Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
AcordeónPartiendo pan. Vida intelectual negra insurgente

Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente

6. Diálogo entre bell hooks y cornel west (i) 

En una sociedad compuesta por un creciente número
de personas de color, por aquellos que han
conocido el desprecio y la dominación del mundo
euroamericano, sería fascinante concebir el
amor propio como una especie de vocación
religiosa. ¿Pero cómo se enseña a la gente,
desde sus primeros años, a
actuar con autoestima y responsabilidad propia? ¿Cómo se les alienta a
transitar el mundo con una actitud que, sin creerse
moralmente superior, cuestiona todo aquello que amenaza con aplastar el espíritu humano,
la capacidad humana de amarnos a nosotros mismos y a los demás?
¿Es posible explorar junto a nuestros estudiantes esta clase
de cuestiones elementales, discutir abiertamente sobre las posibles
conexiones espirituales entre la capacidad de amarnos
a nosotros mismos y la voluntad de amar y servir a los demás?

Vincent Harding,
Hope and History 

 

hooks: ¿Crees que el resurgimiento de un angosto nacionalismo negro responde en parte a la sensación experimentada por mucha gente negra de que hemos perdido el sentido genuino de comunidad? ¿Recurrimos al nacionalismo para recuperar vínculos afectivos perdidos y el sentido de hermandad?

West: Por un lado, es positivo volver a poner en primer plano la reflexión y la acción política rigurosas. Por otro, tienes razón al señalar la extrema rigidez del neonacionalismo negro y su tendencia a recuperar referentes históricos sin preocuparse de contextualizarlos. Pero, por encima de todo, refleja el deseo de la gente negra de volver a vivir en comunidad y de sentir todo lo que ello implica: vínculos primordiales, apoyo, sustento, perspectivas de futuro y, por supuesto, esperanza. Este anhelo se aprecia tanto en el nacionalismo de Spike Lee como en las letras de varios raperos.

hooks: Puesto que provocó en nosotros reacciones similares, hablemos detenidamente del número de la revista Spin en cuyas páginas participó como editor invitado Spike Lee. Al igual que en sus películas, me deslumbró el caleidoscopio de negritud que logró plasmar. Spike se empeña en trazar un espacio en el cual podamos reconocernos y apreciar plenamente nuestras cualidades, la gloria de nuestra presencia colectiva. La película Cuanto más mejor es un espectáculo lleno de elegancia negra e imágenes estéticamente inspiradoras.

West: Estoy de acuerdo.

hooks: No obstante, me decepcionó profundamente el hecho de que la revista careciese de una vertiente política de calado. Apelaba a una vana solidaridad negra acorde a la cultura dominante. A pesar de que en ese número confluyeron muchas voces negras, todas resultaban ambiguas en cuanto a su orientación e identidad política.

West: En cierto modo, la entrevista a Al Sharpton ejemplifica tu punto de vista. Revela el espíritu de sacrificio de Sharpton en lo que concierne a la lucha negra, algo que merece nuestra admiración y aprecio, ya que se muestra dispuesto a morir por la gente negra. Sin embargo, no está libre de reproches, pues no incorpora a su proyecto ideológico la crítica al capitalismo, el patriarcado, la misoginia o la homofobia. Sharpton se centra sobre todo en el supremacismo blanco y, aunque hace bien en oponerle resistencia, carece de una visión o un análisis social que englobe la totalidad de los problemas. Desde finales de la década de 1980 y principios de la década de 1990, se ha producido un resurgimiento del activismo negro. La gente vuelve a estar dispuesta a jugarse la vida, lo cual es sumamente importante, y un activista como Sharpton vive al filo de la muerte, eso nunca debemos olvidarlo. Sin embargo, se tiene la sensación de que carece de pericia para ofrecer una visión política completa o resolver de forma efectiva una miríada de asuntos. No es mi intención menoscabar su labor, sino criticarlo desde mi propia perspectiva. Su entrevista es muy reveladora.

hooks: Una de las cuestiones más problemáticas para la gente negra es nuestra forma de encarar el capitalismo o, mejor dicho, nuestra falta de respuesta colectiva al cambio que el capitalismo de consumo ha introducido en todo aquello que podríamos calificar como vida o experiencia negras. Aparentamos haber preservado la experiencia tradicional del pueblo negro y su sistema de valores éticos, pero al mismo tiempo participamos de lleno en el capitalismo de consumo. Como pueblo, hemos sido reacios a reconocer que el capitalismo representa una amenaza directa a la supervivencia de un sistema de creencias ético en la vida negra.

West: El nihilismo en la Norteamérica negra –y esto resulta válido para Norteamérica en su conjunto– es en cierta medida consecuencia de las fuerzas del mercado; me refiero a la mentalidad mercantil, que hace creer a la gente que la única manera de tener éxito en la vida es tomándole el pelo a los demás, tratándolos como si fueran simples objetos que obstaculizan o ha- cen progresar su carrera. Lo cierto es que comulgamos cada vez más con una moral de mercado según la cual existimos para consumir, lo cual a su vez genera una cultura de mercado donde la identidad comunitaria y política se forja a través de la producción y adoración de imágenes, la celebridad y la visibilidad, en lugar de la personalidad, la disciplina y la lucha real. Y esto es fundamentalmente lo que está transformando de forma perniciosa la comunidad negra.

hooks: Una de las cuestiones que surge de forma recurrente en nuestra crítica al neonacionalismo negro y su renovada lucha de liberación, es la tendencia a evocar ciertos iconos sin tener en cuenta la lucha que hizo posible el éxito de su misión. La pregunta crucial es: ¿qué hacer? No cómo vamos a salir en la foto o qué consigna política vamos a esgrimir, sino qué formas de lucha sustancial pondremos en práctica por medio de nuestras mentes y nuestros cuerpos. Creo que hemos perdido el sentido real de nuestro propósito. El hecho de carecer de la dirección a seguir como pueblo agrava nuestra actual sensación de impotencia. Tal vez sea este uno de los factores más determinantes en lo que respecta al aumento de adicciones entre la población negra: la incapacidad de involucrarse en un proyecto que trascienda a la persona, pero que a la vez le aporte reconocimiento y autoestima.

