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La ciencia de los trucos de magia. Descubre cómo engañan a tu cerebro los maestros de la distracción

Los magos deben lograr que sus trucos parezcan hechos sin esfuerzo, pero en un espectáculo de magia hay muy pocas cosas casuales o espontáneas. Si tienes la suerte de ver actuar a un maestro de la prestidigitación, como Teller (del dúo de ilusionistas Penn & Teller), Johnny Thompson o Juan Tamariz, lo más probable es que no se haya dejado nada al azar. Aunque en otras disciplinas artísticas las actuaciones también deben transmitir naturalidad, la magia está en otro plano distinto.

Piénsalo de esta manera: si vas a ver una representación de El cascanueces de George Balanchine a cargo del New York City Ballet podrás imaginarte el sudor y las lágrimas que deben de haberles costado conseguir esos increíbles movimientos de ballet. Tu cuerpo no es capaz de hacer eso, y lo sabes. La magia está igual de coreografiada, por supuesto, pero que no lo parezca es parte de su naturaleza. Los movimientos de las manos y del cuerpo deben asemejarse a los que haces de forma natural todos los días. Sin embargo, incluso una caída de hombros del mago que parece casual –y que, con suerte, el público ni notará ni recordará después del espectáculo– puede estar llena de finalidad e intención. Esos hombros caídos podrían haber sido el arma del asesinato mágico.

Los artistas de todo tipo, incluidos los magos, son buenos conocedores de la conducta y la percepción humanas, y tratan de evocar unas experiencias concretas en su público. Los magos pueden alterar la percepción de un espectador de diversas formas, pero su especialidad es la gestión de la atención, es decir, las tácticas de distracción. A menudo se confunde el concepto de distracción. El público puede creer que el mago distrae su atención durante un movimiento o una manipulación críticos, pero no es así. Los magos no intentan desviar del método –el secreto que se esconde tras el truco de magia– la atención de los espectadores, sino dirigirla hacia el efecto mágico. Se trata de una cuestión fundamental, y la razón por la que funciona es que se basa en los descubrimientos científicos sobre cómo el cerebro controla –como si fuera un foco– nuestra atención.

El “foco de atención” es una metáfora que utilizan tanto los neurocientíficos como los magos, y se refiere a que apuntamos nuestro foco atencional como si fuera una linterna. Cualquier objeto, persona o acción en la que nos concentremos parece más destacado e incluso brillar más que el resto de la escena. Sin embargo, la neurociencia nos dice que existe una diferencia esencial entre tu foco atencional y la aplicación de linterna de tu iPhone. La razón por la cual las cosas se vuelven más perceptibles cuando les prestas atención no es que los circuitos neuronales estimulen esa percepción, sino que todo lo demás es activamente suprimido. En otras palabras: el foco de atención solo parece brillar en comparación con la oscuridad que lo rodea. Por ello, los magos solo tienen que asegurarse de que el público dirija su atención a unos determinados lugares del escenario, y el cerebro de cada espectador se encargará de suprimir todo lo demás, incluido el método secreto que se esconde tras el efecto mágico. En un sentido muy práctico, tu cerebro es el ayudante del mago.

Los estudios indican que son dos poblaciones de neuronas distintas en la corteza visual –la región posterior del cerebro que procesa la información visual– las que median en dichos procesos de realce y supresión. ¿Cómo, pues, dirigen los magos la atención a unos lugares y en unos intervalos concretos durante una actuación? Una manera eficaz de desviar la atención de alguien es hacerle mirar a otra parte. Los magos emplean varias estrategias para controlar la posición de tus ojos. Por ejemplo, hacen preguntas concretas sobre determinados objetos del escenario (“Decidme qué carta es esta”, o “¿De qué año es esta moneda?”), y se sirven de su propio lenguaje corporal y la dirección de su mirada para inducir la atención conjunta del público.

La atención conjunta es el mecanismo por el cual miramos a algo cuando vemos a otras personas hacerlo. Por ejemplo, si ves a una muchedumbre mirar hacia arriba en la calle, te resultará irresistible mirar tú también hacia arriba. Si el mago quiere que el público mire a un objeto concreto, él mismo fingirá estar completamente absorto en él. Sin embargo, si quiere que el público lo mire a la cara, él mirará a las filas de asientos –aunque en realidad no pueda ver al público debido a la iluminación del escenario–, y los espectadores le corresponderán con su mirada.

