
Weiß/Colonia, 25.10.15
Por un email de Vicente me entero de la publicación en Huelva de un artículo acerca de los días fundacionales de la Cope 14. Logro localizarlo, lo leo y me río: es una sarta de mentiras y de semiverdades, todas ellas fumigadas con el autobotafumeiro del autor. Es Troglodia en estado puro. Los dinosaurios siguen dominando el ruedo. Qué bien que hice huyendo de allí.
Pequeño rifirrafe postal con mi deuda estherna acerca de la entrevista que le hizo Juan Cruz a Vargas Llosa. Yo le digo: «Una gran entrevista afeada por el empeño de Juan en tratar de usted a quien lo trata de tú. Me parece realmente una gran entrevista, pero como conozco a los dos, la he leído desde el principio como un texto falso, a partir del primer usted de Juan». Ella me dice: «Que Juan lo tutease o no, no le quita ni le agrega nada para mí: MVLL se me aparece en ella vulnerable, como nunca antes lo había visto, y recupera una lectora para sus libros, ché, mirá si éso no es una buena noticia pa’l Marito…!» Yo le replico: «Como nunca he dejado de leerlo (ni de releerlo: La orgía perpetua es casi obligación releerla una vez al año), la entrevista no me afecta en ese sentido. Y no me digás que no es feo eso de que el entrevistador trate de usted al entrevistado que lo está tuteando. Es, como mínimo, una falta de respeto, sobre todo porque podés poner la mano en el fuego a que Juan estuvo tuteando a Mario todo el tiempo». Ella me replica: «No creo que sea falta de respeto: a MVLL lo conocen hasta las pulgas, en cambio, Juancito, aunque sea buen amigo tuyyyo, no es taaaan conocido, así que pa’l común de las gentes, como pa’ esta provinciana de Ataliva, lo que más queda es el jugo de la entrevista, y no la amistá entre dos señores». Me doy por vencido: «Pa vos la perra chica».
[La perra chica, cuando yo era niño, se llamaba a la moneda de 5 céntimos de peseta, y a la de 10, la perra gorda. Y cuando había discusiones, entre niños, o entre niños y adultos, como yo con mi abuela Remedios, al final se daba por vencida (soy muy testarudo) y me decía la frase canónica: «Pa ti la perra chica» (o la gorda, dependiendo del grado de la discusión). En una gaveta de mi despacho en la redacción de la Deutsche Welle yo tenía entre otros cachivaches una moneda de 10 céntimos, en desuso desde los cincuenta, más o menos, y cuando me aburría de discutir de algún tema con Carlitos (es muy testarudo), abría la gaveta y le decía: «Toma, pa ti la perra gorda», una expresión que él conoce por su infancia en las Canarias].
Para que Diny descanse de cocinar la invité al Taormina, el otro italiano de Sürth, y fue bueno que lo hiciera porque tenían tallarines con trufa negra hechos en el molde de un queso de Parma, una pura delicia. Como mis espaguetis con mejillones. El Taormina sería una buena alternativa si alguna vez desapareciera La Modicana, lo que espero que no ocurra. Dominus nobiscum!
Toda la tarde y la noche ordenando el papelerío para mi declaración de Hacienda del año 2014, tengo el martes una cita con mi asesor fiscal. Pero son las 9:50 pm y adelanté mucho, así es que dejo el resto para mañana, dentro de 10’ empieza el siguiente episodio de la nueva temporada de Beck, y el comisario y Gunvald son como los buenos vinos, ganan con los años. (¡Qué lugar común, che, ando obnubilado por el reputísimo papelerío que he tenido que revisar!)
Weiß/Colonia, 26.10.
Medianoche : Es un desastre cómo están pasando la quinta temporada del comisario Beck. Tras los dos primeros episodios una semana de carencia y hoy el primer episodio de la cuarta. Menos mal que todos son buenos.