West: La cultura de mercado fomenta una especie de adicción a los estímulos, es decir, la idea de que los estímulos son la única manera de sentirse vivo, y que, por lo tanto, la persona más estimulada es también la más viva. La estimulación corporal se proyecta a través de una mercantilización de la sexualidad que se ha convertido en el principal medio de construcción del deseo. En paralelo al auge de las fuerzas del mercado, se ha producido un cierto colapso de las estructuras de sentido y sentimiento, lo cual aumenta la impresión de que el sentido de la vida consiste únicamente en lo que producimos. Pero lo que nos imaginamos capaces de producir está determinado por las fuerzas de mercado, y en concreto por las formas de estimulación. Paradójicamente, las antiguas certezas, como la necesidad de una vida dedicada al amor, el cuidado y el servicio a los demás, resurgen con tintes revolucionarios, puesto que la única manera de combatir efectivamente la adicción es alguna clase de conversión. No obstante, una persona solo se convierte si de verdad cree que los demás la quieren, se preocupan y confían en ella. Solo entonces empieza a preocuparse por sí misma, quererse a sí misma y confiar en sí misma.

hooks: Algo que resulta profundamente perturbador del libro de Shelby Steele, The content of our character [El contenido de nuestro carácter, 1990], es que trata de privar a los negros del apoyo que reciben de aquella parte de la población liberal blanca que simpatiza con su dolor. Les roba ese apoyo al trivializar el dolor y el sufrimiento negros, y equipararlo con una especie de victimismo interesado. Tú y yo somos los primeros en admitir que en toda comunidad hay gente que adopta interesadamente el papel de víctima para evitar asumir la responsabilidad sobre su propia vida. Pero situar ese comportamiento al mismo nivel que el dolor y el sufrimiento real producidos por el desempleo, la pobreza, la adicción, la enfermedad, la indigencia y la brutalidad policial, tal y como hace Steele, alimenta una suerte de ceguera indiscriminada por parte de la cultura dominante. Esta perspectiva ideológica fomenta la idea de que la intensidad del sufrimiento negro es irrelevante, que no es más que una forma de escurrir el bulto, que no responde sino al indolente deseo de recibir algo a cambio de nada.

West: El libro de Shelby Steele contiene, desde un punto de vista psicológico, algunas observaciones interesantes. Por desgracia, se presta a ser fácilmente tergiversado de forma insidiosa por las fuerzas conservadoras de nuestra sociedad. La propia noción de víctima se convierte en tabú. Sin embargo, la simple idea de que se puede hablar del pasado y del presente de la Norteamérica negra sin tener en cuenta el asunto de la victimización es ridícula. En cambio, podemos hablar de victimización sin considerarnos exclusivamente como víctimas. Ahora bien, Steele pretende defender lo primero y negar lo segundo y, de ese modo, omite la realidad de nuestra victimización en el terreno económico, social, político y sexual, que es la causa de gran parte del sufrimiento negro.

hooks: Lo increíble es que trata de eximir de toda responsabilidad a las estructuras de la blanquitud y del poder blanco, y es esta absolución la que resulta extraña y novedosa en la crítica contemporánea. Desde la esclavitud, los negros han apelado a la sensibilidad moral de los blancos para que asumieran su responsabilidad y repararan los males que habían infligido. El hecho de que alguien como Steele diga que no es necesario asumir responsabilidad por el dolor negro es moralmente peli- groso. El solo hecho de negar la importancia histórica de las reparaciones debe resultar muy atractivo para la sensibilidad blanca contemporánea.

West: Lo que ocurre es que para Shelby no hay término medio, y en cuanto abordamos el asunto de la victimización parece como si quisiésemos eximir a los negros de ser responsables, activos y ambiciosos. Pero nuestra intención no es otra que insertar esa acción y responsabilidad en el contexto que afronta la gente negra, un contexto que, además de implicar circunstancias que a menudo no han elegido ellos mismos, escapan, en muchos sentidos, a su control. Así pues, es cierto que el individuo puede marcar la diferencia, pero nunca al margen del contexto en que se desenvuelve.

hooks: A pesar de trivializar el dolor negro, Steel reconoce que las personas negras han sido traumatizadas y se han sentido heridas psicológicamente. Es un asunto que, en el presente momento histórico, merece toda nuestra atención, pues lo que estamos presenciando son los estragos causados por el desinterés colectivo hacia las múltiples heridas psíquicas del racismo; heridas que, como apunta Steele, se manifiestan en forma de paranoia o incapacidad para distinguir si alguien está realmente contra ti o son imaginaciones tuyas. Pero, a diferencia de Steele, considero que eso se debe a la victimización racista, que ha distorsionado el sentido de la realidad de la gente negra. En cualquier caso, no creo que se trate de un espacio psíquico en el cual hayamos elegido habitar.

