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AcordeónLa exégesis novelada de ‘El Reino’, de Emmanuel Carrère

La exégesis novelada de ‘El Reino’, de Emmanuel Carrère

El Reino de Emmanuel Carrère gira en torno a tres personajes esenciales del Nuevo Testamento: Pablo, Lucas y Juan. Con El Reino, el basileia tou theon como lo denomina Lucas en 39 ocasiones, disfrutamos de una obra de una calidad extraordinaria, con tal abundancia de matices que podríamos calificar de novela exegética del Nuevo Testamento o, si se prefiere, de exégesis novelada del NT. Conviene indicar, no obstante, que sería deseable que el lector tuviera unos conocimientos mínimos tanto del período histórico en cuestión, como de los escritos del Nuevo Testamento, ya que sin estos prerrequisitos puede verse perdido dentro del contexto riquísimo de El Reino

 

Las cien primeras páginas se centran esencialmente en describir los vaivenes del narrador entre el agnosticismo, las dudas, la creencia en El Reino o el abandono posterior, actitud mental que sobrevolará a lo largo del resto de la obra, en la que desarrolla una exégesis muy personal del cristianismo primitivo. El autor utiliza para ello tres personajes principales, Pablo y Lucas ante todo, y Juan en tercer lugar. En torno a ellos cuales gira un amplio elenco de las figuras neo-testamentarias muy importantes: Pedro, Santiago (incluyendo el estudio de la autoría de la Carta homónima), Bernabé, Tito, Filipo, Esteban, Lázaro, María Magdalena, Juan el Bautista, Apolo, Eutico, Mnasón… y, por supuesto, los propios Jesús, María o José. Estos personajes surgen, por su parte, de una base documental esencial: los escritos de Lucas –primero y ante todo los Hechos de los Apóstoles y más tarde su Evangelio– más las diversas Epístolas de Pablo.

 

El autor hace aparecer pronto a Saulo, ferviente erudito judío y perseguidor de los cristianos en sus comienzos, para convertirse a la fe de Jesús durante su viaje a Damasco y transformarse en el Pablo que predicará por la provincia romana de Asia y Grecia la nueva fe hasta transformarla en el cristianismo tal y como existe hoy. Se explican con detalle los episodios más conocidos durante viajes de Pablo por Asia Menor, la formación de las varias iglesias –Antioquía de Pisidia, Listra, Derbe, Éfeso, Antioquía de Siria…–, la predicación de la nueva fe a sus habitantes, las cartas (Epístolas) que les dirige y las pugnas entre comunidades judías y gentiles. Pablo, centrado en la difusión de la nueva fe a los gentiles –es decir, no judíos– se enfrenta muy pronto con los otros líderes que defendían la necesidad de la circuncisión y el cumplimiento de la Ley judía como paso previo a la nueva fe. El denominado ‘Concilio de Jerusalén’ (capítulo 15 de Hechos) pone punto final a estos episodios y Pablo, después de una prisión temporal en Palestina, reemprende su plan evangelizador hasta su llegada a Roma, donde desaparece para la historia según Hechos.

 

Lucas, el otro gran personaje de El Reino, reemplaza a Pablo en el protagonismo, y a través del Evangelio de su nombre se narran hechos seleccionados de la vida de Jesús. El autor entrelaza las narraciones de Lucas con las de Marcos-Mateo, y después con las de Juan. La exégesis que se realiza en estos entornos es muy sugerente en cuanto sigue la ortodoxia vigente,  por una parte, mientras aporta –novela– ciertas visiones o enfoques en relación con la historia de los personajes y los escritos. Muy atractivos resultan los enfoques y el análisis del significado tanto del Evangelio de Juan como del Apocalipsis, en realidad digno continuador de la literatura apocalíptica judía del Antiguo Testamento.

 

Flavio Josefo y su La guerra de los judíos ocupa un lugar destacado en el final cronológico de la historia, así como la mención de varios emperadores romanos del momento: Claudio, Nerón, Domiciano, Tito… O, tomado del último capítulo de La guerra… la descripción de la destrucción de Jerusalén y Masada, con el rebelde Simón bar Giora, que el autor compara con Sadam Husein.

 

El autor analiza  los escritos neo-testamentarios, descendiendo a la explicación de las fuentes: el documento Q o los logia de Jesucristo. Llega en varias ocasiones a explicar didácticamente detalles específicos, como el significado léxico-teológico del término griego ágape. O el análisis léxico de una expresión aramea de 1 Corintios 16,22 que tanto puede leerse marana ta (“ven, Señor nuestro”) como maran ata (“nuestro Señor ha venido”), según las distintas interpretaciones exegéticas.

 

En toda la obra aparecen y desaparecen Homero y sus obras: algunos de sus personajes, hábilmente manejados por el autor, desempeñan su papel en la narración, de modo que conceptos y hechos de la Ilíada o la Odisea aparecen conjugados con el pensamiento de Lucas o Pablo. Como juega, asimismo, con  novelistas como Edgar Allan Poe, Gógol, Salinger, Kipling, Marguerite Yourcenar y tantos otros. También aparecen, ocasionalmente, como actores muy secundarios, personajes como Renán, Ignacio de Loyola (con sus Ejercicos), Putin, Lenin, Trotski, De Gaulle (en el contexto del publicano Zaqueo), nuestro Unamuno, el historiador Hyam Maccoby, el teólogo actual Jean Vanier, etcétera.

 

Para concluir debemos decir que el autor muestra una cultura amplísima que le permite documentar sus posiciones con solvencia. Domina el complejísimo ambiente socio-político del mundo greco-romano de los primeros siglos de nuestra era; domina el entorno judío en el que surge el cristianismo, con las tensiones entre los grupos religiosos del momento –saduceos frente a fariseos– o con disidentes políticos como los zelotas, que originarían el enfrentamiento final contra Roma; la geografía por la que se mueven los personajes: Palestina, Asia, Grecia o Roma. La vida cotidiana en todos estos lugares. Y, por supuesto, describe pormenorizadamente las tensiones que surgen muy pronto dentro de la primera generación de cristianos, y que constituyen realmente el meollo del libro. A lo largo de la obra se entrelazan el mito griego antiguo, las filosofías y religiones del extremo oriente (budismo, Bhagavad-Gita), el neo-platonismo alejandrino o incluso el pensamiento de autores más próximos a nosotros.

 

 

 

 

Ramiro Sánchez Sanz, editor en Garriga, Plaza & Janés y durante 25 años director editorial de Anaya, dirigió la versión española de la enciclopedia Encarta para Microsoft, participó en la Enciclopedia de la Biblia (Garriga, 1963, 6 vols.) y tradujo la Enciclopedia del Mundo Bíblico (Plaza & Janés, 1970, 2 vols.).

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