2:00 am : Las parejas artísticas de Hollywood son célebres: James Stewart/Antohny Mann, John Wayne/John Ford, Robert de Niro/Martin Scorsese. Menos conocidas son las europeas, y dentro de las europeas, casi ninguna de las alemanas. Lo cierto es que Nina Hoss y Christan Petzold ya han filmado juntos seis veces, y todas ellas con buen resultado. Otra cosa es que muchas pelis europeas entusiasman tanto a los gringos que ellos hacen su dupla, buena o mala, generalmente mala: Breathless, por ejemplo, no le llega ni al tobillo a À bout de souffle. El caso contrario, una dupla europea de una gringa es raro; esta que acaban de pasar, Jerichow, con Nina dirigida por Petzold, viene a ser una especie de dupla europea de El cartero siempre llama dos veces*. Nada mala, por cierto. En Argentina se estrenó con el título Triángulo, lo que me parece muy bien ya que poca gente en Hispanoamérica sabrá que Jerichow es el nombre de una pequeña ciudad en Sajonia–Anhalt. Si acaso algún lector de Uwe Johnson creerá reconocer en ella el escenario de varios de sus relatos, pero el Jerichow de UJ no tiene nada que ver con esta ciudad de la peli, que, por cierto, no se filmó en ella. Juegos de desencuentros, uno tras otro.
[* 31.10.: Al repasar estas anotaciones antes de subirlas a la página de Fronterad, de repente pienso en el extraño destino de El cartero siempre llama dos veces, filmada en Italia –1942, fue la primera peli de Luchino Visconti– antes que en los Estados Unidos, donde lo fue en 1946].
Hoy es un día bien triste en esta casa. Las ventanas del lado Norte (comedor, cocina, dormitorio principal) se han quedado sin árboles. Los dos eran demasiado altos y en los últimos tiempos ha crecido continuamente el número de fuertes vendavales, con el riesgo de que alguno de los dos, o los dos, se abatiesen sobre las casas que los rodeaban. La razón lo explica, el corazón lo llora.
Por si eso fuera poco, se ha muerto Maureen O’Hara, la mujer que hacía temblar a John Wayne. Ojalá cambien algún programa esta noche y pasen The Quiet Man, o ¡Qué verde era mi valle!, o Río Grande, con ese inolvidable brindis suyo, cuando se reencuentra con el teniente coronel Yorke, de quien vive separada desde hace años: «To my only rival, the United States Cavalry».
Después de leer como anticipo de mi diario lo que digo acerca del artículo publicado en Huelva sobre la fundación de la Cope 14, mi sobrina Mónica me escribe: «Vaya, si esto fue así, mucho tardaste en irte a Alemania. Y no entiendo cómo ese personaje tuvo tantas dificultades para conseguir el permiso cuando tenía tan buenos contactos… Yo recuerdo que en mi casa mi madre encendía la radio a la hora de almorzar, ya que había un concurso sobre las calles de Huelva que nos gustaba. Luego ponían una musiquilla de terror y decían algo así como que era el momento de los consejos de José Maria Roldan, y mi madre automáticamente desconectaba la radio, como enfadada. Así que con nosotros no tuvo el pobre mucha audiencia». Se le comento en mi respuesta: «Lo de la musiquilla de terror anunciando el programa «Un hecho y un comentario» fue una irónica invención mía, para avisar al público de que llegaba la carga del 7º de Caballería, con el cura Roldán al frente. Como en el fondo era muy bobo, no se dio cuenta y mantuvo esa música de sintonía desde mayo del 60, cuando inauguramos la emisora». Me escribe Mónica: «Es verdad, «Un hecho y un comentario». Pues yo te hablo de los años 80. Así que, sí que le gustó, sí». Finalmente decido contarle toda la historia, mis dos sobrinas –ella y su hermana Elena– son de las personas que más quiero en el mundo, y Mónica, además, heredó el resto de mi biblioteca que se quedó en Huelva: «Era bobo, sin que lo pareciese, y pasaba por inteligente porque los demás eran más bobos que él. A mí me tenía más miedo que respeto, porque yo era el único de todo el equipo que sabía manejar la mesa de mezclas y la mesa de emisión, aprendizaje hecho en Radio Vida, de Sevilla, durante