Historias de Pekín muestra obras de Lois Conner y Liu Shiming, dos artistas establecidos en sus respectivos países: Estados Unidos en el caso de Conner y China en el de Liu. Sus creaciones consisten en fotos en blanco y negro y pequeñas esculturas de bronce, respectivamente. Cada pieza muestra la vida en Pekín. Conner es informativa, pero a la vez su presentación de las personas, la arquitectura y la naturaleza tiene un elevado lirismo. Ha viajado de Nueva York a China, en particular a Pekín, durante varias décadas. Por su parte, Liu se formó en la Academia Central de Bellas Artes de China, donde produjo gran parte de su obra durante su vida adulta. Fue escultor, sobre todo de figuras humanas, y su arte aborda la vida cotidiana de China durante los finales del siglo XX.
Conner todavía sigue viva, mientras que Liu falleció en 2010. Los dos son consumados artistas. Conner produjo escenas urbanas increíbles, además de imágenes de la naturaleza, transformando su punto de vista al bregar con la destacada tradición China de la representación de la naturaleza. Sin embargo, su perspectiva urbana prevalece. Logra capturar la ciudad más importante de China desde un enfoque a la vez artístico y político, y nos muestra su funcionamiento con una visión deliberadamente imparcial.
En el caso de Liu, con una carrera que precede la de Conner, sus esculturas de bronce tratan de la vida cotidiana de su época. El espectador puede apreciar su hincapié en las vidas de las personas: una abuela con perro pekinés, la cabeza de un padre que sostiene el cuerpo de su hijo pequeño. Los conflictos del siglo XX simplemente son dejados de lado. Aunque en el caso de Conner, su mirada aguda registra escenas que podrían ser interpretadas como un comentario político, incluso teniendo en cuenta la escrupulosa objetividad de su visión.
China es un lugar de contrastes fascinantes. Desde finales del siglo pasado ha logrado alcanzar al resto del mundo, aunque hay varias piezas de ambos artistas que nos recuerdan las épocas dinásticas. Quizás esos fueron los lazos por los que Liu nunca dejó su repertorio de vida familiar, resultado de un estilo que solamente se sirve de formas reconocibles. En cambio, las fotos de Conner son imágenes clásicas que revelan un punto de vista modernista y que apuntan a épocas más recientes, lo que significa que ella, a diferencia de Liu, está en sintonía con el presente. Con el pasar del tiempo el modernismo seguirá siendo un enfoque preferido por una gran cantidad de artistas. Conner es tan buena que es evidente que sus fotografías remiten al comienzo de la fotografía documental y a la vez se proyectan en una visión informativa que mantiene los valores humanísticos de su arte.
La objetividad y el énfasis en la composición son fácilmente identificables en las fotos de Conner. De muchas maneras, es una artista clásica interesada en una cultura antigua, a la que retrata con delicadeza antropológica, lo que salta a la vista en sus imágenes. La foto en blanco y negra titulada World Fantasy Hotel, Shijingxian (2000, Hotel Fantasía Mundial, Shijingxian), informalmente conocida como Star Hotel, muestra el techo de un edificio con ocho estrellas. El interior de las estrellas es hueco y las figuras se alzan desde el techo hacia el cielo nublado de Pekín, como suele ser el caso. Las estrellas se apoyan en barras de madera. En la distancia vemos edificios parcialmente bloqueados por las estrellas.
La fotografía titulada Yuanming Yuan (1994) es un tríptico de árboles y hojas con un tronco en el primer plano de cada imagen y uno o dos troncos más delgados directamente detrás en la imagen principal. Además, podemos encontrar una profusión de hojas plateadas, con una mitad completamente oscurecida por el contraste entre el gris claro del cielo típicamente nublado y los tonos más oscuros de los árboles de la imagen blanca y negra. El tríptico puede ser considerado como modernista, pero su aspecto bucólico es desconcertante. ¿Dónde encontró Conner ese rincón natural en la megalópolis de Pekín, hogar de millones y millones de personas? La belleza tradicional de las imágenes nos recuerda a una composición del período Ming, aunque no debemos especular tanto en las influencias y simplemente disfrutar lo que vemos.