West: Aunque siempre hemos tenido que hacer frente al trauma, contábamos con algunas defensas: la sociedad civil negra, la familia negra, las iglesias negras, las escuelas negras, las hermandades negras, etcétera. Pero en los últimos veinticinco años, las fuerzas del mercado se han dedicado a mermar a fondo estas instituciones de la sociedad civil negra, de suerte que cada vez resulta más difícil hacer frente al trauma, puesto que contamos con menos recursos. Nuestras defensas se han visto debilitadas, y nos hemos convertido en personas desarraigadas, desprotegidas, es decir, culturalmente desnudas. Y para un pueblo oprimido, vivir culturalmente desnudo es como habitar en el reino de la nada.

hooks: ¿En qué momento de la integración racial y de nuestra participación en la economía dominante empezamos a considerar los bienes de consumo como el solaz al dolor psíquico? En cierto sentido, cualquier análisis sobre el papel de la adicción en la vida negra debe centrarse antes que nada en los bienes de consumo, no en sustancias como el alcohol o las drogas. Durante mucho tiempo, la gente negra ha justificado su deseo de poseer bienes de consumo aduciendo que la esencia del sueño norteamericano radicaba en el anhelo de bienestar material. Todo “estadounidense” desea un buen coche y un hogar acogedor. No obstante, el peligro de esta postura radica en sobreestimar los bienes, lo cual conduce a formas de consumo similares a la adicción. Nuestra manera de lidiar con el supremacismo blanco consiste en comprar aquello que compense nuestro orgullo y autoestima heridos. Cuando no obtenemos respeto racial, tratamos de recobrar nuestra valía mediante la competición clasista y las posesiones materiales. Los bienes de consumo tienen una función compensatoria e inducen a la persona a creer erróneamente que su poder de decisión como consumidor le brindará nuevas oportunidades. Tampoco hemos prestado suficiente atención a la adicción a la comida, y al hecho de que preludia la drogadicción y el alcoholismo. Sin embargo, muchos de nosotros crecemos en hogares donde la comida es otra forma de consolación. Fíjate en la proliferación de la comida basura en las comunidades negras. Vayas adonde vayas, observarás a negros de todas las edades devorando comida basura a todas horas, por la mañana, por la tarde, por la noche. En mi opinión, esos niños, cuando se echan al estómago todos esos Big Macs, Pepsis y patatas fritas sabor barbacoa, experimentan un éxtasis, una dicha similar a la del drogadicto. En consecuencia, si tenemos intención de abordar la adicción en las comunidades negras, hemos de analizar el consumo a todos los niveles, la construcción del deseo y los problemas del deseo insatisfecho y sin objeto. Recuerdo que de joven –y mucha gente negra criada en hogares pobres habrá experimentado algo similar–, cuando me emancipé y comencé a recibir por primera vez un salario de verdad, siempre que me sentía mal trataba de consolarme adquiriendo un vestido nuevo. Comprar me reconfortaba y me hacía sentir realizada. Tratamos de satisfacer nuestras necesidades y deseos a través de los bienes materiales, porque en esta cultura comprar es la única manera legítima de reconocer o satisfacer nuestras necesidades emocionales. Incluso la nueva cultura de la autoayuda que prolifera a nuestro alrededor se fundamenta en la idea de comprar el libro idóneo o poder permitirse el tipo de terapia adecuada. Muchas mujeres negras de todas las edades bromean sobre su “secreta” adicción a las compras. Pero no se dan cuenta de que, por muy exitosas, poderosas y bellas que seamos, seguimos anhelando desesperadamente un sentimiento de bienestar, valía y respeto que a menudo nos niega la sociedad.

West: Sí, ese es el corazón del dilema en el que se encuentra actualmente la gente negra: nos hemos convertido en una especie de heridos ambulantes, de seres psíquicamente agredidos. La adicción fundamental es a la posición y a la notoriedad, precisamente porque los negros fueron ninguneados. Y como durante mucho tiempo hemos carecido de identidad, ahora buscamos reconocimiento. Jesse Jackson habla en nombre de casi toda la Norteamérica negra cuando afirma: “Soy alguien”. Hemos de repetirlo sin cesar, porque las personas que mejor lo encarnaban han sido atacadas a fondo. Somos adictos a la posición social, lo cual implica –y esto es cierto para nuestra clase media tanto como para nuestros dirigentes– que haremos cualquier cosa para alcanzarlo.

