
Como lector de diarios me encanta leer cosas como estas que escribe Katherine Mansfield en el suyo:
– 30 de Septiembre. Espero que esta pluma escriba bien. Sí, va bien
– Acontecimiento extraordinario. Zapatos que no habían nunca rechinado, empiezan ahora a rechinar
Y yo mismo escribí el otro día en mi diario cuánto me costaron tres kilos de naranjas, con la idea de que un antropólogo de Oklahoma que esté haciendo sus tesis en el año 2452, sobre el precio de la fruta en la España de principios del siglo XXI pueda trabajar a gusto, consultando el dato en el libro de la biblioteca.
Pero vamos a lo que nos ocupa, a la ciencia, en 1922 escribió:
El agua de Saint Galmier se sustituye aquí por la de Montreux, que está saturada de ácido carbónico, según dice la etiqueta. Sin embargo, mi libro de fisiología decía que el ácido carbónico era un veneno mortal que exhalábamos, y que sólo en casos desesperados absorbíamos. Mas, según los doctores Bitter, Spingel y Knechtli da resultados maravillosos para el mal de piedra y hace volver el agua espumosa como el champagne. Estos son los Misterios Menores…
El ácido carbónico es una farsa, el autor de este blog sostiene que Katherine Mansfield (o bien su traductora Ester de Andreis) confunde ácido carbónico con anhídrido carbónico o dióxido de carbono. En presencia de agua pienso que prácticamente no existe, se descompone dando dióxido de carbono, que es el responsable de las burbujitas. Me gusta cómo Katherine Mansfield consulta hipocondríaca su libro de fisiología, el equivalente de la época a Google y Wikipedia. Y cuando dice que es venenoso pienso que ahora la confusión es con el monóxido de carbono.