Sé que puede haber
gente que termine pensando de mi que soy un pesado porque muy a
menudo hablo de temas relacionados con la discriminación a
colectivos… pero es que sólo tengo dos opciones: puedo resignarme
a vivir rodeado de noticias que me aterran en un cobarde e inválido
silencio, o denunciar una y otra vez lo que veo en busca de personas
que compartan mi asombro ante la pasividad general de la sociedad.
Siempre opté por lo segundo… siempre optaré por lo segundo.
Einstein dijo que para
que triunfe el mal es suficiente con que los hombres buenos no hagan
nada, hoy no sé si está ocurriendo eso o si resulta que hay muchos
más malos que buenos. Me cuesta horrores encontrar palabras para
explicar hasta qué punto estoy anonadado con lo que está sucediendo
en Francia, anonado y enormemente preocupado. Se está deportando,
expulsando a gente en grupos sólo por ser gitana, esto ocurre en la
democrática y avanzada Europa a finales de dos mil diez. Democrática
y avanzada Europa en la que en apenas treinta años se gestaron dos
guerras que acabaron con la vida de más de setenta millones de
personas -eso son casi dos Españas enteras llenas de cadáveres
desde Cádiz a Vigo. Muchísima gente- La hipocresía de esta
sociedad se hace insoportable, Europa se vanagloria de ser el adalid
del civismo, la tolerancia, el respeto y las buenas palabras; desde
aquí se juzga al resto del mundo como bárbaro e injusto porque en
el viejo continente ya los antiguos griegos hablaban de democracia
hace veinticinco siglos. No sé por qué motivo nadie quiere verlo,
pero todo eso es una gran y apestosa mentira. Italia criminaliza al
inmigrante y expulsa a cualquier extracomunitario que tenga la mala
suerte de perder su trabajo. En todo el continente los Centros de
Internamiento para Extranjeros mantienen retenidos a decenas de miles
de personas que no han cometido ningún delito, que no han sido
juzgadas ni condenadas, que no han tenido derecho a abogado y a las
que no se les permite ser visitadas por familiares y amigos… y
nadie dice nada, pero ahora en Francia, en el mismo país al que se
le llena la boca con la libertad, la igualdad, y la fraternidad, se
da rango de legal a la discriminación étnica. Lo que está
ocurriendo es gravísimo. Yo no conozco la cultura gitana, pero si
que sé bien todo lo que se dice de este colectivo; a nadie le gustan
los gitanos, se dice que roban, trapichean y no hacen por
integrarse… lo veo todo tan obvio que no entiendo cómo es que aún
hay que decirlo, pero todas aquellas personas que roben o trapicheen,
han de ser detenidas, juzgadas, y en el caso de ser halladas
culpables, deben de cumplir las penas que se les impongan, sean como
sean o vengan de donde vengan; pero ¿Castigar a alguien sólo por
pertenecer a un grupo étnico determinado? ¿De verdad vamos a
aceptar eso? No me puedo creer que la opinión pública francesa
aplauda tamaña injusticia racista. He escuchado atentamente a
Sarkozy y no he encontrado el más mínimo asomo de argumentación
válida para justificar las acciones que está llevando a cabo su
gobierno, el racismo es ilegal, si quieren aplicarlo que se quiten la
máscara del todo y pongan en su constitución que este grupo étnico
no gozará de los mismos derechos que los demás.
La reacción de la
vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de Justicia,
Viviane Reding, se ha tachado de desproporcionada y fuera de lugar…
ella habló de “política asquerosa e inaceptable” yo me pregunto
¿Es más desproporcionado un discurso que deportar caprichosamente a
miles de personas? ¿Por qué no lo hacemos también con los árabes
europeos? ¿O con los judíos? La reacción de los líderes políticos
europeos ha sido alarmantemente complaciente con Sarkozy, y la del
presidente del Gobierno Español tristemente decepcionante, eso no es
lo que cabía esperar de dirigente de izquierdas ¿No habrá un sólo
político en el continente que diga de manera clara que no se puede
aceptar que Francia de validez a la discriminación y con ella carta
blanca a la sociedade para establecer castas?
Hay un pequeño cuento
que dice algo así: “Al principio vinieron por los gitanos, pero
como yo no era gitano, no me importó. Después fueron por los
negros, pero como yo no era negro, no me importó. Después fueron
por los homosexuales, pero como yo no era homosexual, no me importo.
Ahora viene por mi…” Entendiendo el importantísimo mensaje que
se desprende estas líneas, no tengo más que decir: Soy un gitano
rumano que reside en Francia. Vienen por mi.