De mi Diario: Semana 46 / 2014

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Leer noticias de México en estos días es como leer el Inferno de Dante.

 

Weiß/Colonia, 9.11.

Mi experiencia me dice que no hay ningún electrodoméstico que no tenga sus tics y sus manías, y mi experiencia me dice también que no hay ninguno de ellos que no reaccione comm’il faut a una patada en sus electrónicos cojones. Basta con que lo desconectes de su riego sanguíneo, que es la corriente eléctrica, y al cabo de diez segundos contados à la Cabo Cañaveral, o Baikonur, lo reconectas y funciona sin tics ni manías, hasta te preguntan por la salú de tus nietos y te hacen unas reverencias que parecen estudiadas en la cancillería de Lameculoslandia. Hay, ¡ay!, eso sí, algunos más resabiados, y a los que debe aplicárseles este tercer grado dos (o tres) veces, pero al final no hay ninguno que se resista. Les va la vida en ello. Joder. Si lo sabré yo, que acabo de practicarle una vasectomía a base de patadas en los güevos a mi reproductor de DVDs. Está de lo más mansito, me viene a comer en la mano y bala perdón por su inconducta de hace ½ hora. ¡Cabrón!

 

Hoy hace 25 años que sucedió lo que llaman “la caída del muro”, que en realidad no fue tal sino simple apertura. Físicamente, el muro tardaría meses en desaparecer. Mentalmente, hay todavía muchos cerebros de los que no ha desaparecido. En lo que me concierne, una de las fotos mías que más quiero es aquella que me hizo Esther, encaramado yo sobre el muro delante de la Puerta de Brandeburgo, cuando viajé en Berlín en febrero 1990 para reportar sobre el festival de cine. Meses después, cuando volví a viajar a Berlín (lo hice al menos tres veces al año durante casi ¼ de siglo, por motivos profesionales la inmensa mayoría de las veces), un día salí a pasear con Luis Fayad a lo largo del muro, y ya había huecos tan grandes que se podía pasar de un lado al otro, Luis y yo nos fotografiamos mutuamente haciéndolo. Esa es la segunda foto mía que me gusta y que también está relacionada con el muro. Y hay una tercera que la tomé yo desde el lado oriental: el lado occidental era algo así como el mayor museo mundial de los graffiti, ahí pintaba todo dios a lo largo de 28 años, y tengo cientos de testimonios de esas pintadas, en más de veinte idiomas, hasta en eusquera; pero el lado oriental estuvo en blanco (en gris) hasta que se abrió el muro, ya que los berlineses orientales no podían llegar a él sin riesgo de sus vidas, entre ellos y el muro se extendía la franja de la muerte, con instalaciones automáticas de tiro, minas, patrullas de vopos, toda la parafernalia del horror y el terror anticiviles. Pero el poco tiempo de que se dispuso después, para hacer pintadas, fue bien aprovechado, y una de las primeras que hubo fue en español y esa es mi tercera foto preferida de entre los centenares que poseo del muro; dice, sencillamente, VIVA LA LIBERTAD.

 

Cena en casa de Montse, los Ritters en pleno y nosotros. Un festival de milanesas (=vilanesas, en la fonética de Henri). Cuando los chicos se van, cada mochuelo a su olivo, una larga plática de los mayores sobre cine, novelas policiales y los recientes horrores en México. Leer noticias de México en estos días es como leer el Inferno de Dante, pero a sabiendas de que no se trata de una ficción literaria, sino de la más desesperante realidad, frente a la cual te sientes impotente de la manera más cruel posible para un ser pensante: no logras entenderlo.

 

Weiß/Colonia, 10.11.

1:02 am : Me he regalado volver a ver una de mis pelis predilectas: Adivina quién viene esta noche. Y siempre me conmuevo cuando Spencer Tracy, en el último monólogo de su carrera, dice aquello de «The only thing that matters is what they feel, and how much they feel, for each other. And if it’s half of what we felt- that’s everything [La única cosa que importa es lo que ellos sienten, y cuánto sienten por el otro. Y si es la mitad de lo que nosotros sentimos, eso, ya, es todo]». Ese “we” que los incluye, a él, Spencer Tracy, no el personaje que interpreta, y a ella, Katherine Hepburn, tampoco su personaje, condensa una de las declaraciones de amor más bellas de la historia del cine. Y al mismo tiempo una despedida: ST murió pocos días después.

