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Acordeón¿Qué hacer?Se necesita mucha paciencia para cazar un mono

Se necesita mucha paciencia para cazar un mono

 

En Sierra Leona aprendí un refrán que define muy bien la actitud de muchos de mis amigos de allí: “se necesita mucha paciencia para cazar un mono” (kele, kele, ketch monki, en krio). Me contaba Alimamy Bombolahai Kandeh Kogba III, rey del Tonko Limba, explicándome el significado del dicho popular, que en tiempos de sus antepasados, para ser coronados, los candidatos al trono tenían que mostrar su destreza cazando un mono, el más astuto de todos los animales, sin armas, solo con las manos. La fórmula habitual era tumbarse en el suelo, en una parte alejada y solitaria de la selva, y cubrirse todo el cuerpo con cacahuetes. Podían pasar días sin moverse en aquella posición soportando los picotazos de las hormigas y los mosquitos, la visita de las fieras, el frío de las noches, la humedad del suelo… Solo aquellos que tenían mucha paciencia conseguían aguantar hasta el día en que un mono se acercase hasta ellos y se atreviese a comer los frutos dispuestos para él. Este era el momento más difícil, porque cualquier movimiento podría espantar al animal. El aspirante a rey debía seguir inmóvil hasta que ese, confiando, estuviese al alcance de su mano y, entonces, con un movimiento rápido poder cazarlo y así ser coronado.

 

Le contaba esta historia a mi amigo Ángel Párraga cuando, tras volver de una manifestación, compartíamos unas cervezas en el bar El de siempre, en la glorieta de Santa María de la Cabeza, de Madrid, y nos preguntábamos: ¿Qué nos está ocurriendo hoy? ¿Hay signos que nos indiquen que algo va a cambiar? ¿Dónde queda la lucha, si es que la hay? ¿Dónde y cómo se está preparando el mañana posible?

 

Al final, nos poníamos de acuerdo en que como tantas otras veces en la historia, están siendo los pequeños, los últimos, los ignorados, los ninguneados por los poderosos, los que están marcando el ritmo. Lo vemos todos los días en pueblos y barrios: ciudadanos y ciudadanas anónimos que se agrupan, que comparten, que acampan, que se manifiestan, que denuncian… esta es la fuerza que está minando las estructuras de muerte que nos gobiernan.

 

Evidentemente, si buscamos en los medios de comunicación más tradicionales difícilmente encontraremos estas historias y en caso de aparecer estarán manipuladas, escorándose hacia el bolsillo del dueño del medio. Sin embargo, gracias a las redes sociales en cualquier momento podemos enterarnos de que un grupo de personas acaba de parar un desahucio, o una redada racista, de que otro lleva días acampado delante de un banco, de que se busca, y se consigue, dinero para demandar a algunos de los culpables que nos han conducido a donde estamos y que ahora nos quieren hacer creer que es por nuestra culpa, de que hay una nueva marea invadiendo la ciudad y que las fotos muestran que son muchos, que donde el político o banquero de turno dijo digo ahora dice diego…

 

Todas estas acciones se están convirtiendo en algo así como un pequeño gusanito que, poco a  poco, corroe el tronco de un gran árbol gigante hasta secarlo. Ellos lo saben y tienen miedo de la verdad, por eso sus mentiras son cada día más evidentes. Pueden manipular, pueden amenazar, pueden lanzar a sus sicarios a apalearnos, pueden levantar vallas cada vez más altas para parar las mareas, para evitar que “nos invadan”, para garantizar su seguridad… pero saben que nunca ganarán, que es cuestión de tiempo y si algo tienen los que no tienen ya nada, es tiempo… “Podían pasar días sin moverse en aquella posición soportando los picotazos de las hormigas y los mosquitos, la visita de las fieras, el frío de las noches, la humedad del suelo…”. 


“Solo aquellos que tenían mucha paciencia conseguían aguantar…”. Por eso, para salir victoriosos hay que tener claro el objetivo que nos aúna y que no es otro que el de remover las estructuras injustas que nos gobiernan a todos los niveles, que se han montado para proteger y enriquecer a unos pocos a expensas del dolor y el sufrimiento de unos muchos. Para ello hay que saber que el camino pasa por mantener siempre viva la solidaridad, por no caer en la resignación, ni esperar que nos lleguen milagros de fuera porque somos nosotros, aquí y ahora, los que podemos, con nuestra unión, nuestras actitudes y nuestras acciones, propiciar que las cosas sean distintas, con el tiempo y la paciencia necesaria. 


Hay que ser conscientes de que el sacrificio, la humillación, el dolor, el ninguneo, la indignación, el insulto, el desprecio, la rabia… están muy presentes en esta lucha, pero que hay que pasar por todo para llegar a la victoria. Tenemos que luchar contra el mal haciendo el bien, es decir, utilizando todos los instrumentos pacíficos que nos da la fuerza de ser muchos: concentraciones, denuncias, demandas… Tenemos que rebelarnos contra la injusticia y la muerte que aquella acarrea generando vida a través de nuestras  pequeñas acciones, nuestro saber compartir, nuestro buscar formas alternativas a la economía formal, nuestro vivir de forma sostenible…

 

¿Qué hacer? Lo que ya estamos haciendo, seguir participando, seguir sumando, seguir siendo solidarios, nunca desesperar y ser pacientes en la acción, con la confianza de que juntos podemos. “Se necesita mucha paciencia para cazar un mono”.

 

 

Chema Caballero llegó a África en 1992 y desde entonces está enganchado a ese continente. Ahora es coautor del blog África no es un país, en El País, y autor de Bajo el mango, en Mundo Negro 

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