Quien determina verdaderamente la personalidad de un joven estudiante no es sólo el profesor que le enseña, sino los cuadernos sobre los que escribe en clase.
La primera revista del niño Faba fue una libreta con pastas de color naranja pálido -casi carne- ilustradas con gráciles figuras de animales salvajes en la portada. En su interior el pequeño Faba escribía a sus 7 años la historia del pirata Patapalo, con dibujos que su amigo Gerrú estampaba al día siguiente en su casa sobre el mismo cuaderno compartido. Tenían pensado hacer varias copias para venderlas, una vez que estuviese acabado; pero se pelearon antes de conseguirlo.
¿Qué escribirían los niños africanos dentro de esta cartilla escolar a ellos destinada? ¿La historia de su país, en lengua portuguesa? ¿Problemas y operaciones matemáticas? ¿O, las misteriosas aventuras del hombre antílope y la mujer leopardo?
Este cuaderno -quizás angoleño- llegó hasta Faba desde un país en guerra, donde los niños dejaron de ir a clase, y por tanto de necesitar cuadernos. Ni sus nomes, ni sus classes, ni sus escolas, llegaron a caligrafiarse en sus portadas de color crema; ni tampoco aprendieron la tabuada de multiplicar, ni a decir 2 vezes 1 sâo 2, 3 vezes 1 sâo 3, 4 vezes 1 sâo 4…; y eso que Emateb Benguela se empeñó en ayudar a los maestros, imprimiendo estas primorosas libretas con antílopes azules en sus cubiertas.