Estos callejones supervivientes de esa Ceuta mágica de la infancia y la pubertad de Faba, resplandecen de esencia caballa* por encima del tiempo. Lo pesquero, lo moruno, y hasta lo pirata, confluyen en la estética litoral que rezuma este genuino rincón en las afueras de la ciudad, en un costado de la avenida de San Amaro; en realidad circunvalación del Monte Hacho, y también camino del parque, del cementerio y del faro.
La casas del callejón están encaladas, y pintadas de color crema, con zócalos alicatados, y un frontón central de rojo tierra, sobrante de la pintura de los barcos que atracan en el muelle de pescadores, al otro lado de la calle; un poco más allá de los misteriosos viveros – a nivel del mar- rodeados y protegidos por el caserío pesquero. Esta orilla de San Amaro da a mar abierto, al encontrarse ubicada fuera del recinto protegido por los espigones del puerto.
Una lujuriosa palmera -tan simbólica como datilera- preside el humilde callejón como una corona o un palio salvaje. Sus ramas se lavan con humedades que vienen volando por encima del Atlántico desde el Amazonas.
* Caballa: patronímico castizo que se adjudican a mucha honra los ceutíes, hasta el punto de lucir una caballita de oro en la solapa como seña de identidad local. El nutritivo pescado se convierte así en símbolo de la ciudad.
Foto: Gabriel Faba
AVISO PARA LECTORES Y NAVEGANTES
Los episodios de este viaje se vieron interrumpidos -por inclemencias informáticas- con esta entrada, pero han continuado publicándose a partir del 30 de abril, con los episodios correspondientes al viaje por el Peñón de Gibraltar. Pueden leerse directamente a través del siguiente enlace: