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ArpaLas claves de lo oscuro. Biografía de Ángel Guinda

Las claves de lo oscuro. Biografía de Ángel Guinda

Nota introductoria

Trabajaba en mi primera biografía, la de Leopoldo María Panero, cuando Túa Blesa me recomendó verme con el poeta Ángel Guinda –entonces todo un desconocido para mí– y me facilitó su teléfono. No tardé en llamarle y nos citamos en mi domicilio, no lejos del suyo, en Madrid. Ángel llegó una tarde con un arsenal de su obra dedicada con su letra puntiaguda y fechada el 23 de octubre de 1995 (“Ante las huellas de nuestro primer encuentro”). ¿Para qué sirven los libros sino para hacer amigos? Le conocí con pelo. Ante un cenicero colmado, encadenaba un cigarrillo tras otro. A bote pronto me pareció un tipo entrañable, de mirada astuta y muy generoso. Vaya si lo era, así me lo hizo saber el decurso del tiempo. Su extraordinaria generosidad y su infatigable paciencia quedaron impresas en la cantidad de solapas, prólogos y contracubiertas que dedicó a otros autores. Además de encuentros azarosos en el barrio, me enviaba sus libros y asistí a alguna lectura pública suya con un auditorio absorto y más que entregado.

Transcurrieron los años y en el momento que me dio noticia de su huelga de hambre en La Casa del Poeta de Trasmoz, de la que fue su primer inquilino, me cité con él y con Trinidad Ruiz Marcellán el 6 de octubre de 2006 para grabar un pequeño reportaje destinado al Telediario de TVE. El último plano de aquella pieza era Ángel de espaldas camino del recoleto cementerio de la localidad zaragozana y un encadenado le hacía desaparecer. Así finalizaba.

Ángel y yo coincidimos como ponentes en el congreso Poéticas Novísimas. Un fuego nuevo, celebrado entre el 24 y el 27 de abril de 2002 en el Auditorio de Zaragoza, y en la mesa redonda Poetas malditos. Malditos poetas, en homenaje a Leopoldo María Panero, en la VII Feria del Libro ‘Expoesía’ de Soria, el 7 de agosto de 2014. También en otra mesa redonda en el Café Gijón dedicada a Panero, La noche de los libros, en 2016. El 10 de abril de 2018, cuando presentaba mi El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio, en la cueva de la librería Sin Tarima (Magdalena, 32), desde la mesa y de una manera fugaz vi al fondo la llegada de Ángel; como el local estaba lleno, desapareció. Supe de su muerte por las redes sociales y sólo entonces entendí su silencio a mis mensajes y llamadas telefónicas. Si le leemos, no le dejaremos morir, porque él escribió para no morir. Y el lector vive lo que lee.

El feraz Ángel Guinda pronto se entregó a la poesía. Escribe poemas como una prolongación de su vida, funde poesía y vida, como Rilke. De su propia vida hace la materia de sus versos. La poesía le permite atrapar instantes que de otro modo no habría captado. Y no todos somos capaces de captar lo que hay dentro de sus poemas. Ante todo, Guinda es un gran poeta romántico, escasamente hermético; denuncia la oscuridad y sostiene que el poeta está condenado a la claridad. Tuvo a Gustavo Adolfo Bécquer como uno de sus padres literarios, junto a Jorge Manrique y Quevedo, entre otros tantos que formaron su Parnaso particular. Nunca tuvo una madre y, quizá por eso, fue un mujeriego irredento –“Perdía la cabeza por las mujeres”–, necesitaba de sus musas, aunque sostuvo que “la inspiración es un mito pequeñoburgués”. Algunas de ellas, mendaces, me han negado su relación con él, otras, a la propuesta de colaboración, han dado la callada por respuesta, se ocultaron tras un elocuente silencio. De ciertos casos, por consideración, guardo las pesquisas bajo llave en mi cofre doméstico. Ángel padecía esterilidad y una heterosexualidad tumultuosa. “Yo hago el amor, pero no jodo”, solía decir zumbón con una mirada chispeante.

Este poeta epicúreo lleno de luz miró a la muerte de frente, a la cara. “Si me ocupo de la muerte es porque estoy vivísimo”. Habló con la muerte porque amaba la vida. Quizá la muerte no fuera más que una excusa para resaltar los aspectos positivos de la vida. Asunto dominante en su obra, su idea de la muerte no era nada trágica; es el final de la vida, la que iguala a todos los humanos. Ay de aquellos que no entiendan la muerte. A Ángel Guinda nunca le sedujeron lo más mínimo el culturalismo ni el esteticismo decadente en poesía. Jugó con el lenguaje para reír, para romper con la solemnidad. De otro jaez. Poeta maldito le querían, él se quiso un poeta ejemplar.

Pero estamos ante un hombre poliédrico. Guinda no sólo fue poeta. Además de dedicar su vida a la enseñanza, ejerció de articulista, de crítico de arte y literario, de traductor, de aforista y de editor de gusto refinado. Fundó las editoriales Porvivir Independiente –con las colecciones Puyal de poesía y Al Margen de narrativa– y Fuente de Cibeles, de cuidada presentación, tacto poético y tipográfico. Además de la revista Malvís, pliegos de creación, de Kilómetro Cero Ediciones.

La honestidad de Guinda le impidió la infidelidad a Olifante. Ediciones de Poesía, parte del tejido cultural de Aragón. En Madrid, podría haber dado el salto a editoriales más poderosas, más mediáticas, pero no, fue refractario. Hombre de una pieza, de una rectitud moral intachable, nada engolado, prefirió no participar en la zahúrda, huyó del fasto y la rigidez, abrazó las causas justas, siempre del lado de los desesperados, de los desfavorecidos; comprometido con los valores humanísticos, de una vasta conciencia social, prefirió ser un poeta subversivo a un poeta divo. “Por el bien de tu obra, líbrate de la fama y del éxito”. Su mundo no era de este mundo.

En términos freudianos podemos afirmar que Ángel Guinda no tuvo familia, no se identificó con ella, por tanto, no fue su referencia. Como tampoco tuvo infancia, porque la infancia es la protección materna. Sin embargo, con la escritura inmortalizó a su madre. Su ideal no fue el padre, el hijo no pudo ser padre. Eligió ser poeta. Él quizá fue su madre. Ángel Guinda es la madre de Ángel Guinda, como escribiera Manuel Vilas.

El 19 de febrero de 2022, Trinidad Ruiz Marcellán, por sugerencia de Raquel Arroyo Fraile, me propuso escribir la biografía de Ángel y publicarla en Olifante. De no haber sido por ellas –y porque Ángel atesoraba todo– no habrían existido las páginas que siguen. Labor encomiable la de Raquel, que archiva, clasifica y pone en orden todos los materiales de Ángel. Con ella trabajé en el salón de su casa, en presencia de los restos de Ángel. Sí, en presencia de la urna que contenía sus cenizas a la espera del destino final. Las dos me llevaron a Uncastillo, visitamos el caserón de los abuelos paternos (Casa Palomo), a su familia, su colegio, recorrimos los trayectos que hacía de niño, nos desplazamos a Luesia, para ver uno de los centros donde impartió clases, y me mostraron lugares de Zaragoza relacionados con el poeta; recibí multitud de correos y wasaps con información, contactos y documentos, los inencontrables primeros libros de Ángel, correspondencia… Cuántas llamadas de teléfono, cuántas consultas a una y a otra. Especial mención merece Manuel Martínez-Forega, formidable interlocutor, siempre dispuesto, a cualquier hora, cualquier día. Nunca un mal gesto, jamás una mala contestación. Siempre un Aquí estoy. Sin olvidar a Agustín Porras, otro análogo. Con la desprendida ayuda de semejantes informadores, de nuevo vuelvo a vestir el terno de biógrafo, no sin abandonar la estela de oneroso.

Tan sólo añadir que el epígrafe número 10 de la presente obra es el fragmento de un verso del poema ‘Canto del luto’, de (Rigor vitae). Y el título de este volumen es parte de un verso de Expedición a las tinieblas, de Ángel Guinda, publicado en La Habana (Cuba) en 1990, donde el poeta nos da cuenta de la perdición, de las sombras, de lo oscuro.

  1. Nacer matando

Hacía calor, mucho calor. A las siete de la tarde del 26 de agosto de 1948, cuando la luna mordisquea el sol, nace Ángel Manuel Guinda Casales en el piso tercero derecha del número 15 de la calle de Tarragona. En Zaragoza el sol caía a plomo. Dos médicos y la comadrona asisten a Ángeles Casales Claveras, la parturienta. Están presentes el marido, Félix Guinda Samper, su hermana Pilar y su madre Dorotea Claveras Lear. Mientras arrulla en sus brazos al bebé, Ángeles susurra: Qué manos tan finas para ser cirujano. A las nueve de la noche Ángeles, con veintiocho años, muere de una hemorragia. Este hecho tendrá una influencia duradera a lo largo de la vida del neonato. Un abrumador vacío con el que cargará de por vida, una huella indeleble.

El matrimonio es de Uncastillo, pueblo de la comarca aragonesa Cinco Villas. Se casaron en la parroquia de Nuestra Señora del Portillo, el 19 de abril de 1947. Félix trabaja de auxiliar administrativo en el Campo de Aviación (Garrapinillos), junto a la Base Americana de Zaragoza, y Ángeles era secretaria en Casa Jodra, un almacén de papel en Sitios 2.

La criatura es bautizada a las nueve y media del 29 de agosto en la parroquia del Portillo. Zaragoza todavía no alcanza las doscientas cincuenta mil almas. El viudo Félix Guinda, de veintisiete años, al no poder atender al niño, lo lleva con los abuelos paternos a Uncastillo. Los abuelos maternos son Manuel Casales López y Dorotea Claveras Lear, de Uncastillo (Casa Pocitos) pero residentes en Zaragoza, en el segundo piso puerta izquierda de la finca donde Ángel nació.

El montañoso término municipal de Uncastillo (el norte pertenece a la sierra de Santo Domingo, de pinos, quejigos y carrascas sobrevolados por rapaces como quebrantahuesos, alimoches y milanos: Prepirineo) tiene tres mil doce habitantes de hecho, posee un conjunto monumental muy interesante, con seis iglesias románicas, una judería y un magnífico entramado urbano. El pueblo huele a orfandad, a vejez, a sepulcro, a viático, como escribió el poeta[1] en unos versos de intención rememorativa. Angelito está al cuidado de los abuelos Manuel y María Jesús. El caserón Casa Palomo, en la plaza de Santa María, tiene un portalón de dos hojas que da acceso al zaguán, desde el que se entra a la tienda de ultramarinos con largo mostrador, donde se abastece a otros pueblos del entorno. Dispone de grandes pipas de vino, depósito de aceite, comestibles, aperos… También cuenta con molino de cereales, donde los labriegos llevan el grano. El negocio lo atienden los tíos de Angelito, Eleuterio Guinda y Basilisa Frago, quienes son padres de Manolete, que nace el 24 de diciembre de 1948. Todos residen en Casa Palomo, con la ayuda de criadas.

El abuelo a Angelito le llama Cascajares, porque es muy menudo y no para quieto. Desde su nacimiento, según el diagnóstico de varios especialistas, tiene problemas de salud: padece de raquitismo, sufre hemorragias nasales, tiene un soplo sistólico en el corazón, hipertrofia ventricular, debilidad, fatiga y bronquitis crónica. Su mesilla es una pequeña botica. Félix Guinda, el padre, se ennovia con Benita Tosaus Cervero, una de las asistentas.

Una tarde lluviosa de otoño, Benita lleva a Angelito a Luesia en el autobús de línea para que le vea el doctor don Antonio Labayén, prestigioso en las Cinco Villas, que dispone de los mayores adelantos tecnológicos; ausculta al niño, le hace un estudio radiológico y le somete a diferentes pruebas de esfuerzo. Una semana después vuelven a Luesia y auscultan nuevamente. Tras un biombo, el doctor –algo sordo, habla alto– le dice a Benita que la criatura quizá no llegue a los siete años. Como se va a casar, ella le pide que se lo certifique por escrito, no vaya a enfermar y los demás piensen que la criatura está malcriada y desatendida. Angelito, al cuidado de la enfermera, escucha la conversación. Amenaza la parca.

El 3 de marzo de 1952, a las diez y media de la mañana, Félix Guinda y Benita Tosaus contraen matrimonio en la iglesia de Santa María de Uncastillo; Angelito, después de dos días encamado, amaneció con una incontenible hemorragia –de nuevo la presencia de la sangre–, pero asiste a la ceremonia, acicalado con ropa de estreno por su tía Carmen. El banquete se celebra en el patio interior de Casa Palomo. Finalizada la celebración, los esposos se van de viaje de novios a Palma de Mallorca. Acompañados de algunos familiares, se encaminan a la plaza del Ordinario, donde suben al autobús. Angelito, agarrado a la mano de su padre, se enrabieta porque quiere ir con ellos. Primera sensación de abandono.

La abuela María Jesús, muy religiosa, obliga a los nietos a asistir a misa, en la iglesia de Santa María, frente al caserón, y en San Martín. A Angelito, Manolete y Miguel Ángel, que vive en Ejea de los Caballeros, pero pasa el verano en Casa Palomo, los levanta a las diez de la mañana y en la cocina, en un hornillo con carbón vegetal, asa en la parrilla filetes de hígado y los deja medio crudos. Los mete entre el pan y se los da a los chicos para que se fortalezcan.

El abuelo Manuel compraba trigo, que entre varios farderos subían los sacos al hombro a las falsas, recintos situados en la parte superior de la casa. Allí lo acumulaban en montones, que luego los nietos escalaban para tirarse, destrozando la labor de los farderos y expandiendo el grano por el piso. También construían torres con las piezas de jabón que secaban. Cada vez que el abuelo escuchaba el jolgorio, subía con el bastón y los críos salían disparados escaleras abajo. Manuel Guinda tenía un despacho, donde llevaba los papeles del negocio, y en un armario empotrado escondía la caja de caudales, el queso y los chorizos. Cuando hacía mal tiempo los nietos jugaban en el salón, junto a los abuelos. Cada vez que Manuel quería hincar el diente a sus comestibles, les decía a los chicos: Volveros el culo, para que no viesen el lugar donde los ocultaba. La abuela cabeceaba.

Félix, Benita y Angelito se trasladan a Zaragoza, al piso de Tarragona, 15. El niño ingresa en el colegio público Joaquín Costa, un centro moderno que sigue el ideario de la Institución Libre de Enseñanza, en un gran edificio situado en el paseo de María Agustín, 41. Pese a que los médicos le habían desaconsejado el esfuerzo físico, en los recreos el crío juega al fútbol, de extremo derecha o de interior izquierdo, le apasiona; con escasa estatura, se zafa del contrario, regatea y hasta marca gol. Recibe patadas, insultos: renacuajo, hormiga, enano. Sufre. Su padre le recomienda hacer oídos sordos, porque a los hombres se les mide por su inteligencia y bondad.

En Zaragoza, el frío y ventoso 1 de noviembre Angelito y su padre van caminando al cementerio de Torrero para llevar flores al nicho de la madre. El niño va cubierto con abrigo, guantes, verdugo, bufanda y botas. Al llegar, Félix adquiere un par de manojillos de claveles rojos y blancos. Le da uno a su hijo. Transitan bajo unos largos soportales. Mira, allí está mamá, le dice el padre. Pero allí dentro, papá, no caben los ríos, ni las montañas, ni el cielo ni las calles por donde mamá pueda volver a casa un día. Félix calla, cierra los ojos. Reza, que nos ve desde el cielo. Los gitanillos a gritos ofrecen escaleras. El padre llama a uno y el muchacho la apoya en la pared; sube hasta la cuarta fila y con un trapo y el agua de una lata, limpia la lápida de mármol negro en forma de hornacina con arco rebajado, coloca los claveles con agua en las vasijas cónicas de cinc (papeletas) a ambos lados del nicho. Félix abona al chico y los deja a solas. Padre e hijo agarrados de la mano guardan silencio. De fondo resuena ¡Escalera, hay escalera! Félix, con la vista alzada a la losa, se santigua y reza para sus adentros. Luego: Hala, Angelito, dile adiós a la mamá, que te oye. Ángel enmudece y se despide con la mano. “Me acostumbré a tu muerte lo mismo que a mi vida”.

El día de Reyes de 1953, en Uncastillo, Angelito se levanta a las siete de la mañana y sube a la segunda planta, abre el balcón y encuentra unas botas katiuskas, un paraguas y un coche descapotable de color rojo de pedales[2]. Imborrable. En Zaragoza, una tarde de primavera, de la mano de un policía, Félix Guinda recibe en su domicilio la notificación de una denuncia de su suegra Dorotea Claveras y la cuñada de ésta, Josefa Casales. El agente le explica. Despedido el uniformado, un iracundo Félix dice: Son unas brujas, hijo mío. Le acusan de no poder cuidar a Angelito y, asegura, quieren arrebatárselo. Además, llevan tiempo inculpándole de la muerte de su mujer. En una acometida repentina de cólera se dirige al armario y coge una escopeta de aire comprimido. Padre e hijo salen de casa y bajan a la segunda planta. Ante la puerta de ellas grita: ¡Mala bruja! ¡Abre o echo la puerta abajo! La vecina de enfrente se interesa: ¡Esta mala bruja me quiere perder!, responde Félix a la vez que golpea con la culata la puerta. La mujer le ruega que se calme. Padre e hijo regresan a casa.

El 23 de septiembre Félix y Benita son padres de la niña Mercedes Guinda Tosaus. Félix lleva a su hijo a la Maternidad, situada frente al colegio Joaquín Costa, para darle a conocer a su hermana. A Angelito le parece fea y propone tirarla por la ventana. Nadie puede ocupar su reinado. El 2 de octubre bautizan a Merceditas en la parroquia del Portillo. Benita comienza a desvincularse maternalmente de Angelito, tiene celos de la difunta Ángeles. Ejerce de madrastra.

El crío no acaba de curar un catarro. El médico comenta que a causa de la fiebre el niño se destapa y vuelve a enfriarse. Para comprobarlo, su padre se acuesta con él. Primeras desavenencias conyugales. Con motivo de una discusión en el matrimonio, ella, colérica de celos, le grita: ¡A partir de hoy duermes con el hijo de la otra! Benita duerme sola y su hija en otra habitación. Hasta los dieciocho años, que Ángel se emancipa, padre e hijo dormirán juntos. Benita maltrata psicológicamente a Félix, quien aguanta cuanto puede. Le llama cafre y vago. Cuando pierde los estribos, desquiciada, abre la puerta de casa para que la escuchen los vecinos, sobre todo la familia de la difunta Ángeles, en el piso de abajo: ¡Ya mataste a tu primera mujer! Terrible a ojos y oídos de un crío.

El 1 de noviembre cae aguanieve sobre Zaragoza. Angelito y su padre van al cementerio. La misma operación que el año anterior. Félix alquila una escalera a un gitano, limpia la lápida, coloca flores en las papeletas y Hala, Angelito, dile adiós a la mamá, que te oye. El niño, con la mirada fija en el nicho, grita: ¡Mamá, sal! “Nací tatuado con tu signo, / muerte”.

Una tarde lluviosa Félix y Benita han de ir a un entierro y dejan a Angelito enfermo en la cama. Le piden que no se levante y le dejan encerrado en la habitación, con la llave por fuera. La criatura tiene miedo, se cubre la cabeza con el embozo, duerme. Al despertar está sudoroso, tiene sed. Bebe agua del vaso de la mesilla, junto al frasco de Bisolvón. Se levanta y sube a una silla para ver la calle desde la ventana con los cristales empañados. No deja de llover. Anochece. Tiene fiebre, tiene sed. Bebe el resto del agua en el vaso. Tirita, se acuesta, se acurruca y vuelve a dormir. Sufre una pesadilla. Se despierta, su padre no llega. Tiene sed y en el vaso no queda agua. Decide beber lo que queda de jarabe y le cuesta abrir el frasco. Alcanza un tebeo, los dibujos le bailan. Lo deja y vuelve a dormir. Al despertar sigue con sed y no tiene agua. Llora con desconsuelo. Su padre sigue sin aparecer. Desesperado, agarra la bacinilla que está bajo la cama y decide beberse los orines. Un rato más tarde, llega el matrimonio. Félix entra en la habitación, besa a su hijo y observa que tiene fiebre y repara en el frasco vacío del jarabe. Angelito le confiesa que lo ha bebido porque no tenía agua. En cambio, le oculta haberse tragado sus propios meados. La infancia de Angelito está llena de terrores: a la enfermedad, a las malas relaciones familiares, al abandono, al Hombre del Saco, a Fumanchú, al infierno, a la muerte.

Volcada Benita con su hija, el matrimonio decide dejar a Angelito en Uncastillo. En septiembre de 1954 los primos Angelito y Manolete son escolarizados en el colegio La Milagrosa, regido por las Hermanas de San Vicente de Paúl. Cursan Elemental. Sor María Jesús Inbuluzqueta le recuerda a Angelito lo aplicada que era su madre, antigua alumna. Todo un orgullo para él, no sólo por la diligencia de su progenitora, sino por asistir al mismo centro donde ella se formó. Su compañero de pupitre es Marianito Boned, muy hablador. Cada vez que la monja les sorprende de parloteo, les castiga de cara a la pared en el pasillo. Por mero retraimiento, Angelito se aguanta la micción y la deposición porque le da vergüenza pedir permiso para ir al cuarto de baño. Cuando se ha hecho sus necesidades encima y la monja detecta el olor, lo manda a casa.

Los inviernos de Uncastillo son severos. Cada noche la abuela desliza entre las sábanas de la cama del nieto un calentador dorado con largo mango de madera. Camino del colegio, los primos llevan una patata caliente en cada mano dentro de los bolsillos del abrigo para combatir el frío. Las calles huelen a madera húmeda y a horno. Un fin de semana de invierno Angelito y Manolete duermen juntos. El domingo al alba, la tía Basilisa entra en la habitación para susurrarles que todos se marchan a misa de cazadores. El frío es intenso, los chicos se ovillan. Se desvelan. Angelito tiene miedo y para vencerlo habla sin parar. Propone jugar a los entierros, a viáticos. En la alcoba de los abuelos encuentran dos misales y una campanilla. De la sala de estar sacan una vela y de la cocina cerillas. En su dormitorio encuentran toallas con las que cubrirse la espalda a modo de casulla sobre los pijamas y camisetas de felpa. Manolete, en el papel de párroco, encabeza la procesión con la campanilla que hace sonar de cuando en cuando, a la vez que entona un estribillo en latín. Recorren la primera planta. De pronto Angelito se ve en llamas, tira el misal y la vela, intenta apagar el fuego. Grita por su padre, por su primo, pero Manolete está paralizado con el misal y la campanilla en las manos. Angelito corre a la segunda planta y María, una de las asistentas que friega de rodillas la tarima, alarmada le lanza la bayeta a la cara y el cubo de agua al pecho. Luego, veloz, lo envuelve en una manta. El crío se desvanece en sus brazos. Merodea la muerte.

A final de curso, los resultados escolares no son muy satisfactorios. Estas son las calificaciones: Lectura 7, Escritura 4,6, Dibujo 2, Cálculo 3,6, Religión 4,3, Geografía e Historia 4, Lengua 3,3, Formación del Espíritu Nacional 4,6, Ciencias Naturales 3,6. En el segundo trimestre Angelito tiene trece faltas justificadas a clase a causa de su quebradiza salud. El verano de 1955 el chico sigue en Uncastillo, entre Casa Palomo y Casa El Vivo (Barrio Nuevo), propiedad de la familia de Benita Tosaus, su madrastra. El coadjutor mosén Dámaso Lapetra, venerado por los chiquillos por ser el fundador de un equipo de fútbol y un centro social, le da clases particulares a Angelito de latín y griego.

El 4 de octubre Félix Guinda inscribe a su hijo en el Colegio Politécnico de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, dependiente del Instituto Goya, de enseñanza media. El centro, dirigido por don Cándido Galdeano, comparte edificio –neomudéjar– con la congregación de Nuestra Señora de Gracia de Seglares Siervos de los Pobres Enfermos del Santo Hospital Real y General, donde se reparten diariamente desayunos consistentes en una sopa de aceite. Popularmente es conocida como la Hermandad de la Sopa. El inmueble está frente a la terminal de la línea ferroviaria Cariñena-Zaragoza, avenida de José Anselmo Clavé 43-45, cerca de la casa de los Guinda. En la plantilla del colegio hay algunos militares y profesores de la Academia General Militar, más dos sacerdotes, don José, que imparte Religión, y don José María, responsable de párvulos. Temida es doña María José, la Pepa, profesora de Gramática, por su costumbre de aplicar castigos físicos y hacer copiar cien veces una frase.

El 9 de mayo de 1956 Angelito y su primo Manolete hacen la comunión en la capilla del colegio La Milagrosa de Uncastillo. Como los trajes los encargó Félix Guinda en el Campo de Aviación, tuvieron que retocarlos en Casa Palomo. El tío Manolo, Manuel Guinda Samper, relojero, vecino de Ejea de los Caballeros y padrino de Angelito, le regala un reloj de pulsera. Ya puede medir el tiempo.

Con una mejora progresiva, Angelito finaliza el curso con la calificación de sobresaliente y el segundo puesto de la clase.

Un mediodía, al regresar de misa, en Zaragoza, Félix Guinda sorprende a su hijo hablando con el abuelo materno en la acera, junto al portal, algo que tiene terminantemente prohibido –otro terror–. Sin decir una palabra, Félix le quita al chico el reloj de la comunión, que con tanto orgullo luce, y le castiga en el portal contra la pared, hasta que decida bajar a buscarle. Cada vez que un vecino entra o sale de la finca le pregunta qué hace ahí y el muchacho, completamente abochornado, contesta que le ha castigado su papá. Tremendo.

A la salida del colegio todas las madres esperan a sus hijos. Cuando Angelito sale de clase no encuentra a nadie, y, si aparece Benita, él grita Mamá, mamá, pero ella le responde: No soy tu madre. A veces salía con las piernecitas abiertas porque se había hecho sus necesidades encima, por timidez. La calificación del curso 56-57 es de sobresaliente.

En Uncastillo, con su primo Manolete y los amigos, van a recoger espliego al monte para luego venderlo en la plaza del Ordinario por una o dos pesetas, que gastan en el pipete, local de reunión para las fiestas de la Virgen de San Cristóbal, el 8 de septiembre. En cierta ocasión suben hasta el castillo medieval de la peña de Ayllón, ubicado en un montículo muy rocoso con laderas escarpadas. Ante el túnel que, según la leyenda, comunica con la iglesia románica de San Felices, junto al río Cadena, el grupo decide que sea Angelito, el más menudo, quien descienda. Un pozo, una gruta, lo subterráneo es lo más fantástico que podían imaginar unos chiquillos. ¿Algo más atrayente que la oscuridad? Le atan a una soga para que baje, pero en el descolgamiento, entre las vetustas piedras nutridas de historia, comienza a gritar aterrorizado que le saquen, que está muy oscuro, que no ve nada.

Ante el poco halagüeño escenario casero, a Angelito le gustaría ingresar en el seminario de Jaca, lo que haría feliz a su abuela paterna, y se lo comenta a su padre y a mosén Dámaso, pero en septiembre, a la hora de presentar la solicitud, Félix Guinda decide que el chico es muy pequeño para tomar esa determinación y así se lo explica al sacerdote.

El infierno familiar continúa: insultos, golpes, gritos… La madrastra sigue con distingos entre Angelito y Merceditas. Cubiertos, servilletas y vajilla no han de ser intercambiados, echa en cara los gastos escolares del chico, lo que genera en él un sentimiento de carga. Una tarde de Semana Santa, en plenas vacaciones escolares y con una bronca escandalosa del matrimonio, Félix le reprocha a su hijo: ¡Desgraciado, cuánto sufrimiento me habrías evitado si el día que naciste hubieras muerto tú en lugar de tu madre! Palabras que taladran el corazón. Harto del ambiente hostil, el niño decide marcharse de casa con cinco pesetas en el bolsillo. En una tienda de ultramarinos compra castañas pilongas, por ochenta céntimos; mientras la tendera le sirve, él le hurta un chorizo de encima del mostrador y lo oculta bajo la axila. Para dormir se refugia en el interior de una de las tuberías de cemento de gran sección, acumuladas en un solar de material de construcción en la avenida de Francisco de Goya. Oculto de los viandantes, pasa la noche. De mañana se encamina a los aledaños del estadio de La Romareda, donde el camión del reparto de leche hace un alto ante los edificios. Cuando el conductor lleva varias cajas de botellas a uno de los inmuebles, Angelito aprovecha para sustraer del vehículo una botella y echa a correr. La misma operación lleva a cabo con el motocarro que distribuye el pan. El resto de las mañanas las dedica a pasear por el parque Primo de Rivera y el Botánico. Así pasa cuatro días. A su regreso a casa, Benita le abre la puerta y tan solo le dice Ya era hora. Su hermana le saluda con una lacónico Hola, tato, y al llegar su padre exclama ¡Hombre, ya está aquí el fugitivo! Sentados a la mesa, a la que la madrastra añade su cubierto, Merceditas le pregunta si se va a quedar y si ya no se volverá a marchar. Angelito le contesta que cuando sea mayor. ¿Te has lavado las manos?, inquiere Félix. Ante la negativa, dice Pues ve a lavártelas, y luego te cambias de ropa, que huele y la llevas sucia. El resto, silencio de basílica. Por la noche, acostado, el padre le pregunta si había estado en casa de la tía Pilar y Angelito le confiesa la verdad. Félix le pide que no lo vuelva a hacer y que, preocupado, ha pasado las noches en vela. Aguanta, que la cosa está más calmada, remata el progenitor.

En junio de 1958 la calificación de fin de curso es sobresaliente. El día 26 el alumno Ángel Guinda Casales supera el examen de ingreso para acceder al bachillerato con un Admitido.

En Uncastillo, donde su tío Eleuterio Guinda es el alcalde, éste le pide al alguacil que desentierre un esqueleto para que lo vea Ángel, quien parece condenado a estudiar Medicina. Una tarde el padre y el tío llaman al chico: Mira lo que te hemos traído. Abren el saco y le muestran un cráneo y unos huesos ante su mirada perpleja. Luego lo guardan en la habitación contigua a la de Ángel, en la segunda planta del caserón. De noche, al pensar que al otro lado del tabique hay un esqueleto, el muchacho no puede pegar ojo del pánico y se cubre la cabeza, lo que le produce un formidable sudor.

En Zaragoza, convaleciente, Ángel lee las Rimas, de Gustavo Adolfo Bécquer. En la casa no hay muchos libros, los únicos son herencia de su madre. Ángeles los adquirió de soltera: Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes; La hermana San Sulpicio, de Armando Palacio Valdés; Humoradas y El tren expreso, de Ramón de Campoamor; Rimas y leyendas, de Bécquer; La dama de las camelias, de Alejandro Dumas; Los miserables, de Victor Hugo; Libro de canciones, de Heinrich Heine; obras de san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Quevedo; y las biografías de Alejandro Magno y Frédéric Chopin.

El 22 de junio de 1959 Ángel finaliza el primer curso de bachiller elemental con las calificaciones que siguen:

Religión…………………………………….. Notable
Lengua y Literatura………………………. Notable
Geografía-Historia………………………… Notable
Matemáticas……………………………….. Aprobado
Formación del Espíritu Nacional………… Sobresaliente
Dibujo y Música……………………………. Notable

Promedio: 7,9

En Uncastillo, Ángel a diario ayuda a misa al párroco mosén Alejandro, conocido entre los vecinos como mosén Perifollos, en la iglesia de Santa María, frente a la casa familiar (a veces hace doblete en San Martín). Envuelto en la sotana roja y el sobrepelliz blanco, Ángel se fija en una niña de doce años, Albertina Goenaga Pueyo, Tina, que suele ocupar las primeras filas del templo y, recogida, acude a comulgar. Hija de militar, durante el curso reside en Calatayud; en verano sus padres recolectan la cosecha.

Llegado septiembre Ángel regresa a Zaragoza. En el Colegio Politécnico, Mariano Lapuerta, militar que durante la Guerra Civil estuvo en Marruecos, es el profesor de Francés. Tiene a los alumnos en palmitas con los relatos de sus aventuras. Santiago Usón Franco, militar retirado, es el encargado de la sala de estudio e imparte clases de Gimnasia en el patio (unas tablas y unas carreras). Es el padre de siete hijos; uno de ellos, Santi, se hace amigo de Ángel, quien va a su casa (Tarragona, 5) a hacer los deberes y a veces cena y come con La Tribu, que llama Ángel a esa familia numerosa; Angelita, la madre, les prepara tortilla de patata, chocolate y natillas. El padre les organiza sesiones de cine con el proyector Nic. Benita, la madrastra, le recrimina tantas visitas a los Usón e insinúa maldades. Santi y Ángel juegan en la calle Tarragona, en una explanada que fue una antigua estación. Fútbol, canicas, chapas, tabas o huesos de albaricoque… Cuando llueve se forman grandes charcos, donde aparecen renacuajos, libélulas… Al otro lado de la explanada hay vides abandonadas que dan frutos, objetivo de los arrapiezos.

En junio de 1960 Ángel acaba segundo curso con las notas siguientes:

Religión……………………….. Sobresaliente
Lengua y Literatura…………. Notable
Geografía e Historia………… Sobresaliente
Matemáticas…………………. Sobresaliente
Francés……………………….. Notable
FEN……………………………. Sobresaliente
Educación Física…………….. Notable
Dibujo y Música…………….. Notable

Promedio: 8,9

En verano en Uncastillo vuelve a encontrarse con Tina. Cuando ella comulga con los ojos cerrados y recibe la hostia, Ángel le da un ligerísimo toque con la patena en el cuello, a la altura de la glotis. Mientras la pandilla de Manolete marcha en bicicleta –práctica que Ángel por salud tiene prohibida– a cazar pajarillos con tirachinas y escopeta de perdigones, a nadar y pescar madrillas y barbos en el río Arba, de Luesia, Ángel pasa ratos con Tina y sus amigas. Una mañana, al paso de Tina por la plaza, Ángel le pregunta si le gustaría subir a las almenas de Santa María, en busca de algún momento de intimidad. Tras la respuesta afirmativa, se citan al día siguiente por la tarde, antes del rezo del rosario, en la puerta de la iglesia. Deslumbrado con Tina, los dos sigilosos acceden a la puerta del campanario en la más absoluta oscuridad. Comienzan a subir los peldaños de piedra negruzca de la angosta escalera de caracol y Tina tiene miedo, le confiesa a Ángel. Agárrate a mí, le dice él. De la mano alcanzan el campanario. Ángel la aúpa para que acaricie una de las campanas. Luego siguen la escalada hasta coronar la gran torre y recorren la almena, desde donde contemplan los tejados del pueblo. Él le enseña un tesoro que oculta allá arriba, una caja metálica con cromos, caramelos, paloduz, tabas, canicas, quesitos y magdalenas que sustrae a la abuela de su arcón. Acabadas las vacaciones, en Zaragoza, Ángel le escribe a Tina a Calatayud.

Tiempo de escasez y de penuria. Los chavales, para ganarse un dinero, los domingos a la salida del partido de fútbol del Real Zaragoza, venden por las calles la Hoja deportiva, un folleto al precio de una peseta, con los resultados de la jornada futbolística de primera y segunda división más las tablas de clasificación y la quiniela. Al grito esdrújulo ¡¡Ha salido la Hooooja, la Hoooja depóoortiva, la Hoooja!!, Ángel se embolsa unos céntimos por cada ejemplar vendido. Es su primer trabajo.

El 31 de mayo de 1961 Mercedes Guinda Tosaus, estudiante en el colegio de las Reverendas Madres Adoratrices del Santísimo Sacramento (Hernán Cortés, 8), hace la primera comunión con siete años y su hermano Ángel le dedica un poema, su primer poema. El chico continúa frecuentando La Tribu, la familia Usón, unida en torno a la madre Angelita, quien le acoge como a uno más, lo que enfurece a la madrastra.

El 22 de junio Ángel finaliza tercer curso de bachiller con estos resultados:

Religión……………………….Notable
Latín…………………………..Notable
Matemáticas……………….. Aprobado
Ciencias Naturales………… Aprobado
Francés……………………… Notable
FEN………………………….. Sobresaliente
Educación Física…………… Sobresaliente
Dibujo……………………….. Notable

Promedio: 7,9

En Uncastillo, a Tina, de la que toda la pandilla anda prendada, Ángel le escribe poemas y los amigos se ríen de él. Juegan al Quete quete y corren a las chicas para tocarles el trasero. Una tarde de canícula, Manolote y sus compinches marchan al río Arba para bañarse y pescar barbos. Ángel se suma, pero cuando prueba el agua le parece muy fría; entonces decide ir al monte a recoger plantas silvestres y hojas de árboles. La soledad, la fronda y el recuerdo de una moza del pueblo llamada Nati –vecina de la casa de al lado que se baña con un balde en el patio interior y los primos la ven desde las falsas–, de abrupta sensualidad y marcadas turgencias, humedecen sus pensamientos y provocan en Ángel unos tocamientos que le llevan al goce. Descubre el onanismo, que sigue practicando en su cuarto de Zaragoza. Se masturba y vierte el semen en los frasquitos de penicilina –vacíos y lavados– que le inyectan. Una vez llenos y tapados, los coloca en lo alto del armario. En cierta ocasión, uno de los frascos no quedó bien cerrado con el tapón y desprendía un olor que llamó la atención de Benita, quien se lo comunicó inmediatamente al padre. Ángel enrojeció desde la nariz a las orejas, como un tomate.

El 22 de mayo de 1962 el alumno Ángel Guinda Casales acaba cuarto de bachiller con un notable descenso en las notas.

Religión…………………………………… Aprobado 6
Latín………………………………………. Aprobado 6
Lengua y Literatura española………… Aprobado 6
Geografía e Historia……………………. Aprobado 6
Matemáticas…………………………….. Aprobado 6
Francés…………………………………… Aprobado 6
FEN……………………………………….. Notable 8
Educación Física………………………… Notable 8

El promedio del curso es de 6,5 y la media de todo el bachiller elemental es de 7,8.

El 15 de junio en el instituto Goya se examina de reválida de cuarto con el resultado de No apto. Amenazas del padre: si no pasa, le pone a trabajar. Al regreso de las vacaciones, el 21 de septiembre, Ángel vuelve a examinarse y logra ser Apto con 5,7 en la prueba de Aptitud y un 5,1 en la de Calificación. La nota definitiva es Aprobado con 5,4.