el último año de mi carrera de Derecho, cuando no fui a la Facultad ni un mes en total desde octubre a junio. Y al inaugurarse la emisora, desde como un mes antes me estaba dorando la píldora de que la música con que deberíamos comenzar las emisiones fuese el Gloria de la «Misa de la Coronación» de Mozart, y yo le fui dando pares y nones, hasta el que el 15 de mayo del 60, cuando estaban reunidos en el auditorio todos los jerarcas y el obispo y su harka, en el momento en que me dieron desde el Conquero la señal de que la antena estaba libre, puse a sonar el «St.Louis Blues» en la versión de Louis Armstrong, y él llegó corriendo, lívido, mientras yo le recibía en la salita de control, con el dedo en los labios exigiéndole silencio porque iba a abrir el micrófono para que sonara la voz de Marina Hernández Bañares, inaugurando las transmisiones de Radio Popular de Huelva (fue la suya la que se oyó, y no la de Vicente Quiroga, como dijo el Dinosaurio Segovia en su mentiroso artículo del sábado 17 en Huelva Información). Desde ese momento, el cura Roldán supo que en la emisora éramos dos los que mandábamos, él de cara al público, yo dentro de la emisora. Para él fue un alivio enorme que la censura me mandase callar en marzo del 61, poco antes de irme yo a la mili: conociéndome como me conocía sabía que yo no iba a aguantar el vivir con un bozal. Y así fue. Lo primero que hice cuando me licenciaron, al regresar a Huelva: acudir a la comisaría de Policía y preguntar qué documentos se necesitaban para solicitar el pasaporte. A Radio Popular no volví sino una sola vez, siendo ya jefe de redacción en el servicio latinoamericano de una de las cinco emisoras más importantes del mundo. Le dejé mi tarjeta de souvenir mientras él seguía abriendo y cerrando la boca como un pez y secándosela con un pañuelo (su gesto más característico) en la única habitación de la emisora con aire acondicionado. Ser canónigo de la catedral y director de la emisora llevaba consigo sus privilegios. El resto de la tropa, que sudase. Así fue la historia, Mónica querida, yo no la viví en la primera fila de butacas sino arriba del escenario».
Weiß/Colonia, 27.10.
0:10 am : Taxi Driver una vez más. Y una vez más estoy seguro de que el ruiseñor que aparece en los diálogos es un Mockingbird, es decir, un sinsonte, porque en América no hay ruiseñores.
A las 12 m donde el asesor fiscal. Después de que revisamos cuidadosamente gastos e ingresos del 2014, me dice que, a ojo de buen cubero, todavía tendré que pagarle ± unos 2.000 € al Big Brother named Fisco. Respiro aliviado. Pensaba (Temía) que iba a ser algo así como el doble.
En La Modicana, hoy, como plato del día, salmonete a la provenzal con espaguetis al pesto. No más verlo anunciado en la pizarra, delante de la puerta, la decisión ya está tomada. Y fue bueno que lo decidiéramos porque a la signora le ha resultado un boccato di cardinali para chuparse los “dígitos”, como diría el camarero de La del manojo de rosas, al que por lo sabiondo y lo redicho llamaban El Espasa: el que tomaba el café «a pequeñas diócesis». Esto me trae el recuerdo del año 1984, cuando le entregaron en Madrid, a Fritz Vogelgsang, el recién creado Premio al mejor traductor de español. Por la noche fuimos a cenar a una terraza del Pasaje de Matheu y el bueno de Fritz me agarró del codo y me dijo sonriendo: «Gracias al premio voy a poder realizar uno de mis sueños», y al ver mi mudo gesto interrogativo, añadió: «Comprar la Enciclopedia Espasa». Cuatro años después, cuando lo visitamos en su casa de Margröningen, en la Selva Negra, la buena Gudrun, su esposa, y Diny se atareaban en la cocina, preparando la cena, mientras él y yo departíamos en su cuarto de trabajo, acompañados por los, entonces, 112 tomos de la Espasa, en un armario ex profeso. Era un hombre feliz y un amigo leal. Y exceptuando a aquella lumbrera que fue Monika López, no he conocido en mi vida a un solo traductor de sus quilates.
Weiß/Colonia, 28.10.
