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Mientras tantoDe mi Diario / Semanas 13 y 14 / 2016

De mi Diario / Semanas 13 y 14 / 2016



Weiß/Colonia, 19.3.

Último email antes de partir al aeropuerto. Me escribe Josefilla para agradecerme que la haya felicitado en el día de su santo, y me pregunta si vamos a pasar por Madrid, porque ella estará allí el próximo fin de semana y le encantaría darnos un abrazo. También nosotros a ella, pero no, no vamos a Madrid, hélas! Y cuando le doy al Enter a mi respuesta veo bajando la rampa el auto de Frank en el que viene llegando con Oskar para partir rumbo a Düsseldorf. Adieu, Cologne!


Apuntes del viaje a Huelva, del 19 al 27 de marzo

19.3.:

Vuelo sin incidentes excepto por lo que se refiere al modo en que lo hicimos y que parecer ser ya el habitual en estas compañías de vuelos baratos. Me refiero al modo lata de sardinas. Oskar y yo terminamos con las piernas envaradas, acalambradas, casi indesdoblables.

 

Cuando el avión empieza a descender hacia el aeropuerto de Faro, Oskar nos muestra el talismán que le dio Montse para el vuelo: se trata del rosario de su abuela paterna, la buena Maria. Y ello me recuerda un tuit de @animesa que retuiteó en su día la cuenta de El Malpensante:

 

En el aeropuerto de Faro, esperar las maletas dura relativamente más que el vuelo, casi una hora. En la cinta donde deben llegar las nuestras descargan también los de unos vuelos procedentes de Dublín y Reykiavik. Al ver este nombre recuerdo que en un episodio de la saga de Arnaldur Indriðason protagonizada por el detective Erlendur, cuando Valgerður, su compañera, lo quiere convencer para irse juntos de vacaciones a Canarias, descubre que él jamás ha salido de Islandia ni siente el menor deseo de hacerlo, y le pregunta: «¿Ni de ver la torre Eiffel, el Big Ben, el Empire State, el Vaticano, las pirámides?», y él le responde: «Quizá me gustase ver la catedral de Colonia». A mí también, Erlendur, pienso después de media hora de esperar nuestras maletas.

 

Nos esperaban Reme & Pepe, abrazos, asombro ante al alto bordo y el velamen del navío Oskar. En el camino, la voz de la señorita del navegador GPS nos habla cuando le da la real gana, tengo la impresión de que se ha cabreado con Pepe porque no siguió una vez sus indicaciones. Mujer, al fin y al cabo, quién las entiende.

 

Al llegar a casa lo primero que Reme le pregunta a Oskar es si tiene hambre, Oskar le dice que sí y es como en las sesiones de magia, nada por aquí nada por allá et voilá! Oskar ya tiene delante un plato lleno de papas y pollo fritos, luego un segundo (del cual también da buena cuenta) y sigue un tercero con croquetas, de las que deja ¡una! Entretanto sus oídos han tenido que ir asimilando el hecho de que el castellano que se habla en Huelva y el que aprende en la escuela no se parecen casi en nada. Reme se lo ilustra contándole de una compañera madrileña que le pidió la receta de esas croquetas que Oskar está comiendo, y ella le dijo que se hacían con «jamón picaíto, y harina la c’armita y susá». Un par de días después la compañera le confesaba desolada no haber podido encontrar en ninguna tienda de comestibles una bolsa de Harina La Carmita, ni de susá. Le tuvo Reme que “traducir”: «jamón picadito, y harina, la que admita, y su sal». Más claro, el agua.

 

20.3., Domingo de Ramos :

Llovió durante la noche. Cada vez que me despertaba (y fue varias veces, porque extrañaba la cama) oía los ronquidos apagados de Diny + una lluvia poco convencida de serlo.

 

Desayunamos en la tartería Las Alemanas. Al ir a pagar la camarera me dice 3,40 € y yo entiendo 13,40 y me digo que la vida se encareció mucho en Huelva desde el 2010 que vinimos por última vez. La camarera se echa a reír: «¡Pues anda que no le iba a salir caro el desayuno!» Respiro con un cierto alivio y le dejo propina, cosa que acá ya no se estila, según me daré cuenta en estos días.

 

En la tartería, al entrar, descubrimos a ID casi echado de bruces en su mesa, leyendo el diario en modo Joyce sin lupa. Me senté de espaldas a él, de manera que no me viese, porque entretanto me empachan su idiosincrasia de parásito in aeternum y su jovialidad de payaso pasado de moda.

 

Vamos con el bus 12 a la casa de la Nena, quien nos recibe como si no llevásemos seis años ya sin vernos. Comemos sus inimitables papas con tomate, regadas por un crianza comm’il faut. Una frase que anoto cuando habla de su hijo mayor: «Mi Ricardo anda tanto que un día se va a salir del mapa». Llamamos a lo de Reme & Pepe para saber cómo sigue Oskar. Está bien, durmió largo pero del vuelo se ha quedado sordo del oído izquierdo. La Dra. Hansen le recomienda a Reme tratarlo con un tapón de algodón y aceite, ojalá funcione el remedio. Y nos citamos todos a las 4:30 pm en la Plaza de San Pedro, para ver salir la primera de las cofradías, la de la borriquita.

 

Ricardo nos lleva al hotel para que durmamos alguna siesta. Por el camino, como antes durante el almuerzo, habla y habla, cosa inusual en él, y desahoga una diatriba amarga contra los propietarios de las casitas del Barrio de la Reina Victoria, una joya arquitectónica como conjunto, y que tanto la prepotencia de los dueños como la desidia municipal hacen que esté perdiendo a ojos vista su carácter primitivo. ¡Cuántas ciudades inglesas no invertirían una fortuna en trasladarlo a ellas, piedra por piedra, ladrillo por ladrillo, como monumento a la arquitectura de fines del XIX! Pero díganselo ustedes a los cafres que lo habitan. Y luego no quieren que la llame Troglodia.

 

La salida de la borriquita se demora más de una hora porque el pronóstico meteorológico es incierto. Y mientras sale y no sale el suelo de la Plaza abarrotada de gente se va llenando de cáscaras de pipas. Como llueva antes de que limpien la Plaza, el año que viene esto será un sembrado de girasoles. Por fin sale la cofradía, y poco antes, también por fin, y gracias a que se inventaron los celulares y Diny tiene uno, nos logramos reunir, casi toda la familia, en la esquina de Alonso Barba con la Plaza. Oskar aplaude al paso de los “pasos” pero me comenta –comiendo pipas, ¡lo contagiaron!– que él creía que todo el espectáculo iba más rápido. Le tengo que explicar en detalle lo que significa el trabajo de los costaleros. Luego se ríe de buena gana cuando le cuento que Juanito [6 años ya, la edad de Henri] le ha preguntado a Macarena [su madre, nuera de Reme & Pepe] que si es muy difícil aprender el alemán, Macarena le ha dicho que no (¡qué canalla!) y Juanito le pregunta entonces que por qué no le pide a Oskar que se lo enseñe.