 

Después de leer la última entrada de mi diario, Arcebelle me escribe desde Ontario: «Ricardo querido, jamás hubiera imaginado que no tenías mesa de noche. No podría vivir sin ella. La mía está llena de libros. El que leo y un montón esperando. Mis adornos más queridos. Una taza con café o a lo mejor con agua. Y una lámpara. Es que yo leo en la cama, es mi sitio preferido y a menos que los ponga en el suelo, dónde pondría mis libros. Me contaron de un señor que como vos no tenía mesa de noche, era un solitario y un magnífico lector, tenía su cama pegada a la pared, y entonces sus libros estaban en torres sobre su cama, apenas quedaba espacio para su cuerpo, esto me lo contó una dama que una vez entró en su cuarto; desconozco los motivos, no de la ausencia de mesa, los de la dama. Habría que escribir algo como ¿qué tan importante es para usted una mesa de noche?» Me pongo a recordar, y creo que la última vez que he leído en una cama fue en junio del 2012, en el hotel Esmeralda, una policial que transcurría en París y la quise leer en su salsa, pero los únicos momentos libres eran justamente después de que Diny se acostaba, y el único lugar cómodo de la habitación, para leer, era la cama. Y hasta ese junio del 2012 tienen que haber pasado años y años de no haberlo hecho. Me temo que la explicación sea muy simple: yo a la cama sólo voy a dormir, solo o acompañado, pero a dormir.        

 

7:30 pm : En el canal Arte esta tarde, un reportaje dedicado a un viaje en tren, por Chile, y ya en la primera frase el reportero menciona a Pablo Neruda, pero es que, además, al mostrar la Estación Mapocho, les inflige a los espectadores una cita de su poema dedicado al edificio, y eso no es lo malo, sino que lo cita ¡recitado por el tal PN!, y ahí sí que salgo huyendo de la sala y me refugio en este despacho, a prueba de voces soporíferas. Qué tipo tan repugnante y al mismo tiempo tan siútico y tan cursi, no lo soporto.          

 

Weiß/Colonia, 11.11.

2:00 am : Esta noche me he regalado Pygmalion. Y pensar que es una peli tan, tan desconocida, cuando con toda seguridad es una de las mejores comedias, si no la mejor, que se haya filmado.

 

SH me escribe sobre mi texto acerca de Neruda que repartí, como anticipo de mi diario, a un grupo de amigos y al directorio chileno de mi estafeta virtual: «Hola Ricardo, si bien puedo aceptar que tengas TU opinión personal sobre un autor de la talla de Neruda, no comparto para nada tu “reepugnancia“ para con él. Creo que tales comentarios deben permanecer en tu apreciación personal y no ser compartidos por esta vía. Cada cual tiene derecho a nutrirse de las fuentes que desee y en este caso tu opinión personal lamentablemente me confirma una cierta ignorancia para con ciertos procesos históricos de la literatura chilena y latinoamericana y su reflexión poética, que independiente de la persona de su autor, tienen en su obra y legado trascendencia en nuestra cultura. Te aconsejaría no compartir más tus opiniones sobre él u otro autor iberoamericano de mi respeto, al menos conmigo. Saludos».

Como el “si bien puedo aceptar” (¡cuánta condescendencia!) y el “creo que tales comentarios deben permanecer en tu apreciación personal y no ser compartidos por esta vía” y el “te aconsejaría no compartir más tus opiniones sobre él u otro autor iberooamericano de mi respeto” me suena bastante a lenguaje de comisario político, tan justamente a 25 años de la caída del muro, le he contestado lo siguiente:

«Alguien como Neruda, que abandona a su primera esposa porque le dio una hija hidrocefálica de la que no quiso saber nada, en mi sentido moral de la vida es un tipo repugnante. No le quito ni una letra. Todo ello desde luego con absoluta prescindencia de que haya sido un gran poeta. Aunque a mí personalmente no me gusta, es de lo más gárrulo que ha producido la literatura en lengua española. Hastía, empacha, leerlo». 

