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ArpaPoesíaPoemas de María Jesús Mingot

Poemas de María Jesús Mingot


selección de poemas
de María Jesús Mingot

 

 

LLUVIA

Maná de nube,
gacela de los vientos que vas peinando mansamente el aire.
A tu paso,
la transparencia en flor
se abre camino,
el minúsculo corazón de agua
a la deriva,
un instante después evaporado.

Indivisible centro de vida temblorosa,
dime,
cuántos mares habitan en tu seno,
y cuántos resucitan cuando tú desfalleces.
Entre el mundo y la nada hay una gota
distinta a cualquier otra desde fuera;
desde dentro es siempre
la misma gota,
una y la misma agua
suspendida,
que vuelve
una y otra vez sobre sus pasos.

La espesura del bosque te requiere,
La solitaria arena de una playa en invierno
resplandece contigo y para ti;
cuando descalza acudes al encuentro de un tiesto abandonado,
la memoria de la tierra se despierta
y uno puede sentir
a qué huele el tiempo del ocaso,
de las petunias blancas ya marchitas.

 

JARDÍN DE INVIERNO

Copulan en desvelo inagotable,
aurora y sombra, albor y despedida.
Tejiendo y destejiendo la partida
el tiempo con su rueca insobornable.

Flor de azahar, urdimbre impenetrable,
en pleno mediodía, enfebrecida,
riega el adiós, la puerta de salida
dibuja mientras arde entre las brasas.

Laboras sin saberlo en el olvido,
sustentas el poniente con tu celo,
consumándote, fecundas lo que amas.

Silencio la madeja del sonido.
La muerte, negra espalda del desvelo.
Nada en todo colgando de la rama.

 

LA SOMBRA DEL ÁRBOL

Árbol, tu silenciosa entrega me conmueve.
Tú contemplas el mundo sin moverte de casa.
Una vida secreta hay en tu sombra, que a nadie pertenece.
Bálsamo de los huérfanos,
todo se aquieta en ti
y un aroma de gracia baña el aire.
Aunque esa lagartija no lo sepa,
ni tampoco la jara a la que das cobijo sin pedir nada a cambio,
eres nube de tierra bienhechora.
Y cuando un hombre pena,
también busca el retiro que sólo tú procuras.
Parpadean las hojas mecidas por el viento
y se van diluyendo las fatigas.

Se quita el mundo un peso.
Los insectos acuden al festín
que dispensa lo que más necesita quien se acerca al oasis:
levedad en abundancia,
y una tregua esencial para el penado.
El sol puede esperar.
No hay testigos de cargo en esta sombra.

 

 

 

 

 

PÁRAMO

Desharrapado y yermo,
matorrales y piedras son sus huéspedes,
y un pantano sombrío que palpita en la niebla;
latido de silencio
que acompaña a una tierra
que se mantiene viva con lo justo.

El viento resquebraja sus estratos,
carcome los remiendos del paraje sin dios
donde no se aventura a entrar el hombre,
y sí lo hace la escarcha, que alumbra lo inquietante.
Un turbador paisaje de formas de cristal
de blanca ingravidez,
ahuecado anticipo de un manantial de amor desconcertante.

Con lo que tiene a mano, improvisa en la sombra su abundancia.
Las ramas de vapor crecen por todas partes, se entretejen a tientas,
van exhalando el fruto del olvido.
Multípara de noche.
De día, un inmenso desierto en las alturas,
y un templo de vacío a cualquier hora.
Qué cerca de la muerte está la vida aquí
y cómo resplandece en su despojamiento,
y con qué virulencia transita
del implacable estío a la implacable entraña del invierno.

Nada es superfluo en él:
las raíces amargas,
las lanchas de caliza aglutinadas,
la empecinada herrumbre de los líquenes,
amparados en su inercia engañosa,
el verdinegro arbusto en cuya sombra acecha la culebra bastarda
su momento de gloria,
la fortuna
de una gota de sangre derramada.

Todo es cauce de todo en el páramo helado
que patentiza a solas la existencia prestada.

Y el intacto dominio del silencio.

 

PERDÓN

Si tan solo una vez desde la fuente
manara el agua sin tasar la herida,
aclarando la sangre oscurecida
a fuerza de engendrar otra corriente.

