Tenemos que aprender a vivir con nada
Gandhi
Construir desde la renuncia (n´UNDO) es una actitud, una reacción cultural, extensible a cualquier área del conocimiento y la vida que, desde la arquitectura y mediante la implicación de diversas disciplinas, pretende generar una base de pensamiento y actuación (No Construcción, Minimización, Reutilización y Desmantelamiento) como forma de hacer arquitectura sostenible del territorio y la ciudad. Esto, se formula desde una filosofía de la renuncia, de lo imprescindible, de la búsqueda de lo esencial y necesario, del hacer no haciendo y al contrario que esos a los que señala Epicuro, nada es suficiente para quien lo suficiente es poco, como la filosofía del nada es más.
Dos grandes crisis cuestionan nuestros modelos, una sistémica y cultural, contradice la Declaración Universal de los Derechos de las Generaciones Futuras de la UNESCO: Las personas de las generaciones futuras tienen derecho a una Tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo puro, y muestra que la subcultura de masas semejante a un sistema de adiestramiento, como denuncia Stravinsky, de nuestra sociedad, aboga por el consumo insaciable, la irresponsabilidad, el crecimiento continuo, la acumulación incontrolada, la obsolescencia, la generación insostenible de residuos, la propaganda masiva y el valor del monumentalismo. Una cultura donde la especulación ha sustituido a la economía, la tecnocracia a la política, el consumo a la libertad, la caridad a la justicia social.
En el otro extremo, una crisis primaria, de necesidades básicas, donde un sinfín de datos muestran la situación de esos países que eufemísticamente reciben el nombre de Sur. Esos números revelan cómo dos mil doscientos millones de personas en el mundo no tienen asistencia sanitaria, mil doscientos millones no tienen acceso a agua potable o cómo el año pasado cuarenta y cuatro millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares en busca de refugio en algún otro lugar.
En este poco esperanzador y complicado contexto de partida, que sin embargo abre enormes posibilidades de mejora, ver, pensar y actuar se constituyen como herramientas básicas para un avance hacia la sostenibilidad global y el desarrollo para todos. Se constituyen en n’UNDO como una base teórica que permite visibilización, reflexión, la reacción posterior y el avance de la práctica.
Un manifiesto trata de condesar las principales consideraciones sobre arquitectura, territorio y sostenibilidad que permiten generar unos modos de actuación que sean capaces de hacer realidad la arquitectura como uno de los derechos fundamentales para mejorar la vida de las personas, o como nos dice Antonio Miranda, el no anteponer cualquier interés al interés panhumano, pues el resultado es entrópico y charlatán pero también fecal. Toda esta reflexión ideológica conduce a la sostenibilidad como único medio para conseguir un desarrollo global. Un desarrollo que no se entiende bajo el prisma de esa subcultura de masas antes comentada, sino como bienestar humano; creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses, tal y como lo describe el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
Ese equivocado concepto de desarrollo, basado en condiciones infinitas y tramposas, ha generado un modelo excluyente, en el que ni siquiera falsificando las cifras se logra una sostenibilidad parcial. Basta con mirar datos como los de la huella ecológica total o detallada por países, o analizar índices ponderados de contaminación y compra de cuotas. Es precisa y con urgencia, una sostenibilidad global y efectiva.
Como posible solución al agotamiento del planeta, en los últimos años se han venido barajando soluciones poco razonables que continúan favoreciendo a la industria por encima de las personas, y que insisten en confundir eficiencia energética con sostenibilidad. Eficiencia es una mejor utilización de los recursos o un mejor consumo de la energía, pero, como se observa en el caso concreto de la construcción, de nada sirve que los edificios sean muy eficientes o que incluso produzcan y devuelvan energía al sistema si para su edificación han consumido más territorio, energía y recursos de los que en su ciclo vital serán capaces de generar y devolver.
Por tanto, planteamos desde aquí otra definición de sostenibilidad, que afirma, como Stravinski, que la exageración gratuita pervierte todas las cosas –todas las formas a las que se aplica-, que acompaña a la de consumir recursos por debajo de su límite de explotación y que dice que ser sostenible es hacer, producir, sólo lo necesario y pertinente, lo imprescindible.
La postura siguiente es pues como fijar estos criterios de lo pertinente. Varias herramientas se muestran útiles. La primera, una reflexión cultural sobre las imposiciones de la propaganda y la imposibilidad de un crecimiento infinito, lo que Santiago Niño Becerra resume con la siguiente indicación, la economía debe de encoger y es este el momento en el que lo necesario será lo importante.
