El ajedrez se rige por unas normas y el que se sienta a jugar una partida tiene que acatarlas, no hay otras, no es una democracia, pero siempre ha habido unos listos que se las quieren saltar. Esta es la historia de algunos de ellos.
Tramposos en el ajedrez
Una vez estaba jugando una partida de cinco minutos, con un señor que no conozco su nombre, ni su trabajo, ni su estado marital, simplemente se sentó y le dije “¿Jugamos?” y ahí empezó todo. Son partidas a cinco minutos a finish, donde se mueve aprisa y dónde los errores se van acumulando, en este caso, lo más importante es el tiempo. Después de la apertura más o menos igualada me doy cuenta que tengo dos alfiles blancos, le había cazado una pieza a mi contrincante pero seguía moviendo muy deprisa, en mi cabeza estaba la cuestión de sacrificar un alfil para que no se diera cuenta, también mover rápido para no perder tiempo y al mismo tiempo le dije a mi contrincante que no se podía enrocar porque ya había movido su rey, sacrifiqué mi alfil, él me comió una pieza y al final perdí por tiempo. Esto es el ajedrez de club un jueves por la tarde, dónde no hay árbitro y la astucia de los jugadores se pone en juego.
Teníamos un socio que se llamaba Jesús, y era famoso por los saltos de sus caballos imposibles; el salto de un caballo para quién no lo sabe es un cuadrado, otro cuadrado y al lado, formando “L”, en todas las direcciones. Bueno, pues el caballo de Jesús era un potranco que utilizaba casi todas las letras del abecedario. En partidas de club, cuando juegan dos contrincantes, sin árbitro, nadie puede decir nada, ningún espectador puede molestar a dos jugadores y decirle que “esa jugada es ilegal”, debe darse cuenta el propio jugador. Luego al finalizar el combate se le puede apuntar, pero a título personal. Cuando es una situación desesperada, cuando faltan pocos segundos para acabar el partido, aparecen estos trucos y estas trampas.
Había otro jugador, todavía va por el club, que en algunas partidas que él jugaba con negras, entonces el reloj se coloca en el lado derecho, pues, dando fuerte al reloj para llamar la atención, el otro miraba hacia el lado izquierdo y con la mano izquierda le quitaba un peón. Eso lo he visto yo. Nadie puede decir nada, aunque se produce un pacto de silencio, en el cual tú decides no jugar con esa persona, y se lo dices amablemente.
Hubo una ocasión en la que jugando partidas de cinco minutos, el jugador blanco iba perdiendo y a lo largo de la partida empezó a hablar con el contrario, a comentar situaciones, “Pero dónde vas muchacho, me quieres sorprender”, “Huy, estás utilizando la francesa, tú lo que quieres son tablas”, “Dame lo mismo que está tomando este chico que me está ganando”. El otro se puso nervioso y perdió la partida.
Os comento otra pequeña anécdota que me pasó en un torneo, con otro compañero del club. La norma es que pieza tocada, pieza que debe ser movida. Estábamos en el medio juego, y mi contrincante toca un peón, me mira y me dice “compongo”. Si mueve el peón pierde, el peón solo se puede mover hacia delante y si lo hace yo me como una pieza suya. Dices “compongo” cuando quieres colocar bien una pieza porque está situada entre dos cuadrados, pero no después. Pieza tocada, pieza jugada, no lo olvidéis. Yo lo vi, había un espectador que me miró, yo quise hacerme el simpático y el buen chico, y perdí la partida por no aplicar las normas y decir simplemente “jugada ilegal, mueve el peón”. No se trata de fair play, se trata de aplicar bien las normas.
En la Zona Cero de Nueva York, donde estaban las torres gemelas, hay un parque dónde se juega al ajedrez. Las mesas de mármol tienen un ajedrez incrustado con los escaques negros y blancos. Es el ajedrez de los parques. Ahí todo vale, incluso se apuesta dinero. Cinco dólares o diez dólares. Partidas de cinco minutos a finish. Primero se dejan ganar, luego se vuelven a dejar ganar, y cuando la partida es de veinte dólares sacan todo su ingenio y acaban con el incauto. Hay torres que se mueven como alfiles, piezas que se caen y cuando te agachas a recogerlas se han producido algunos cambios en el tablero. Es el mundo de los rateros, la ley de la calle como diría Coppola. Pero aprendes, lo mejor es observar, estar un tiempo sin jugar, y mirar quién manda y dónde están las trampas. Se aprende.
Cuando jugamos partidas de la liga madrileña los móviles tienen que estar apagados, si le suena a alguien el teléfono la partida se da como perdida. Y no se puede comentar nada de las partidas en juego. Pero esa es la norma, la realidad, ay amigos, es otra. No se puede controlar que dos jugadores del mismo equipo vayan al baño, y con los pantalones bajados uno le diga al otro “mueve la torre”. “No te enroques”. “Sacrifica la dama”. Siempre están esos comentarios, si tú como capitán lo descubres, hablas con el otro capitán y puedes rellenar el acta y apuntar una queja, pero no se suele ser muy estricto. Salvo que sea División de Honor o Preferente.