hooks: Si los dirigentes negros están hambrientos de prestigio, imagínate cómo se sentirá la clase baja; la ansiedad por mejorar la posición fomenta la creencia de que, por el hecho de no llevar la marca adecuada de zapatillas deportivas, no valemos nada. La impotencia política y económica pervierte esta clase de sentimientos hasta el punto de que el asesinato queda justificado siempre y cuando se cometa para obtener esa categoría simbólica que otorgan, por ejemplo, un par de zapatillas. La gente cree que la única manera de sentirse viva y digna es poseyendo ese símbolo, mientras que los medios para conseguirlo son irrelevantes. En opinión de Michael Dyson, se trata de la quintaesencia del emprendimiento capitalista, la idea de que el sueño norteamericano conlleva la voluntad de hacer cuanto sea necesario para fomentar las oportunidades individuales, pues la identidad depende de la capacidad de controlar nuestra imagen pública y privada. Respecto al asunto de la adicción y cómo abordarla, debemos recordar que la adicción al crack y la cocaína es un fenómeno reciente en la vida negra; por tanto, apenas tenemos mecanismos para combatirla, especialmente cuando afecta a la clase baja negra. En esta sociedad, ¿adónde enviamos a un joven negro pobre y enganchado al crack? ¿A quién acudimos para curarlo? ¿Cómo podemos atender las necesidades de un adicto? Estas cuestiones cruciales no tienen una respuesta sencilla; sin embargo, teniendo en cuenta la gran cantidad de centros de tratamiento y de métodos a disposición de los blancos, ¿por qué no creamos modelos y espacios de recuperación afrocéntricos? Cabe señalar que a menudo la gente negra con suficiente “fortuna” como para acceder a los programas de recuperación gestionados por gente blanca, son víctimas de discriminación y persecución racista durante su estancia en esos centros, hecho que recalca la importancia de la cuestión. Intuyo que uno de los problemas que el movimiento de recuperación negro tendrá que afrontar es ese nacionalismo negro reductor promovido por la cultura popular y que insiste en confundir autodeterminación con separatismo. En un sistema basado en el supremacismo blanco, el hecho de que un centro sea propiedad de negros y esté gestionado por ellos no implica que su política pueda influir críticamente en las fuerzas colonizadoras que nos hostigan. No podemos ser tan ciegos como para creer que algo es justo solo porque haya sido fundado por personas negras o esté gestionado por ellas. El separatismo sin agenda política no implica autodeterminación negra.

West: Estoy de acuerdo, pero nuestra capacidad de juicio es siempre relativa, es decir, al emitir un juicio sobre, por ejemplo, un centro de salud negro o un centro de día negro, lo hacemos en relación con las alternativas del momento. Por lo tanto, si bien no debemos equiparar autodeterminación y separatismo, es mejor tener un centro negro problemático que ninguno o uno que denigra la identidad negra. De la misma manera, aunque podamos criticarla, es mejor en muchos aspectos tener una productora cinematográfica como 40 Acres and a Mule, del director Spike Lee, que no tener ninguna. En la medida en que somos un pueblo habitualmente colocado contra la pared, obligado a agachar la cabeza, carente de recompensas o satisfacciones, es importante destacar los signos de esperanza.

hooks: Si lo que buscamos son signos de esperanza, ¿por qué no reflexionar crítica y analíticamente sobre la década de 1960 como un periodo que, aun reconociendo sus insuficiencias, impulsó una poderosa transformación? Creo que valdría la pena. Esta clase de indagación crítica podría ser decisiva para profundizar en nuestro conocimiento de la autodeterminación negra y su relación con la conciencia crítica, y así capacitar a la gente en la lucha por cambiar el statu quo. Pero lo que más me inquieta del respaldo que, desde finales de la década de 1970, se brinda al capitalismo negro como método de lucha legítimo y exitoso es que, en la actualidad, la gente negra se ha vuelto reacia a sumarse a cualquier crítica del capitalismo. Al respaldar el capitalismo negro, también respaldamos las estructuras económicas que se dedican activamente a desestabilizar las comunidades del tercer mundo y las comunidades negras estadounidenses. Nuestra capacidad de adoptar decisiones saludables también se ha visto mermada por las campañas publicitarias de los medios de comunicación capitalistas. Hemos llegado hasta el punto de que una mujer negra tal vez prefiera gastar sus últimos dólares en un alisador de cabello que en los condones que podrían salvarle la vida.

West: Es problemático hablar del capitalismo per se, pues lo concebimos como una especie de entelequia a la que culpar de todo. Y en vista de la actual realidad política internacional, donde resulta muy difícil imaginar alternativas fiables, limitarse a criticar el capitalismo no nos ayudará a superar el actual estado de cosas. En consecuencia, más bien deberíamos preguntarnos cómo fomentar valores distintos a los del mercado –igualdad, justicia, amor, cuidado, sacrificio– en una sociedad, una cultura y un mundo para los que resulta casi imposible concebir una alternativa no capitalista. Aquí es donde cobra importancia el llamamiento de Elijah Muhammad a reconocer y apoyar la expansión de la clase empresarial. Puesto que necesitamos tener acceso al capital para sobrevivir, resulta imperativo apoyar críticamente a gente como Earl Graves y demás [Earl Graves (1936-2020) fue un importante empresario, editor y filántropo, partidario de la proliferación de negocios en el seno de la comunidad negra]. Es preciso generar beneficios y organizar negocios de forma que sus promotores se sientan obligados a rendir cuentas a la comunidad en función de valores ajenos a los del mercado. ¿A qué me refiero con esto? A la idea de que, si bien pueden seguir generando beneficios, una parte de los mismos deben destinarse al desarrollo de la comunidad negra. Conservan sus negocios, pero las decisiones de inversión son de índole más cooperativa que jerárquica, porque, como sabía Elijah, en la sociedad estadounidense resulta muy difícil emprender proyectos realmente no capitalistas.

hooks: Carol Stack, antropóloga blanca, escribió All Our Kin [Todos nuestros parientes, 1974], un estudio sobre las estructuras de parentesco entre la gente negra pobre. Escribió el libro en un contexto capitalista, pero estudiaba los valores contestatarios que reinaban en la comunidad y que exigían a los individuos con más recursos compartirlos de forma que la riqueza, por pequeña que fuese, no estuviera en manos de un solo individuo o familia. Así que cuando hablamos de lo mucho que han cambiado los afroamericanos, hablamos de lo difícil que nos resulta imaginar formas de conservar un sentido de comunidad en medio de la lucha. En mi caso, en la actualidad, llevo una vida de clase media.