Donde venganza pide la batiente
oleada de inquina enfurecida,
sea la lluvia en flor reverdecida
la mano que disipa humanamente
el pasado que asfixia tu presente.
No más vivir sorbiendo del veneno,
no más tejer la tela de la araña.

Ser huésped de la luz y ser simiente
que redime la tierra y, al sereno,
duerme sin poner nombre al don que entraña.

 

UN ESTANQUE Y DOS NIÑOS

Cuatro pies en el estanque,
cuatro pájaros blancos chapoteando.
El atardecer bebe en el agua.
Son muchas las formas que adopta en su efímero vuelo.
Se separa y se une,
y quién podría decir entonces quién echó a volar,
quién regresó antes o después,
quién se quedó
guardando la casa.

 

 

 

 

TIERRA

Amor, que seas aire y respirarte,
mudes en manantial para beberte,
y en luz te bañes para no perderte,
y en forma de tinieblas abrazarte.

Amor, que seas tierra y recorrerte,
y en verbo te conviertas para hablarme,
para aquietarme en lecho de silencio;
que seas mar, amor, y navegarte,
y retornar a ti sin ataduras.

 

LA ÚLTIMA ORACIÓN

Cuando me vaya, si permanece algo de mí,
si vuelve,
que lo haga en forma de árbol o de agua,
de cardo,
de gusano que se arrastra,
de mala hierba embebida de tierra.
Que algo de su sudor o su desvelo me penetre.
Que mi vista se disuelva en la luz,
que mi boca sople como viento,
que sean mis lágrimas lluvia
y en la quietud de la piedra repose.
No me des la plenitud vacía de caricias,
tan ajena al dolor,
tan aterradoramente a salvo
que el roce de su aliento me sea indiferente.
No me apartes de todo lo que amo,
transportándome a una inmortalidad
por entero celestial.
Si los recuerdos se disipan,
no me quedaría ni el consuelo del aire.
Si amigos y enemigos se desvanecen en un punto,
ni siquiera en rocío temblaría cuando la noche levantara el vuelo.
Si he de renunciar a los sentidos,
dejar atrás la música del silencio,
la belleza y el vértigo de la página en blanco,
la fuente dichosa e impura de los libros,
el cuenco trémulo de las manos amadas,
te lo ruego,
ten también presente la eternidad chapucera del río,
río de fuego y nubes, de paisajes dormidos,
de cenizas gestadas al abrigo
del desnudo coraje de la luz.

 

BURKA

Que ni siquiera el sol bañe su rostro,
que el aire no la toque,
que baje la mirada como señal de impura sumisión,
o que entorne los ojos,
sus ventanas a un mundo contemplado
desde la cárcel móvil de la noche
que circunda su cuerpo.
Enrejado ve al hijo
y al carcelero-esposo que duerme junto a ella;
y el capullo del día bajo rejas despunta
y en un mar azabache,
sin corales ni peces,
se extravía:
prohibición absoluta de color.
Oscuridad tiránica que pasa de la madre a la hija.
Menstruar es un delito
cuya culpa se paga día a día.
Se derrama la sangre gota a gota
con tesón implacable,
y se ciernen las sombras.
¿Será la luz la muerte?,
va diciendo tanto caudal de vida
sofocada.
Pero nadie responde.

 

 

CEGADOS POR LA BELLEZA DEL AMOR

Cegados por la belleza del amor
extendemos la mano.
El cuerpo vibra.
Tememos que se rompa antes incluso de llegar a besarlo.
Hay un milagro en la ternura, capaz de conjurar el territorio del misterio.
Palpamos la tierra mojada, pero no vemos el esplendor de la tormenta.
Palpamos el latido de la gota, pero el mar permanece oscuro e impenetrable.
No se trata de que queramos llegar a él.
Nadamos en sus aguas frías,
que se templan cuando el amor nos toca con su mano.
Y es entonces cuando más lo sentimos así,
muy dentro de nosotros,
callado.

 

EL CORAZÓN DEL AGUA

Luz o agua,
alma o sangre,
brazos del río.
Uno, el mismo para todos,
y siempre de prestado.
Aquí una mano anónima agarrando tu mano,
el tacto de una yema en otra yema.
¿De quién la titilante gota,
el temblor de una vida
que boga junto a otra?
En su caudal vivimos,
trasmutación de formas;
y al fin, tras la deriva,
uno a través de otro,
encuentro y despedida,
la presencia en la ausencia
enraizada.

