Home Mientras tanto De mi Diario: Semana 44 / 2014

De mi Diario: Semana 44 / 2014

 

Weiß/Colonia, 26.10.

Llamo a Diny a Ámsterdam y platicamos unos diez minutos. Ha pasado el día, hasta las 5 pm con Willy y David van Reybrouck, y acaba de dejarlos porque tienen mucho que preparar de cara al inminente viaje al Canadá; el libro de David ha sido seleccionado para la shortlist (tres títulos) entre los seis finalistas del premio Cundill, que se concede desde el 2008 y viene a ser como el Nobel de los historiadores. A David lo han invitado a la ceremonia de la proclamación del premio, y quiere que Willy lo acompañe; no puede agradecerle bastante ni la colaboración ni el apoyo que le brindó durante la escritura y el proceso de edición de Congo, Een geschiedenis [Congo, una historia], en su condición de Lektor de De Bezige Bij [=La abeja laboriosa].   les tendría que interesar lo que pasó en el Congo. Digo yo. A ver, Bwana Rajoy, un poco de apoyo a la expedición de Piedraviva [=Livingstone].

 

Me jalé de una sentada (repartida entre ayer y hoy) la tercera entrega de la saga de Maria KallioEstoy súper apasionado con ella. Feliz de haberla visto nacer literariamente y cómo es que ella y su vida se van desarrollando, y acompañándolas desde el primer momento. Ya he comprado online los tres siguientes episodios. Me estoy volviendo adicto a la mariakallioína como en su momento me volví un irremisible adicto de las policiales de Arnalður Indridasson. Laus Deo!

 

[Nota bene, con independencia de lo que va delante: Los autores escandinavos siempre me hacen recordar cierta frase de Kant anotada al margen de uno de los libros que leyó: «¿Por qué se embriagan tan a gusto, sobre todo, los pueblos nórdicos?» Los personajes de la saga de MK, ella inclusive, dedican casi todo su tiempo de ocio sólo a emborracharse. Ay carajo, ¿por qué?]

 

Weiß/Colonia, 27.10.

2:00 am : Termino de ver Sense & Sensibility, la versión BBC 1981, que dura 174’ repartidos en siete episodios. En ella tan sólo aparecen las dos hermanas mayores, Elinor y Marianne, echo de menos un elemento tan vital como es Margaret, la tercera, aún adolescente. Pero el problema no es ese, sino que los productores de la serie, por la razón que sea, parece que decidieron convertir el relato en una caricatura. Es decir, decidieron usar el texto de Jane Austen como planilla para algo así como la familia Simpson del siglo XVIII, y entonces el resultado es a veces intolerable. Si yo lo toleré es por la sencilla razón de que quiero saber, cada vez más y mejor, cómo es que se puede trasladar un texto de mi querida Miss Austen a la pantalla, ya sea grande o pequeña.

 

Llamo a QC a su hotel en Berlín, han venido él y D a pasar unos días conociendo la provincia, y una de las preguntas que le hago es por nuestro común y querido amigo KE. Pero KE como tal ya no existe. En su lugar tenemos alguien reducido a una condición vegetal, que ya no conoce a nadie y que ya no controla las funciones de su cuerpo. Una angustia muy grande la que siento al oír la confirmación de lo que me temía, y al mismo tiempo una rabia descontrolada y sinsentido. Si por agnóstico no me importa que exista Dios o no, cómo maldecirlo por esta putada que le ha hecho a una de las mentes más poderosas y una de las almas más buenas que hayamos conocido quienes tuvimos la suerte de ser sus amigos. Y yo, además, en qué medida tan grande, desde el lejano día en que empezó a dar sus primeros pasos poéticos, que ya presagiaban los del gigante. Menos mal que no está Diny y puedo llorar sin tener que dar explicaciones.

 

Me escribe BKT que anda metida en un nuevo proyecto y quiere que yo participe en él. Y por supuesto que quiero participar porque me encanta el proyecto en sí y porque significaría dinero contante y sonante. Además B me lo ofrece porque cree en mis textos, y no puedo defraudarla. Pero mientras a ella le siga gustando lo que escribo (¡pobre ángel!, diría Cortázar), nunca tendré remordimientos de conciencia por participar en sus empresas. Gracias, hermana.