 

[A propósito, para cargar el miniparaguas, la guía de las cofradías, el recado de escribir, etc., me he traido de casa una bolsa de tela blanca, de la cadena dm, con una cita de Goethe por una cara y su traducción española por la otra, o sea: «Es ist ein angenehmes Geschäft, die Natur zugleich und sich selbst zu erforschen», vale decir: «Es una ocupación agradable indagar en la naturaleza y a la vez en uno mismo». Me recuerda constantemente mis dos mundos].

 

Cenamos a base de buenas tapas en una taberna de Pablo Rada y nos separamos alrededor de las 9 pm, Reme & Pepe con Oskar a su casa, nosotros al hotel, y al llegar a la Gran Vía comienza la lluvia y la hermandad de Redención está en plena carrera oficial, que cumple con toda dignidad, sin apurar el paso, nosotros la acompañamos bajo los soportales, y luego, cuando deja atrás la carrera oficial pasado ya el Ayuntamiento, ahí nos quedamos bajo la lluvia mientras le quitan las potencias al Cristo y lo abrigan con un capote impermeable. Diny me pide que sigamos pero le contesto que esta es mi última semana santa en Huelva, así es que la quiero vivir tanto en las buenas como en las malas.

 

21.3., Lunes Santo :

De camino a iniciar el día con uno de los ritos infaltables en cada visita a Huelva, el desayuno en el bar de Joselito, paso por delante de la casa donde nací. Han cambiado la vieja, añosa puerta de madera con el llamador de metal herrumbroso que simulaba una mano agarrando una bola: ahora es una cancela metálica, y al lado un interfono. Lo miro todo con ojos de la última vez.

 

En lo de Joselito, que está muy avejentado y también anda con bastón, como yo, le pido a Oskar que vaya al mostrador a pagar y Chema le dice que ni yo ni quien me acompañe paga nada, que siempre es invitación de la casa. Tengo la convicción de que va haciéndose a la comida y a la manera de ser de la gente de Huelva. Lo que se acrecienta cuando entramos en la capilla al lado de la casa donde vivía mi tío Laureano, la capilla de la Esperanza, donde ya están montados los pasos de la Virgen y el Señor y puedo explicarle en detalle todo ese mundo que tiene un léxico propio y nunca verá en un diccionario. De allí, otro rito, vamos a sentarnos en un banco Morrison en la Plaza de las Monjas y le cuento de nuestra pandilla juvenil, que nos reuníamos mucho en esa Plaza y teníamos nomenclatura propia para toda la ciudad: hablábamos de encontrarnos en la Nun Square [Plaza de las Monjas], la Concha Street [calle Concepción], la Shadow Point Beach [playa de Punta Umbría], el Conqueror Hill [el cabezo=la colina del Conquero], el Fishers Pier [puerto pesquero], y a Oskar le gusta descubrir que hubo un abuelo joven y juguetón cuyas mejores horas pasaron en estos lugares. El colmo es cuando pasamos a visitar a mi sastre, Rodés, en el lateral W de la Plaza, y después de saludarnos con abrazos y charlar un rato con él y darle el pésame por la muerte de su hermano, al despedirnos Rodés agarra a Oskar y lo abraza apretado y le da un beso y le dice que lo hace «porque para mí es como si fueras un nieto mío». Un momento emocionante.

 

A las 2:00 pm llegamos a casa de Mónica para almorzar. Javier y David miran con malos ojos a Oskar, quien después de lo de Rodés, y mientras yo me tomaba un gintonic sentado en la plaza, fue con Diny a un supermercado y compró una casaca deportiva ¡¡con el emblema del Madrid!!, equipo del que abomina la familia Bada, con excepción de mi sobrino Ricardo. Así que al pobre Oskar no le queda otra que aguantar el chaparrón, pero como él es un estoico y nosotros somos benevolentes con los extravíos mentales, la cosa no pasa a mayores. Y puesto que la charla bascula hacia el tema fútbol, le explico a Oskar que David ha sido dos veces subcampeón del mundo y dos veces campeón de Europa en la modalidad de beach soccer [=fútbol playa]. Por su parte los niños, Nuria, Davinchi, Lucas, Nicolás (que hoy cumple años), organizan una procesión con todas las de la ley y además le ofrecen a Oskar una demostración de baile flamenco.

 

La lluvia se pone en contra del Lunes Santo, tres de las cuatro cofradías no se arriesgan a salir, la única que lo hace es la del Calvario, cuyo regreso al templo vemos por la noche en casa de Reme & Pepe, y por esa entrada acompañada de dos saetas ya habría valido la pena venir a Huelva. Por cierto que cuando llegamos a la casa estaban José Luis y Alejandro, y ambos los dos, como decía Cantinflas, me preguntaron cuáles fueron las razones que me movieron a irme de España. En la familia, dicen, todo el mundo sabe que fue por motivos políticos, pero no saben cuáles y quieren saberlos. Les cuento. Les cuento porque, además, en el poco tiempo de estos días que llevamos acá, y atando cabos, me he reafirmado en el gozoso saber de que toda mi familia es de izquierda, aunque cada uno lo sea a su manera. Por su parte, Pepe se extraña de que yo siga reinando en la idea de que este va a ser mi último viaje a España, y le recuerdo que ya lo iba a ser el del 2012 si no fuera porque me enfermé en Madrid y tuvieron que hospitalizarme. Además, le digo, no tienes que entenderlo como un “adiós a la vida”, lo que no es, simplemente es un “adiós a los viajes”.

 

22.3., Martes Santo :

Me tomo la presión después de ducharme y los valores son mínimos, 86 / 68. Así es que esta mañanita de Martes Santo, en vez de dos me mando a bodega tres bolas Mozart, es una medida preventiva que tomé en el aeropuerto de Düsseldorf, la de comprar tres bolsas de 273 gr. para tener siempre a mano alguna inyección de energía. 10’ después los valores se han estabilizado: 139 / 74. La mezcla de mazapán, pistacho, crema de nueces y chocolate es imbatible.

 

El agua potable de Huelva es de una categoría equiparable a la de Madrid o París, lo nota quien se afeita con cuchilla, cuando la espuma del jabón de afeitar te deja la cara como si fueras mismo Papá Noel. En Colonia, con la misma cantidad de jabón sólo consigues una capa blanquecina que te deja una cara de superviviente del Gulag atacado por una rara especie de epidermitis.

