El veintiocho de marzo de 2016, un desconocido ruso (aunque nacido en Crimea), llamado Serguei Kariakin se proclamó Campeón del Torneo de Candidatos, y obtuvo el derecho a desafiar a Don Magnus Carlsen del once de noviembre hasta el treinta del mismo mes en Nueva York, por la supremacía en el mundo del ajedrez. Nuestro amigo Serguei “tan solo” tuvo que vencer a los siguientes nombres: Fabiano Caruana (2794 ELO), Viswanath Anand (2762), Peter Svidler (2757), Levon Aronian (2786), Anish Giri (2793), Hikaru Nakamura (2790) y a Veselin Topálov (2780). Con la particularidad que Serguei Kariakin era el jugador con un ELO inferior 2760. ¿Quién es Serguei Kariakin? ¿Conseguirá Serguei Kariakin ganar a Magnus Carlsen?
El doce de enero de 1990 nacía Serguei Kariakin en Sinferopol (el mismo año que Magnus Carlsen), tiene veintiséis años. A los cinco años aprendió a jugar al ajedrez. Cuando le preguntan si su padre fue su descubridor, él contesta “fui yo mismo”. Se repite la historia. El padre de Capablanca no sabía que su hijo sabía jugar al ajedrez, lo aprendió solo. Y Kasparov intervino en una discusión de sus padres relacionada con el ajedrez, un problema complejo, cuando ellos desconocían que había aprendido por su cuenta. Aprendió ruso sin tomar una sola clase, alejado de las reglas gramaticales, simplemente memorizando palabras, letras, orden de las comas, acentos. Y con el inglés lo aprendió en un mes. A los siete años dejó de ir al colegio.
En el Mundial de 2002, Ruslan Ponomariov, se proclamó campeón del mundo con dieciocho años, pero en una esquina, encargado de la táctica se encontraba un chaval de doce años llamado Serguei Kariakin, y que se convirtió en el centro de atención. Ponomariov agradecido le regaló su ordenador personal. Sin embargo, algunos comentaristas consideran que Serguei Kariakin no es un genio, Magnus sí lo es, aunque Serguei tiene un portento de mente fría, técnica refinada y preparación excelente. Como diría Marco Antonio referido a Brutus, ante el cadáver desangrado de Julio César, “Brutus dice que es un amigo, y Brutus en un hombre honrado, y yo creo a Brutus”.
Los ancestros de Serguei Kariakin eran los escitas, un pueblo que se remonta al III AC. Eran un pueblo cazador-recolector, depredador. Eran grandes jinetes, temibles arqueros a caballo, y con el tiempo desarrollaron técnicas de choque en las batallas. Solían beber de cráneos humanos, en ocasiones de familiares y amigos que habían matado en alguna reyerta, y para soportar mejor el hambre, en las largas marchas de la estepa y desiertos, solían ceñirse fuertemente los cinturones para no sentir el rugir de sus estómagos. Sus contemporáneos los consideraban salvajes y sanguinarios porque bebían la sangre de su primera víctima en batalla, y vestían con las caballeras de sus enemigos derrotados, y utilizaban los cráneos humanos como vasijas. No enterraban a sus muertos y esperaban que los buitres los devoraban, y si esto ocurría era considerado como un buen augurio. Pero al mismo tiempo, alternaban el salvajismo con la confección y el uso de objetos finamente elaborados. Pero Brutus dice que Serguei Kariakin no es un genio, y Brutus es honrado y es mi amigo, y yo le creo.
Serguei Kariakin solía jugar contra sí mismo, y a los diez años tuvo un susto del que no habla, y empezó a tartamudear. Tardó nueve años en ganar su primer torneo. Cuando le preguntaron qué opinaba de que Fabiano Caruana jugara ciento cincuenta partidas al año (él juega ochenta), dijo “es un suicidio para el cerebro”. Pero no cuenta por qué tartamudeó. No cuenta por qué visitó el infierno una vez. No cuenta la razón por la cual el vértigo del futuro se apropió de su cuerpo y de su autoestima. Nosotros no preguntaremos. Pero eso hace más fuerte.
Estuvo dos años saliendo con Kateryna Dolzhykova, y decidieron casarse, ella era una maestra ucraniana de ajedrez. Tras un año y medio de convivencia, Serguei decidió poner fin a su relación, y cuando se le preguntó por las razones dijo “ella es explosiva, yo tranquilo”. Ahora está saliendo con otra jugadora de ajedrez, ajedrez y vida no pueden separarse.
Con doce años y siete meses se ha convertido en el Gran Maestro Internacional más joven de la historia, Carlsen lo fue once meses después, y para que se hagan una idea Bobby Fischer y Judith Polgar lo consiguieron con quince años. Pero Brutus dice que Serguei Kariakin no es un genio, y Brutus es honrado y es mi amigo, y yo le creo.
Kariakin empezó su interés por los juegos de mesa, retando a su abuela de noventa años a las damas, y ahora veintiún años después gana a Caruana, Anand, Aronian, Giri, Nakamura, Svidler y Topálov. En 2009 tuvo la primera posición en el torneo de Wijk aan Zee. Luego ganó el torneo de Stavanger en 2013 y 2014. En el 2014 se quedó el segundo en el Torneo de Candidatos, y en el 2015 fue el ganador de la Copa del Mundo. Y ahora en el 2016 se enfrentará al dios Carlsen por el trono en el ajedrez. Cuando ganó la olimpiada de 2004 para Ucrania, lo único que le dieron fue 2000 dólares. Preguntado por este exquisito premio, él respondió “¡Qué perspectiva!”. No encontró entrenador, Ucrania no le apoyó, y se fue a Rusia. Serguei Kariakin aceptó la nacionalidad rusa, y solo pidió que le dieran un apartamento para vivir. Putin se lo concedió inmediatamente frotándose las manos por la gran incorporación que hacía.
Carlsen trabaja con un superordenador de 50.000 € diseñado para él, que calcula variantes únicas y millones de movimientos y que no enseña a nadie. Kariakin usa solo uno exclusivo que ha costado 5.500 euros. Magnus Carlsen es un genio, Serguei Kariakin dicen que no lo es.
Serguei Kariakin nació en la capital de Crimea llamada Sinferopol. Sinferopol en griego significa “la ciudad de la utilidad”. Un “niño prodigio” es aquél que con su corta edad es capaz de desafiar a personas mayores que él y ganarles en sus propias materias. Tiene sus manías como todo el mundo, le vuelve loco el sonido del rotulador en el papel.
¿Quién ganará el Torneo de Candidatos de 2016?
Yo apuesto por Serguei Kariakin…, pero Brutus dice que Serguei Kariakin no es un genio, y Brutus es honrado y es mi amigo, y aún así… no estoy de acuerdo.
Juan Bohigues