Obama y el Nobel de la Paz (con guerra)

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Obama sigue gozando de una razonable popularidad en su país (50% de aceptación) pero sus compatriotas consideran mayoritariamente (62% contra 28) que la concesión del premio Nobel ha sido una «pasada». Bastantes de ellos, pues, habrían suscrito una pancarta solitaria que, en medio del entusiasmo popular existente en Oslo cuando recogió el premio, rezaba: «ya te lo han dado, ahora gánatelo».

 

La impresión de que la concesión del premio es prematura está, pues, generalizada aquí y allá. El propio Obama lo reconoció humildemente al inicio de su impactante discurso. El presidente, sin embargo, enfrentaba otro desafío más importante y que marcará su reputación y su Presidencia: casar la concesión del premio Noble de la paz con el dirigente de un país que tiene en marcha dos guerras. La ironía quedaba subrayada por el hecho de que el Presidente acudía a Oslo a los pocos días de haber anunciado un incremento del esfuerzo bélico de Estados Unidos en Afganistán, 30,000 soldados más serán enviados a ese país.

 

Obama abordó la cacareada contradicción rápidamente y con valentía. Dijo con tono sombrío que sabía que los jóvenes que estaba enviando “tendrían que matar y también que morirían”.  Pero no se excusó por tener dos guerras entre las manos, defendió un mundo en paz, abogó por la desnuclearización para añadir que lamentablemente «en el mundo existe la maldad, el pacifismo no habría detenido a Hitler y sólo con negociaciones no vamos a convencer a El Queda».

 

En una intervención, «importante, elocuente y accesible» según un conocido comentarista americano, Obama desarrolló una teoría de «la guerra justa» que será profusamente analizada por los tratadistas del derecho internacional. Partió del principio de que «la creencia de que la paz es deseable raramente basta para garantizarla» y remachó «los instrumentos de guerra juegan ciertamente un papel en mantener esa paz».

 

El Presidente dio a entender que hay guerras innecesarias y probablemente injustas (Irak) y otras inevitables o justas como la de Afganistán originada en el brutal atentado de las Torres Gemelas y proseguida para evitar que el país se convierta de nuevo en refugio de los terroristas fundamentalistas que repitan la fechoría.Una guerra justa se hace para impedir o enmendar algo perverso. La doctrina  expuesta por Obama parece implicar que esta guerra justa debe ser lanzada en casos muy limitados, que debe ser luchada respetando las reglas de la guerra (respeto de la población civil, ausencia de tortura etc…) y que Estados Unidos debería intervenir acompañado de otros. Obama no descartó totalmente, con todo, que , en alguna ocasión, su país deba actuar unilateralmente. Aunque trató de marcar las distancias con su predecesor alguna televisión estadounidense ha manifestado que en ciertos fragmentos su discurso era sorprendentemente similar al de Bush después del 11 de Septiembre.

 

La pieza oratoria ha sido bien acogida en Estados Unidos. La derecha, con alguna reserva y rezongando que Obama se esfuerza demasiado en agradar a otras naciones, ha aplaudido que el Presidente recuerde al mundo que hay ocasiones que la paz no se puede siempre conseguir sin la amenaza de la guerra. La izquierda también parece calmada. La prensa progre ha aplaudido. Un buen resumen es el editorial del influyente New York Times: …»Obama expuso su argumento muy elocuentemente…la guerra de Afganistán es difícil pero necesaria».

 

La incógnita acuciante es ver como el conflicto termina pero el realismo y la oratoria del Presidente son, una vez mas, su mejores aliados.

Inocencio F. Arias es un veterano diplomático y frecuente colaborador en los medios de información. Ha tenido cargos destacados con diferentes gobiernos: embajador en la ONU con el PP, Secretario de Estado y Subsecretario con el Gobierno anterior del PSOE y Portavoz del Ministerio de Exteriores con tres distintos ejecutivos de la democracia; UCD, PSOE y PP. En la ONU presidió el Comite Mundial contra el Terrorismo y la Asociación de Embajadores. Ha sido profesor en la Universidad Complutense y en la Carlos III de Madrid. En su única escapada a la empresa privada fue Director General del Real Madrid. Ha escrito libros: Confesiones de un Diplomático (Planeta) y Tres Mitos del Real Madrid(Plaza-Janes) y en colaboración con Eva Celada La Trastienda de la diplomacia (Plaza-Janes). A mediados de 2012 publicó también en Plaza y Janés Los Presidentes y la diplomacia. Me acosté con Suárez y me desperté con Zapatero que actualmente está en su tercera edición.