¡Vaya usté a saber cuántos de los lectores de este tuit mío entenderán su cariñosa ironía!:
Un cinéfilo cuando le presentan a Aldous Huxley: «¡Waw, se llama usted como el personaje de Cary Grant en Bringing Up Baby!» (Ricardo Bada)
— Marcos G. Villasmil (@lagardere57) octubre 29, 2015
A las 12:30 m en lo del fisioterapeuta y a las 2:00 pm en lo de la pedicura, ambas citas en Sürth. Como el intervalo no era propicio para alejarme hasta La Modicana, comí por primera vez en Marano, cerca de la plaza del mercado. Es una mezcla de café, heladería y restaurante italianos, de lejanos parientes de la signora, o quizás de su difunto esposo, en todo caso lejanos parientes que viven a ½ cuadra de distancia pero no hay comunicación entre ellos. Sea como fuere, uno de los platos del día eran espaguetis con mejillones, y a fe mía que no tuve que lamentar haberle sido infiel a la signora.
Weiß/Colonia, 29.10.
Todo el santo día en casa. Trabajando en miles de cosas, todas ellas sin importancia. Durmiendo mucho. Releyendo algo (en las memorias de Arthur Miller). Creando nada. La única aventura es haber ido a la pescadería de ReWe en Rodenkirchen porque Diny esta mañana, al marcharse a su sesión de gimnasia, se olvidó de llevar consigo el monedero y no pudo comprar el pescado nuestro de cada jueves. Sea por siempre bendito y alabado el santísimo sacramento de alta mar.
Weiß/Colonia, 30.10.
Al pie de mi artículo en El Espectador, sobre Arthur Miller, un comentario de Samuel Whelpley, ingeniero de Barranquilla (Caimanópolis la llamo yo) y uno de mis más fieles lectores: «Grande entre los grandes. Creo que fue Fitzgerald el que dijo: “Muéstrame un héroe, y te escribiré una tragedia”. Nada mas alejado de los héroes que los personajes de Miller: Willie Loman o Eddie Carbone resultan hasta vulgares, por ejemplo. De la relación con Marilyn salieron al menos tres obras: The Misfits, Después de la caída, y su último drama, Finishing the Picture. Y sí, estoy releyendo Incidente en Vichy, obra que me llama mucho la atención». Le contesto en el foro: «Gracias por leerme, don Samuel, y sí, Incidente en Vichy es una obra que llama poderosamente la atención, como, por lo demás, toda la obra de Miller. Pero, si no las conoce, le recomiendo muy mucho que lea sus memorias. Es uno de los pocos libros de ese género que está escrito de manera autocrítica inmisericorde, lo que no quiere decir que no ponga de relieve los méritos del memorialista (pues hubiera sido hipócrita el callarlos por una dizque falsa modestia). Por ello resulta de un valor singular, en el sentido más genuino de este adjetivo. Vale».
Weiß/Colonia, 31.10.
Me escribe Willy hablándome de la primera novela de una excelente lírica paisana suya, Hagar Peteers, y piensa que nos puede interesar a Diny y a mí. Esta novela, Malva, está narrada desde la perspectiva de Malva Marina, la niña hidrocefálica de Pablo Neruda y su primera esposa, la neerlandesa a quien conoció en Indonesia y repudió en Madrid porque nunca quiso saber nada de esa pobre niña. La cual creció en Gouda, en los Países Bajos, adoptada por una familia a la cual fue entregada por la madre, que no podía mantenerla (Neruda no les mandó ni un céntimo, las borró 100% de su vida, qué tal hideputa): «La niña –me dice Willy– cuenta su vida desde la eternidad, lo cual le permite a la autora tomarse muchas libertades, por ejemplo hay un diálogo de Neruda con Sócrates, en el que están presentes Goethe, Vicente Aleixandre, García Lorca, unos hijos de Arthur Miller y de Einstein asimismo repudiados por sus padres… Es un libro muy hermoso, muy denso, muy poético, que leí anoche y me ha fascinado tanto que lo voy a releer este fin de semana». Ça va sans dire, le he pedido que nos mande enseguida un ejemplar.
Henri en casa desde las 11:10 am. Lo iban a traer a mediodía, pero antes de las 11 llamó Montse diciendo que Henri estaba, ¡qué grafico!, «saltando al cuadrado» [=saltando²], esto es, piafando de impaciencia por llegar acá. Y desde las 11:10, tan sólo un minuto antes de la hora canónica coloniense, este apartamento se ha convertido en una pajarería. Adoro mi hilo musical Henri, es una sinfonía doméstica que me envidiaría mi tocayo Strauss. Porque oyendo la suya, uno llega a la triste conclusión de que la vida en su casa era algo parecido a la Guerra de las Dos Rosas.
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