
«¡Casi!», «¡Por qué poco!» o «He estado a puntito» se han convertido en muletillas que sostienen mi certeza: algún día me haré con un premio. No es la avaricia lo que me mueve, sino la virtud. Quiero dejar de envidiar a grande a los que más tienen.
De momento, he ganado en ganas y en quedarme con ellas —por ello me envidian otros que con admiración dicen: «Se le ve que es un tipo con ganas»—.
Saber y ganar. Qué gran consejo: si sabes lo que quieres, ganas tiempo. Ese es precisamente mi gran problema, que por lo visto comparto con millones de españoles, sé que quiero más tiempo de ocio. Pero formulé mal el deseo y ahora formo parte de un ERE que ERE de esos en los que se empeñan los jefazos.
Tendré que volver a los concursos de acreedores y a confiar en que ‘el Gordo’, ‘el Niño’, ‘Los ciegos’ o ‘La Primitiva’ acudan al rescate (para eso son los superhéroes españoles).