La segunda, fomentar y aplicar la consulta y participación ciudadana y colectiva como medio de asegurar que aquello que se ejecuta es lo verdaderamente demandado por la sociedad. Pasó el tiempo en el que los políticos sabían lo que convenía al ciudadano. Finalmente, una reconsideración de lo que significan los recursos, y más concretamente el territorio, llevarán a la conclusión de que a pesar de la posibilidad de encontrar nuevas y casi ilimitadas fuentes de energía (renovables, hidrógeno, etcétera), el territorio, nuestro bien más preciado y uno de los menos reversibles, es finito y limitado.
Ese repensar el territorio dio como resultado en el Congreso Europeo del Paisaje declarar que todo territorio es paisaje, un paisaje ambiental, social y cultural que lo convierte en un aspecto importante de la calidad de vida de la población. Por tanto, no todo el territorio puede ser urbanizable, pero sí todo es digno de ser respetado, y cualquier intervención debe ser meditada, argumentada, debatida y consensuada bajo criterios sociales, medioambientales, urbanísticos, económicos, éticos y culturales, en defensa de todos los paisajes, incluidos los ordinarios y habituales, como los clasifico Derrawat.
Esta declaración se manifiesta en contra de la Ley del Suelo española de 1998, en la que se declaraba que todo espacio que no estuviera protegido era susceptible de ser urbanizado. El listado de horrores que esta ley ha generado es tremendamente largo. Desde el nuevo debate territorial se pretende no solo apelar a la legalidad o ilegalidad de las actuaciones, sino a criterios como el respeto, el sentido común educado o las buenas prácticas.
Surgen entonces, ya en el ámbito local, dos preguntas que condensan este pensar. ¿Cuántos y qué actores deben intervenir en las decisiones territoriales? ¿Qué debe anteponerse a sostenibilidad además de necesidad?
En busca de soluciones, pues desde la disciplina arquitectónica y territorial muchas de las (no) arquitecturas que contaminan territorio y ciudades son reversibles, minimizables, reutilizables o eliminables, se establecen las siguientes áreas de análisis, desde donde reflexionar, valorar y clasificar:
— Urbanismo pernicioso. Actuaciones, normalmente bajo planeamiento urbano y territorial, que atentan contra el desarrollo de las relaciones humanas. Con baja densidad y uso extensivo de los medios de transporte privados, consumen gran cantidad de territorio, energía y recursos, con alto un alto impacto ambiental. Desencadenan rotura y discontinuidad en las redes sociales. Promovidas por intereses económicos y especulativos.
— Construcciones abandonadas. Estructuras y construcciones que se encuentran abandonadas por diferentes causas y grandes cementerios de maquinaria industrial y bélica, que salpican el planeta en entornos naturales y urbanos.
— Construcciones insostenibles. Actuaciones inadmisibles ambiental, energética y moralmente, basadas en insaciables inversiones y proyectos delirantes, pero cuya aportación a la humanidad y al planeta es negativa e injustificable.
— Sobre adecuamiento al medio. Actuaciones en lugares de alto interés natural que proporcionan fácil llegada a lugares difícilmente accesibles, realizadas bajo la excusa de la recuperación de la zona o la mejora turística, considerada esta como ocio de consumo, alterando enormemente el medio.
— Elementos prescindibles. Elementos inútiles que invaden las ciudades, aportando en mayor medida distorsión, molestia, impacto y alienación, con un único fin económico y publicitario.
— Atentados contra el medioambiente. Infraestructuras e intervenciones arquitectónicas e ingenieriles que alteran el ecosistema y la vida de los demás seres vivos. Normalmente construidas para dar respuesta a necesidades energéticas.
— Construcciones contra la humanidad. Construcciones en las que se apoya la humanidad para atentar contra sus propios derechos e individuos.
— Derroche energético. Abuso indiscriminado e irracional de la energía.
— Basura espacial, terrestre y marítima. Zonas o formas de acumulación indiscriminada de residuos, en los diferentes medios, sin ningún tratamiento o reciclaje.
Estas áreas se complementan con la elaboración de un mapa participativo en el que señalar y denunciar todas aquellas construcciones y actuaciones urbanísticas que se puedan englobar en el análisis anterior. Del mismo modo y como complemento a la visualización efectiva del mapa, la realización de acciones urbanas con participación ciudadana, pretende sensibilizar y concienciar a la población de las malas prácticas antes citadas, a la vez que divulgar soluciones e innovación.