 

Weiß/Colonia, 28.10.

Observa Deschner en ¡Qué cruz con la Iglesia!: «Es significativo que la Inquisición, en general, ignoraba los burdeles, pero le gustaba perseguir a las damas que copulaban por cuenta propia».

 

En La Modicana, el plato del día es hígado de ternera a la veneciana. Carlitos le acredita un 8+ en la escala Mancinone; yo me limito al 8 sin más, y le explico a Carlitos el porqué; porque el hígado a la veneciana cocinado por Diny sabe mejor que este, con perdón de la signora.

 

Weiß/Colonia, 29.10.

2:00 am : Termino de ver Sense & Sensibility, la versión BBC 2008, que dura en total 180’, es decir, 44 más que la peli de 1995 con guión de Emma Thompson (ganó el Oscar con él). Los 44’ más se notan enseguida, a pesar del merecido Oscar a mi adorada Emma. Y es que un relato de Jane Austen requiere un desarrollo temporal que nunca baja de las tres horas.

 

He acostumbrado mal a mis amigos toda la vida, y ese malacostumbrarlos se venga de mí con la contundencia de un boomerang. Si me escriben y no contesto a vuelta de correos, se preocupan hasta el punto de llegar a pensar que me enojaron, que me distancié de ellos, o bien (i.e., o mal) que estoy demasiado enfermo como para seguir este ritmo brutal que es en realidad lo único que  me mantiene vivo. Pero ya decidí que no voy a cambiar mi lentitud postal, les escribiré cuando crea que puedo hacerlo, no antes. Punto.    

 

Weiß/Colonia, 30.10.

He vuelto a confirmar que soy naturalmente proclive al asesinato. Como acudí en ayunas a la extracción de sangre por el Dr. Ruppert, al regresar me metí en la panadería de la parada del 16 en Rodenkirchen, donde me preparan los bocadillos como les pido y el café sabe a café. Así es que me mandé a bodega un bien merecido desayuno. De allí al centro del pueblo, constatando en la pantalla de la parada del bus, exactamente delante del supermercado, que disponía de 20’ para mis compras. Tiempo de sobra. Tiempo de sobra si no fuese porque al llegar a la caja me toca delante una de esas viejitas que pegan la hebra con la cajera y que le pagan sus compras al céntimo, ¡literalmente!, sacando las monedas del monedero una por una y mirándolas una por una dos o tres veces, para cerciorarse de su valor, mientras yo miro el reloj de pulso de la cajera y me desespero, y bufo, y le retorcería el pescuezo a la viejita sin el más mínimo remordimiento. Por fin, y con una sonrisa victoriosa, la viejita le dice a la cajera: «21,27 euros», y le entrega un billete de 10 € y el resto en monedas y, claro, la cajera tiene a su vez que cerciorarse de que la viejita las contó bien. Y sí, menos mal. La viejita, sin embargo, aún desea saber algo acerca de cuándo serán las próximas rebajas. ¡Pero al fin se va! Mis compras son pocas y pago altiro con la tarjeta de crédito. Y de la caja voy al mostrador de la panadería, que está enfrente. ¡Catástrofe! La viejita ha comprado varios panecillos de diversas clases y hay una sola vendedora detrás del mostrador y la viejita ha vuelto a sacar su diabólico monedero, y se repite la escena de la caja, sólo que aquí son 2,91 € a pagar, todo ello en monedas de 20, 10, 5, 2 y un centavo. Mis ansias homicidas se contienen a tiempo, cuando la viejita deposita la cantidad sobre el mostrador anunciando con voz triunfal unos «2,91 euros» que la vendedora todavía tendrá que contar, pero en ese mismo instante –¡alabado sea el santísimo sacramento del altar!–, providencialmente aparece una segunda vendedora que le salva la vida a la viejita, sin que ninguna de las dos lo sepa. Compro un par de pancitos, los pago con los 0,60 € ya listos en mi mano, salgo como con un cohete en el culo y llego a la parada a la par que el bus. Juro por Dios que si llego a la parada y veo irse al bus delante de mis narices, habría regresado sobre mis pasos y «¡Descended, pensamientos, al fondo de mi alma!» Uffffff, viejita, de qué muerte tan cruel te has librado