Ahora quiero centrarme en los dos mayores tramposos del ajedrez, no lo digo yo, está demostrado, uno es búlgaro llamado BORISLAV IVANOV, y el otro georgiano GAIOZ NIGALIDZE.
Este angelito llamado Borislav Ivanov tiene 29 años y comenta que si ha ganado a grandes maestros es porque cometen “errores terribles”; que dice lindezas como ésta “la mayoría de los ajedrecistas son tontos del culo”, y argumenta que cuando juega con grandes programas informáticos como Rybka o Houdini, les gana 10 a 0, esto es imposible y ni siquiera Magnus Carlsen campeón del mundo lo logra. Pero al ladrón hay que descubrirlo, y al mago descubrirle sus trucos, y al tramposo expulsarlo de los torneos y que no moleste más.
El señor Borislav Ivanov aparte de sus destrezas en el tablero, tenía un movimiento raro en los pies, no paraba de moverlos de un lado a otro, y en algunas ocasiones dejando los móviles fuera del torneo, y en el control de metales pues se disparó en algunas ocasiones, naciendo la sospecha que llevaba algún elemento magnético pegado a sus piernas. Se puede enviar información al jugador, y él registrarlo mediante golpes magnéticos en sus gemelos. En una partida Max Dlugy se levantó y dijo al árbitro que estaba seguro que su oponente Borislav Ivanov estaba haciendo trampas y que estaba dispuesto a desnudarse completamente y que su contrario hiciera lo mismo. Borislav se puso pálido, tartamudeo, no sabemos si tuvo reacciones digestivas porque se negó a desnudarse. El árbitro le dijo que podría perder la partida. Borislav dijo sentirse acosado y que no volvería a jugar, su razón “porque le olían los pies”. Perdió la partida y nosotros nos privamos del placer de descubrir a un listillo. Borislav Ivanov ha dejado el ajedrez y nosotros nos alegramos por ello.
Amo el ajedrez, lo considero un sistema democrático en el cual uno puede ganar a cualquiera. Claro que si uno tiene muchas partidas analizadas, tiene mucho elo, estudia habitualmente, compite en torneos, es más fácil que te gane. Pero aun así, “no hay nada escrito” como diría nuestro amigo Lawrence.
Vayamos por el tramposo oficial.
Gaioz Nigalidze fue campeón de Georgia en el período 2013- 2014, tiene 27 años. En algunos torneos se observaba que en situaciones comprometidas, salía disparado al baño y tras breves minutos, resolvía el problema en el tablero y llegaba a situaciones ventajosas. Bueno, quizás problemas urinarios, a todos nos pasa, sobre todo a partir de los cincuenta, pero con 27 años, qué pasa amigo Gaioz.
Los jugadores ya estaban sobre aviso, en estos deportes casi todos nos conocemos, no hay muchos en primera línea y la mayoría de las partidas circulan por internet. En esta ocasión al valiente y listillo Gaioz le tocaba un hueso duro Tigran Petrosian. Pues en cada momento tenso el meapilas Nigalidze se excusaba para ir al baño. Más extraño aún, de los tres compartimentos en los servicios, siempre usaba el mismo.
Con la partida interrumpida por cinco meadas, Petrosian llamo la atención del árbitro y que se fijara en la conducta del jugador. El georgiano había escondido un iPhone con un software de análisis de juego debajo de una pila de papel higiénico. En la pantalla del teléfono aparecía un tablero con la misma colocación de las piezas de la partida que estaba disputando. El georgiano negó que fuera suyo. Pero tras pequeñas investigaciones el aparato estaba registrado en una red social con una cuenta a su nombre. Gaioz Nigalidze fue despojado del título de Gran Maestro. Y se le ha prohibido participar en cualquier competición en los próximos años.
En una partida entre Karpov y Korchnoi tuvieron que corregir la mesa, porque se daban patadas por debajo de ellas. Nakamura toco una pieza y le pidió perdón a Levon Aronian, y éste le dijo que tenía que moverla. Carlsen toca una pieza, y luego mueve otra, lo hace tan rápido que nadie dice nada, es Magnus Carlsen. En los encuentros de Karpov frente a Kasparov, se dijo que Karpov envió emisarios con poderes mentales para que atacaran a Gari Kaspárov, se demostró a medias, y Kaspárov colocó a su madre en primera fila y asustaba a todos. Trucos, trucos, y más trucos. No paramos.
No hagáis trampas, no vale la pena, ensuciáis el juego. Hay placer en la derrota (por todo lo que tienes que aprender) y una enorme satisfacción cuando ganas (pero hay que analizar porque aunque ganes cometes errores). Llevo veinte años jugando al ajedrez en competiciones nacionales como la liga madrileña, y para mí no hay mayor placer que competir con compañeros que nunca he ganado (la próxima vez lo gano), que yo he ganado y me ganan en esta ocasión (cómo están aprendiendo), compañeros que nunca me han ganado pero que tardo cuatro horas en vencerlos (¡todavía me quedan recursos!). Mejor los caminos largos, no los atajos, el placer es mayor. Y siempre hay tanto que aprender, cómo me dijo mi maestro Jorge Castellanos “el ajedrez es infinito”.
Sólo quería contaros esto.
Juan Bohigues