 

Hay varios monumentos nuevos en Huelva. Admirable sólo el dedicado a Juan Ramón, con toda la dignidad que se merece su inmensa poesía. De los otros dos que he descubierto, uno es el de Colón, tan estúpida y falsamente ubicado en la Plaza de las Monjas, nada menos que al frente de la avenida Martín Alonso Pinzón (y menos mal que no mira en esa dirección, sino en la del Gran Teatro). Y el tercero está en El Punto, dedicado de manera naturalista a una ceremonia bárbara, condensación suma de chovinismo pueblerino y de machismo universal, que es el momento en que los almonteños asaltan la ermita del Rocío para sacar en andas a esa su Divina Pastora. Digo bien lo de Pastora, porque los que la llevan en andas son un rebaño.

 

Hemos desayunado (la penúltima vez) en lo de Joselito, que bajó de su casa a echar un rato con nosotros. Luego, al mediodía, unas tapas en Agmanir, que abrió sus puertas el año en que me fui de España, 1963, y fue donde Diny, en su primera visita a Huelva, en nuestro viaje de novios, probó por primera vez los champiñones al ajillo, que, con las coquinas, son su tapa preferida. También la pide ahora mientras yo me decanto por el cazón con tomate, que le doy a probar a Oskar y le gusta. De allí pasamos a tapear al bar Miguel, en el mercado, y en lo que era El Alba, donde el choco frito sigue siendo de una calidad insuperable, y las coquinas, y bueno, todo. Después al puerto viejo, al embarcadero de las antiguas canoas de Punta Umbría, porque me quiero despedir de las salinas de Bacuta. Y de los Jardines del Muelle al hotel, los tres, a dormir la siesta, Diny de un lado, yo del otro, y Oskar en el centro.

 

Oskar le trajo respectivos regalos a Reme y Ana, pero el de Pepe lo tenía que comprar en Huelva. Lo hemos comprado hoy, en Los Ángeles, que sigue siendo el sitio refinado y elegante que ha sido de toda la vida. Lo único que no condice con esta tienda, con su indudable clase, es que no posea página web propia y anuncie sus mercancías en la reputísima Scarfacebook. Pero ya lo dijo Osgood Fielding III de manera inmortal: «Nobody is perfect!»

 

Los atentados criminales en el aeropuerto y el Metro de Bruselas dominan los noticieros. Mientras camino hacia la Plaza de San Pedro, donde nos hemos citado con Reme & Pepe para asistir a la salida de Pasión, me pregunto qué lugar seguro queda en Occidente. Dondequiera que sea y por razones de trabajo o de recreo se reúna una multitud, cualquier fundamentalista alucinado puede inmolarse llevándose por delante decenas de vidas humanas. No sé yo si a Mahoma le parecería bien tanta cobardía y, sobre todo, una lectura tan tergiversada de su mensaje.

 

Pasión. La Hermandad de Pasión es a Huelva lo que la del Gran Poder a Sevilla. Las familias de Reme (la mía) y Pepe son de Pasión. De hecho, Pepe salió un año de costalero, y su hijo José Luis –que acaba de hacerle abuelo de un segundo nieto– creo que lo hizo hasta nueve veces. De hecho, Ana desfila de penitente, también Juanito, el primer nieto, y hasta Nuria, según me parece haber entendido. Y en la Plaza de San Pedro nos encontramos una vez más con el mismo problema del Domingo de Ramos. Las cofradías no se deciden a salir hasta que el parte meteorológico no dé luz verde. Por fin lo hacen, pasada una hora, y vemos desfilar al Cristo con la cruz a cuestas y a la Virgen del Refugio, y nos vamos a la calle José Nogales, por donde pasará luego, para iniciar la carrera oficial en la Placeta, bajo la sombra protectora de Ganímedes y el águila, que coronan el edificio de La Unión y el Fénix. [Lo construyeron siendo el más alto de Huelva en 1947, y pues Ganímedes va con la mano extendida, la vox pópuli, en clave de humor negro, lo bautizó como “Hasta aquí llega el hambre”]. Conseguimos una mesa larga en un bar de José Nogales y vemos el desfile de la cofradía, pero también el trajín de costaleros y penitentes entrando a refrescarse al mostrador del bar. Todo esto es nuevo y no sé si un pelín alucinante para Oskar, pero creo poder asegurar que no se aburre. Y que su apetito ha mejorado con su oído. Nos despedimos de ellos, que regresan a casa, y con Pili & Laure recorremos las calles solitarias de Huelva hasta que nos dejan en la puerta del hotel, y siguen para su casa, donde comienza la cuesta del Barrio Obrero.

 

23.3., Miércoles Santo :

Hoy sí es la despedida de Joselito, de unos 70 años de amistad ininterrumpida, y nos despedimos también de Chema y Lola, que continuaron manteniendo conmigo la tradición que inauguró José padre el día de la semana santa de 1966, cuando regresé a España al cabo de mis primeros tres años en Alemania. Joselito tenía una pizarra colgada en la pared detrás del mostrador, dividida en filas numeradas con trazos de pintura blanca. En ellas apuntaba con tiza las consumiciones de los parroquianos fieles y que le pagaban a fin de meso cuando tenían dinero. Apenas llegado a Huelva pasé a saludarlo, me tomé unas cañas y unas tapas, con Willy, que me acompañó en aquel viaje, y le pedí a Joselito que me apuntase la consumición en una de las filas vacías, para pagarle todo junto el día que emprendiésemos el viaje de regreso. Y allí fuimos todos los dìas, Willy y yo, a tomar un par de cañas y tapear, y a recordar viejos tiempos con Joselito, y el día del regreso, al ir a pagar me doy cuenta de que la fila está en blanco, aunque había visto cada día cómo Joselito apuntaba en ella nuestras consumiciones. «José, ¿qué te debo?», le pregunté. Joselito miró la pizarra y me dijo: «Me parece que nada». Le di un abrazo y me dijo al oído: «Tú en esta casa no pagas, ni ahora ni nunca». Willy me preguntó luego si yo quería mucho a Joselito, al ver cómo me brillaban los ojos. Y le dije que sí, le expliqué cómo nació esa amistad entrañable, y lo entendió.

[Escribir esta entrada me ha hecho volver a llorar, no he podido ni querido evitarlo].

