La obsesión por las listas, que tantos adeptos atesora en todas las latitudes, entre ellos artistas de todo pelaje, ha sido convertida en objeto de museo gracias a uno de los más seductores de Manhattan: la biblioteca que atesoró el banquero J. P. Morgan, acaso porque así pensó que mejoraba su imagen ante el Gran Lector. “Listas: cosas que hacer, inventarios ilustrados, pensamientos y otras enumeraciones de artistas”. Como recogía el pasado miércoles Bárbara Celis en “El País”, de boca de William Griswold, director de la Morgan Library: “Las listas ofrecen contextos biográficos y revelan detalles sobre los gustos y opiniones personales”. Entre las ochenta listas figuran “piezas” de Vito Acconci, Calder, Adolf Konrad o Eeero Saarinen.