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Mientras tantoLa travesía del 2012

La travesía del 2012


 

No, no desaparecí. Sólo estuve un tiempo en silencio, recupero la voz y quiero seguir hablando de desigualdad en este 2012, tan bonito si fuese sólo un número de la suerte, tan amenazante cada vez que nos vamos asomando a lo que dicen que de él debemos esperar.

 

Dicen que si creímos  que el 2011 fue difícil debemos estar preparados para un 2012 mucho peor, porque la medicina para nuestra sociedad enferma es más enfermedad, o menos de todo, pero sobre todo menos Estado, y cuando hay menos Estado siempre hay menos igualdad, y cuando hay menos igualdad la brecha que nos separa a mujeres y hombres empieza a crecer como si de repente se hubiesen quitado los diques que la racionalidad y la civilización, con muchas dificultades, habían ido construyendo para evitar que la ley de los más fuertes, que  son siempre los que más tienen, nos gobernara.

 

La igualdad como cualquier valor subyacente a los Derechos Humanos, es una acto colectivo de voluntad, no un estado de naturaleza, no un sálvese quien pueda que parece ser la receta de este hundimiento anunciado en el que el pánico nos roba la condición de seres humanos adultos, con capacidad de pensar y de decidir.

 

Los más débiles primero, pero no a los botes salvavidas, sino al mar sin faro y en plena tormenta: inmigrantes, pobres nacionales e internacionales, dependientes, clases medias que ya no lo son… y entre todos los que naufragaron, de nuevo sin voz las mujeres y las niñas, la exclusión de la exclusión. Desaparecieron sus necesidades porque ahora a duras penas se atienden las del colectivo al que pertenecen, y ante la escasez de recursos priman los intereses masculinos, que siempre fueron considerados universales. Enmudece la mitad más débil de todas las fragilidades que sólo en épocas de abundancia parecíamos obligados a escuchar, de vez en cuando.

 

Cuando el viento empezó a arreciar despareció el gobierno paritario, necesitábamos hombres fuertes y no mujeres excepcionales. Despareció el Ministerio de Igualdad, con un mensaje claro: eliminar lo prescindible. En la campaña electoral, la igualdad entre mujeres y hombres ni siquiera fue un tema digno de consideración. El nuevo Gobierno deja la igualdad sin estructura administrativa.

 

Ahora todos nos hundimos y hay que aligerar peso y que cada cual se agarre a la tabla de salvación que encuentre. Un país que se movió en la última década con el precario motor del ladrillo, canalizando su capital humano hacia el sector masculinizado y sin formación de la construcción, resistiendo hasta el último momento con agonizantes Planes-E, no se plantea ni por un momento que llevaba años desperdiciando la mitad de sus recursos humanos: las mujeres , mucho más formadas pero sin salida en un mercado laboral segregado por sexos que además pagaba de forma escandalosamente superior el trabajo no cualificado  sobre el cualificado.

 

No necesitamos un nuevo Gobierno como no nos estaba sirviendo de nada el antiguo, no necesitamos menos gasto, ni restringir los servicios públicos, ni eliminar las ayudas a la cooperación y a la dependencia, no necesitamos medidas que desesperadamente intenten rascar ingresos de donde sea para luego no saber qué hacer con ellos. Necesitamos  un plan estratégico, común, colectivo, público, con un Estado (que no un Gobierno y sus hombres), fuerte, que apueste por dar seguridad y recursos a nuevas oportunidades de negocio y empleo, un plan estratégico que cambie el que ha sido hasta ahora nuestro motor económico. Necesitamos recursos públicos y confianza, no miedo y recortes. Necesitamos velas, no más lastre en esta travesía por una crisis que parece que siempre puede empeorar más. Y necesitamos seguir pensando de forma universal, inclusiva y alternativa, porque no se trata de volver a reproducir el modelo de mercado de trabajo desequilibrado y discriminatorio que nos llevó al naufragio, sino de construir un nuevo barco en el que participemos todas y todos y entre todos y todas decidamos hacia donde queremos poner rumbo.

 

 

 

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