 

Combinamos con Laure que nos pase a buscar por el hotel, y ya en su coche pasamos a recoger a Oskar, en casa de Reme. Desde que llegó, Oskar está insistiendo en que quiere ir a la playa, y hoy es el primer día de sol sin nubes y cielo intensamente azul. Vamos por la autovía y le hago notar a Oskar la omnipresencia del pino marítimo y el enebro, que convierten estas playas en algo único. Y aún más único es el espectáculo de La Flecha del Rompido, con la desembocadura del Piedras en paralelo perfecto con el oceáno, un paisaje que cada vez que lo veo me corta la respiración. Los lleva Laure a Diny y Oskar abajo, por los senderos de madera entre los pinos; yo me quedo arriba, saboreando por última vez esta gloria, y anotando para mi capote cómo a un vándalo hijueputa se le pudo ocurrir emborronar en el cartel explicativo la palabra “Rompido” para escribir encima, con rotulador, “Nueva Umbría (Lepe)”. Se necesita ser eso, hijueputa, sin atenuantes. Y de allí vamos luego a Punta Umbría, a la playa del océano y a la de la ría, y le cuento a Oskar de cómo fue que los ingleses descubrieron esta maravilla y construyeron sus casas sobre pilastras, por mor de las fuertes mareas; unas casas de las que sólo han sobrevivido sus fotografías.

 

Nos hemos citado para almorzar con ½ familia en El Lepero, un restaurante buenísimo, cerca de la entrada al puente nuevo paralelo al puente–sifón viejo, que diseñó Juan Manuel y que semeja una bandada de pájaros levantando el vuelo. En El Lepero prueba Oskar por primera vez en su vida, y le gusta mucho, un filete de pez espada, aunque no en su preparación “aguja palá”. Y al rato llega Riqui, que acaba de ser padre de una niña que bate records del libro de los Guinness, y así está de orgulloso. Como es el último en llegar, se sienta frente a mí, que soy el último del lado de la pared, y también él, como José Luis y Alejandro hace un par de días, me interroga a fondo acerca de los motivos que me llevaron a abandonar España. Y vuelta a contar la misma historia. Un día de estos la voy a grabar, y cuando me pregunten, saco el CD y se lo regalo a quien me lo pregunte. Y esto no es desagradecimiento, sino cansancio del material.

 

Tras la siesta, y yendo al centro, al encuentro con Oskar & Co, vemos cómo la Victoria está al final de la calle de los Tumbados (en cuyo n.º 21 nací) y entrando a la Plaza Niña, así es que nos vamos tras ella para verla detenerse delante de la capilla de las Hermanitas de la Cruz, con sus puertas abiertas de par en par para que estas benditas mujeres le canten a su Virgen. Ella y la de la Esperanza son a la semana santa de Huelva lo que la Macarena y la trianera a la de Sevilla. Nomás que la Esperanza onubense es la más guapa de las cuatro: «Lo digo y no me corro», © by César Vallejo. Y para verla pasar por delante de la casa donde nació Rebeca, en la esquina de Rábida y Berdigón, donde nos hemos citado con el resto, salimos de la Plaza Niña pero la aglomeración de gente es tal que sólo podemos llegar hasta Miguel Redondo, y ahí es donde la vemos desfilar en todo su esplendor. Luego la veremos una vez más, al regresar al hotel y sentir yo que ya suenan los tambores y cornetas del lado de la calle La Paz. Volvemos a la Plaza Niña, por si acaso pasara que este año se recogiese a la hora que marca la guía de cofradías, pero a las 0:15 am ni siquiera se ve todavía llegar el paso del Señor, de manera que desplegamos velas rumbo al descanso.

 

24.3., Jueves Santo :

Por la mañana, en la tartería Las Alemanas (¡no está ID!), escribimos diez postales a Alemania, Holanda –¡Héctor!–, Francia, Estados Unidos, Argentina y Costa Rica, esta para La Maguita, que mañana tiene cumplesantos. Después, en el hotel, el conserje nos entrega una bolsa que nos ha dejado Mónica para Oskar, es una bolsa de la tienda del Recre y contiene una camiseta del Recre para Oskar. A mí se me hace que es un regalo de Javier, antimadridista a machamartillo y a quien debe haberle caído como un baño de agua fría el que uno de sus huéspedes ostentara sobre su pecho el emblema de los merengues, ¡qué deshonra para su casa! (Yo pensaría igual que él).

 

[El tema del Recreativo no nos abandona desde que llegamos. Al parecer existe el peligro real de que el Club desaparezca. Y la cantidad de teorías que se barajan al respecto haría las delicias del autor de las aventuras de Rocambole. Ni las trapisondas de la FIFA le hacen sombra].

 

Mientras esperamos en el hotel que pasen a buscarnos Pili & Laure, decido meterme en mi cuenta de Google Drive en una de las dos compus del vestíbulo del hotel que están a disposición de los clientes, y limpio de correo basura mi estafeta, pero al mismo tiempo constato, con una sorpresa que no sé cómo adjetivar, que mis archivos de Google Drive no están al día. ¿Será que se adaptan automáticamente al nivel de atraso mental que se vive en España y que me lo demuestran día a día las tertulias televisivas que parecen grabadas en las cuevas de Altamira antes de que a alguien se le ocurriera, como terapia, ponerles a pintar bisontes en las paredes? ¡Misterio, y grande!

 

Prácticamente toda la familia, menos la Nena y sus hijas, estamos citados para un almuerzo a las 2:30 pm en El Escobalín, un restaurante de Isla Cristina. Nosotros vamos allá con Pili & Laure, con quienes hemos recogido a Oskar en casa de Reme. Al llegar al restaurante sólo son ± las 2:00, de manera que todos deciden darse un paseo por IC todos menos yo, me quedo acodado al mostrador de la taberna que hay a la entrada, tomando un gintonic. Observo que en la pared a mi frente, por encima de las botellas, hay una especie de tabernáculo con puerta acristalada detrás de la cuál se ve una imagen de una Virgen, y delante de ella, casi en la misma postura, la de otra pero en escala 1:10 respecto de la primera. Al paisano que a mi lado despacha una caña y una copiosa tapa de bacalao con tomate le pregunto si la Virgen grande no es la del Carmen, y me dice que sí. «¿Y la chiquita?» «Esa es la Virgen del Mar». «O sea, que la del Carmen es la patrona de Isla Cristina y» «No, no, la de Isla Cristina es la Virgen del Rosario, la del Carmen es la patrona de los marineros». «Eso ya lo sé, pero ¿y la chiquita?» «Esa es la patrona de un barrio de aquí, que se llama Punta del Caimán». Todo un tratado de Mariología. Ora pro nobis. Et pro pubis.