 

Tras intercambiar ideas en torno a la escritura mercenaria, le regalo a BG, en mi Güeno Saire querido que yyya no volveré a ver, uno de mis mejores diálogos absurdos :

–Deme por favor once octosílabos y tres alejandrinos.

–Los alejandrinos ¿los quiere en hemistiquios separados o se los envuelvo juntos?

–Mejor juntos.

–Y los octosílabos ¿los quiere con o sin?

–Esteeee Mejor con.

–¿Y todo empacado como regalo?

–Sí, por favor, en celofán y con un lacito azul celeste.

–Vea, en total son tres apolos con cincuenta orfeos.

–¿Es por la venta por fin de temporada?

–No, es que estamos cerrando el negocio por defunción del dueño de la rima.

–Ah, cuánto lo siento

–Pues imagínese nosotros

 (Lloran juntos)

TELÓN

BG me pregunta que quién es el autor, y yo me voy a yyyorar mi dolor a las apartadas oriyyyas del lago. Como una novia abandonada en una novela de Corín Teyyyado.

 

Weiß/Colonia, 12.11.  

Hoy ha sido la procesión de San Martín de la escuela primaria, acá en Weiß, y tampoco pasó por nuestra calle. Me deja un poco de frustración porque estaba pertrechado para la visita de niños con sus farolitos cantando la canción del santo, y a quienes se les regalan chocolatinas, regaliz, chupachups, en fin, abalorios, como los conquistadores a los indígenas, pero los críos felices. Me acordé hoy de que en los años 80 la Deutsche Welle tenía un compromiso con Unicef, en virtud del cual nuestra redacción le entregaba todos los años un programa dedicado a la infancia, que Unicef luego distribuiría por toda América Latina. La producción siempre corrió a mi cargo. Y un año produje el cuento de Caperucita Roja, a dos voces, la de la niña y la del lobo. La parte del lobo la grabé con César internándonos en lo más profundo del bosque cerca de esta casa, donde no se oían sino el viento y los pájaros. La parte de la niña la grabamos en el estudio, un ambiente 100% neutro, con Graciela. La médula del relato, donde lobo y niña se sucedían en la narración, era que la niña, un día, se encontró al lobo renqueando dolorido por una espina que se le había clavado en una de las patas; y la niña se la arrancó y le restañó la herida con el pañuelo que le cubría la cabeza, donde quedó la marca de la herida en forma de y por eso en el pueblo la empezaron a llamar Crucecita Roja, hasta que un día los hermanos Grimm sembraron abuela, truculencia y moraleja (=moralina) en la historia, rejodiéndola para siempre. Me divertía mucho escribir cosas así, en las que ponía en solfa las intocables divinidades del Walhalla intelectual alemán. Nunca intentaron disuadirme de hacerlo. Eran otros tiempos.

[La semana pasada, cuando me visitó Henri, con Montse, después de la procesión de San Martín de su Kindergarten, caí en la trampa de un típico “falso amigo”, como los llaman los trujimanes, y hablé de su “linterna” cuando en realidad “Laterne” debe traducirse como “farolito”, hélas!]

 

Diny fuera de casa todo el día, con sus cuatro hermanas y su prima Maria (en neerlandés va sin acento), que vinieron a visitar en el Museo Ludwig la exposición de Pop Art –¡Dios les conserve el gusto, ay, cuitadiñas mías!–, e ir de compras. Regresa a casa casi a las 9 pm, y en las cuerdas. Se va a dormir de inmediato. Pobre ángel.

 

Weiß/Colonia, 13.11.

Lo que me más me gusta de Adiós a los padres, el último libro de Héctor, es el tono de la narración: es una narración oral. En realidad habría que leer el libro en voz alta.

 

Leyendo las memorias de Asta Nielsen llego a la conclusión de que en Granada le tomaron el pelo. Estuvo allá en 1912 localizando exteriores para un film de ambiente andaluz, la llevaron al Albaicín y ella cuenta: «Por senderos rojizos flanqueados por muros de grandes chumberas, se me ofreció a la vista el valle del Guadalquivir. Aquello fue para mí una verdadera decepción como paisaje. De niña había cantado a ese río en una grandilocuente canción, y rememorándola esperaba yo raudas masas de agua en un marco romántico. Pero ahora sólo se veía un largo lecho gris y reseco, sobre el que de vez en cuando cruzaban puentes que hablaban de que allí, en otras épocas, corrían las aguas». Yo no logro ver en ello otra cosa sino la mallafollá de los granadinos, a quienes la estrella danesa les pregunta con chiribitas en los ojos que si la quieren llevar a ver el Guadalquivir, y le contestan que “¡cómo no, doña Asta, faltaría más!” y la llevan a ver el Darro. Si al menos hubiera sido el Genil, caray.