West: Yo también, en términos de existencia material.

hooks: No obstante, formo parte de una familia y una comunidad de personas negras que no poseen el mismo nivel de bienestar material que yo. Teniendo en cuenta esta realidad, ¿cuál es mi responsabilidad hacia los individuos materialmente menos afortunados? ¿Cuáles son los límites de mi responsabilidad en lo que concierne a la familia? En cuanto gente negra formada en las décadas de 1960 y 1970, y dotada de un potencial relativamente alto para el ascenso social, todavía no hemos respondido a estas preguntas. En ese sentido, se aprecia, por un lado, una emergente clase media negra que carece de instituciones civiles negras y, por otro, una comunidad negra inclusiva, para la cual el ascenso social debilita los vínculos familiares si sus miembros no pertenecen a la clase media. La clase media negra se está volviendo cada vez más exclusivista y defiende con uñas y dientes su “parte del pastel”, es decir, preferimos salvaguardar nuestro dinero antes que ayudar a la familia. Tal vez, la clase media negra ha llegado a un punto en el que es preciso volver a inculcarle los valores que predisponen a compartir y servir a los demás, algo que parece haberse perdido irremediablemente.

West: Paradójicamente, podemos aprender algo del renacer de ese nacionalismo negro limitador. Por ejemplo, al comparar la música de la década de 1970 con la de 1980, te das cuenta de que esta última, pese a su pobre retórica, recalca la idea de compartir y preocuparse por los demás, al mismo tiempo que la penuria de los desfavorecidos. Sus letras apuntaban no solo la necesidad de un renacimiento cultural, sino el hecho de que los tiempos parecían maduros para ello. Esa transformación de valores podría desembocar en la creación o renovación de diversas organizaciones, así como en la aparición de nuevos dirigentes, lo cual es aún más importante. La raíz de gran parte de estos problemas es, además del nihilismo de la comunidad negra –un sinsentido que hace estragos–, la ausencia de dirigentes realmente capaces de convencer a la gente de confiar en sí misma. Ello se debe, en parte, a que los actuales dirigentes se encuentran entre las garras de un sistema que les impide expresarse con la fuerza suficiente para afirmar el valor de esa gente de la que aseguran preocuparse. Es un fenómeno bastante reciente en la comunidad negra. En tiempos de la segregación, nuestros dirigentes no solo debían dominar el limitado lenguaje de la política pública liberal o conservadora, sino articular un lenguaje espiritual capaz de enaltecer a un pueblo oprimido. Pero hoy todo se reduce a informes de analistas políticos, o a la retórica de políticos preocupados por lo que se preocupan todos los políticos, a saber, ganar las siguientes elecciones y recaudar dinero de las corporaciones. Así que existe un vacío de liderazgo. Y lo interesante de los Al Sharpton, los Farrakhan y todos los demás que han tratado de llenar ese vacío, es que reconocen que existe una dimensión social que a los políticos negros se les escapa. Por esta razón, muchos miembros de la clase media negra contemporánea no reconocen su responsabilidad moral hacia la clase trabajadora. También por eso los negros económicamente privilegiados ven una señal de éxito en el hecho de desarraigarse.

hooks: Yo añadiría a Shaharazad Ali a tu lista de dirigentes autoproclamados.

West: Desde luego. De hecho, su libro, en cierto modo, evidencia de forma mucho más directa estas cuestiones que Farrakhan o Sharpton.

hooks: Su libro [The blackman’s guide to understanding the blackwoman (La guía del hombre negro para entender a la mujer negra, 1989) propugnaba que los hombres negros debían adoptar un papel dominante en las relaciones con las mujeres negras] es la antítesis de muchos de los valores que estamos analizando. Se muestra contrario a la idea de servir y compartir, como queda patente cuando sostiene que los hombres negros no están obligados a pagar la pensión alimenticia, sino que pueden quedarse con el dinero y gastarlo como quieran. Hay una profunda relación entre un libro como Blackman’s guide to understanding the blackwoman y el de Shelby Steele, The content of our character. Ambos conciben la familia en términos patriarcales e individualistas, y al hombre como cabeza de familia y proveedor principal, perspectiva tan peligrosa como históricamente falsa. Además, podemos constatar que ese modelo ni siquiera tiene hoy vigencia entre las personas blancas, muchas de las cuales empiezan a reconocer el fracaso del modelo patriarcal como verdadero sostén de la familia. Si consideramos el aumento de la violencia doméstica en las familias blancas, así como la condena del incesto y la violación (incluida la conyugal), todo indica que la estructura de la familia patriarcal supremacista blanca, tal como la conocemos en el plano histórico, está declinando, aparte de haber revelado desde el principio su carácter destructivo. Resulta penoso que la gente que aspira a erigirse en portavoz de la comunidad negra –como Steele y Ali– adopte ese modelo patriarcal y sostenga que el pueblo negro puede redimirse gracias a él. La última frase del libro de Ali –“Hombre negro, levántate, ocupa el lugar que te corresponde como legislador del universo”– evoca una mentalidad fascista y autocrática responsable de gran parte de las infames instituciones represivas de los últimos cinco siglos –esclavitud, pogromos, campos de concentración, genocidios indígenas–, de cuyo lento derrumbamiento ideológico y material estamos siendo testigos. Como afroamericanos, deberíamos darnos cuenta de lo a menudo que la gente blanca utiliza los medios de comunicación para promover ideas de igualdad en el seno de las familias blancas. Existen docenas de comedias, culebrones y películas que proyectan la imagen de una mujer trabajadora y de un “amo de casa”, consciente de sus obligaciones domésticas. Este tipo de programas ha estado preparando a la gente blanca para asumir la complejidad de las relaciones de género contemporáneas. La Norteamérica blanca parece tomarse muy en serio la idea de abrir el campo de las relaciones de género, para que los hombres y las mujeres puedan abandonar libremente los viejos tópicos. En ese sentido, resulta inquietante saber que es la estructura de poder blanca la que promociona a los Shelby Steele o Shahrazad Ali de turno. Porque, ciertamente, no son los negros quienes invitan a Ali a programas como los de Donahue, Heraldo o Sally Jesse Raphael. En cuanto críticos culturales, debemos preguntarnos qué interés puede tener la élite de los medios de comunicación blancos en difundir la idea de que los fracasos de la vida negra se deben a la incapacidad del hombre negro para imponer un control patriarcal efectivo. ¿Por qué la gente blanca trata de perpetuar el mito del hombre negro que prospera sometiendo a las mujeres negras? Es preciso analizar esta clase de mensajes que llegan a través de individuos negros, sobre todo cuando observamos que, para la élite dominante blanca, una familia amorosa y una comunidad eficaz representan la forma de resistencia más efectiva frente a la tiranía.