 

El almuerzo en El Escobalín no puedo calificarlo de otro modo que pantagruélico. Está todo tan rico, y anda uno con tanta hambre atrasada de comerse el mar, que engullo comida hasta que ya el estómago, el esófago, el hígado, los riñones, el páncreas piden clemencia, arrodillados delante de mis dioses, y encargo un orujo con hielo. Aparte de los placeres de la comida y la bebida, lo que se me queda más grabado en la memoria es el susto, casi el rechazo, poco menos que indignado, del consuegro de Reme & Pepe cuando le dicen que este es mi último viaje a Huelva. No consigo convencerle de que no se trata de un “adiós a la vida” sino simplemente a los viajes, que estoy ya ahíto de viajes y no quiero volverme a mover de mi casa. Ahítos también de comida, después de pagar, nos vamos en caravana a La Antilla, la playa de Lepe, a redondear el condumio con un helado. Oskar y yo bajamos hasta la orilla del Padre Atlántico y nos quedamos un largo rato silenciosos frente a él y viendo como el sol se despide de mala gana de este sitio mágico.

 

No salimos a ver cofradías esta noche. Nos quedamos tranquilos, Reme & Pepe, Diny & yo, en la casa de ellos, mientras que Ana arrastra a Oskar a la noche onubense. Vemos en TV la procesión de la que fui cofrade en mis años mozos, la del Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Consolación y Correa en Sus Dolores (lo de la correa siempre ha sido un misterio para mí, y ni Reme ni Pepe saben tampoco qué se quiere decir con ello).

 

25.3., Viernes Santo :

Al salir del hotel agarra Diny, como todos los días, un ejemplar del periódico del montón sobre el mostrador del conserje y, de repente, se para en seco: «Ha muerto Cruijff». Me paro yo también en seco. No se ha muerto cualquiera, sino alguien que realizó la inversión copernicana del fútbol, fue su Kepler y su Galileo. Al lado de este gigante, aplicados aprendices como Metadona se ven poco menos que como bacilos en un microscopio.

 

Vamos a desayunar a Oh La La para evitar el encuentro con ID. Decidimos ir a lo de Reme en el bus, pero en la parada de la estación de Sevilla descubrimos que acaba de pasar y el siguiente será dentro de ½ hora. Optamos por ir a pie, despacito. Y fue bueno que lo hiciéramos porque eso nos permitió volver a despedirnos de Joselito, que había salido a dar una vuelta, como hace todas las mañanas. Y luego, sentados en la Plaza de las Monjas, de repente oigo música y me digo que eso debe ser que se está recogiendo la de la madrugá, la cofradía del Nazareno, por más que la hora oficial sean las 9:00 y estén dando las 11:00. Así es, nos acercamos a la esquina de Méndez Núñez y asistimos a la entrada de la Amargura en la iglesia, no sin que antes le hayan cantado una y otra saeta y haya habido una petalada interminable (la palabra “petalada” me rechina en el oído, pero es la que han inventado para la lluvia de pétalos, quelle horreur!), amén de muchos vivas, del griterío “¡Guapa, guapa, guapa!” y el canto a coro del Avemaría con acompañamiento de la banda de música. Es quizás el momento más intenso que he vivido en esta mi última semana santa. Al ir a la parada de taxis en Rafael López, me pregunta Diny que por qué lloraba tanta gente, y le contesto que por lo mismo que lloré yo. Hay que haber nacido acá para sentirlo tan hondo.

 

En casa de la Reme vemos las entradas de la Macarena y la trianera, en la tele, transmitidas en directo. Yo las he visto, una vez la Macarena, cuatro la trianera, en los cinco años que viví allí cuando estudiaba la carrera. Hoy, en ciertas tomas de la Macarena le advierto gran parecido con la duquesa de Alba, esa cara de muñeca. El reportaje de la entrada incluye el canto del “Ave María” de Gounod, por Ainhoa Arteta, en la basílica, antes de la salida. Y Ainhoa canta como los ángeles, pero prefiero el canto coral que acabamos de escuchar en la entrada de la Amargura.

 

[De la Macarena me queda el recuerdo de un día del otoño de 1971 en que Diny y yo tendríamos que estar en Moscú, pero como no me dieron visado de entrada –yo trabajaba para la emisora del enemigo– y ya teníamos las maletas hechas y a los niños colocados entre mis suegros y mi cuñada Riet, recién casada, a quien le confiamos Montserrat, de un año entonces, decidimos cambiar el rumbo y nos fuimos a Madrid con Luis Pardi, quien también nos iba a acompañar a Moscú y se encontraba en nuestro mismo caso. Y de Madrid, después de un par de días, decidimos darle una sorpresa a mis padres y pasar primero por Sevilla, que Luis no conocía. Llegamos a Sevilla y me pareció raro el camino que tomó el taxista para llevarnos al hotel, y se lo dije, añadiéndole que me sabía la ciudad de memoria por los cinco años que viví en ella. El taxista me contestó que estaba dando ese rodeo por culpa de las calles cerradas al tráfico por la procesión de la Macarena. «¡Pero  si estamos en octubre!» le dije, y nos explicó que ese día sacaban a la Macarena, con paso y todo, porque le iban a imponer la banda de alcaldesa de Sevilla o el fajín de capitán general o no sé qué pasamanería por el estilo. Y así fue cómo Luis Pardi vio la procesión de la Macarena sin haber ido nunca a Sevilla en semana santa].

 

Llegó mi primo Ricardo, que además es mi ahijado, y le pregunté que cuántos años tiene ya, y me contestó sin alterarse que justamente hoy cumplía 58. Ricardo almuerza todos los viernes en casa de Reme, y hoy lo hace en compañía nuestra y de Oskar, que al cabo se levantó y a quien ya no le duele el oído, alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

Nos quedamos sin ver a los amigos (Cruz & Pepe, Bernardo, Vicente, Juan Manuel) pero el único rato que pudimos escaquearnos de la familia fue para encontrarnos en Fuentepiña con Isabel & Pablo, de cuyo segundo hijo (que ya los hizo abuelos) somos los padrinos. Isabel & Pablo son entrañables para nosotros, nos conocemos –yo con ellos– desde 1963 en Alemania, compartimos alegrías y penas todo un año en Berlín, 1964, y ahora llevábamos sin vernos, por circunstancias adversas, desde el 2007. Para recordar aquía Cruz & Pepe los vimos en el 2008 y el 2010, igual que a Vicente y Juan Manuel & Lourdes, y a Bernardo esos mismos dos años y además en el 2012, en Madrid, recién salido yo de la clínica San Carlos donde estuve internado una semana. Es decir, que sí pensamos en los amigos, pero esta vez Isabel & Pablo tenían prioridad absoluta. Y llamar a los otros por teléfono para nomás saludar me pareció que no era de recibo.

