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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 33 / 2020

De mi Diario : Semana 33 / 2020


 

Weiß/Colonia, 9.8. 

2:00 am : He empezado a verla, Jennifer Eight [Jennifer 8], y me gustaba  mucho, pero ya me perdí ¼ de hora a cuenta de una cabezadita provocada por el sopor de la canícula que padecemos. Mejor me voy a la cama, no tiene sentido forzarse a ver hasta el final cuando has perdido varios hilos.

Al levantarme descubro en la bandeja de entrada de mi compu un email de MM donde me habla de su último viaje a España y donde termina diciendo: «Creo que [entre] los españoles sigue habiendo mucho prejuicio contra los judíos, asesinos del Señor». Le contesto después de desayunar: «Yo no creo que siga habiendo mucho prejuicio antijudío en España, por haber sido los asesinos del Señor (la mayúscula es tuya): si lo hay, se deberá más bien a que el español tiende a ser (¡ay Don Quijote mío, qué hondo te llevamos!) propalestino. Yo mismo soy propalestino y me parece vergonzoso, para no usar palabras mayores, el trato que Israel dispensa a ese pueblo. In re antisemitismo, eso es  cosa para gente con menos de dos dedos de frente». La mía tiene cinco. Y además, soy calvo.

Descubrí la “Salve Rociera” cantada y bailada por el Chicago Children’s Chor y me apasiona el espectáculo de esas manos revoloteando por encima del conjunto, como si fuesen una bandada de blancas palomas. Imagino que ese es el sentido de la coreografía, e se non é vero

Weiß/Colonia, 10.8.

2:00 am ; He visto seguidos unos documentales sobre el Santo Grial y sobre la Atlántida. Ambos con altísima consultoría científica y ambos mierda pinchada en un palo. ¿Quién coño se va a creer que el último cáliz del que bebió Jesús (¡ni siquiera era abstemio!) es una de esas dos dizque reliquias que se conservan en Valencia y León? ¡Ni Rockefeller, Vanderbilt y Carnegie juntos podrían haberse permitido tales lujos! Y luego la matraca con la Atlántida, la ciencia volcada en investigar en esa bañera llamada Mediterráneo, como si Platón no hubiera sido harto explícito en su topónimo! Me cago en la Ciencia y en todas sus académicas pendejadas. Enter!

Después de leer mi diario en Fronterad, Manu me deja este comentario: «No me gusta el salmón y me encanta el pienso para las vacas. Y es que sobre gustos» Le contesto ipso fuckto: «De siempre he tenido un rechazo grande a los vegetales, y conste que he comido casi todos ellos, menos las espinacas y el chucrut, que me provocan pesadillas. Por dicha (como donosamente dicen los ticos), mi mujer es buena cocinera y sabe cómo capear ese toro marrajo que son mis gustos gastronómicos»

Traduzco un nuevo texto de Loyola, verdaderamente apocaliptico, recuerda las mejores páginas de su novela Cero. Lo envío a El Espectador en Bogotá, La Jornada en México y a Juan Cruz en España sin la más mínima esperanza de que lo publiquen.

Weiß/Colonia, 11.8.

Me llegan con el correo quelonio la novela de mi querida Ana, Amor en la nube, y el episodio 13.º de la saga de Van der Valk, que la completa. Lectura asegurada para dos o tres semanas.

33º a la sombra y Colonia se vuelve una filial del Sáhara: con temperaturas incandescentes en la parrilla que es el valle del Rhin, uno se siente como bife en barbacoa.

El segundo chequeo anual de mis pulmones lo lleva a cabo esta vez el joven Dr. Dornaika, hijo de la Dra., que se va a jubilar y el hijo heredará el consultorio, la clientela. Me cae bien el joven doctor y se le ve muy preparado y orientado en materia personal por su madre. Resiento, eso sí, que los protocolos de sanidad nos hayan impedido darnos la mano al saludarnos o despedirnos y me pregunto si este recorte de los contactos personales, en todos los órdenes de la vida, no será todavía más contraproducente para cierto tipo de relaciones (como por ejemplo la de confianza entre médico y paciente) que el mismísimo contagio del virus.

Weiß/Colonia, 12.8.

Reanudo la lectura de la saga de Van der Valk, a quien entretanto han ascendido a comisario y se desempeña como tal en una pequeña ciudad dentro del microcosmos de los tulipanes, entre Haarlem y Leiden. Retengo esta frase a propósito de su esposa francesa, Arlette: «Su mujer lo esperaba, leyendo a Proust y comiendo maní, ¡menuda combinación!»

