
Hace unas semanas tuve un tremendo ataque de dislexia (‘dislesia’ para los gallegos). Quedé con un grupo de amigos que no veía hacía tiempo para tomar unas coplas y echar unos Bayleis. Lo único que recuerdo es la sensación de alegría y gratitud que me entró al leer en la puerta: «NO SMOKING». Por fin, un local en el que se censuraba la etiqueta. Ya me imaginaba bailando al ritmo de unos calcetines blancos, brindando en el paraíso de los vaqueros rotos y el oasis de las camisetas sin mangas. Y, como ya sabemos, en todo oasis habita un espejismo. En medio del subidón me explicaron que el cartel hacía alusión a que no se podía fumar dentro del bar y que no tenía por qué abrazar al portero por dejarme entrar con zapatillas deportivas.
Y parece mentira, pero no fumar dentro de los bares ya es una realidad. Es más, podríamos decir que ha sido para bien y nada traumático. Ahora puedes salir a la calle a fumar y beber. Además, conoces gente y decir «no» en grupo a los que te quieran gorronear un cigarro o una monedilla, une mucho. Eso sí, sin alborotar demasiado porque te puede caer un buen puro.
Otra de las consecuencias es que ahora ya no hay humo que repela a los padres con niños pequeños. Los críos (pobrecitos míos, son niños inexpertos y no saben lo que hacen), empiezan a corretear y a gritar. Es entonces cuando un hombre saca lentamente un cigarro y amenaza con encendérselo. Lleva un abrigo largo y yo juraría que ha pertrechado su pecho con cartones de Ducados. Es una situación muy tensa, se mezclan los berridos de los churumbeles, el ruido de la máquina de café y «una de bravas» de fondo. Pero todo acaba cuando un padre, que aparentemente leía el Frankfurter Allgemeine Zeitung, saca a su bebé del moisés y dice sin pestañear: «A que le despierto». Por Fortuna no pasó nada.
Puede parecer surrealista, pero recuerdo que hace unos días aparecía en las noticias que un espectador había denunciado al musical «Hair» porque fumaban en la representación. Dentro de poco aparecerán quejas formales por el humo de los incendios y ¡cuidado, estudiante! con fumarse las clases.
Por mi parte no faltará en mi brazo un parche de nicotina en señal de luto.