Félix Guinda decide cambiar de colegio a Ángel y le matricula en el instituto Goya, en la avenida de Francisco de Goya 45. El profesor de Francés ofrece a los alumnos la posibilidad de mantener correspondencia con jóvenes franceses que estudian español. Ángel acepta y se cartea con una muchacha llamada Josephine Zuiker, residente en Saint-Girons. Algún domingo padre e hijo van al estadio de La Romareda para disfrutar del Real Zaragoza de los Cinco Magníficos (Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra). Sin embargo, una de las máximas de Ángel es: el deporte es muy malo. Por su delicada salud, en el colegio está exento de Gimnasia. El 12 de enero de 1963 le expiden el título de bachiller elemental. Dotado para otros menesteres, gana un concurso de poesía convocado en el centro.

El 20 de mayo finaliza quinto curso con las notas siguientes:

Religión………………………. Aprobado 6
Ciencias Naturales…………. Notable 7,5
Francés………………………. Aprobado 5,5
FEN…………………………… Aprobado 6
Educación…………………… Física Dispensado
Dibujo……………………….. Aprobado 6
Matemáticas………………… Aprobado 5
Química……………………… Aprobado 6,5

Promedio: 6,1

La convivencia en casa sigue sin ser fácil. El adolescente Ángel se rebela contra su padre; cree valerse por sí mismo. Vuelve a ganar un concurso de poesía en el instituto. El 25 de mayo de 1964 finaliza sexto de bachillerato con las calificaciones siguientes:

Religión……………………………………… Notable 7
Filosofía……………………………………… Aprobado 6
Lengua y Literatura……………………….. Aprobado 5,5
Historia del Arte y de la Cultura………… Notable 7
FEN………………………………………….. Notable 7
Educación Física…………………………… Dispensado
Matemáticas……………………………….. Aprobado 6
Física………………………………………… Aprobado 5,5

Promedio: 6,3

El 30 de junio el alumno Ángel Guinda Casales realiza el examen de reválida de sexto: I Grupo – Apto – 6,3; II Grupo – No apto; III Grupo – No apto. El 23 de septiembre vuelve a examinarse de los dos grupos suspendidos: II – 6,6; III – 5,2. Finaliza el bachillerato superior de Ciencias. El 30 de octubre Ángel comienza Preuniversitario. Durante el curso lee por vez primera a Blas de Otero, los poemas ‘Mademoiselle Isabel’ y ‘Crecida’.

Un día, a la salida del instituto femenino Miguel Servet, Ángel va a buscar a su amiga Carmen Ruiz Marcellán, llamada Meli. Confundido, se dirige a Trinidad, hermana de Meli. Él solicita acompañarla a casa; al llegar al portal le pregunta qué va a hacer por la tarde. Desde entonces, Trinidad y Ángel se hacen amigos.

El 10 de junio de 1965 Ángel acaba el curso con estas notas:

Religión……………………………….. Aprobado 6
Literatura…………………………….. Aprobado 6
Filosofía………………………………. Notable 7,5
Historia de España………………….. Aprobado 6
Fisiología……………………………… Aprobado 6
Idioma Moderno (Francés)………… Notable 7
Matemáticas…………………………. Notable 7,5
Química………………………………. Aprobado 5
Física………………………………….. Aprobado 5

La calificación definitiva es de Aprobado 5,6

Durante los meses de vacaciones Ángel trabaja de ayudante en la recién inaugurada cafetería Palafox, en el pasaje homónimo. Ataviado con una chaquetilla blanca de cuello cerrado –a diferencia de los camareros que visten camisa blanca, pajarita y chaqueta negra–, sube y baja las cajas del almacén, prepara y sirve cafés, recoge las mesas, barre, pasa la fregona y lava la vajilla. Todo por un salario de tres mil pesetas, que entrega en casa.

El 14 de septiembre su padre le matricula en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza. Quiere que su hijo sea ginecólogo. Diez días después Ángel le entrega una foto dedicada a María Jesús Usón, de once años: “Para Susan / de Ángel / Santángel”. También le dedica un poema: “Azules son tus ojos…”.

Ángel no soporta la clase de Anatomía del doctor José Escolar. En el primer parcial dedicado a Embriología logra un diez de calificación que conlleva ser encargado de la mesa de disección, donde, bisturí en mano, estudia los nervios y músculos de un cadáver. No lo aguanta. El doctor Pie es el profesor de Fisiología, asignatura que se le atraganta por las grandes dosis de Química orgánica. Le apasiona la Histología por las prácticas de laboratorio con microscopio. Como su madrastra pone inconvenientes para lavar la bata blanca que utiliza en las clases prácticas de la Facultad, Ángel recurre a Angelita, madre de su amigo Santi Usón Mur, quien se encarga de lavarla durante todo el trimestre.

Una tarde de febrero de 1966, gris con llovizna, sentado en un banco del paseo Marina Moreno, hoy de la Constitución, se le aparece la poesía y le abduce, queda poseído. Ángel dice ver una escultura de dos enamorados vagando bajo la lluvia al resguardo de un paraguas (la escultura en bronce Pareja paseando bajo un paraguas, de 1973, es de Manuel López García y fue colocada sobre un pedestal de piedra en el centro de la fuente terminada en 1975). El esplendor de la poesía le hace ver una realidad que no es la que cree. Quizá una mistificación. A partir de entonces se vuelca en la poesía, quiere ser como Bécquer y Quevedo. Comienza a faltar a clase y se va al bar Flandes y Fabiola del parque Primo de Rivera (hoy llamado Parque Grande o José Antonio Labordeta), donde escribe poemas, que firma como Santángel. Asiste a un bar en la calle Lagasca, frecuentado por locutores de la radio local.

Con el seudónimo Santángel, el 13 de marzo, publica en el diario Amanecer de Zaragoza el poema ‘Ella’ (A Elena Isabel), muy ingenuo, dedicado a un amor pasajero: “Ella es la estrella más bella / que baila y brilla amarilla / guiándome con su estela / proyectada en mi mejilla…”. Es la primera vez que la foto de Ángel aparece en la prensa, en la sección ‘Poetas jóvenes del momento’. Seis días más tarde vuelve a publicar en el mismo periódico ‘Horas de paternidad. Los pájaros sin alas’, un poema dedicado a su padre y firmado por Santángel. Escribe a máquina ‘Sentimientos’, poesía amorosa, con el mismo seudónimo. Se lo muestra a su profesora de Literatura de Preuniversitario, Carmen Sender, hermana de Ramón J. Sender, y ella le indica que primero tiene que leer buena literatura y luego dedicarse a la escritura; le recomienda la Generación del 27, la del 50, el Postismo y el Modernismo.

El lluvioso 15 de abril, en la calle, un enamoriscado Ángel besa por primera vez a Trinidad Ruiz Marcellán y sellan su amor; él tiene diecisiete años, ella quince. La pareja pasea por el parque Primo de Rivera y frecuenta el quiosco terraza Flandes y Fabiola; en una sinfonola seleccionan discos de Adamo (‘Mis manos en tu cintura’), Sylvie Vartan, Hervé Vilard, Gigliola Cinquetti, Domenico Modugno, Adriano Celentano… Por el local también aparece Santi Usón, “mi hermañico”, dice Ángel. A veces alquilan bicicletas en el parque.

Con el poema ‘Te quiero’, donde canta lo inmediato (con Trinidad en la mente: “Las gotas pluviáticas del agua / nos ofrecen su amor junto a la orilla / de la fuente que oyó nuestra promesa”), incluido en ‘Sentimientos’, retocado y firmado por Santángel, se presenta al concurso Internacional Poético de Latinoamérica y lo gana. Pero no se presenta a ningún examen de Medicina. Tras abandonar la carrera y deseoso de abandonar el domicilio familiar quiere estudiar Periodismo, para lo que tendrá que desplazarse a Madrid o Barcelona, pero su padre le dice que no se lo puede permitir. El 29 de septiembre se matricula en la Escuela de Magisterio de Zaragoza. También Trinidad decide estudiar en el mismo centro.

La pareja se refugia en el antiguo Café Levante, al calor de su estufa de leña. O en la parroquia de San Juan de la Cruz, donde se acarician y besan con deseo, para contravenir las normas del templo, lugar vedado para el amor. También van al Tubo y al cine Elíseos, a las sesiones de arte y ensayo. O se guarecen en casa de los padres de Trinidad, en Juan Pablo Bonet 25, dedicados a la lectura. Otras veces van a la casa de Santi Usón. A diario pasean mucho por los distintos barrios y distritos de Zaragoza: Casablanca, San José, Las Fuentes, Valdefierro, Casco viejo, Arrabal…

El 15 de abril de 1967 en el periódico El Noticiero publica el poema ‘Equinoccio de primavera’ como Santángel. Como se aburre en Magisterio, el 21 de abril Ángel anula la matrícula oficial y por libre cursa primero y segundo completos más Francés de tercero.