Leo en una reseña del libro Sobre la ira, de Séneca, que el filósofo «tuvo un lío de faldas (el pillo cometió adulterio con una de las hermanas de Calígula y lo desterraron a Córcega)» y no tengo más remedio que soltar la carcajada ante el evidente anacronismo: ¿cómo se pueden tener líos de faldas en unos tiempos donde las faldas no existían?

Marcos publica en América 2.1, en su Caracas de residencia, un excelente artículo sobre por qué los latinoamericanos en general no son suizos. Le escribo para felicitarle por él y le pido permiso para darlo a conocer entre mis lecturas recomendadas del domingo. Pero le añado esta colertilla: «De todos modos, Suiza también tiene sus «fracturas»: te recomiendo mucho la lectura de un librito maravilloso y muy poco conocido de Max Frisch, Guillermo Tell para la escuela, donde desmonta la leyenda de Guillermo Tell hasta convertirla en un hazmerreir que nos pone a llorar». Y al día siguiente: «Lo mejor que conozco acerca de Guillermo Tell (además del librito de Max Frisch) es la sutilísima observación de Eugeni d’Ors acerca del Guillermo Tell recreado por Schiller: “A los ojos de la vulgaridad romántica, Guillermo Tell, tal como nos lo presenta Schiller, hará siempre un efecto un poco disminuido. El público, al verle aparecer en escena, quisiera que plantease inmediatamente la revolución. Resulta duro esperar, durante cinco actos, la caída y muerte del tirano. No todo el mundo es capaz de comprender el heroísmo que existe en cargarse de razón”. Casi podría aplicarse al caso de Venezuela. Dicho sea de paso, El Valle de Josafat, de Eugenio d’Ors, de donde saco la cita, es uno de los libros más extraordinarios que existen en el idioma castellano, no te lo pierdas».

Weiß/Colonia, 13.8.

1:00 am : Una vez más A Hard Day’s Night [¡Qué noche la de aquél día!] ¡A la bim, a la bam, a la bim bom bam, los Beatles, los Beatles, y nadie más! Los mamarrachos de The Rolling Stones no les llegan al tobillo. Ni aun calzando coturno.

En la Terraza del Rhin, al encargar la comida, Diny pide unos tallarines con setas, Ulli jamón de Parma con melón, yo carpaccio de salmón ¡¡¡sin lechuga!!! y Carlitos no se acuerda de qué fue lo que pidió la semana pasada, Ulli le dice: «Una pizza», y yo puntualizo: «Pugliese, con alcaparras»,  Ulli quiere saber cómo lo recuerdo tan exacto y le contesto casi disculpándome: «Bueno, es que yo leo mi diario».

Weiß/Colonia, 14.8.

2:10 am : Elle [Elle: abuso y seducción en Latinoamérica, Elle a secas en España, donde todo el mundo sabe francés] es una peli de Paul Verhoeven, y con él no hay medias tintas, o sí o no. Yo digo que, in dubio, pro Paul. Con mi agradecimiento a Isabelle Huppert, por haber asumido este papel tan ingrato, pero que le redituó una nominación al Oscar como mejor actriz. Es un animal cinematográfico, una especie en peligro de extinción.

Rebeca me llama para contarme que como es viernes ha vuelto a ir al puesto de churros y se ha comprado sus calentitos, y me manda saludos de mi paisano, el dueño del puesto. A ver si se acaba de una vez esta ola de calor, para ir un viernes o un sábado a tomarme un chocolate con churros, que no lo hago desde el 6.5.2012 en Madrid, en la chocolatería del pasadizo de San Ginés, a la sombra tutelar de Valle–Inclán. Por cierto que ya entonces recordé una palabra que mi abuela Remedios también empleaba para llamar a los calentitos, y era tejeringo. La busco en el Diccionario donde se la define como propia de Andalucía y Badajoz.