Sin embargo, los magos pueden hacer cosas más sutiles que desviar tu mirada. No tienen que cambiar necesariamente la dirección de la mirada del público para desplazar su foco atencional. Cuando lo consiguen, el público mira al lugar correcto, aunque sin ver nada, porque su atención está puesta en otra parte. Es una forma de hacer magia muy eficaz. Un modo de interferir en la atención de alguien, sin desviar en absoluto su mirada, es dividir esa atención. Los mismos mecanismos neuronales atencionales que potencian nuestra percepción (en el centro del foco) y de supresión (de las zonas circundantes) nos dificultan mucho las tareas simultáneas. Tenemos un único foco atencional, que no puede dividirse sin perder eficacia.

Los magos consiguen que el público realice varias tareas a la vez de diversas formas. Una de esas estrategias es el propio diseño de ciertos trucos de magia. Un ejemplo excelente es el truco de “las copas y las bolas”, uno de los más antiguos que se conocen; se tiene constancia de actuaciones que se remontan a la Roma antigua. Normalmente se realiza con tres copas colocadas boca abajo en una mesa. Las bolas y otros objetos aparecen y desaparecen por arte de magia dentro de las copas, para asombro del público. La disposición de este truco obliga a los espectadores a dividir su atención entre un mínimo de tres lugares en la mesa (las copas invertidas), lo que hace que su concentración se reduzca a un tercio de la que sería si prestara atención a un solo lugar. La táctica consiste en dividir la atención del público y conquistar su percepción de lo que está ocurriendo.

Otra forma de hacer que los espectadores intenten realizar varias tareas a la vez es estimular sus sentidos y su mente con simultaneidad. Apollo Robbins, carterista teatral de fama mundial, se sirve de los sentidos de la vista, el oído (con su cháchara) y el tacto (al darle una palmadita al voluntario en el escenario en varias partes del cuerpo) para desviar la atención del bolsillo o el reloj de pulsera que pretende sustraerle. Muchos otros magos también utilizan una “cháchara” muy rápida para abrumar la capacidad de procesamiento auditivo y lingüístico del público. De modo que, cuando Pennis dice un millón de palabras por minuto en el escenario, lo que en realidad está haciendo es bombardearte con información para mantener ocupado tu cerebro.

Uno de los objetivos principales es generar un “diálogo interno” en cada espectador: si mantienen una conversación interna, aunque sea muy básica, consigo mismos, no se centrarán tanto en lo que está ocurriendo ante sus ojos. El teórico de la magia español Arturo de Ascanio aconsejaba a los magos “hacer una pregunta desconcertante”. Basta con preguntar “¿Alguien ha traído un pañuelo?” para que cada espectador piense en la pregunta durante un par de segundos. En ese breve intervalo, están atrapados en sus cabezas y son incapaces de procesar otros estímulos externos con eficiencia, y el mago tiene la libertad de realizar el movimiento secreto.

La emoción también se utiliza para darle ventaja al mago, ya que los sentimientos y la atención son bastante incompatibles. Esta es una de las principales razones por las cuales los testimonios de los testigos presenciales son tan poco fiables. Si declaras ante un tribunal o presentas una denuncia a la policía por algo que has presenciado, es muy probable que el suceso en cuestión te llevara a experimentar una emoción fuerte. La memoria humana es sin duda muy limitada, y más cuando se tiene miedo. Algunos números de magia incluyen elementos de terror, o un tanto gore –uno de los trucos más famosos de Teller es “dejar caer” un lindo conejito en una trituradora de madera–, pero la emoción que con más frecuencia prefieren evocar los magos es el humor. La comicidad en un espectáculo de magia aumenta su valor como entretenimiento y dificulta la capacidad del espectador para concentrarse. Johnny Thompson (también conocido como “el Gran Tomsoni”) dice que, mientras el público se ríe, el tiempo se detiene. Es durante este intervalo cuando el mago puede hacer un movimiento sin problemas, quizá para prepararse para el siguiente truco.