En junio finaliza el año académico con estas calificaciones:

1.º Religión y su metodología……………….. Aprobado
Lengua Española y su metodología…………. Notable
Matemáticas…………………………………….. Notable
Geografía e Historia de España………………. Aprobado
Filosofía: Psicología, Lógica y Ética………….. Aprobado
Fisiología e Higiene…………………………….. Notable
Trabajos Manuales……………………………… Notable
Caligrafía………………………………………….Aprobado
Educación Física………………………………… Sobresaliente
Prácticas de Enseñanza………………………. Aprobado
Formación Político-Social…………………….. Notable
2.º Filosofía: Ontología general y especial… Aprobado
Psicología: pedagógica y paidológica………. Notable
Trabajos Manuales…………………………….. Aprobado
Dibujo y su metodología……………………… Notable
Música…………………………………………… Aprobado
Caligrafía……………………………………….. Aprobado
Prácticas de Enseñanza………………………. Aprobado
Formación Político-Social…………………….. Aprobado
Educación Física……………………………….. Aprobado
Religión y su metodología……………………. Aprobado
Matemáticas……………………………………. Aprobado
Física…………………………………………….. Aprobado
Química y su metodología…………………… Notable
Pedagogía: Educación y su historia………… Notable
3.º Francés…………………………………….. Notable

En verano los amartelados se desplazan a Agón, en el Campo de Borja, con los padres y los cinco hermanos de Trinidad, donde tienen una casa de campo con huerto en la trasera. Hacen vida familiar, ayudan en el huerto, pasean por el campo, hacen excursiones en bicicleta a los pueblos limítrofes y escriben en una Olivetti que han llevado de Zaragoza. Cumplidos los diecinueve años, Ángel comienza a fumar cigarrillos de la marca Ducados. Terminadas las vacaciones, el 2 de octubre Guinda se matricula de la asignatura de Química de segundo curso y de tercero completo, excepto Francés.

Acaba el año académico con estas notas:

3.º Religión y su metodología……………………….. Aprobado
Historia de la Literatura Española…………………… Sobresaliente
Geografía e Historia Universal y su metodología…. Notable
Historia Natural y su metodología…………………… Sobresaliente
Pedagogía Didáctica y Organización Escolar……….. Sobresaliente
Agricultura e Industrias Rurales……………………… Notable
Música: Cantos………………………………………….. Aprobado

El 14 de junio de 1968 Ángel Guinda se inscribe para la prueba final de carrera, la Reválida, y el 28 de junio obtiene la calificación de Aprobado. Rematados sus estudios, en verano, trabaja para la editorial Carroggio como representante a comisión. Su fondo de publicaciones incluía libros de arte del sello Skira, con excelentes ilustraciones. Ángel no tiene gran fortuna como vendedor. Apenas unos pocos amigos, vecinos y familiares aceptan sus ofrecimientos. Como el director provincial de la editorial le dejó a deber su comisión, Ángel, pasado un tiempo, se presentó en la sede editorial y aprovechando que el director estaba reunido en su despacho, en la sala de espera se hizo con Los frescos de San Antonio de La Florida, de Goya, una de las publicaciones más costosas, como cobro simbólico de sus deudas.

Guinda se estrena en su mundo laboral con una sustitución en una academia en el barrio de Valdefierro, sin contrato. Y el 30 de noviembre, se le expide el título de Maestro de Primera Enseñanza, tras hacer constar su suficiencia en la Escuela Normal de Zaragoza.

En el diario Amanecer, el domingo 4 de mayo de 1969, Guinda publica ‘El hijo que no conoció a su madre’, una carta abierta a modo de cuento. Aquella muerte le ha dejado una secuela imborrable, de por vida: ‘Nací matando’, ‘Tener que matar para poder nacer’, ‘Heredero absoluto del dolor’, ‘Asesino de tu madre’, ‘No tuvo espacio el mundo para instalarnos juntos’, ‘Sólo por el dolor te siento cerca’. Ángel es el responsable de la sección Realidad y poesía del periódico, por él fundada.

El 6 de junio le extienden el título de instructor elemental, que le habilita para la enseñanza de Formación Político-Social y Cívica y Educación Física. Su padre le muestra un anuncio en la prensa que ofrece dos vacantes en el colegio de los Escolapios (Escuelas Pías) de Alcañiz. Ángel envía la solicitud acompañada de su currículo académico y es contratado durante un curso de profesor de Lengua y Literatura. Hace su equipaje y después de despedirse de la familia va a casa de los Usón para decirles adiós. Angelita, la madre, le pide abrir la maleta de cartón que Ángel lleva consigo. Al ver toda su ropa interior zarrapastrosa, le dice que la tire a la basura, que no puede ir a trabajar con esas prendas y la sustituye por calcetines, camisetas y calzoncillos en buen estado, los que usan sus hijos. Con un sueldo de cinco mil pesetas, el primer trimestre se aloja en una de las celdas de la hospedería del centro. Pasadas las vacaciones de Navidad alquila una habitación en casa de una familia del pueblo. Los fines de semana viaja a Zaragoza para ver a su novia. Se aloja en una fonda del paseo de Sagasta, junto al parque Pignatelli, cerca de Trinidad. Las tardes del viernes y sábado la pareja las pasa en el bar Alexys, en cuyo sótano charlan e incluso bailan. En Alcañiz lleva vida monacal, repartida entre el colegio y la salida con algún compañero al bar más próximo. A mitad del segundo trimestre le surge una clase particular de Lengua y Literatura tres días a la semana, a domicilio, a una chica de trece años, hija del propietario de las gasolineras Senante. Una tarde de mayo, solo en el piso que le alquila la familia, mientras lee tumbado en la cama, Ángel escucha una detonación fuerte y seca. El vecino del piso de abajo se había pegado un tiro en la sien.

Guinda le encarga a su padre que le matricule en una academia de Zaragoza para preparar las oposiciones de Magisterio. Cuando quedan pocos días para las vacaciones de verano, el director le convoca en su despacho para comunicarle que no le renovarán el contrato con la excusa de que está en edad militar. En su habitación llora amargamente con una insoportable sensación de derrota. Acabado el curso, Ángel se sumerge en las pruebas de Magisterio. El poeta y truchimán zaragozano Francisco J. Uriz, residente en Estocolmo, le habla del poeta, ensayista y traductor Ángel Crespo y le facilita su contacto. El 1 de agosto ingresa en caja de recluta. Al ser reclamado por el Gobierno Militar, el astuto Guinda va corriendo desde su domicilio para llegar exhausto. Estatura: un metro, 589 milímetros; peso: 48 kilogramos, perímetro torácico: 81 centímetros. Aporta su certificado médico donde se indica que sufre un soplo sistólico y bronquitis crónica y libra el servicio militar. Este mismo día muere el poeta Miguel Labordeta, cuando todavía no ha cumplido cincuenta años. Un duro golpe para la poesía aragonesa, pues era todo un referente.

Influido por el gran arabista Emilio García Gómez –traductor de El collar de la paloma, de Ibn Hazm de Córdoba– y muy interesado en la poesía árabe, el 9 de octubre Trinidad matricula a Ángel en la asignatura de Lengua y Literatura Árabe del primer curso nocturno en Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, pero asistió a pocas clases. Trinidad no tardará en convertirse en su representante para recitales, conferencias…

Con la aparición de Nueve novísimos poetas españoles, de José María Castellet, Guinda se rebela contra ese grupo, su generación –sobre todo la Coqueluche–. Ni el esteticismo decadente ni el culturalismo le interesan. No soporta el enciclopedismo culturalista. Cree que la poesía necesita más del genio del lenguaje y de la experiencia como fuente de conocimiento. Sin embargo, le cautiva la obra de Pere Gimferrer, quien gusta de la palabra bella y del viejo y querido utillaje retórico, y la del trágico Leopoldo María Panero, de quien cree que es unos de los pocos que quedará del grupo. El apartado Ángel, el 3 de mayo de 1970, Día de la Madre, escribe en una tarjeta publicitaria de la marca Avon: “Un hombre nace hace / 22 años en Ceroagoza / (Apagón, Extraña) y su / primer acierto es matar a / su madre en pleno parto. / De su infancia recuerda / el sabor de las almendras amargas, / los pantalones cortos, / el coche rojo de pedales, / bandear campanas los domingos, / las manos de Albertina y / una urgente necesidad de estar / entre los brazos de su madre / muerta” (Ceroagoza es Zaragoza, la nada. Apagón es Aragón. Extraña es España). Con el poema ‘Te quiero’, firmado por Santángel, se presenta al Premio Poesía 70, convocado por la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, en cuyo jurado están los catedráticos Francisco Ynduráin y Eugenio Frutos. El 13 de junio recoge la noticia el diario Pueblo; al ganador Ángel Guinda le entregan una copia de Chocolat bailando, tinta china y lápiz azul, de Henri de Toulouse-Lautrec.

En julio Guinda logra la oposición de Magisterio con un 7,8 y en agosto, junto al Moncayo, comienza a escribir el poemario La pasión o la duda. Afianza su nombre para firmar como Ángel Guinda, en recuerdo de su madre Ángeles y en reconocimiento a su padre con el primer apellido.

El 1 de septiembre Ángel y Trinidad se trasladan a Caspe –plaza solicitada por él–, para dar clases de primaria en el Colegio Público Compromiso. Ángel mantiene amistad con la caspolina Teresa Vicente, también maestra e interesada en la poesía, a quien él había conocido en las oposiciones de Magisterio. La pareja pasa de lunes a viernes en el pueblo y llegado el fin de semana y vacaciones se desplazan a Zaragoza, al piso de Juan Pablo Bonet, 25, donde viven los padres de Trinidad.