Tuvimos de cena pisto manchego con huevo escalfado, que estaba requetebuenísimo, aunque en realidad es más bien comida de invierno, menos mal que hoy ha remitido un algo la temperatura. Este pisto me hizo recordar los mejores que he comido en mi vida, siempre en casa de Nené, en mis madriles de mi alma. Cada vez que viajábamos a Madrid, uno de los almuerzos seguros era en casa de Nené y, a petición nuestra, siempre era un pìsto manchego. Pienso en aquellos años tan felices, cuando íbamos a Madrid algunos años dos veces, la última vez fue en el 2012 y sin embargo es como si fuera hace un siglo. La asimetría en la percepción del tiempo también debe haberle quebrado la cabeza a don Einstein. Con todo, lo que más vivo de aquellos almuerzos ha quedado en mi memoria es el día en que descubrí que quizás España sí era Europa. Aquella vez nos acompañaba Olivia, la hija de Nené, y hablábamos de cine y yo contaba con entusiasmo el argumento de una peli recién estrenada en Alemania y que Diny y yo habíamos visto un par de días antes de volar a Madrid. Y en medio de mi discurso, de repente Olivia me interrumpió y me dijo: «Pero bueno, Ricardo, de lo que estás hablando es de Goog Bye, Lenin!, ¿o no?» Y claro que sí era Good Bye, Lenin!, y hasta resultó que Olivia la había visto algunos días antes que nosotros. Me hizo replantearme ciertas ideas sobre uno de mis dos países, el más meridional.

Alrededor de las 9:00 pm comienza a diluviar, con abundante aparato eléctrico, pero se diría que los rayos se van diciendo unos a otros «¡Eh, chicos, que estamos sobre la vertical de Weiß!, corrámonos un poco al noroeste, vamos a joder la marrana en Hahnwald (el barrio de la gente rica)», de otra manera no me lo explico. Las tormentas que pasan cerca de Weiß siempre me recuerdan el final del soneto de Cervantes: «miró al soslayo, fuese y no hubo nada».

Largo y laborioso ha sido el día de hoy, cuando por fin descubrí la brecha por la que entrarle al tema de Lecuona, una nueva columna que quiero ofrecer en Árbol Invertido con motivo del 125.º aniversario de su nacimiento. Tenía mucho material acumulado, muchas notas tomadas, pero me faltaba algo, y de repente me di cuenta hoy de qué era. En ninguna de las fuentes que he consultado gracias a Miss Hortensia Google, en ninguna, hay la más mínima referencia a su vida privada. Repasé un largo documental de 40’ que le dedicaron en el 2016 y me concentré en el estudio de la iconografía, y al principio fue sólo una sospecha, pero a cada minuto que seguía me iba convenciendo más. Había un tabú. Hice una llamada telefónica acá en Colonia y escribí dos emails, a Berlín y a Aventura, barrio de Miami. La respuesta me llegó pronto y era la que me esperaba: Lecuona fue homosexual. Ahora ya tenía completo el retrato, sólo era cuestión de ajustar todas las piezas del puzzle que estuve afrijolando.

Weiß/Colonia, 15.8.

En el cuaderno de esquelas fúnebres del Kölner Stadt Anzeiger una con un largo epígrafe del escritor peruano Sergio Bambarén, tomado de su libro El delfín. Historia de un soñador, y dice así: «Quizá parte de amar consista en saber cuándo renunciar al otro, en saber decir adiós, no dejando que nuestros sentimientos interfieran en lo que probablemente, al final, sea mejor para aquellos a quienes amamos». La persona fallecida contaba 74 años, pero si uno lee entre líneas el epígrafe es evidente que no quiso seguir viviendo. Es bueno pensar que se hizo su voluntad.

Como a todos los empleados de la Radio Deutsche Welle, en activo o jubilados, me llegó con el correo quelonio un ejemplar de su revista weltzeit [=tiempo del mundo], con una novedad que no me esperaba: está íntegramente en inglés. De inmediato envío a la redacción un email en el que digo: «Les ruego que me borren de su lista de distribución. Entre mis indubitables muchas cualidades positivas no se cuenta la de saber leer inglés». No quise añadir que cuándo le van a cambiar el título a la revista, por worldtime, para que no me tomen por un bromista.

Diny me cocina para la cena unos espaguetis con mejillones ahumados y conservados en aceite de colza, que Montse me trajo de regalo desde Normandía. «Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como lo fue don Quijote cuando de su tierra vino». Espero que la cita sea exacta, antes me fiaba de mi memoria como si fuese un embudo, ahora como si fuese un colador.

Mi deuda estherna me escribe desde su exilio en la provincia [=Berlín] y a partir del día en que leyó una columna mía sobre el exilio de Ovidio se me despide siempre “desde la Tracia”, con el correlato de que yo, entonces, cuando me despido de ella lo hago desde el limes. Como hoy: «Saludos desde el limes, que como la calor siga así se va a convertir literalmente en limo. Ricardus, centurión de la IV Legión acantonada en la Colonia Claudia Ara Agrippinensium».

*****************THE END*****************

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