 

Después de la siesta llamo al 959–808229 e Isabel atiende y da un grito de alegría al reconocer inmediatamente mi voz. Estaban saliendo, porque Pablo la había invitado a comer fuera de casa, así es que Pablo me dice que tomemos el autobús 3, que tiene parada casi al lado del hotel, en El Punto, y que nos bajemos en Fuentepiña, nos esperarán en la parada. Salimos del hotel, veo llegar el bus y nos subimos a él sin que me dé tiempo de mirar el trayecto, pero como anuncian las paradas no veo mayor problema. Parada Barriada José Antonio: me pregunto cómo es posible que haya un lugar que siga llamándose así y hasta dónde alcanza la memoria histórica. Parada Fuerzas Armadas. Parada Saladillo. Esta es ya una Huelva que desconozco. Pero cuando el bus gira en ángulo recto a la izquierda sé que algo va mal. Le pregunto al chófer que dónde está la parada Fuentepiña y me contesta que no hay una con ese nombre, y que Fuentepiña, el barrio, ya lo dejamos atrás. Nos bajamos en Honduras (¡qué simbólico!) y como no hay esperanza de que pase un taxi caminamos casi 1 km en dirección a Huelva, y en la parada Saladillo, al otro lado de la ancha carretera, veo las inconfundibles siluetas de Pablo, esperando a pie, e Isabel sentada. Les hago señas con el bastón (con la voz no alcanzaría) pero no me ven, aguardan la llegada del bus, que pasa, descarga pasaje y sigue. Y ven que nosotros no hemos bajado. Sigo haciéndoles señas desesperadas con el bastón, finalmente envío a Diny a buscarlos, y apenas cruza la carrretera ya sale corriendo Pablo a abrazarla. ¡Por fin! Pasamos con ellos una hora y media de confidencias y recuerdos, y regresamos al centro en un taxi.

 

Vamos a Agmanir, pero está lleno a tope, y entonces me decido por una cafetería que hay en la Gran Vía, donde estuvo el Banco Exterior y tienen una buena carta de tapas. Con lo cual, y sin darnos cuenta, resulta que llegamos cuando está desfilando la primera de las cuatro cofradías de hoy, por la carrera oficial, y las vemos, las cuatro, ricamente sentados en la cafetería y comiendo tortillitas de camarones. Cuando termina de pasar la del Silencio la acompañamos a su ritmo hasta la esquina con Cardenal Cisneros, donde dobla a la derecha para regresar al templo. Esta es una de las cofradías que más me gustan, por su sencillez, su despojo, su Virgen con carita de niña. Mientras vamos de regreso al hotel pienso, sobre todo al recordar la aventura de Fuentepiña esta tarde, que en los siete días que llevo en Huelva he caminado más que en tres meses en Colonia.

 

26.3., Sábado de Gloria :

Hoy Oskar se irá con Ana a una barbacoa en Bellavista, y pasarán allí el día. Y Diny tiene que ir de compras con la Nena, de modo que se va temprano del hotel, me quedo solo y llamo a Laure porque quiero comprar la última entrega de la saga de Bevilacqua y Chamorro, y Pepe me ha dicho que hay una librería nueva muy cerca del hotel, en la esquina de la calle donde vive Laure. Sale a esperarme cerca de lo era el campo del Velódromo y vamos a la librería. No tienen Los cuerpos extraños, ya se lo encargaré a alguien que vaya a viajar a Colonia. En casa de Laure repasamos en pantalla su archivo de fotos de la familia y me pasa por email una ½ docena larga de ellas. Me revancho con la del abuelo Pantaleón, que él no tenía y que rastreamos en mi cuenta de Google Drive. Aparece Rogelio, a quien no veía desde la boda de Alejandro, y lo mismo que aparece desaparece diciéndome «Nos vemos», y cuando le contesto que no, no nos veremos, me replica «Bueno, pues nos imaginamos». En camino a la casa de la Nena, donde estamos invitados a almorzar, a la altura de la gasolinera nos cruzamos con el paso de una Virgen que están llevando al almacén; es un espectáculo curioso, pena que no esté Oskar para verlo. En lo de la Nena arroz con guisantes y gambitas + tortillitas de bacalao, que se hacen con harina de garbanzo y son una pura delicia, sobre todo regadas por un buen crianza.

 

[Al ir a encontrarme con Laure y antes de llegar al Hotel Luz Huelva, miré a la derecha y vi cómo la Avenida de Cádiz termina, simbólicamente, en un puente derrumbado. Hay un cartel en rojo que prohibe seguir más allá. Las relaciones de Huelva con Cádiz siempre han sido así].

 

Nos llevó Ricardo al hotel después del almuerzo y nos pasa a buscar después de la siesta, para llevarnos con su madre a lo de Meli & Julio, donde estamos invitados a merendar. Este viaje se ha ido paulatinamente convirtiendo en una maratón gastronómica. Pero quién le diría que no a unas torrijas tan exquisitas y un bizcocho tan bueno como los de esta merienda. Redondeada por un gintonic con una ginebra rosa sevillana, hecha con fresa de Huelva, que desconocía y a la que me apunto desde ya. Luego, Meli me muestra varias fotos familiares de su archivo, entre ellas un par de ellas de su madre donde Amelia parece mismamente una actriz del Hollywood de los 50.

 

Meli nos deja con su auto en el centro y salimos a dar nuestro último paseo nocturno por Huelva. No perdona Diny en Agmanir sus champiñones al ajillo mientras yo tomo despacio un gintonic, aunque me intriga ver en la lista de tapas una que se llama “lagrimitas de pollo”, pero no tanto como para encargarla ni mucho menos comerla. De allì nos vamos al Azabache, donde yo quería despedir el taperío onubense, pero resulta que cierra los sábados. Estrenamos El Portichuelo, en la acera de enfrente y algo más cerca del Gran Teatro. Se han acabado las coquinas y Diny pide almejas. Yo sigo fiel a mi gintonic. Los camareros se extrañan todos de que sólo Diny pide tapas. No saben lo que Margot, la canaria de La Daniela de Cuchilleros, en Madrid, que le dijo una vez a Yamila mirándonos a los dos: «Él se alimenta de lo que ella come». Y terminamos el viacrucis en La Taberna del Condado, en Sor Ángela de la Cruz, que era algo así como nuestro cuartel general cuando acudíamos al festival de cine, o sea, cuando el festival de cine era lo que era y hace mucho tiempo dejó de ser. La última vez que vinimos fue en 1994 y ya daba asco entonces, ahora debe ser aún peor. La política lo envenena y lo deprecia todo.

 

27.3., Domingo de Resurrección, Pascua Florida :

Toda la noche sin dormir, con Diny roncando sin parar. No consigo que deje de hacerlo ni con los más enérgicos chasquidos de lengua ni renovados empujones. Es ese sueño que los viejos tebeos señalizaban con un leño siendo serruchado. Al final tengo el cuerpo tan molido como si hubiese luchado contra un ejército de molinos de viento holandeses.

 

Yendo a desayunar me fijo una vez más en que la nueva manera de colocar los letreros de las calles hará que algunos extranjeros se pregunten por qué será que hay tantas de ellas que se llaman PROHIBIDO FIJAR CARTELES.

