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AcordeónLa lección de Antonio Machado

La lección de Antonio Machado

Un profesor de francés y poeta llamado Antonio Machado, que imparte su magisterio en el instituto de Baeza, defiende entusiasmado el triunfo del periódico ‘Nueva Idea’

 

Aula antigua con pupitres, pizarra y crucifijo

 

En 1915, Baeza está viendo florecer en medio de las enredaderas, las malas yerbas y la cizaña de las viejas fuerzas fácticas un periódico que aspira simplemente (¡qué fuerza hace falta para siquiera intentarlo!) a contar la realidad a los lectores locales rechazando el servilismo reverencial que empapa a la prensa oficialista española; que quiere enriquecer su conocimiento y deleitar su espíritu; que se exige denunciar las injusticias que puedan sufrir. Nueva Idea es una ráfaga de aire fresco que entronca, cuatro siglos después, con el pasado renacentista de esta bellísima ciudad jienense que el viajero encontrará un poco más allá de los cerros de Úbeda.

Un profesor de francés y poeta llamado Antonio Machado, que imparte su magisterio en el instituto local, defiende entusiasmado el triunfo que supone que la humilde pero decisiva publicación, la única en el desierto informativo de este rincón provinciano, sobreviva un año después de su nacimiento. Pero en su artículo de celebración de cumpleaños trasciende la felicitación de cortesía a sus colegas, ese grupo de intelectuales progresistas de Baeza que alienta la Nueva Idea, para convertirse en una reivindicación del periodismo como oficio y arte al servicio de la sociedad, y un recordatorio tan sencillo como solemne de los principios que lo deben sostener y que sin embargo tan a menudo olvidamos.

Una copia de la página original se expone en el pequeño museo dedicado a Antonio Machado en su viejo instituto de Baeza, el de la Santísima Trinidad, junto a la mesa desde donde daba clases y los pupitres de los alumnos que tuvieron la suerte de escucharlo. Hemos elegido este texto para abrir nuestra antología de obras maestras del periodismo del pasado escrito en español porque contiene uno de los lemas que inspiran también a fronterad: contemos la realidad animados por el idealismo de cambiarla. Quien esté a punto de tirar la toalla, desengañado con la profesión, quizás encontrará aquí un respaldo moral para seguir luchando, con más razón que antes.

 

«Para el primer aniversario de IDEA NUEVA

El aniversario de la fundación de un periódico, debe celebrarse por cuantos sientan amor a la letra impresa. Bien hacen Vdes. señores redactores de IDEA NUEVA, en consagrar un número extraordinario al fausto día en que cumple un año esa publicación. Sí, la aparición de un periódico en una pequeña ciudad que carecía de prensa propia, es acontecimiento de mucha más trascendencia que la visita de un personaje o la fiesta onomástica de un cacique.

Desde hace algunos años, se acostumbra en España a hablar mal de la Prensa. Yo no me he sumado nunca a los maldicientes. Estoy plenamente convencido de que, en nuestra patria, es el periódico el único órgano serio de cultura popular. La Prensa contribuye a crear la vida ciudadana, es un reflejo, acaso el más fiel, de la conciencia colectiva. Sin la Prensa, dada la constitución de las modernas sociedades, nuestra vida languidecería en un privatismo torpe, inmoral, egoísta. La ignorancia de cuanto atañe al interés de todos, consecuencia inmediata de la falta de Prensa, disolvería pronto a las naciones en cabilas, las ciudades en tribus. Sólo los partidarios más o menos conscientes, más o menos embozados, de un retroceso a la barbarie pueden ser enemigos del periódico.

En los pueblos donde más abundan los centros de enseñanza, las bibliotecas públicas y circulantes, donde los libros se venden por millares, es decir, en aquellos pueblos donde el periódico, la hoja diaria y volante, cumple una misión secundaria desde el punto de vista cultural, es, no obstante, amado y respetado el periódico. En nuestra España donde nadie lee un libro, donde las instituciones decentes distan mucho de ser focos de potente irradiación espiritual, no faltan malsines de la prensa periódica, gentes que reciban toda nueva publicación de esta índole como a huésped importuno, como a intruso fisgoneador que viene a fiscalizar, a molestar, a sacar, tal vez, a la luz de la calle, los trapos sucios de la casa. Ni falta quien invoque la alta cultura, la instrucción superior, para desdeñar la modesta labor del periodista. Es esta una forma vanidosa que adoptan los espíritus beocios para disfrazar su odio a la letra de molde.

        Los hombres consagrados a los estudios más hondos y a las más graves disciplinas del saber son, por lo regular, grandes lectores de periódicos, no desdeñan la hoja volante que recoge la palpitación del día. Pero abundan los fariseos de la cultura que se jactan de no leer periódicos, dándonos a entender que, consagrados a la ciencia, no tienen lugar para lecturas superfluas. Desconfiad de ellos; suelen ser hombres a quienes estorba lo negro. El peor de los analfabetismos, no es ciertamente, el del siervo de la gleba, encorvado sobre el terruño de sol a sol para ganar el sustento; hay un analfabetismo con birrete y borlas de doctor infinitamente más lamentable.

Admiremos la gran Prensa, esos portentosos rotativos que nos aportan diariamente noticias de todos los rincones del planeta, pero amemos también y respetemos a estos modestos periódicos provincianos que cumplen humildemente y, a veces, a costa de grandes sacrificios, una misión santa: la de velar por los intereses comunes a cuantos vivimos, apartados de las grandes urbes, por estos rincones de la patria española.

En esta bella ciudad, entre moruna y manchega, en cuyas piedras venerables se lee un pasado glorioso, en esta noble Baeza, de vieja tradición intelectual, hacía falta un periódico, y Vdes., mis queridos amigos, han sabido crearlo.

Mi más cordial enhorabuena en este aniversario y, con ella, la expresión de mi gratitud y de mi simpatía.

Antonio Machado

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