Los novios deciden casarse y Ángel se lo comunica a su padre, lo que a Félix le parece todo un despropósito. El 26 de diciembre a las cinco de la tarde Trinidad y Ángel contraen matrimonio en la iglesia parroquial de San José de Calasanz, de los Escolapios, en la zaragozana calle de Sevilla. Por parte de Trinidad asiste toda la familia capitaneada por sus padres César Ruiz Meléndez y Josefina Marcellán Mayayo. Por la de Ángel concurren los poetas Guillermo Gúdel y Miguel Luesma, además de Félix, Benita y Mercedes y la familia Usón; Santi, que trabaja en Barcelona, les hace el reportaje fotográfico. Celebran el convite en el restaurante Ruiseñores, en la calle de Santiago Guallar, y luego pernoctan en el hotel Don Yo (Juan Bruil, 4-6). Al día siguiente los desposados viajan en tren a Alicante, donde pasan una semana en el céntrico hotel Plaza, de la calle Rafael Terol. Sentado a una deslucida mesa de madera en una sencilla habitación, por las noches, acompañado del tabaco, Ángel se sumerge en la urdimbre lírica y escribe Sensación de la nada. Nuevo diario de un poeta recién casado, en homenaje a Juan Ramón Jiménez. Los poemas ‘Visión del mar’, ‘Nada es del todo, nada’, ‘Nostalgia’, ‘Trinidad’, ‘La mar está enamorada’, ‘1971’, ‘Oculta verdad’, ‘Ola elegida’ y ‘No arde el mar’ se los envía a su suegra, Josefina Marcellán, a quien le gusta la poesía. “Como veis paso mucho tiempo escribiendo. Además vamos al mar, leemos, paseamos, comemos, dormimos y hacemos algunas cosas más que no recuerdo”, como visitar Elche. A su regreso del modesto viaje de novios establecen su domicilio en la plaza de Heredia, 16, de Caspe.

Ángel comienza a mantener correspondencia con poetas y escritores. Con la llegada del buen tiempo, Teresa Vicente les invita a la casa familiar próxima al embalse de Mequinenza, en el campo. Acabado el curso, el 16 de agosto de 1971 el matrimonio se traslada a Luesia, donde él impartirá clase en el Colegio Los Bañales, un edificio pequeño de dos plantas. En el piso superior están los mayores, donde Ángel enseña a chicos y chicas de once a catorce años, de 5.º a 8.º de EGB. Les dicta poemas de autores aragoneses, les explica textos de Baroja o Un viaje de invierno, de Benet. En la planta baja otro colega lleva a los pequeños. Dentro del recinto escolar, en otro edificio, viven los dos maestros. La localidad tiene alrededor de quinientos veinte vecinos. Luesia es uno de los escenarios de su infancia: el doctor Labayén y las aguas del río Arba. Pese a que la vida de pueblo sencilla y cotidiana, de tiempo largo, les gusta, la pareja pasa los fines de semana en Zaragoza.

El 18 de junio a las ocho y media de la tarde, en el salón del Ayuntamiento de Caspe, por la conmemoración del VII centenario de Santa Isabel, Infanta de Aragón y Reina de Portugal, Ángel Guinda ofrece un recital de poemas inéditos: ‘Creación del lírico-existente’, ‘Implosión del cáncer’, ‘Explosión de la sangre’ y ‘El pueblo’. En el mes de agosto, en Agón, comienza a escribir La pasión o la duda. Contiene poemas dedicados a Luciano Gracia, a su hermana y a Clarisa Luna, maestra nacional en Magallón, a quien conoció en el quiosco Flandes y Fabiola. En Zaragoza, el 6 de septiembre, inicia unos cursos de actualización para el profesorado. Entre tanto continúa con La pasión o la duda, que concluye en Luesia; en letra de molde está dedicado “A Trinidad: / mi pasión y mi casa, / mi eco. / Mi mujer” y “A mis buenos amigos Guillermo Gúdel y Miguel Luesma”. En la puerta de la alcoba coloca un cartel: “Aquí hace el amor el poeta Ángel Guinda”. El 18 de diciembre finaliza los cursos de actualización para el profesorado en Zaragoza.

El matrimonio quiere tener descendencia. En enero de 1972, asesorados por el urólogo Javier Ruiz, hermano de Trinidad, asisten al Hospital Miguel Servet de Zaragoza. El doctor Tamparillas somete a Ángel a unas analíticas que dan como resultado azoospermia, sin espermatozoides en el semen. Una nueva agresión, pero el paciente no se arredra, no desea someterse a tratamiento alguno. Carmen Ruiz, hermana de Trinidad y médica en Murcia, les facilita adoptar dos recién nacidos cuya madre no tiene posibilidad de hacerse cargo de las criaturas. Pero el matrimonio se asusta y rehúsan la propuesta. No les traumatiza la idea de no tener hijos y creen que estarán mejor sin ellos. Estiman que el destino está echado y así lo asumen. “Y a la vida agresiva agrédele”. Más libres. Ángel cree no estar preparado para ser padre. Atiza el trabajo poético, en el que vuelca todas sus fuerzas. “Asesino de tu madre, traficante de muerte, / condenado eternamente a no dar vida / para evitar nuevos crímenes, necesitas vivir, / vivir más, por ti y por cuantos no nacerán”. “Espero el hijo tibio que mi esposa me anuncia”. “La raíz de mi vida está en la tierra, / tierra cubre a mi madre, / tierra en forma de carne clamo al cielo / para el cuerpo del hijo / que deseo y no llega”. “Cómo habría querido darte todo / lo que yo nunca tuve: / una infancia feliz / –cimiento de un futuro / compacto en seguridad y fortaleza; / cierta disposición / favorable ante el mundo, / la salud del silencio, / el taller clandestino de las palabras, / la amistad, / el ansia de saber, de ser libre, / las llamas del motín de enamorarse, / el fragor de vivir / y un respeto a la muerte. / Pero nada de eso te podré conceder, / porque no nacerás”.

Obtenido el permiso de conducir, Ángel Guinda adquiere su primer coche, un Citroën Dos Caballos de segunda mano, de color crema. Sumido en las clases y la escritura en Luesia, Ángel envía ejemplares de La pasión o la duda, edición costeada íntegramente por su cuñado Javier Ruiz Marcellán con su primera nómina como médico. El 7 de marzo Heraldo de Aragón reseña el libro con una pequeña entrevista, donde el autor asegura estar escribiendo una novela. Un personaje, con la soledad como fiel compañera, acosado por la incertidumbre y la angustia, recorre el barrio del Arrabal de Zaragoza, con descripciones pormenorizadas de sus calles, comercios, bares. Pero Ángel no puede dejar de hacer poesía y destruyó los tres capítulos escritos. El 11 de marzo desde Madrid, el académico de la Lengua Antonio Buero Vallejo, dramaturgo de sensibilidad poética, a quien le une el existencialismo –tan en boga entonces– o Miguel Hernández, le envía una misiva para agradecerle el libro dedicado. Javier de Francisco, director del Colegio Politécnico, el 13 de marzo le felicita por la publicación y ve muy concluyente el poema ‘Arte poética’. El 4 de abril el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Zaragoza, Rafael Orbe Cano, le pone unas letras de gratitud a Ángel por el envío del poemario. Como Teresa Vicente –quien leyó la reseña en Heraldo de Aragón–, después de recibirlo, le manda una carta desde Tauste, el 2 de mayo. A Trinidad le regala un ejemplar con el título tachado con uno nuevo escrito a mano: “Como si ya existiera la alegría”. Retracto. Y una dedicatoria manuscrita: “Aunque irrumpí en una ciudad / de niebla y fuego / tú me salvaste la suficiente luz necesaria / para acostumbrarme a verme verte / ver / Trinidad verdad”. El 5 de mayo Manuel Pinillos en Heraldo de Aragón saluda la aparición del libro y destaca el poema ‘Oración de un joven de este mundo’.

Ángel frecuenta el bar Bonanza (Refugio, 4), propiedad de Manolo García Maya, donde trata al Tico-Tico, un barrendero municipal que perdió su trabajo a causa del alcohol. Suben al piso a indigentes asiduos del puente de los Gitanos, les dan de cenar y les ofrecen ducha y ropa.

Volcado en la escritura y siempre inquieto, Ángel tiene una enorme curiosidad por la trastienda de la prostitución, quiere saber qué razones tienen las trabajadoras del sexo, se plantea su origen, por qué todo hombre puede tener acceso a una mujer por una simple compensación económica, la dominación por medio del dinero. Contactó con una prostituta y se citó varias veces con ella para charlar, hasta que ella se cansó. Posteriormente, oculto en el nombre de Ángela, puso un anuncio en Heraldo de Aragón con su teléfono ofreciendo sus servicios. No le llamó nadie y andaba extrañado.

El matrimonio tiene un vehículo nuevo, un Renault 5 de color rojo, pero mantienen el 2 CV. Desde Luesia, cada mañana Trinidad va en el ómnibus a Farasdués, pueblo donde imparte clases. Ángel funda DEIPA (Departamento de Expansión Internacional de la Poesía Aragonesa) –todo un juego– y publica el sobrecogedor Acechante silencio (Elegía), dedicado a su madre, el sufrimiento profundo, abisal. “Es el silencio de la muerte que me acecha empujándome a la vida por la palabra”[3]. Además, aparece Las imploxiones, dedicado al poeta zaragozano Julio Antonio Gómez. “Este libro representa la búsqueda del yo, el autoanálisis, la búsqueda interior, la huida del contorno social para solidarizarme con mi yo recobrado por conocido”[4]. Ángel pretende revolucionar, transformar al hombre mediante la imploxión poética, es decir por la “acción de lo vital interior no explosivo y por ello autofecundante mental” (Luis Horno Liria). El libro finaliza con unos versos de Mao Tse-Tung, cuya poesía siempre interesó a Guinda, quien hace una versión de la traducción. En la contracubierta manuscribe Ángel, firmado en julio del 72: “La poesía me ‘sale de afuera’ tras un proceso de metabolismo imploxivo. Creo en la imploxión como estallido silente en la inconsciencia y autofecundación con carga extrema. Partí de lo general (La pasión o la duda) y ahora voy buscándome aunque ojalá no me encuentre. Ya sé que esto es muy triste: me apasiona el fútbol, la materia, el dinero; pero toda revolución se nutre de enemigos y mi autorrevolución liberadora –dialectico-existencial– no puede ignorar masa y materia si intenta abocar en un mental exilio. Vivo en una aldea donde trabajo, camino, estudio, leo, fumo. Pienso que ser hasta es demasiado trascendente para tomarlo en serio, y que si el pueblo no lee poesía es porque le viene grande hoy. Saber que escribo para mí me alegra mucho y me exige más. Tengo 23 años, estoy casado, creo en una naciente juventud ‘reaccionaria’. No se molesten. Mañana orinaremos todos amarillo. A mí lo que me importa es pasado mañana”. Envía ejemplares a su admirado Buero Vallejo.

