Una máxima de la naturaleza es adaptarse para sobrevivir y en el trabajo no es diferente. La evolución laboral nos enseña a hacer fotocopias, a llevar cafés, crear powerpoints y, por supuesto, a realizar un pedido correctamente.
Lo primero es mirar a ambos lados para asegurarnos de que no hay ningún compañero suficientemente cerca. El siguiente paso, el más delicado, consiste en ladearse sigilosamente sobre una de las nalgas (por lo general una desviación en la columna condiciona de manera natural el lado sobre el que recostarse) y expulsamos la ventosidad. Existen dos escuelas que defienden técnicas diferentes: la primera aboga por el acompañamiento del gas con un carras-peo; y la segunda aconseja expulsar el pedo y luego arrastrar sutilmente los pies (o la silla) intentando conseguir un ruido parecido al de la flatulencia. En cualquier caso la sincronización debe ser perfecta o conseguiremos justo el efecto contrario al deseado. Y por último, rezar porque no huela a goma quemada y esconder las palmas de las manos, que suelen ponerse coloradas por nosotros.