 

Desayunamos en Oh La La para no fastidiarnos la última mañana con la presencia de ID, a quien vimos por los ventanales de Las Alemanas, en ardua charla con alguna víctima. Diny pide jugo de naranja, un montadito de bacon y un café negro; yo, negro y doble. Cuando vemos pasar a ID camino de su casa, rogamos a los dioses que no le dé por mirar hacia nuestra ventana: los dioses nos oyen, loados sean. Al regresar al hotel tomamos un taxi junto a la Casa Colón, recogemos la maleta y las bolsas y nos vamos a casa de Reme & Pepe, de donde partiremos a las 4:00 pm (ya en el horario de verano, que ha empezado esta noche). Con el taxista converso acerca de Cruijff, coincidimos en considerarlo uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos.

 

Por Reme sabemos que todos duermen, en especial Ana y Oskar, que regresaron de la barbacoa a las 5 am. Pero poco a poco van apareciendo todos, y Ana asegura que le dijo a Oskar varias veces que si quería que llamase a Pepe para que fuese a buscarlo, pero Oskar insistió en seguir la fiesta hasta el final. Grande, Oskar. Para la despedida hay sobre la mesa un gran plato de jamón y otro de tortillitas de camarones, que fueron solemnemente coronados con un arroz con almejas como para rechuparse los dedos. Y para que todo sea perfecto, Reme nos regala además una ración de jamón de bellota de la sierra de Aracena, cortado a cuchillo y envasado al vacío. Viva el lujo y quien lo trujo. Me recuerda un tuit que leí hace meses, de una de las tuiteras “más mijores” (como diría Cantinflas) y que me da en la nariz que debe de ser gaditana :

 

Viaje sin incidencias al aeropuerto de Faro, llegamos a las 5:30 (hora española) y nuestro vuelo sale a las 6:00 (hora portuguesa), tenemos hora y ½ para chequear. Nos despedimos de Reme & Pepe, esa pareja entrañable y yo diría que irrepetible. Pepe me hace prometerle que le enviaré un ejemplar de los dos que me quedan de La generación del 39, porque el suyo se lo prestaron a mi antigua novia Conchita y ella se hace la loca cada vez que le piden que se lo devuelva. Y yo le hago prometer a Pepe que nos visitarán el año que viene. Abrazos y adiós, y gracias, milyuna.


En el aeropuerto hay un letrero asegurando que Faro reúne las mejores bellezas de Portugal. Una de ellas debe ser que los servicios para hombres y mujeres son unipersonales, al menos en las salas de salidas de vuelos. Ver colas ante la puerta del baño de señoras es habitual, pero delante de la de los hombres sólo en la pausa de los partidos de fútbol. Y en el aeropuerto de Faro.

 

Entre quienes vuelan con nosotros va el equipo infantil del Borussia Dortmund, ha acudido al Mundialito infantil celebrado estos días en el Algarve. En él también participó el equipo que está entrenando David. Les pregunto que cómo les fue y me dicen que perdieron en cuartos de final contra Angola. Y bueno, les consuelo, los de Angola jugaban casi a domicilio.

 

A Oskar le decomisan productos higiénicos que llevaba en su bolso (desodorante, champú, etc.) porque los envases excedían en 100 ml [= 1cm³] de lo permitido. ¡Por Dios y por todos los santos, sí, querida guardia fronteriza del aeropuerto de Faro, esos 3 cm³ eran un peligro para la seguridad del vuelo, obrigados, obrigadíssimos por habérnoslo evitado! La madre que os parió.

 

Frank tuvo ayer cumpleaños y Oskar me pregunta, yendo al Duty Free, qué le recomiendo que le lleve como regalo. Él piensa en un whisky, pero lo convenzo de que mejor será una bagaceira de las buenas. Obediente, compra la que le señalo.

 

Salimos puntuales de Faro, de nuevo en modo lata de sardinas. Pero ya contábamos con ello.

 

Weiß/Colonia, 27.3.

Llegamos puntuales a Düsseldorf, pero tuvimos que esperar casi ½ hora a nuestra valija (la bolsa de Oskar fue de los primeros equipajes en aparecer). Finalmente podemos salir camino del jóm suít jóm y pasamos el viejo límite municipal de Weiß a las 11:32 pm. Tres minutos más tarde ya estamos en casa. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. Esta sería definitivamente una noche de lo más maravillosa si al acostarme ya no me volviese a despertar. Ojalá.

 

Weiß/Colonia, 28.3.

Ayer, 10’ antes de que aterrizásemos en Düsseldorf, pasaron en el canal ARD el primer epìsodio de la serie del detective de las Shetland, Jimmy Perez, y el segundo pase era a las 3:25 am, o sea que me lo perdí definitivamente. ¡Pero ni uno más! Es una de mis sagas policiales predilectas.

 

Todo el día dedicado a despachar la correspondencia acumulada y, sobre todo, escanear y luego copiar a papel los mil y un papeles que la burrocracia española precisa para pagar los honorarios de unas traducciones y unos artículos que, de manera documentable, han aparecido en la prensa y no es lavado de dinero negro el hecho de que se los pague. Estoy muy tentado de mandarlos a todos a tomar por culo (a no ser que les guste, cosa que bien pudiera ser) y a que se queden con su puto dinero, o lo donen en mi nombre a Putas Sin Fronteras, suponiendo que haya alguna ONG con ese nombre. Y estoy por completo seguro de que como me cabree mucho, terminaré haciéndolo. ¡Administraciones que trabajan en el siglo de la corrupción tratándonos como presuntos corruptos a quienes no sólo no cometemos desfalcos millonarios sino sólo queremos que se nos pague unas decenas (¡¡pocas!!) de euros por nuestro trabajo! ¡Váyanse ustedes definitivamente a la requetemilgranputa que las requetecontrarremilparió!

 

Doy de mano para ver a las 11:45 pm un episodio más de la serie policial sueca de Arne Dahl acerca del Grupo A, una de las mejores en su género. Y el cuerpo me pide descanso, sobre todo una parte muy importante de ese cuerpo: mi cerebro.

 

Weiß/Colonia, 29.3.

En La Modicana con Diny, que platica con Carlitos largo y seguido acerca de nuestra peripecia troglodita. Yo me concentro en mi sopa de pescado, y es porque me quedé sin degustar la del Azabache, lugar que reservaba in petto para despedirme de Huelva… sin tener la precaución de consultar con mi amiga Miss Google y enterarme de que cierran el sábado por la noche. Hélas! Ojalá que inauguren una filial en el valle de Josafat.