La última imagen de Conner en ser analizada es una toma increíblemente compleja de los hutongs, callejones atestados de gente con techos angulares y que resulta en un estudio extraordinario de diferentes perspectivas. Una vez más, los diferentes tonos van de un color blanquecino al gris y hasta el negro, creando un verdadero logro en la textura de la imagen. Nos remiten a una época en que China no estaba dominada por torres altas e indistintas de los edificios de apartamentos. La composición pictórica es extraordinaria. La densidad de la población de Pekín es sugerida por una arquitectura que es mucho más difícil de encontrar en la ciudad de la actualidad. En las manos de Conner, los ángulos afilados de los techos de azulejos y las ventanas se convierten en su propia historia, un agradable ejercicio formal de transformación de las edificaciones en una presentación bidimensional que se lee prácticamente como una escultura.
Por su parte, Liu es un artista mucho más tradicional, aunque sería un error comparar la fotografía de Conner, un género relativamente moderno que se desarrolló en el siglo XIX, con el arte de Liu, que modelaba sus piezas en arcilla y las fundía en bronce, una técnica mucho más antigua. Una de sus obras, La madre regresa (Mother Returns, 2000), nos muestra a una madre peinada de un modo sencillo, pero a la vez llamativo, con un moño, un vestido rojo y sosteniendo a su niño pequeño de pie. La figura maternal se parece a otras esculturas de dimensiones similares de la dinastía Tamg, un destacado momento cultural del arte chino.
Otra pieza igualmente encantadora se titula Los perros pekineses de la abuela (Grandmother’s Pekingese Dogs, 2000), y nos muestra a una señora mayor con el cabello corto y vestido largo como la anterior. Carga sus perros pekineses, que se extienden hasta su cintura. Aparece sonriendo y, más que los perros, su felicidad es el tema principal de la escultura. Ambas obras tienen formas simples y utilizan tradiciones esculturales de hace un milenio.
El trato de Liu hacia los adultos y sus dependientes, los niños y los animales tiene una intención humorística. La pieza Amor eterno: la continuidad de la vida (Eternal Love: The Continuation of Life, 1991) es una imagen formalmente cómica de un padre que sonríe con júbilo apenas disimulado y que agarra con sus brazos delgados a un bebé de cabeza, apoyado en la cabeza del padre en una pose que parece acrobática. El vientre del bebé es prominente, como suele ser el caso en los bebés. Liu es más bien un maestro tradicional, más a tono con los temas del arte figurativo. Puede que tenga influencias de la historia del arte occidental en conjunción con el pasado de China, pero es difícil determinar si es el caso. De cualquier modo, la sutileza psicológica y la calidez permean la totalidad de su obra.
La última pieza que veremos, Patio chino (Chinese Courtyard, 2000), parece el patio de un pueblo de agricultores. Las formas aparecen en miniatura. Siete edificaciones con el mínimo de detalles para despertar el interés del espectador –techos de azulejos, puertas, ventanas–, que forman una plaza limitada por las edificaciones y donde encontramos a un grupo de personas. Una de ellas parece estar cerniendo arroz. Una vez más, como en los dos casos anteriores, su modelo arquitectural tiene precedentes en el pasado cultural chino. Liu es un modelador que no avanza su visión con su destreza, más bien sutilmente transmite formas simples con una mano altamente precisa.
Historias de Pekín es una exposición remarcable. Dos artistas diferentes que revelan su entendimiento de China de modos completamente distintos. Sin embargo, ambos están comprometidos en darnos una visión de la China antigua y la moderna, una gran cultura clásica. Las imágenes nos convencen de que los chinos están increíblemente abiertos a un presente determinado por un pasado prácticamente ilimitado. Si las piezas de Conner nos muestran imágenes aplicadamente objetivas de una China reciente, Liu celebra el espíritu de su época con sus esculturas cálidas y bienhumoradas, lo que nos permite disfrutar de un patrimonio cultural extraordinario que reconocemos en el esfuerzo creativo de los dos artistas. La muestra transmite una sensación de logro extraordinario y vívida profundidad emocional. Cuando vislumbramos los rastros de la China histórica sabemos que la visión china está apoyada en su pasado prácticamente infinito, lo que mantiene vivo al arte del presente.
Traducción: Vanessa Pujol Pedroso
Original text in English