El artículo de Enrique Vila-Matas que dio la pista para esta brújula se titula Diario de la vida aumentada y apareció en el diario madrileño El País el pasado 6 de julio. Terminaba así: “Desde París una amiga me comunicaba que estaba en el Marmottan Monet viendo la exposición La hora azul, dedicada al genial danés Peder Severin Kroyer, contemporáneo de Vilhem Hammershoi. Busqué enseguida hasta cuándo podía verse aquella muestra que podía alzar el ánimo de cualquiera y vi que estaría hasta finales de septiembre y que ‘la hora azul’ era el fenómeno meteorológico que precede al crepúsculo y que puede verse especialmente en el norte de Dinamarca. Es una luz única y de inequívoco aire brujo, visible a esa hora del día en la que todo se confabula y hasta nos parece que por fin va a ser posible que entremos en una vida distinta, en una vida nueva, y quien sabe si aumentada”. Por cierto, en el mismo diario, unos días después, en un artículo titulado Paso a la barbarie, Soledad Gallego-Díaz, comenta la decisión del gobierno danés de subarrendar a un país africano (probablemente Ruanda) la gestión de sus solicitantes de asilo, haciendo prácticamente inviable esa figura que forma parte del sistema legal internacional que vincula a las democracias. La propuesta, aprobada el 3 de julio en el Parlamento danés, fue propuesta por el gobierno socialdemócrata, no un ejecutivo de extrema derecha. Citando a Jose María Ridao, Gallego-Díaz recuerda que “la barbarie no es algo que sucede de repente, sino algo que se elige y a la que se llega paso a paso, momento en el que ya nadie sabe que lo que está haciendo es barbarie. Pocos parecen pensar en Dinamarca que aprobar una ley que autoriza a ‘reubicar en otros países a solicitantes de asilo de países no Unión Europea’ es eso, un paso hacia la barbarie”. Quizá habría que empezar a aplicar un valor polisémico nuevo a la expresión la hora azul cuando hablemos de la luz danesa.
Dónde: Marmottan Monet, París
Cuándo: Hasta finales de septiembre