 

De la firma que administra la cadena a la que pertenece el hotel donde nos alojamos en Huelva me envían el habitual cuestionario donde al final pueden dejarse las impresiones del viajero acerca de la ciudad, su gastronomía, sus transportes, etc. Les dejé estas: «Yo nací aquí hace ya casi 77 años. Al llegar a la edad de la razón la rebauticé con el nombre de Troglodia. Hoy en día ha cambiado bastante, ya se la ve casi en el Neolítico. Es un pequeño paso para Huelva pero un gran avance para la Humanidá. En cualquier caso lo que más me gustó fue poder reencontrarme con mi querida parentela, y que la conociese (a ruego propio) nuestro nieto predilecto. Comer casi siempre comimos en familia pero puedo recomendar los restaurantes El Lepero, en la propia Huelva, y El Escobalín, en Isla Cristina. En cuanto a lo de si es fácil moverse por Huelva, los transportes públicos son eficientes y la cera en las calles por donde pasan las procesiones ayuda al deslizamiento. Y por último, diría que para las parejas ancianas como nosotros las actividades más recomendables son la ingestión de chocolate con churros y una buena ración de coquinas. (Nota bene: La pregunta “¿Qué actividades pueden hacer las parejas mayores como tú?” está requetemal formulada: no soy una pareja mayor, sólo soy parte de una)».

 

Tercer episodio de la policial australiana protagonizada por la detective aficionada Phryne Fisher. Es una gozada esta serie, sólo por el vestuario y la ambientación ya valdría la pena verla.

 

Weiß/Colonia, 30.3.

Al despertarme crei que no me podría levantar. Me dolía todo el cuerpo como cuando se padece gripe, pero no tenía fiebre, sólo una insoportable tendencia a moquear y a estornudar, y con cada estornudo sentía la lanzada de Longinos. Oremus.

 

Me está costando un güevo y la yema del otro la transcripción de los apuntes tomados en Huelva, y menos mal que me ayuda el hecho de que me medí y registré todos los días la presión sanguínea a la mañana y la noche, amén de que me orienta mucho la guía de las cofradías, recuerdo todas y cada una de las que vi. ¡Si hasta recuerdo las que no vi!

 

Weiß/Colonia, 31.3.

1:00 am : Acaban de pasar The Messenger, una peli que se te mete bajo la piel. Las dos veces que la he visto me hizo recordar la primera historia que leí acerca de la comunicación a los parientes de los caídos en la guerra de que sus queridos hijos, esposos, lo que sea, murieron en combate. Fue en The Human Comedy, de Saroyan, otro de mis libros más releídos, y siempre maravilloso.

 

Miguel Mejía, el poeta de Huelva que vive en Sopot, Polonia, me manda un paquetito con dos libros, certificado. Le escribo: «Hola Miguel, me llegaron hoy tus libros, y fue una suerte que estuviera en casa, porque siempre es un incordio del carajo cuando no hay nadie en casa, dejan el aviso y hay que ir a buscar el envío en la oficina postal, un lugar que queda donde Cristo perdió la camiseta del Recre. Gracias, Miguel, y los leeré apenas me deshaga del cúmulo de cosas que se amontonaron en esta casa y esta pantalla los nueve días que estuvimos en Huelva acompañando a nuestro segundo nieto, quien expresó el deseo de conocer a su familia choquera y lo llevamos a conocer además ese maravilloso espectáculo pagano que es una semana santa andaluza. Estoy desde el lunes pasando a pantalla todos los apuntes tomados durante nuestros nueve días allá, pero como no me llevé la portátil de Diny he tenido que apuntarlo todo sólo con dos o tres palabras, y reconstruir luego el recuerdo de la escena y quienes estaban con nosotros, y es un ejercicio de memoria que ni Marcel Proust a la busca de la magdalena perdida. Un abrazo hasta Polonia, tan católica ella, se ve en la manera cómo tratan a los refugiados».

 

Pasan los dos episodios finales de la segunda temporada de Candice Renoir. ¡¿Cuándo pasan la tercera, señores del canal ZDF Neo?!  ¡¡Que sea pronto!! ¿ah?

 

Weiß/Colonia, 1.4.

Todo el santo día apencando con el relato de nuestro viaje a Huelva. Pero lo dejo todo, ahora, a las 9:30 pm, para ver primero a las 10:00 el primer episodio de una nueva temporada de Dicte, la periodista danesa en Aarhus, y cuando termine, a las 11:30, pasarme al canal 3sat por tropecienta vez los 80’ finales de El chacal, la versión original, la de Fred Zinnemann, no la descafeinada de 1997, no esa sino aquella en la que Edward Fox encontró el papel de su vida. En esos 80’ hay por lo menos diez veces más cine que en los 124 de su remake. He dicho. Y cierro la compu.

 

Weiß/Colonia, 2.4.

Creo haber descubierto la razón de mi agotamiento, brutal esta mañana cuando casi estuve a punto de decidir quedarme en la cama todo el día. Diny me pregunta si será que de nuevo tengo un ataque de depresión, o que los nueve días de Huelva me pesan como plomo en los huesos y en el alma. Le aseguro que no. Y lo que pienso es que no estoy para nada acostumbrado a darme una paliza como la que me he dado escribiendo el diario del viaje a Troglodia. Yo escribo este diario al correr de los dedos sobre las teclas, al momento de haber pensado o leído algo, o de inmediato después de regresar a casa y haber presenciado o reflexionado algo, es decir, lo escribo en caliente y el texto sólo sufre algunas modificaciones mínimas, una hora antes de subirlo a Fronterad, por erratas, errores que no vi como tales al escribir, un adjetivo menos acá, un adjetivo más adecuado allá, pero sin tocar el texto en sí. Ahora he tenido que realizar un esfuerzo mental tremendo, en la libretica que llevé conmigo sólo constan resúmenes telegráficos, a veces taquigráficos, de lo que iba sucediendo y yo quería que quedase registrado para que Oskar disponga de un recuerdo cabal y pormenorizado de su primer viaje a Huelva (estoy seguro de que vendrán más). O sea, en estos cinco días –empecé el martes– he tenido que cubrir de carne todo el esqueleto, que era lo único de que disponía en la libretica de marras. Por supuesto que no voy a intentar leerlo por sexta vez, ya que me aburre tanto, pero ahora creo que entiendo, y compadezco, a Proust. Lo suyo tuvo que ser titánico comparado con la simple, ¡ay!, reconstrucción de nueve días, pero en fin, la tarea está hecha, hace ¼ de hora acabo de registrar que el avión decoló puntual y ahora sólo me quedan dos cosas por hacer: a) repasar con ojos de Argos el texto antes de subirlo a la página de Fronterad; y b) servirme un Single Malt de 12 años para acompañar el proceso de la lectura. Cheers!


**********FIN**********

 

 

 

 

 


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