelpley) 22 de septiembre de 2016
…y desde Austin me pide Rolando que le explique por qué “no habría” en vez de “no hubiera”.
Le explico: «El problema no es tanto que hay que encajar el mensaje en 140 caracteres, el problema es que si Trump emplea el condicional en vez del subjuntivo, está diciendo subliminalmente que «habría» situaciones en las que sí habría salvado al Private Ryan. El subjuntivo, a mi manera de ver, descarta esa posibilidad. Es como con mi cuento «Una historia del año 2492». Primero escribí este final: “El general regresó al Decágono y se dijo que el actual Publicity General Manager era tan inteligente que merecía ser blanco”. Pero luego me di cuenta de que ese «merecía» casi implicaba que el PGM era en efecto blanco y el general un pelín racista. Por eso cambié el «merecía» por el «merecería» que, sin quitarle su pelín de racismo al general, revelaba que el PGM era negro. ¿Te vale la explicación?»
Weiß/Colonia, 28.9.
0:15 am : Pasaron El club de los desahuciados, que no conocía. Formidable interpretación de la pareja estelar, en especial de Jared Leto, que borda su papel. No me la perderé la próxima vez que la pasen. Nota cómica: Por la información sobre la peli, en la revista con la programación de la tele, me entero de que obtuvo el Oscar al mejor maquillaje, y que el gasto de maquillaje en toda la peli se elevó a la inconcebible cantidad de 250 $USA. Debe de haber sido una de las inversiones más rentables en la historia universal de la Cosmética.
Todo el día haciendo nada y menos. Hay un cuento que me está rondando la cabeza y quiere ser escrito. Pero no encuentro el acceso a la primera frase. Y además ando asediado por un dolor a veces inaguantable en la base del pulgar de la mano derecha. ¿Reuma, artritis, gota? ¡qué sé yo! Diny sugiere que quizás sea cosa del mucho teclear, pero estoy seguro de que no. Es más, casi no me duele cuando estoy tecleando, sino cuando ando inactivo manualmente. La remilputa que recontrarremilparió a este saco de miserias en que se ha convertido mi cuerpo.
Oído en la transmisión del Pupas vs. Bayern Múnich: «Fernando Torres, invisible, pero no se le puede perder de vista». Me recuerda al reportero colombiano de boxeo que afirmó acerca de un púgil que su talón de Aquiles era la ceja izquierda. Bendita sea la existencia de los periodistas deportivos para documentar la presunción de Einstein acerca de la estupidez humana: dijo que ella y el espacio eran infinitos, pero que por lo que respecta al espacio no estaba 100% seguro.
Weiß/Colonia, 29.9.
11:45 am: llega la llamada del Dr. Ruppert para comunicarme los resultados del último análisis de sangre. Todos los valores están bien… menos los hepáticos. El buen Dr. Ruppert me aconseja una pausa de cuatro semanas en el consumo de alcohol, y hacer luego un nuevo análisis a ver si los dichosos valores se han normalizado. Me arguye que, con toda probabilidad, mi estado de abulia y de cansancio, de absoluto desmadejamiento, puede deberse a que el hígado anda de capa caída y en consecuencia mi cuerpo dispone de muy poca energía. Le prometo abstinencia y llamarlo para concertar una nueva cita dentro de cuatro semanas. Oremus.
Acudo a la habitación de Diny para despedirla desde la ventana cuando llegue al final de la rampa y doble a la derecha camino de la parada del bus, nuestro rito del adiós. Veo que al pie de la ventana está una báscula muy sofisticada que mercó hace poco, y puesto que voy a estar sin tomar alcohol cuatro semanas (interiormente me he resignado a ello) decido pesarme a ver qué influencia tiene el fenómeno en mi volumen. Cuando leo 110,4 k casi me da un mareo. Y al levantar la vista constato que Diny se quedó esta vez sin mi despedida. Me pasa por boludo.
Weiß/Colonia, 30.9.
0:10 am : Veo por primera vez Shattered Glass [El precio de la verdad, se tituló en castellano]. Otro descubrimiento hecho esta semana. Una historia apasionante, contada con toda sencillez y sin perder un solo fotograma en escenas de relleno, es pulpa 100% su metraje. Todo el elenco está a la altura de la calidad del guión y el director, pero destaca muy por encima de ese todo la actuación formidable de Peter Sarsgaard como redactor–jefe de The New Republic. Y no me olvido de la admirable Chloë Sevigny, musa del cine indie, de quien tan solo repudio una de las muchas actuaciones en que la he visto, The Brown Bunny, cuando accedió a tener una escena de sexo oral no simulado, ad majorem Vincent Gallo gloriam; no me convencieron sus palabras de explicación de por qué se avino a hacerla: «Sé de gente que no la comprende. Es una vergüenza que la gente escriba tantas cosas sin haberla visto. Cuando ves la peli tiene más sentido. Es una peli de arte, habría que proyectarla en los museos. Es como una peli de Andy Warhol». Bueno, yo sí la he visto, y esa escena es rigurosamente superflua. Pero en algo sí que tiene razón doña Chloë: es, ¡ay!, como una peli de Andy Warhol. La peor recomendación que pudo hacerle.
Cero sueño en mi primera noche sin alcohol, al menos desde mi percepción subjetiva, aunque Diny me dice que estuve roncando entre 5 y 6 am. Pero siento el cuerpo maltratado, derrotado, y eso solamente al cabo de un día de abstinencia. La que me espera…
Weiß/Colonia, 1.10.
Al despertarme urgido por la vejiga, a las 5:15 am, lo hice como saliendo de una nube cálida y luminosa donde me sentía y me veía dormir feliz, relajado, musitando “mormir, mormir”, un mantra inventado por mi subconsciente, donde se simbiotizan “morir” y “dormir” y con el que me suelo adormecer en los últimos tiempos. Despertarme fue como un desgarramiento, con la seguridad de que no volvería a ese nirvana. Tanto más cuando que ya en el cuarto de baño, y sin decir agua sentí unas punzadas dolorosas en el vientre. Oclusión intestinal traducida en gases, con toda certeza, pero unos que no encontraban camino de salida y me oprimían, me mordían la guata, implacables. Me fui a la cama a tenderme en alguna posición que paliara el dolor.
Me levanté a las 11:11 am y salvo por una pausa para comer ciruelas secas y tomar un té ad hoc que me preparó Diny, estuve hasta las 12:55 encerrado en el cuarto de baño y luchando con los dientes apretados para deshacer la oclusión intestinal. Lo conseguí bañado en sudor. El cuerpo y sus sevicias. Y el deseo de que todas ellas se acaben cuanto antes mejor.
Desde Londres, abril 1872, Jenny Marx le escribe en francés a su prometido Charles Longuet, que está en Oxford, y termina la carta con una frase en inglés: «pero primero el deber, luego el placer». Me recuerda mucho aquello que solía decir mi abuela Remedios y que con el tiempo se convirtió para mí en una regla de vida: «La obligación es antes que la devoción».
8:00 pm : Llama Rebeca para despedirse. Mañana vuela a Huelva (bueno, a Faro), una semana de vacaciones con la familia choquera, y asistir a la boda de José Luis. Los dioses la bendigan, la protejan y la acompañen, como les desean los campesinos grancolombianos a sus ahijadas.
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