 

Weiß/Colonia, 14.11.

1:00 am : Después de terminar de leer, casi en trance, Adiós a los padres, alcancé a ver los 15 últimos minutos de High Noon. La banda sonora del show down podría ser un fragmento de una sinfonía de Mahler. Casi (sin casi) desde mis tiempos de la Cope 14 en Huelva, 1960, he sostenido que el soundtrack de las pelis de Hollywood tiene deudas impagables con él, amén de con Hindemith. En cuanto a este, más de la mitad de la música del cine de suspense tiene saldo en rojo con su Concierto para celesta y percusiôn, y sobre todo con Matías el pintor.

 

Marcos, fanático del béisbol, me hace un elogio que sólo puedo agradecerle poniendo cara de que entiendo de algo de lo que no tengo ene pe i: «Tienes una recta, una curva y un cambio de velocidad de Grandes Ligas. Si hubieses sido jugador de béisbol ya estarías en el Salón de la Fama, junto con el resto de los inmortales del juego». ¡Madame Tussaud, hooola, soy yo!

 

Hoy el entierro de Aurora en París, en el Père Lachaise. No he ido. Hubiese querido ir, pero Diny no podía acompañarme, y yo no viajo solo nunca más. Carles dejará una flor junto al ataúd en nombre nuestro. Yo le he dedicado a Aurora mi jornada de trabajo, cumplida con la seriedad y el rigor con los que ella cumplía sus desempeños profesionales. Es la mejor manera de honrar su memoria. (¿Verdad que sí, Aurora?) 

 

Me encanta la autoironía, saber reírse en serio de uno mismo; cuando es necesario, claro está, no  como programa de vida. Un botón de muestra : Cuenta Asta Nielsen que para el rodaje del film en ambiente andaluz tomó en Granada en 1912 clases de baile flamenco con el señor Otero, de cuyas lecciones sólo pudo aprovechar un par de movimientos, sobre todo de las manos, porque el zapateado y las castañuelas estaban de más en el cine mudo. Luego, durante la filmación del baile, lo hizo rodeada por el equipo y un grupo de jóvenes granadinas que la acompañaban con las palmas: «Esperaba a cada momento que estallaran en carcajadas, pero estuvieron mudas, y visiblemente impresionadas por mi prestación. El motivo para ello tan sólo puede ser que todos hayan creído que yo estaba bailando una danza nacional escandinava». Chapeau, doña Asta.

 

Weiß/Colonia, 15.11.

Íbamos a ir al cine a las 3:45 pm, a ver la peli de Mike Leigh sobre Turner, e invité a Chico, el pintor de la familia, también para después del cine, a una cena a base de tapas en La Esquina, donde Chico aún no ha estado. Pero me levanté sintiéndome mal y después del desayuno me tuve que meter en la cama, hasta las 2:30 pm, hemos postergado la fiesta para mañana.

 

Toda la tarde tomando té rojo y dedicada en parte a la lectura de la biografía de Machado por Ian Gibson, y en parte a trabajar en los materiales para la conferencia que debo dar el 7 de mayo en el Cervantes de Hamburgo, sobre Altisidora, la Lolita del Quijote. Por cierto que don Miguel se adelantó a su tiempo en un terreno que no me lo esperaba, y es cuando en el capítulo LVIII de la 2ª parte Don Quijote les dice a los pastores arcádicos: «Yo, pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha; y así, digo que sustentaré dos días naturales en mitad de ese camino real que va a Zaragoza, que estas señoras zagalas contrahechas que aquí están son las más hermosas doncellas y más corteses que hay en el mundo, exceptando [sic] sólo a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis pensamientos, con paz sea dicho de cuantos y cuantas me escuchan». ¡”De cuantos y cuantas”, Don Quijote asismismo adalid en las cuestiones de género! ¡Qué grande don Miguel!

 

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