Sobre la base de estos análisis, cabe preguntarse hacia dónde va la arquitectura y cuál es el deber de ésta, una vez claro que no es sólo un instrumento para generar riqueza mal repartida que agota el territorio. Requiere esta arquitectura que ha abandonado a sus ciudadanos repensarse por completo y cuestionarse su pertinencia, su necesidad. Requiere hablar de otra arquitectura o arquitecturas, la que no se hace y la que deshace todas aquellas no-arquitecturas que se encuentran entre los paradigmas que Alejandro de la Sota llamó arquitectura culta y arquitectura popular. Y eso es factible conseguirlo mediante la no intervención, la intervención mínima o mediante aquella que restando regenera y recupera paisajes y ciudad. Porque la Arquitectura debe valorar el lugar donde se implanta, puesto que no debería producirse construcción que no mejorara el entorno con su presencia ni la vida de las personas de modo global.
Tras descubrir lo innecesario que logran visualizar estas no-arquitecturas que lo soportan, se propone generar una actividad que permita, mediante los modos de actuación siguientes: No Construcción, Minimización, Reutilización y Desmantelamiento, revisar esas construcciones y convertirlas en verdaderamente pertinentes y necesarias.
No Construir se entiende como Respeto, por las personas, por lo existente, por el medio, por el territorio, por el vacío y la paz. No construir supone una renuncia, un proceso de eliminación de aspiraciones para ajustarse a la necesidad social, ética, cultural y pertinente al entorno. Como dice T. W. Adorno en su Estudio sobre ideología y lenguaje, donde pone de manifiesto el valor productivo de la negación, No siempre se derriba para destruir y construir después. Por el contrario, se derriba para ganar espacio libre, aire, luz, los cuales concurren con diligencia allá donde se suprimen los obstáculos. Del mismo modo Lao-Tsé y Kant proponen una ética y una estética de la renuncia como modo de separar y desvelar lo falso, lo inoportuno, lo banal.
Minimizar o Limpiar es integrar, disminuir el impacto, eliminar lo sobrante, lo decorativo, eso que Kant narra cómo distinguir entre lo interesante y lo importante; porque las verdades deben construirse con verdades y en ese discernir debemos ser capaces de librarnos de las falsas necesidades. Esas que creadas por la propaganda pretenden hacernos sentir indefensión y miedo, ganas de protección. Las que pretenden suplantar la educación con prohibición y del modo más tosco, urbanizar y señalizar la naturaleza, con la vana excusa de la accesibilidad ridícula que confunde viaje con turismo, y este con consumo inmediato de ocio. A lo más (calidad) por lo menos (cantidad) escribió san Juan de la Cruz.
Reutilizar es Recuperar, reactivar lo existente, fomentar el desarrollo sin crecimiento. Este volver a usar, recolocar, se entiende como ahorro, como cuidado, valorando lo insostenible de un crecer sin fin, y cuestionando la propiedad de lo nuevo de ser mejor por sí mismo que lo antiguo; de la novedad como actitud modernista – estar a la moda, vacía y frugal- frente a lo verdaderamente moderno. Habitar por encima de un negocio, es una necesidad y un derecho.
Desmantelar permite mediante la intervención Regenerar, recuperar estados previos, cortar, sanear. El carácter positivo del desmantelamiento debería servir además de freno al éxtasis invasivo y colonizador del territorio, que en nuestro país arroja cifras de millones de viviendas vacías o sin vender, así como millones de hectáreas de entornos naturales, principalmente costeros, devastados sin mayor fin que la especulación mercantil. Actualmente las nuevas técnicas de demolición selectiva, la penalización por no separar residuos o proyectos como el planteado por n´UNDO para la playa del Algarrobico, ponen de manifiesto el valor positivo del desmantelamiento, no sólo como modo de recuperación y apreciación nuevamente de lugares, sino como un modo sostenible de generar valor en empleo, formación, educación y turismo.
Coda
Architecture is not only a question of technique or aesthetics (or economics), but the frame of a –at best reasonable- way of living. Bernhard Rudofsky
Xenia me dijo una vez que cuando vivía en Alaska durante su infancia, sus amigos y ella tenían un club con una sola regla: nada de tonterías. John Cage
n´UNDO (Alejandro del Castillo y Verónica Sánchez): www.nundo.org
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