¿Cómo es que los magos han llegado a tener un conocimiento tan profundo de la naturaleza humana? Una respuesta es que, aunque la disciplina de la neurociencia cognitiva –el estudio de los procesos cerebrales– solo tiene unas décadas de antigüedad, las artes de la magia existen desde hace mucho más tiempo. Los magos han tenido milenios para averiguar qué funciona y qué no. El mago español Miguel Ángel Gea dice que cada actuación es un experimento: cada truco pone a prueba una hipótesis. Incluso sin aplicar el método científico de forma rigurosa, es lógico que los magos hayan descubierto alguna que otra cosa sobre la cognición y la percepción. Aunque no dispongan de mejores métodos que el ensayo y el error, son personas inteligentes que realizan análisis serios de la condición humana: acabarán descubriendo algunos hechos importantes.

Ha sido recientemente cuando la comunidad neurocientífica ha empezado a apreciar cómo la magia puede aportar nuevos conocimientos sobre el cerebro humano. En 2008, acuñamos la palabra neuromagia, y hoy en día más de una decena de laboratorios de todo el mundo han realizado estudios sobre las bases neuronales de los números de magia. Aunque no todas las teorías mágicas han dado resultado en el laboratorio, también se ha puesto de manifiesto que la neurociencia cognitiva, en cuanto disciplina, a veces ha reinventado la rueda, al llegar a conclusiones que los magos llevaban mucho tiempo dando por ciertas. Puede que estos hackers del cerebro aficionados aún tengan algunos trucos bajo la manga que puedan ayudar a avanzar en los descubrimientos neurocientíficos.

 

Así es como tu cerebro rellena los huecos

Pensar es caro, en términos metabólicos. El cerebro representa solo el 2 por ciento del peso total del cuerpo, pero consume más energía que cualquier otro órgano humano, hasta el 20 por ciento del total corporal. Ni siquiera esa cantidad de energía es suficiente para procesar la ingente cantidad de información que bombardea constantemente nuestros sentidos, de modo que el cerebro ha evolucionado para tomar atajos.

Uno de esos atajos es un proceso neuronal llamado “rellenado”. Un impactante ejemplo de esto se produce en el punto ciego: la parte de la retina desprovista de fotorreceptores, donde el nervio óptico abandona el ojo en su camino al cerebro, cerca del centro mismo de la visión. Por suerte, al cerebro se le da muy bien adivinar lo que debería haber ahí, así que rara vez notamos esa discontinuidad en el mundo que nos rodea.

Para encontrar tu punto ciego, extiende ambos brazos delante de ti, con los codos rectos. Forma una L con el pulgar y el índice de cada mano, con el resto de los dedos cerrados en un puño. Sin flexionar los codos, junta los dos pulgares. Ahora cierra el ojo izquierdo y mira la punta del dedo índice izquierdo. Sin desviar la mirada, presta atención a la punta del dedo índice derecho, y te darás cuenta de que ha desaparecido. El dedo índice termina ahora justo por encima del segundo nudillo, o incluso del primero. Si la yema del dedo sigue visible, muévelo un poco hacia a izquierda y derecha para que entre en la región del punto ciego.

Se cuenta que el rey Carlos II de Inglaterra empleaba un truco parecido para decapitar a los prisioneros antes de hacerlo de verdad. Una vez que la punta del dedo haya desaparecido, intenta ver qué ocupa el mismo espacio visual. ¿Ves un gran agujero negro? No, no hay un hueco donde debería estar el dedo. La sensación que da es que puedes ver lo que está detrás del dedo. Sin embargo, eso es imposible.

Lo que ocurre, en realidad, es que el cerebro está utilizando la información sobre las texturas y los colores que rodean al dedo para rellenar el vacío visual del punto ciego. Es un algoritmo bastante bueno, pero no lo bastante inteligente para reconstruir tu dedo real. La forma en que el cerebro rellena el punto ciego de la retina es un impactante ejemplo de cómo rellenamos muchas otras lagunas perceptivas y cognitivas, y no solo en los números de magia, sino también en nuestra vida cotidiana.

 

El arte de la distracción

¿Cómo puede un mago hacer desaparecer una moneda? Un método clásico para hacer desaparecer una moneda u otro objeto pequeño es el conocido como “caída francesa” o le tourniquet. Esta técnica de numismagia fue popularizada a finales de la década de 1800 por el padre de la magia moderna, Jean Eugène Robert-Houdin –de quien Houdini tomó su nombre artístico–, y su secuencia suele ser la siguiente…

Muestra y explica

El mágico muestra y manipula una moneda entre el pulgar y los demás dedos de la mano derecha. En esta fase, el público puede ver perfectamente la moneda, pero con algunos trucos astutos se le puede engañar con sorprendente facilidad.