 

Al Dr. Ruppert lo conocí el domingo 11.6.2006, el día siguiente a mi cumpleaños, porque le había prometido a mis hijos –después de una semana de soportar estoicamente el dolor– que el lunes haría una excepción en mi vida e iría al médico, pero ya ese domingo era el dolor de tal manera intolerable que Diny llamó al teléfono de Urgencias, y una ½ hora más tarde llegó el Dr. Ruppert, me oyó contarle la naturaleza de mis males y sin duda alguna diagnosticó «Gota». Conseguí reír, no sé cómo, y le dije que la gota era una enfermedad de reyes y de gente rica. Él me contestó: «Usted es español y entenderá lo que le voy a decir en latín. En latín el nombre de la gota es artritis úrica». Y me recomendó  que al día siguiente, sin falta, acudiese a mi médico de cabecera. Le contesté que no tenía médico de cabecera. «Pues si usted lo quiere, yo puedo serlo». Y desde entonces. Hoy me anunció que va a cerrar su consulta, manteniendo su clientela. Me apena porque significa que lleva al menos ocho años pagando el derecho de piso, sin éxito, y aunque sobreviva como médico de hospital y haciendo suplencias eso no debe ser lo que él deseaba. En cualquier caso, seguirá siendo mi médico de cabecera, sólo que ahora vendrá él a mi casa, cuando lo precise, en vez de desplazarme yo a su consulta.          

 

Regresa Diny de Ámsterdam y me trae como regalos 300 gramos de paling [=anguila] recién ahumada y un libro muy bello sobre el Rijksmuseum, el edificio, como obra de arte.

 

Weiß/Colonia, 31.10.

Jamás he sentido lo que se bautizó como “la llamada de África”, y mucho menos la del Asia, cuna de esa plaga homicida que son las religiones monoteístas. Pero desde que conozco a Félix, y luego a Asséto, cada vez que veo en el diario el nombre de Burkina Faso, paro la oreja. Hoy la paro, además, por muchos motivos: disolución del Parlamento, gobierno de transición y estado de excepción. Ay, espero que dejen tranquilos a Asséto y Félix, que sólo se dedican a hacer el bien sin mirar a quién. La compensación risueña a las noticias que llegan desde Uagadugú, y a pesar de lo que la provoca, es la esquela fúnebre de una mujer de 84 años y apellidada Vögele. Caray, qué cruz cargar tantos años con semejante apellido. Y vaya usté a saber el origen del mismo, porque “vögele”, además de “pajarito”, también es el imperativo del verbo “vögeln” [=follar]. Basta colocar una coma entre el nombre y el apellido, y ya es casi una incitación al fornicio: «¡Juanita, Folla!» ¡Por Dios!, como decía tan colombianamente Álvaro Mutis.

 

De los tres libros voluminosos que estaba leyendo en paralelo, terminé ayer el de los diarios de Fritz J. Raddaz y hoy Homo sapiens, de Antonio Vélez Montoya, el padre de Anache. Tan sólo me resta el último capítulo de ¡Qué cruz con la Iglesia! Historia sexual del cristianismo, de Karlheinz Deschner, y ya tengo lectura asegurada para la semana que viene, con tres nuevos episodios de la saga de Maria Kallio (por cierto, se llama Maria Kristiina, como aquella que en mi infancia nos quería gobernar) y Adiós a los padres, de Héctor, que me trajo ayer el mensajero de FedEx mientras yo estaba en la consulta del Dr. Ruppert y me la ha entregado hoy la señora Aliyu, mi vecina nigeriana del piso de abajo. Me las prometo muuuuuuuuuuy felices.

 

Weiß/Colonia, 1.11.