West: El caso de Shahrazad Ali esconde algo más: a ojos de los hombres negros, se convierte en antídoto de su imagen de feminista negra.

hooks: En efecto.

West: Esa imagen parte de una lectura grosera de El color púrpura, donde el hombre negro es un brutal misógino. Pero de pronto aparece una mujer negra que, por así decir, simpatiza ardientemente con su causa. Y ello va de la mano de un renacimiento nacionalista negro demasiado estrecho, porque el nacionalismo, sea del tipo que sea, y pese a dar poder a un grupo social cuya imagen se presenta siempre en términos negativos –el hombre negro en este caso–, suele ser profundamente sexista. Así que Ali, con independencia de Donahue y compañía, seguirá teniendo éxito en la comunidad negra.

hooks: Sí, pero la comunidad negra no leía Riqueza y pobreza [1981], de un partidario de Reagan, George Gilder, quien, no obstante, se expresaba en términos similares a los de Ali. Lo que pretendo demostrar es la relación entre el conservadurismo del nacionalismo negro, que trata de reimplantar el patriarcado, y la estructura de poder blanca. Al mismo tiempo, estoy completamente de acuerdo contigo en que la obra de Ali es fruto de un contexto muy específico de la comunidad negra. En esa cultura, los hombres negros son incapaces de articular colectivamente el sinfín de formas en que han sido denigrados por el sistema, y Ali representa una figura que aborda de forma reaccionaria y controvertida la realidad del dolor del hombre negro.

West: Cierto, Ishmael Reed [de Ishmael Reed, véase en esta misma colección la serie de ensayos titulada Trapos sucios (2012)]. es un caso parecido: se trata de uno de nuestros grandes talentos literarios, pero es un encarecido conservador en lo referente a la política sexual. Así que, mientras ellos se lamentan amargamente de que las feministas negras desdeñan el dolor del hombre negro, llega la señora Ali, mujer negra, para confirmar sus ideas. ¿Cómo lo hace? Presentando el dolor del hombre negro como una consecuencia del empoderamiento de la mujer negra. El resultado es que el hombre y la mujer negros acaban navegando en el contexto capitalista y supremacista blanco a bordo del mismo barco agujerado, pero ahora con licencia para lanzarnos a la yugular del otro durante la travesía. Me pregunto cuántos de nosotros optarán por bajarse del barco, dispuestos a plantar resistencia al contexto capitalista y supremacista blanco.

hooks: La influyente obra de Michele Wallace, Macho negro y el mito de la supermujer [1979], por muy cuestionable que sea en algunos aspectos, y a pesar de venderse más que cualquier otro libro escrito por una feminista negra…

West: Te refieres a libros de no ficción.

hooks: En efecto, es un libro de crítica social feminista. Al comparar la obra de Michele Wallace con la de Shahrazad Ali, descubrimos que Ali apela a un nacionalismo negro sexista y estrecho, de la misma manera que el libro de Wallace representa un feminismo radical y estrecho, reacio a abordar el dolor masculino. En la época en que se publicó el libro de Wallace, el movimiento feminista, dominado por mujeres blancas, se proponía sobre todo denunciar el sexismo de los hombres. Y hasta cierto punto, el propósito de Macho negro era obligar a la gente negra a reconocer el sexismo en la vida negra; por desgracia, solo se logró a expensas del debate sobre las formas en que los hombres negros son víctimas potenciales y traumáticas del patriarcado. La propia Michele Wallace ha criticado ese aspecto de Macho negro. Pese a todo, en la mente de la comunidad negra perdura la imagen de un feminismo negro que, ante todo, emprende un ataque contra los hombres negros; es decir, no un ataque al sexismo, pues este no parece formar parte del debate, sino al hombre negro por parte de mujeres negras en connivencia con hombres y mujeres blancos hostiles a él. Las películas Noches de Harlem y Cuanto más mejor muestran imágenes de mujeres negras ambiciosas como símbolo de la mujer negra liberada. Sin embargo, son contempladas como traidoras, como mujeres que traicionan a los hombres en su propio beneficio. ¿Por qué no reflexionan más profesoras feministas sobre esta clase de percepciones? Como teórica feminista, ¿hasta qué punto tengo el deber de intervenir en este tipo de representaciones negativas? A lo largo de estos últimos diez años, uno de los principales cambios que se ha producido en mi trabajo es que ahora abordo de forma mucho más resuelta la comunidad y la vida negras. La teoría feminista no nació como un discurso que tuviera en consideración la problemática negra, por lo que, en cierto modo, las mujeres negras que como yo se acercaron a ese discurso no lo hicieron a través del género, la raza y la clase social, sino exclusivamente a través del género; desde entonces, hemos luchado por el reconocimiento del papel de la raza y la clase social. En la actualidad me centro sobre todo en la cuestión del sexismo en la vida negra. Mi ensayo ‘El hombre negro: Reconstruyendo la masculinidad negra’ es muy diferente de ‘El imperialismo del patriarcado’, ambos en ¿Acaso no soy yo una mujer? Esa diferencia es el resultado de diez años de evolución de mi propia conciencia crítica y teórica. Y ahora veo lo que no veía cuando era una joven que estudiaba y se formaba intelectualmente en instituciones predominantemente blancas: el hecho de que para oponerse de verdad a las tendencias destructivas de la comunidad negra debemos producir textos y narrativas que aborden directamente los problemas que atañen a las comunidades negras.

