Es un privilegio estar presente para apoyar a Gervasio Sánchez y su valiosa obra, y a algunas de las víctimas de las minas anti-personas que él ha retratado.
Como editor y fotógrafo admiro la belleza estética de este nuevo libro en la serie Vidas minadas. Como ser humano me han conmovido profundamente las imágenes y textos que contiene. Me hicieron pensar en mi primer encuentro íntimo con la fotografía de Gervasio, en el espacio cultural La Tabacalera, en Lavapiés, que mostraba su exposición de fotos titulada Antología en la primavera de 2012. Recuerdo que al mirar de cerca las casi 150 fotos en esa exposición –que incluían retratos de versiones más jóvenes de algunos de los que fueron heridos y nos acompañan hoy– ya me di cuenta de que Gervasio Sánchez era un testigo implacable del continuo descalabro colectivo del ser humano en cuanto a la elección entre la guerra y la paz, el odio y el amor.
El recorrido y el alcance de esa exposición, como el del libro Vidas minadas/25 años, es muestra del compromiso absoluto del fotógrafo con la misión de ver y hacer ver lo peor y lo mejor de lo que somos capaces de hacer. En este libro Gervasio sigue construyendo su documentación con el coraje y la terquedad incorruptible de siempre. Ha vuelto una y otra vez a los lugares y sobre todo a las mujeres y los hombres cuyas mentes y cuerpos lastimados son testigos del terrible peligro que son las minas anti-personas. Minas anti-personas… vaya nombre más certero y atroz para un arma. Para garantizar la continuidad de la perversión que son las guerras no hay arma más perversa que estas minas. Es desolador pensar que hay enterradas más de cien millones de estas minas alrededor del mundo, esperando silenciosamente en campos, ríos, bosques, jardines y todo tipo de senderos para destrozar vidas inocentes.
Como ciudadano de Estados Unidos me avergüenza el hecho de que ese país –junto a Rusia, China, Israel, Sudáfrica, Pakistán y otros– no ha firmado el tratado de Ottawa de 1997 que prohíbe estas armas nefastas. No solo eso. Estados Unidos y algunos de esos países son los más grandes fabricantes y exportadores de minas anti-personas. Además, poseen arsenales de millones más de estas armas, listas para su desalmado empleo. No hay ni líder ni partido político en la historia de estos países –por muy buenos oradores abogando por la paz mundial que puedan ser– que no tengan las manos empapadas de sangre. Y si hablamos de España, que sí ha firmado el tratado anti-minas, en gran parte gracias a los esfuerzos de gente como Gervasio Sánchez, tampoco hay un presidente o un partido político que no sea de alguna manera cómplice y promotor de la venta de armas que fomentan guerras en diferentes partes del mundo. Las matanzas y sus horribles consecuencias van en auge.
¿Qué hacemos?
Siempre hay excusas para perpetuar las guerras. Por ejemplo, si hoy en día no estás 100% a favor de proporcionar a Ucrania casi cualquier tipo de arma letal contra los invasores rusos se supone que eres un esclavo mental de Putin y su propaganda imperialista. No parece haber matices en el discurso mediático.
Cuando empezó esa guerra, hace más de año y medio, fui con un amigo madrileño en una furgoneta grande a buscar refugiados ucranianos para traerlos a España. Hay una parte de mí que desea con toda el alma que se eche al ejército ruso de todas las zonas invadidas, incluso de Crimea y otros lugares que Putin se adjudicó a base de fuerza militar en 2014. Pero sí hay matices. No todo es tan simple. No es una situación en blanco y negro, de agresor despiadado y de víctima completamente inocente e independiente.
En todo caso, la tremenda destrucción en Ucrania traerá cola durante mucho tiempo. Ucrania es ahora el terreno minado más extenso del mundo, con una tercera parte de su territorio afectado. En los años venideros habrá terribles lesiones y muertes de animales y de gente inocente como resultado de esta siembra diabólica.
¿Qué hacemos?
¿Qué hacemos?
Lo que no podemos hacer es no mirar, ignorar lo que está pasando en Ucrania y en otros lugares, no ver el daño terrorífico que resultará de los millones de regalitos monstruosos que son las minas anti-personas enterradas en todos lados. No podemos ignorar las mutilaciones y los asesinatos que nuestros cínicos representantes políticos bendicen con su falta de compromiso y acción, y muchas veces con su participación activa en el bestial negocio de las armas y las guerras.
El trabajo constante de Gervasio Sánchez nos ayuda a mirar y a ver la realidad para que podamos hablar abierta y honestamente de este problema existencial, e intentar encontrar la manera de actuar para frenar nuestra auto-destrucción
¡Vivan los testigos!
¡Viva la verdad!
Este texto fue leído por el propio autor en la presentación de Vidas minadas/25 años, de Gervasio Sánchez, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el 2 de octubre de este año. El libro, editado por Blume, se puede adquirir aquí.