Vengo a este escritorio junto a una ventana que da a la oscuridad y la soledad de la noche, y escribo mi oración para poder apagar el flexo como quien acaricia la cara de su padre muerto, por última vez, me desvisto y entro en el río que lleva, afortunadamente, a la pequeña muerte. Como el deseo
Porque si no nada tendrá sentido
En realidad no quiero dormir. Quisiera quedarme levantado hasta que las palabras levanten una pared que pueda resistir cien años. ¿Por qué? Porque si no nada tendrá sentido, la existencia que llevamos, las ficciones que nos empeñamos en interpretar, la cobardía que nos impide trazar una raya en el agua y despedirnos, salir a la calle sin volver la vista atrás a los jefes ni al edificio, despojarse de las convenciones a las que nos abrazamos como si el vértigo fuera a apoderarse de nosotros y no fuéramos capaces de aventurarnos en el mundo que está ahí, al otro lado de la calle, tras el río de asfalto que es un verdadero río.
Me ocurre con frecuencia, sobre todo cuando me quedo solo. El abatimiento es como una certeza decretada por un aguacero de lluvia negra, enfermiza. Me acuesto vestido, con las luces encendidas, esperando que algo ocurra, algo que me redima de mis propios errores, o de mi incapacidad para seguir enfrentándome casi desnudo a lo que está ahí, a lo que queda del mundo, a la dicha y a la desdicha.
Pero como no ocurre nada me despierto cuando buena parte de la noche ya ha transcurrido, entumecido, tocado como un boxeador que se ha dado de bruces con la realidad, con una derrota y un espejo sin paliativos. Entonces, como ahora mismo, aunque esta noche no estoy solo, ni me he acostado vestido, vengo a este escritorio junto a una ventana que da a la oscuridad y la soledad de la noche, y escribo mi oración para poder apagar el flexo como quien acaricia la cara de su padre muerto, por última vez, me desvisto y entro en el río que lleva, afortunadamente, a la pequeña muerte. Como el deseo.
Bellísimo. Me ha hecho pensar
Bellísimo. Me ha hecho pensar en tantas noches en vela. Un fuerte abrazo por los logros, que tal nos sean todos los que cada uno quiere, pero en tu caso son muchos.
Seas quien seas, muchas
Seas quien seas, muchas gracias. Un abrazo,
AA
Lo leí entonces y lo vuelvo a
Lo leí entonces y lo vuelvo a leer ahora. Sigo durmiendo poco pero se me amontonan las hojas con garabatos y los borradores sin título ni final en el blog. Con ideas toda noche es corta pero sin ellas… ¿Alguna sugerencia?
Gracias por el artículo.
Un saludo, un escritor nocturno con pseudónimo… 😉
Estimat Nuwanda
Estimat Nuwanda Vive:
Imagino que tienes (me atrevo a tutearte por la segunda lectura) un cuaderno en la mesilla de noche, o en el suelo, al alcance de la mano. Hay quien en cuanto abre los ojos anota febrilmente los sueños, si es que consigue hilar algo, recordar algún fragmento. Con los fragmentos a veces se configuran libros que son un intento de recrear el sinsentido contemporáneo, puzzles imposibles de completar que tal vez para alguien tengan valor. Algunas veces he cometido la inmensa estupidez de aplazar el momento de sentarme a la mesa y escribir mis diarios quedándome sobre la cama, vestido, y poniendo el despertador a las 2, a las 3, a las 4 y a las 5. Sin apagar todas las luces de la casa. Cuando ya no queda tiempo para reparar nada, roto, sucio, agotado de esas hilachas de mal dormir, me levanto, me siento a la mesa, escribo y solo después me doy permiso para ponerme el pijama, apagar todas las luces y dormir la escoria que queda de noche. A veces, esos escritos son los más sorprendentes. Al menos a mí me lo parecen en ese momento. No he vuelto sobre ellos de forma consciente, sabiendo que eran fruto de una de esas noches absurdas.
El único consejo que te puedo dar es que sigas escribiendo y leyendo sin cesar. Te comparto mi último descubrimiento: Diario de un joven médico, de Mijaíl Bulgákov.
Un abrazo,
A
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