00:30 am : Hay tres pelis, cada una de ellas excepcional, acerca de los tres grandes conflictos históricos en Indonesia, la dominación colonial en el siglo XIX, la guerra por la independencia (1945–1949) y el intento de golpe de Estado comunista en 1965; y son, respectivamente: Max Havelaar [El ocaso de un imperio], en la que Fons Rademarkers filmó de una manera congenial la obra maestra de Multatuli, el primer relato anticolonialista de la historia; Oeroeg [el nombre del protagonista indonesio], donde Hans Hylkema también filmó congenialmente otro de los clásicos de la literatura neerlandesa, la novela breve (126 páginas en la edición pocket) de Hella S. Haasse, de la que Diny tiene un ejemplar autografiado por mevrouw Hasse cuando vino a dar  una lectura en Colonia; y The Year of Living Dangerously, de Peter Weir, que acabo de volver a ver y me ha vuelto a conmover y hacer pensar en Indonesia, quizás el único país asiático que yo habría visitado motu propio, siguiendo las huellas de los personajes de Pramoedia Ananta Toer, tan gran autor, grandísimo y admirable, y tan gran desconocido entre nosotros.

 

Que lo parió, Mendieta, una frase de 184 palabras sin un solo punto! Ni que fuese Joyce]

 

En el diario una entrevista con un director de teatro coloniense, que organiza todos los años el encuentro teatral Récréâtrales en Burkina Faso. Este año justamente en estos días. La entrevista hace que me tranquilice bastante, al menos por lo que se refiere a Uagadugú, la capital. Sólo que Asséto y Félix no viven ahí, ojalá la situación en la provincia también sea tranquila.

 

Leo el nuevo post de Arcángeles en su blog. Este es el estilo suyo que más me gusta, el de los zapatos que usa en el coche; más que el de los zapatos cuando quiere caminar un trecho (en sus columnas), más que cuando quiere andar en tacones (en sus libros). Hago hincapié en el más porque gustar me gustan los tres. Fantaseo que se lo digo y que ella me contesta parafraseando a Thomas Mann: «Eres en verdad un mastrettadicto que sabe piropear de una manera profunda: a la alemana». No sé si dejárselo como un comentario en su foro. Veremos, dijo Homero.

 

Estrella Morente en la Philarmonie. ¡Qué prodigio! La sala se venía abajo de las ovaciones y los bravos, Rebeca lloraba («me dejó sin habla, me puso la carne de gallina, me pegó a la butaca»), su padre no porque un hombre macho no debe llorar, la sala a coro pidió «¡Otra, otra, otra!», qué pidió ni qué niño muerto (nada más adecuado a la fecha), la sala bramó, y lo bramó en español «¡Otra, otra, otra!», y Estrella cantó un bis, “Volver”, y entonces sí lloró el padre de Rebeca, la pucha digo. Nos despedimos de Rebeca, que volvía a casa en el tranvía, muy a trasmano de nuestro taxi, y ya en el taxi Diny me dice que ha visto a Rebeca volver sobre sus pasos, pienso que ha decidido comprar un CD y hacérselo firmar por Estrella y decirle con su inequívoco acento andaluz «Estreya, ¿me lo firmaj?, yo soy de Güerba». El taxista muestra un interés grande por el concierto del que salimos, le cuento quién es Estrella Morente, me pide que le deletree el nombre, y al minuto estamos viendo y oyendo a Estrella en el iPad del taxista, el buen hombre –un turco joven– se admira, «¡Qué voz!», dice, y al rato, «Creo que desde esta noche soy un fan suyo, esta voz produce adicción». Y sí que la produce, porque «en el alto del cerro de Palomares / unos dicen que nones y otros que pares», ay mare mía de mi arma.

 

[11:15 pm : Llama Rebeca para avisar de que llegó a casa –lo hace siempre– y me cuenta que volvió sobre sus pasos y compró el CD, se puso a la cola, le pidió el autógrafo a Estrella y ella le preguntó que de dónde era y le dijo «Yo soy de Güerba» y Estrella se lo dedicó «Para Rebeca, de Huelva». Si conoceré yo a mis hijos, y muy en especial a mi paisana de entre los tres]

 

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