 

EL TIEMPO DEL AMOR

 

Y no implores amor, no lo rebajes
a limosna que obtienes tras la queja.
Mira que el corazón pronto se aleja,
enemigo de lloros y ropajes.

Ni se pliega a reproches ni a brebajes,
desnudo llegó al mundo, así lo deja;
así luz, así sombra, así se espeja
en todo cuanto tiembla, en los paisajes

de ocaso y esplendor, otoño y gemas.
Deja que llegue hoy, vive su gloria,
y si quiere marcharse abre la puerta

de par en par. Que a las aguas no temas
del deshielo, y sea tu memoria
gozosa evocación redescubierta.

 

 

 

 

 

En el apartado «Acerca de mí» que la propia autora tiene en su página web personal
http://www.mariajesusmingot.es/– podemos leer lo siguiente:

«Escribo no para responder a ninguna pregunta, tan solo como un vacilante intento de llegar a bosquejarlas. Para mí la literatura transita siempre por el territorio de la sombra, de la disgregación, de la fragilidad. Se aventura en los límites del lenguaje, que lo son de la propia vida. Es una forma de quebrar el silencio desde dentro, de invocarlo y de rebelarse contra él. Y así como es el espacio vacío el que sustenta el contorno de una escultura, la matriz del lenguaje es el silencio con el que nos confrontamos una y otra vez».

 

María Jesús Mingot nació en Madrid. Es Doctora en Filosofía con una tesis sobre Nietzsche, «Nihilismo e Historia». Profesora Titular en la Universidad Autónoma de Madrid desde el año 1988. Autora de las novelas El vértigo de las cuatro y media (dos ediciones) y Los zapatos más feos del mundo, y un cuento largo ilustrado, Un mundo en una caja. Tres libros de poemas Cenizas, Hasta mudar en nada y Aliento de Luz, poemario presentado en mayo de 2016 en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid y del que han salido tres ediciones.

Por este último poemario recibió el premio de Poesía «Andrés Quintanilla» en junio de 2018.

Más recientemente, en La Editorial Reino de Cordelia, se han publicado sus libros La marea del tiempo (2020) y Jardín de invierno (2023).

María Jesús Mingot también es autora de numerosos artículos de Filosofía y Pensamiento Crítico. Ponente en diversas conferencias de Filosofía. Finalista en el premio de relatos «Emilio Hurtado». En la actualidad está escribiendo una nueva novela y un libro de poemas, que está a punto de ver la luz. Ha colaborado en la elaboración de dos guiones para cortometrajes con el grupo «Hormigón»: Excisión, en 1992, y Ánima de día, en 1994.

Entre sus artículos cabe destacar:

-Metafísica y dialéctica negativa. Anales del Seminario de Metafísica XXII. 1987-88. Ed. Universidad Complutense de Madrid.
-Una aproximación a la cuestión: Técnica y metafísica en Heidegger. Anuario del Dpto. de Filosofía. U.A.M. 1989-90.
-Diferencia frente a oposición: Nietzsche y Deleuze. Anthropos. 1988.
-De las tres transformaciones del espíritu: una aproximación al primer discurso de Zaratustra. Anuario del Dpto. de Filosofía. U.A.M. 1988-89.
Historia y Nihilismo: Las tres transformaciones del espíritu. Universidad de Salamanca. 1996.
Memoria y destino: La muerte de Dios como encrucijada. Huerga y Fierro. 2000.
-El vértigo del Amor Fati: Libertad y Necesidad en Nietzsche. Revista de Filosofía. Universidad Complutense de Madrid. 2010

 

Los poemas para la presente entrega de la nube habitada proceden de los siguientes libros de María Jesús Mingot:

· Lluvia, del libro Aliento de luz
· Jardín de Invierno, de Jardín de invierno
· La Sombra del árbol, de Aliento de luz
· Páramo, de Aliento de luz
· Perdón, de Jardín de invierno
· Un estanque y dos niños, de Jardín de invierno
· Tierra, de Aliento de luz
· La última oración, de Jardín de invierno
· Burka, de La marea del tiempo
· Cegados por la belleza del amor, de Jardín de invierno
· El corazón del agua, de La marea del tiempo
· El tiempo del amor, de La marea del tiempo

 

 

 

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