West: Coincido contigo, pero como pensadores debemos preguntarnos también a qué público nos dirigimos. Mucho más importantes que una breve intervención televisiva en el programa de Arsenio Hall o de Oprah Winfrey, son las organizaciones y grupos públicos y privados que patrocinan foros de debate. Uno de los motivos por los cuales son tan importantes las iglesias negras proféticas es porque representan una de las últimas esferas públicas donde todavía son posibles la discusión y el intercambio de ideas con la gente común que afronta en su día a día todos esos problemas. La mayoría prefiere el camino fácil de informarse exclusivamente a través de la televisión. Creen que los acontecimientos que generan gran atención mediática hacen innecesario organizarse en el plano comunitario. Hay que pisar con un pie en cada campo: el comunitario, donde se funda la posibilidad de cambio; y el televisual, que permite transmitir con rapidez y de forma condensada la información concerniente a los movimientos sociales.

hooks: La escritura ha sido el principal medio de abordar la cuestión de género en los distintos ámbitos de la vida comunitaria negra; los textos más influyentes en ese aspecto han sido Macho negro, El color púrpura y Blackman’s guide. No obstante, estas obras carecen de cuali- dades subversivas, elaboración teórica o capacidad de in- tervenir críticamente. De hecho, se han convertido sobre todo en un espectáculo público que representa y refuerza el espíritu de división entre hombres y mujeres negros. Por un lado, hay más mujeres negras que empiezan a hablar sobre el sexismo, a identificarse a sí mismas como víctimas de la dominación machista. El libro Blackwomen’s health book [El libro de la salud de la mujer negra, 1990], editado por Evelyn White, sugiere que el impacto y poder del movimiento feminista blanco de autosanación podría servir de base para, una vez adaptados esos principios teóricos a un contexto negro, despertar la conciencia de las mujeres negras. Las mujeres negras están tratando de poner los cimientos de una forma más sana de actuar en la sociedad, pero los hombres negros creen que el grado en que la mujer negra ejerce su autonomía es proporcional al grado en que ellos dejan de serlo.

West: Esa es la tragedia a la que aludía cuando dije que ahora teníamos licencia para lanzarnos a la yugular del otro. Por desgracia, en la sociedad estadounidense, una de las principales formas de empoderamiento al alcance de los hombres negros es tener poder sobre las mujeres negras. Para un pueblo que ya de por sí se siente relativamente impotente, esa circunstancia abre una especie de competición para dejar de ocupar el peldaño más bajo. Ello se refleja tanto en el sistema de castas de color en la Norteamérica negra, como en las relaciones de género. ¿Pero cómo desligar la activa subordinación de la mujer negra y las nociones de empoderamiento por las que se rige el varón negro? No solo el hombre negro ha sometido a la mujer negra. Tanto las élites blancas como las no blancas han sometido a la mujer negra en casi todas las sociedades. ¿Cómo convencer a la mayoría de los hombres negros para que dejen de incluir en su definición de poder la subordinación de la mujer negra? Es necesario reflexionar de forma positiva y empoderadora sobre la capacidad de acción del hombre negro. Es necesario encontrar una manera de conceptualizar y crear códigos de conducta que reviertan en el interés de la comunidad negra. Sin embargo, lo que observamos es que la comunidad negra se está convirtiendo en un erial y un campo de batalla. La única salida de este perverso síndrome del desposeído es un nuevo liderazgo capaz de hacer frente a los individuos y estructuras que utilizan el poder para someter y subyugar a los demás.

hooks: Históricamente, cuando se producía un conflicto de género entre hombres y mujeres negros –sobre todo entre hombres y mujeres negros heterosexuales–, cundía la sensación de que, a pesar de las desavenencias, era importante preservar los vínculos amorosos. Esta ética del cuidado mutuo se aprecia en las letras de aquel tiempo. ‘This is my lover’s prayer, I hope it reaches out to you my love’ [Esta es la plegaria de mi amada, espero que llegue a ti, mi amor, 1966], de Otis Reading, es un buen ejemplo de la humanidad que imaginamos. En cambio, ‘Nothing going on but the rent’ [Nada que hacer sin el alquiler] [Gwen Guthrie grabó en 1986 esta canción, cuya protagonista pone como condición para salir con un hombre que sus finanzas le permitan “pagar el alquiler”] amalgama la cosificación mutua y la mentalidad de consumo. El mensaje de esta canción está en las antípodas de la música negra más antigua, que invocaba una vinculación romántica siempre dispuesta a encontrar vías de reconciliación tras los agravios recíprocos.

