
Caminaba por un lugar boscoso, muchos árboles.
Recorría un camino poco definido, casi salvaje, la hierba sin aplastar, el canto de los pájaros y lejos el mar y las olas contra las playas. A la izquierda, de espaldas, entreví o intuí un espacio construido, no había más caminitos, no había ninguno hasta el lugar. Una casa, sencilla, color azulado, no abandonada o quizás sí.
Me acerco a la puerta, a ver si hay alguien dentro, no escucho, llamo a la puerta. Llamo a la puerta, llamo, hablo, nada, está entreabierta, entro, hablo en voz alta, oigo mi propia voz, hacía mucho tiempo que no la oía fuera, está dentro, dialogo conmigo mismo, asiento, repito si hay alguien aquí.
Completo el espacio, el cuarto de baño y un espejo, la habitación y una cama, el salón y una estantería, la cocina y una mesa, casi silencio. Casi silencio porque en la cocina escucho algo, una cacerola pequeña, gris, está en el fuego, hay agua dentro, todavía no hierve, hervirá.
–Qué hace ahí?
–Qué haces ahí?
–¿Quién te puso al fuego?
–¿Quién ponía agua dentro?
Miro alrededor, busco algo más.
Quizás la persona que puso la cacerolilla al fuego vuelva, la casa podría arder si no vuelve, hacer arder los robles, encinas, eucaliptos, la estantería, la puerta. El agua hierve, empieza a evaporarse, miras por la ventana de la cocina.
Tienes que hacer algo
Tú también.
•
y en la mesa de la cocina
•
En regiones huesudas y costilludas de la tierra, donde en la base de altos acantilados rotos hay dispersas por la llanura masas de roca en fantásticos grupos, a menudo descubriréis imágenes como formas petrificadas del leviatán parcialmente sumergidas en la hierba que en días de viento rompe contra ellas en resaca de verdes oleadas. | Luego, también, en regiones montañosas donde el viajero está continuamente rodeado por alturas en anfiteatro, desde algún feliz punto de vista, acá y allá, captaréis atisbos pasajeros de perfiles de ballenas recortados a lo largo de las onduladas crestas. Pero habéis de ser perfectos cazadores de ballenas para ver esas imágenes, y no sólo eso, sino que si deseáis volver de nuevo a ver tal imagen, debéis aseguraros y tomar la exacta intersección de latitud y longitud de vuestro primer punto de vista, pues, de otro modo, tales observaciones en los montes son tan azarosas, que vuestro exacto punto de vista anterior requeriría un laborioso redescubrimiento.
Moby Dick, H. Melville