 

El falso depósito

La retina del espectador capta la luz que se refleja en la moneda. Desde ahí, las señales se envían a la corteza visual, donde se forma una imagen mental. La mano izquierda del mago se acerca a la derecha y finge coger la moneda de la punta de los dedos. A esto se lo llama “falso depósito”.

 

El movimiento en arco

La mano izquierda del mago se aleja de la derecha, sin dejar de aparentar que se está llevando la moneda. Ese alejamiento activa las conexiones excitatorias del cerebro que procesan la mano que está “fingiendo”, por lo que nos fijamos más en ella.

 

En tu cerebro 

Al mismo tiempo, las conexiones inhibitorias anulan la parte del cerebro que está procesando el estímulo visual de la mano de origen. El resultado es que la mano derecha del mago pasa bastante inadvertida. El público no se da cuenta, pero es la mano que aún sostiene la moneda.

 

¿Por qué seguimos el movimiento?

Nuestro sistema visual ha evolucionado para detectar el movimiento. El movimiento que cruza el campo visual puede indicar que se acerca un depredador, o la huida de una presa; esto tiene interés intrínseco para nuestro cerebro, y capta automáticamente nuestra atención, de forma refleja. Sin embargo, no todos los tipos de movimientos destacan por igual. Los magos dicen que “un gran movimiento encubre uno pequeño”, con lo que quieren decir que con una maniobra grande y muy vistosa esconderán una manipulación muy pequeña, pero fundamental.

En nuestra propia investigación –realizada en colaboración con el mago Apollo Robbins– descubrimos que la curva que dibuja la mano del mago atrae más la atención de los espectadores que el movimiento rectilíneo. Una de las razones es que el movimiento en línea recta es mucho más predecible que el movimiento en curva. Mientras que solo necesitamos los puntos inicial y final de una trayectoria lineal para definirla por completo, un movimiento en arco nos obliga a no perder de vista el objetivo, pasando por alto el juego de manos del mago.

 

Como cosa de magia

Todos los trucos de magia se atienen a ciertos temas centrales…

Incluso un breve número de magia puede incluir varias ilusiones: experiencias perceptivas que no se corresponden con la realidad. A los magos les gusta solapar ilusiones para blindar sus trucos. Cuando eso sucede, los espectadores pueden perder toda esperanza de desprender todas las capas de ilusionismo para llegar a los secretos de la magia que hay debajo, al menos no durante la actuación.

 

Ilusiones ópticas

Piensa en humo y espejos. Al igual que un lápiz parece doblarse dentro de un vaso de agua, se trata de ilusiones que se basan en las propiedades físicas de la luz.

 

Ilusiones visuales

A diferencia de las ilusiones ópticas, que se explican por la física de la luz, las visuales se construyen en el cerebro. Un ejemplo de esto es el rellenado del punto ciego.

 

Otras ilusiones sensoriales

A veces, los magos se sirven de ilusiones táctiles y auditivas, quizá unidas a alguna información visual, para generar percepciones multisensoriales erróneas.

 

Ilusiones cognitivas

Aquí intervienen las zonas corticales superiores del cerebro relacionadas con procesos como la atención, la memoria y la toma de decisiones. Todas ellas son manipuladas por los magos.

 

Efectos especiales 

Al igual que en el cine, entre los efectos especiales de un espectáculo de magia puede haber disparos y explosiones falsas, lo que añade dramatismo al acto.

 

Dispositivos mecánicos y compartimentos secretos

Para los trucos de magia se puede utilizar tecnología sencilla o sofisticada con el objetivo de engañar al público. Los magos los llaman “artilugios”.

Encuentra tu punto ciego

Mira como tu cerebro te corta la punta del dedo.

Ponte en posición

Forma una L con el pulgar y el índice de cada mano.

Junta los pulgares

Mantén los brazos extendidos, y las puntas de los pulgares unidas.

 

Mira cómo desaparece

Con el ojo izquierdo cerrado, mira la yema del dedo izquierdo. Cuando quieras captar tu yema derecha con la visión periférica, habrá desaparecido.

Los magos pueden aprovechar los procesos neuronales para crear ilusiones.

 

Traducción de Verónica Puertollano

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