El invierno se seca

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Si hasta los narcisos, que son las flores más preciadas de sí mismas, se secan en menos de una semana de vida; ¿qué no va a ser del invierno, niño terrible de entre las estaciones de año, que a los tres meses se consume, dejando al descubierto su esqueleto rosa?

 

El verano y la primavera se enamoraron, tuvieron dos hijos varones, al primero le pusieron Otoño, y el pequeño se llamó Invierno.

 

Como himno de despedida a la estación más indeseable del año, traemos a nuestros lectores un pequeño fragmento del genial Óscar Wilde, patrón de todos los ególatras; quien, por cierto, falleció prematuramente en París, por un enfriamiento crónico, contraído durante su estancia en la cárcel.

 

La muerte de Narciso

 

“Cuando Narciso murió, llegaron las Oréades-diosas de bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce que era, en un cántaro de lágrimas saladas.

 

– ¿Por qué lloras?- le preguntaron las Oréades.

 

– Lloro por Narciso- repuso el lago.

 

– ¡Ah, no nos asombra que llores por Narciso!- prosiguieron ellas-. Al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.

 

– ¿Ah, pero Narciso era bello? -preguntó el lago.

 

– ¿Quién si no tú podría saberlo? -respondieron, sorprendidas, las Oréades-. En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días.

 

El lago permaneció en silencio unos instantes. Finalmente dijo:

 

-Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta de que Narciso fuera bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, reflejada mi propia belleza.” (…)

 

Foto: Gabriel Faba

 

FÉ DE ERRATAS

Hoy que he estado en la floristería, he querido comprar narcisos amarillos. Como tenían los tallos muy cortos, no me he decidido. Mientras la floristera me acercaba otras flores de más larga vara, le he dado las gracias por el jacinto que me regaló hace dos semanas. “Tuvo una floración preciosa, tanto que cuando se secó lo metí en el escáner para sacarlo en mi blog, como despedida del invierno”, le he dicho en pleno arrebato de confianza. A la par que me daba cuenta de que esta entrada era toda una errata.

A pesar de ello, no nos ha parecido pertinente ni a Faba ni a mí cambiarla. Óscar Wilde -aunque citado- sigue siendo un fabuloso pregonero para despedir el invierno.