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La gran mentira de los bancos y el dinero

Os voy a contar una historia, pero no es ficción, no es un supuesto, ni un “podría ser”, ni un “quizá”, ni un suponer… aunque requiere de un poco de imaginación, muy poco; lo que viene a continuación es una historia cien por cien real. Veréis.:

 

Como todos sabéis BBVA y el Banco Santander son los dos bancos más grandes y poderosos de España -bueno, de España, de España… son más bien gigantes internacionales que comenzaron a crecer aquí y ahora tienen tentáculos en multitud de país de varios continentes- Voy a utilizar el Santander, pero en realidad para este cuento serviría cualquiera de los dos. Los supuestos son estos: Imagina que tienes una cuenta en el Banco Santander, ahí tienes domiciliada tu nómina; la empresa que te tiene contratado -o contratada-, la que te paga, también trabaja con el mismo banco. Un día decides que ha llegado el momento de comprarte una casa, como con tu nómina solamente es del todo imposible, tu pareja tiene que involucrarse también… para que todo sea más fácil cambia la domiciliación de su cuenta también al Santander porque ahí es dónde tenéis pensado pedir la hipoteca. Por esas cosas de la vida “tu” entidad bancaria decide que si, que te “presta” el dinero, que eres -sois- lo suficientemente de fiar como para aceptar la operación “¡Qué subidón! ¡por fin tendré mi propia vivienda!”

 

Ahora imagina que el banco es un lugar físico, una enorme sala en la que encontramos una descomunal montaña de billetes. En el techo de habitación se encuentra ubicado un gancho con una gran mano metálica móvil como esas que se usan para tratar de coger muñecos en algunas máquinas de feria. Sabes a cuáles me refiero ¿verdad? Vale, pues ya no necesitamos imaginar más, ahora veamos qué es lo que ocurre.

 

Cuando la empresa que te paga ingresa tu dinero en tu cuenta nómina, el gancho del techo desciende, coge la cantidad que te corresponde y… la vuelva a dejar caer en el mismo sitio -el Santander es el Santander y las dos cuentas están en el mismo banco- Con el dinero que recibís por vuestro trabajo, tú y tu pareja pagáis la mensualidad que debéis de la hipoteca, de modo que el gran gancho vuelve a ponerse en marcha, coge el monto que al que asciende vuestra letra y… lo vuelve a dejar caer en el mismo sitio ya que la deuda la tienes con esa misma entidad bancaria. ¿Resultado? El dinero está siempre en el mismo sitio, y como el banco sabe eso mucho mejor que nosotros… ¿por qué lo va a dejar la inerte en la gran cámara del Tío Gilito cuando puede con ese dinero invertir para tener más? Todos sabemos que el dinero llama al dinero, de modo que la montaña crece, crece y crece mientras nosotros oímos funcionar el gancho y creemos que eso significa que el dinero cambia de manos. Por cierto, cuando “compraste” la casa con el “préstamo” del banco, obviamente a ti nadie te dio un euro, el Santander directamente pagó a la constructora -que por esas cosas que pasan, también trabaja con el banco de Botín, de modo que en esa ocasión el gancho volvió a hacer el mismo trabajo inútil de coger y soltar dinero en el mismo montón enorme de billetes-

 

Hay quien dirá “ya, pero nosotros compramos cosas… el dinero si que sale del banco” bueno… cuando vamos al Mercadona, hacemos la compra y pagamos con tarjeta… si el Mercadona trabaja con el Santander, en realidad el gancho sigue moviéndose para nada… si que ocurre que hay más bancos y que puede que Mercadona trabaje con el BBVA, en ese caso los ochenta eurazos de tu compra cambian de banco, pero como seguro que cuando pasas la tarjeta está ocurriendo lo mismo en el sentido contrario en alguna otra transacción, la cosa siempre queda razonablemente compensada.

 

En resumen, cuando decimos que nuestra casa no es nuestra, sino que es del banco, decimos bien pero nos quedamos cortos. La casa es del banco -que la ha comprado gratis cogiendo un montón de dinero con el gancho del techo para volver a dejarlo en su sitio de nuevo- el dinero de nuestra nómina es del banco, el dinero de la empresa para la que trabajamos es del banco, y el dinero con el que compramos el pan y los pepinillos agridulces en el Mercadona es del banco. Así pues, la próxima vez que digas que “sólo me quedan trescientos euros” pregúntate dónde está ese dinero, si está en la montaña más que tuyo es de ellos, y si lo tienes en casa… el banco espera paciente y sin prisa a que lo gastes, es de su montaña y volverá a su montaña.

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