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Mientras tantoFijé vértigos

Fijé vértigos

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

 

“y tanto os temo cuanto más os amo”

Fernando de Herrera

 

1.

Hay una cierta clase de mujeres, educadas en el amor como un constructo bélico, guerreras del afecto y terroristas del cariño, que piensan en el amor no como una forma de estar en la vida sino como un modus operandi. Una manera, pues, de conseguir ciertos objetivos.

Así, en los casos de algunas de estas ciertas mujeres nacidas en los setentas (pero no antes), se convierte el amor en un campo minado, en un parque de atracciones de la emoción y el sentimiento.

Y ello es porque, en algunas de estas ciertas mujeres, el amor no se re-actualiza y madura y, por ello, nunca es prístino, sino que es una commodity de curso legal, una forma de generar comercio.

 

2.

Mientras pensaba en todo esto, no sé por qué, pero rescaté un libro de Rimbaud de la estantería. Y así releo Prosas e iluminaciones.

En uno de sus pasajes más conocidos («Desvaríos: la alquimia del verbo»), donde enuncia su ya famosa teoría de las vocales, reconoce que ya por su vida pasaron los vergeles quemados, la antigualla poética, las alucinaciones y las locuras. Y que ahora, dejada atrás el hambre, ya sabe saludar a la belleza.

Porque el amor solo puede ser belleza.

 

3.

 

“El amor se produce cuando se acaricia una textura, cuando con las manos, o con la boca, se relata”.

Ana Becciu

 

4.

 

 

Son estos días de cambios, de dormir en otras camas y acaso en otros sofás. De distanciarme un poco del aturdimiento y la risa tenaz, pero nerviosa. Se trata de poner un poco de clarividencia y luz. O acaso de vivir en la susurrante memoria.

Estoy cansado, pero estoy bien.

Porque de lo que se trata en estos días es menos del canto que de la parálisis de los sentidos.

 

5.

 

Es de noche; de madrugada, más bien.

La luz del cuarto me refleja en el cristal y lo convierte en espejo. Antes lo he notado: me está mirando, ese movimiento de la luz en el cristal me habla: se comunica; a su manera.

Y era yo, pero no era yo.

Un yo probable, como aquel poeta de Kerouac que iba “al trabajo en la prosaica madrugada”.

Así voy ahora caminando por la noche, como aquel que siempre está presto para la dulzura terrible de un arrebato.

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