Escribe Óscar Alonso Molina palabras certeras en la presentación de esta doble exposición divergente y complementaria en la galería Amador de los Ríos de Madrid. De Ruslan Galazov: “Ante estos cuadros de Ruslan Galasov con que ahora les dejo no he podido dejar de preguntarme la historia que cuentan silenciosamente y que sospecho responsable de su tristeza latente. Esa mixtura habitual en él de paisaje y naturaleza muerta, amasados ambos con una pasta densa y llenas de oscuridades; lo mismo que esas cabecitas a lo Modigliani, ligeramente ladeadas en una postura de abandono o ensimismamiento, sus miradas soñadoras, su mínima sonrisa que está a punto de ser otra cosa…, desasosegantes. ‘La melancolía es mi alegría / y la inquietud mi descanso’, decía Miguel Ángel”. De Shoji Ito: “¿Qué oportunidad tenemos de llegar a apreciar realmente un trabajo como el de Shoji Ito? Tal como refiera Tanizaki en una anécdota de su libro [‘Elogio de la sombra’], y que alguna amiga nipona me ha certificado e incluso matizado ampliándola al sentido del olfato, algunas damas japonesas llevaban trajes de noche tan buenos como los de las extranjeras y a veces su tez era más clara que la suya, pero bastaba que una de las japonesas se mezclase a un grupo, para que, con una simple mirada, se la distinguiera desde lejos. Me explico: por muy blanca que sea una japonesa sobre su blancura hay como un ligero velo. ¡Fascinante! Aletheia… desvelamiento o, en su etimología loca: sin latencia. Pero quizá bastara con recordar a Goethe, que vio con claridad que allí donde la luz es más brillante las sombras son más profundas. Que así sea. Y gocen sin sonrojarse de estas magníficas pinturas, del exótico perfume de su epidermis”.