West: Totalmente cierto. Hace un rato escuchábamos a Keneth Gamble y Leon Huff. En ‘The Jones girls’ [Las chicas Jones], la letra dice: “No habrá paz en la tierra hasta que el hombre haga las paces con la mujer”. A pesar de referirse a una familia patriarcal, Gamble y Huff hacen un llamamiento a la reconciliación. Sin embargo, cabe añadir que si escuchamos atentamente las letras de L. A. Reid y Babyface, dos de los mejores productores musicales de la actualidad, percibimos una sensibilidad “mujerista” que hace honor a las mujeres negras. De hecho, canciones como ‘Superwoman’, entre otras, contienen una crítica del patriarcado negro, aunque se trata sobre todo de una llamada al amor romántico. No cabe duda de que Babyface simpatiza profundamente con una ética del amor romántico. Se aprecian, por tanto, signos de esperanza, y tal vez deberíamos fijarnos más en ellos, pues siguen siendo escasos.

hooks: Tengo la sensación de que el conflicto de género entre hombres y mujeres negros se ha exacerbado a raíz de la publicación del libro de Shahrazad Ali. En una tienda africana de Nueva York escuché a dos hombres negros conversar sobre lo importante que era pegarle a la mujer en la boca. No cabe duda de que el mensaje más peligroso del libro Blackman’s guide to understanding the blackwoman es la defensa del uso de la violencia física para controlar y someter a la mujer negra. Cuando pienso en ello, me doy cuenta de que no se trata de una ocurrencia personal de Ali, sino que reproduce una ideología asentada en distintas comunidades negras. También deberíamos dejar claro que el problema de la dominación patriarcal negra afecta a todas las clases sociales. No se trata solamente de un problema de la clase baja negra. En mi opinión, la situación es muy grave, pues supone una distorsión de la idea de amor romántico que pretende presentar la obediencia como quintaesencia del respeto. Parte de lo que reclaman ciertas corrientes sectarias del islam, ciertas corrientes de un limitado pensamiento afrocéntrico, es la obediencia; en particular, la obediencia de la mujer al hombre. En cierto sentido, debemos reconsiderar nuestras ideas acerca de los vínculos heterosexuales, empezando por el respeto. La sensación de que nos respetamos plenamente es uno de los aspectos que más aprecio de nuestra amistad, de nuestra vinculación política; te respeto por tu compromiso intelectual y espiritual, y por tus convicciones éticas. Me he preguntado a menudo cómo transmitir a un grupo amplio de gente negra esta perspectiva sobre los vínculos entre hombres y mujeres negros.

West: Ese es el reto. Debemos ser muy críticos con izquierdistas como nosotros mismos, a quienes resulta muy fácil repensar y reconceptualizar ideas, pero les cuesta mucho trasladar sus teorías a la práctica cotidiana. Hemos criticado mucho la familia patriarcal, ¿pero qué alternativas tenemos y cómo realizarlas de forma concreta? Porque la gente no solo está interesada en nuevas formas de pensar, sino en nuevas formas de vivir. ¿Qué otros estilos de vida podemos proponer en función de nuestro propio ejemplo moral? Aunque no abundan, existen en la comunidad negra relaciones familiares igualitarias. ¿Cómo funcionan? ¿Qué razones conducen a la gente no solo a reconsiderar, sino a comprometerse con un estilo de vida nuevo? Necesitamos organizaciones que muestren lo que puede hacerse a nivel cotidiano para favorecer nuevos tipos de familia, nuevas iglesias despatriarcalizadas. ¿Cómo serían una iglesia o una familia negras sin patriarcado?

hooks: Cuando enseñábamos en la Universidad de Yale, uno de mis mayores placeres consistía en asistir al servicio religioso de la iglesia negra. Y lo que más me gustaba de los sermones era que subrayaban la importancia de no caer en actitudes sexistas, de reconsiderar nuestra escritura para evitar reimplantar y reforzar el patriarcado. Dwight Andrews pronunció sermones particularmente reveladores y progresistas. Trataba de interpretar desde un ángulo distinto ciertos pasajes y entender de qué manera puede defender el cristianismo la dignidad de las mujeres cuando no se halla al servicio del patriarcado. Los intelectuales negros no estamos acostumbrados a abordar el asunto de género sin remitirnos exclusivamente a los libros, en detrimento de nuestro comportamiento cotidiano. Se trata de cuestiones que van más allá de la palabrería políticamente correcta. Cuando tú y yo conversamos por primera vez en el Centro Cultural Afroamericano de Yale, me sorprendió la cantidad de personas que se acercaron para decirme que nunca habían visto a un hombre y a una mujer negros mantener un diálogo como aquel. Y eso confirma una idea que suelo transmitir a mis estudiantes: “Lo que no puedes imaginar, no puede hacerse realidad2. Pero, por encima de todo, creo que el verdadero impacto que causamos aquel día no se debió tanto a nuestras palabras como a nuestra forma de conducirnos: dos individuos solidarios.

Este texto forma parte de la última entrega de la Biblioteca Afroamericana de Madrid (BAAM), traducido por Lucas Martí Domken.

Más del autor