El 29 de marzo de 1973 en el Casino Mercantil de Zaragoza, Miguel Luesma presenta a Guinda, quien da a conocer su nueva obra y explica su teoría de la revolución del neo-yo, revolución nacida de un exilio mental, de una metástasis del silencio, para dar al mundo lo que en cada momento necesita. Con posterioridad, Pilar Delgado y Manuel Rotellar leyeron una selección de poemas de Guinda, quien no cesa en la producción de obra. Encadenadamente liberándonos es un libro que iba a ser editado en Vitoria, pero decidió destruirlo. A su mujer le dedica un ejemplar de Acechante silencio: “Pero tú no te calles del todo / nunca / nunca / ternura libertad misterio mío / Trinidad”. Y de Las imploxiones: “Para Ti, imploxiva”. A sus suegros les dedicó un volumen de Acechante silencio:  “Para Josefa Marcellán / y / César Ruiz / este temblor de hijo / hacia otra sangre, / desde el centro de mi / autentimidad”.

La Institución Fernando el Católico (dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), el 17 de abril otorga a Guinda el V Premio San Jorge por La senda. El día 23 en el salón de sesiones de la Diputación Provincial de Zaragoza, el humanista Luis Horno Liria presenta La senda, todavía no impresa. Estamos ante una obra de insondable poesía existencial.

Al matrimonio, Luesia se les queda pequeño. Deciden matricularse en primer curso de Filología Hispánica en la Facultad de Filosofía y Letras y diariamente van a Zaragoza para asistir a clases nocturnas y regresan al pueblo. Durante la instrucción de Lengua Española, la profesora María Antonia Martín Zorraquino declara que la preposición no tiene significado, que su valor es de mero nexo, lo que hace saltar a Ángel como un resorte: Cómo que no; Estoy solo sin con. Sin alguien querido. Ahí tiene dos preposiciones: sin con.

 

  1. Compromiso cívico

Organizado por la doctora María del Pilar Palomo, tiene lugar el primer ciclo de Poesía Universitaria en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza. La sesión del 19 de febrero de 1974 está dedicada a Ángel Guinda. Al poeta le presenta Bonifacio Martín y acompañados de la guitarra de Jorge Isasi, Pilar Delgado y Manuel Rotellar leen poemas de Guinda. Después siguió un coloquio. En la misma Facultad, a través de las hermanas María Pilar y Elena Pallarés Dúkar, Ángel y Trinidad conocen a Túa Blesa, amigo y alumno de Elena, quien trabaja en el departamento de Literatura de Palomo.

La mañana del 2 de marzo a las nueve y veinte, en la cárcel Modelo de Barcelona, la dictadura ejecuta mediante garrote vil al anarquista Salvador Puig Antich. Rabia e impotencia. Ángel, hombre de ley, sensible y de compromiso cívico, comienza a militar en el Partido Comunista de España. “¡Ofrecedme absoluta identidad! No me ofrezcáis más ropa: estoy vestido. No me ofrezcáis más pisos: tengo techo. No me ofrezcáis paquetes financieros: aborrezco la Banca. No me ofrezcáis productos de alta gama: no me insultéis con lujo y zafiedad. Ofrecedme medidas solidarias con quienes tienen menos que nosotros. Ofrecedme alimentos para el alma: un gong de paz, una camelia, un corpúsculo. ¡Ofrecedme cambiar la realidad!”. También es socio del Real Zaragoza FC. Quien vino al mundo a dar guerra y a ganarla, dispuesto a no morir por la causa sino a matar por ella, publica Cantos en el exilio. Poesía social, de combate. Un ejemplar es para su esposa: “Trinidad / Claridad / Solidaridad”. El 19 de marzo Manuel Pinillos reseña la obra en Heraldo de Aragón: “El libro que ahora comento es corto de páginas, pero amplio de miras. Poemas breves, en los que la condensación aletea y nos enseña sus credenciales de ambiciosos cotejos, mirajes entrelazados con el orbe suyo y con el colindante. Una noble nota de rebeldía, de no consentimiento, por aquí y por allá; alentaciones para que los demás despierten, recorran distancias, avienten desechos, se enseñoreen de su papel de coadyudantes a que todo esté en marcha, en buena marcha”. El día después se acaba de imprimir La senda. El paratexto de la solapa es de Isabel Castet, heterónimo de Ángel Guinda.

El 19 de abril la estudiante de Filología María Pilar Pallarés, amiga de Ángel y recién casada, con veinticuatro años muere en un accidente de tráfico en un pueblo de Teruel. Conducía un amigo y un tractor que no hizo un stop arrolló el vehículo en el que viajaban. Un drama. Le dan sepultura en el cementerio de Torrero, al que asisten Ángel y Trinidad. El domingo 21 de abril Guinda escribe Elegía a María Pilar Pallarés Dúkar. La plaquette se imprimió al día siguiente en los talleres Cometa de Zaragoza y el matrimonio se la entregó a la familia, completamente rota.

Rosendo Tello, que ha recibido un ejemplar de El pasillo –dedicado a Ascensión Germán–, el 4 de mayo le escribe a Ángel una carta mecanografiada en la que le agradece el envío y le indica: “Dominas el verso y tu temática sabes que es enteramente de mi gusto. Me gusta, también, ese experimentalismo tuyo, ese cambio formal sin que el contenido pierda ni la personalidad se resienta. Un gran mérito. Una advertencia: tus neologismos. Ojo con ellos. A mi conciencia poética, tan propensa a toda innovación experimental, algo le dice que jugar demasiado con lo conceptual del neologismo puede ser peligroso. Que tu vocablo nuevo añada a lo fónico justo lo semántico necesario. Podemos discutirlo mucho, pero creo que ese juego verbal tuyo debe someterse más al contexto semántico del poema y no erigirse en protagonista. Pero observo que ya no abusas tanto de él”. Y desde Mayagüez (Puerto Rico), el 20 de mayo le escribe Ángel Crespo para agradecerle el envío de Acechante silencio, con mucho retraso porque le llegó a su antigua dirección postal en Madrid: “Creo que está usted pisando el mejor terreno de la poesía: el de los problemas trascendentales, ‘porque las cosas están donde está el hombre’ y éste, que tiene de por sí dimensión, se la presta a todo lo demás. Me ha gustado especialmente su poema ‘Aquel día’ y lo único que lamento –pero comprendo, porque varios de mis libros son también cortos– es que no sean más los poemas publicados”. Y un día después, desde Madrid, le escribe Buero Vallejo: “Querido Ángel Guinda: Otra de mis escuetas, pero no indiferentes tarjetas, ante un nuevo envío, y otro libro suyo que continúa un camino –La senda– muy firmemente fijado. En éste hay lo que ya había anteriormente; pero, además una magia verbal admirable. Labordeta lo habría aplaudido”. El 24 de mayo, desde Madrid, José Camón Aznar, director de la Fundación Lázaro Galdiano, le mecanografía unas líneas para notificarle la recepción de La senda: “Una vez más he admirado su sensibilidad poética expresada sobre todo a través de los elementos, de fuerzas naturales y de contacto con la tierra y el hombre. La última de sus poesías sobre Dios me parece estupenda [‘Dios me llegaba siempre atardecido’]”. También la poeta y prosista Carmen Conde acusa recibo de El pasillo, La senda y Elegía. Manuel Pinillos reseña El pasillo: “Guinda está en plena ebullición, en plena producción creadora. Ahora le leo este largo poema, por el que vemos todo lo viviente como discurriendo por un vastísimo pasillo. Visión del mundo y de nuestras vidas en un encajonamiento de aire kafkiano. Acertada imagen”[5]. Desde la localidad madrileña de Navacerrada, su dilecto Buero Vallejo le manuscribe unas letras: “Me pongo a leer sus Cantos en el exilio y a sentirlos verso a verso. Y, de pronto, concluyen. En un vuelo. Qué lástima, tan breves. Breve, pero alto vuelo. Dentro del radical exilio de la verdadera poesía late siempre una comunicación incesante. No se crea tan exiliado: entre unos cuantos, están haciendo vds. de Zaragoza un foco poético que contará”.

En los exámenes de junio del primer curso de Filología, el alumno Ángel Guinda obtiene los resultados que siguen:

Filosofía………………………….. Notable
Lengua Española, I…………….. Notable
Lengua Latina, I……………….. Aprobado
Lengua Española……………….. Sobresaliente
Lengua Moderna, I (Francés)… Aprobado

En Luesia, Ángel se deslumbra con una muchacha, rubia, de largos cabellos y ojos claros, una criatura de David Hamilton. Por Ángel, Trinidad es sabedora del deslumbramiento. Ya finalizado el contrato en Farasdués, en agosto, por desavenencias de pareja, Trinidad decide abandonar Luesia y se instala en Zaragoza, en el piso de sus padres (Juan Pablo Bonet 25). No obstante, mantienen buena relación como cómplices y amigos. A ella le dedica un ejemplar de La senda: “Unidad-Soledad-Realidad-Trinidad”.

Despidos, suspensión de pagos, cierres patronales, huelgas, censura en la prensa, represión. España es un país convulso. Aquejado de flebitis en su pierna derecha, el general Franco es hospitalizado unos días. El 28 de septiembre Guinda se matricula en segundo año de Filología en el turno de noche y mantiene una militancia activa; colabora con el aparato de propaganda del PCE: frases para carteles, pintadas urbanas, a veces con Trinidad de vigilante. “Ven con nosotros a cambiar la vida”, “Ven con nosotros a matar la muerte”, “Para morir toda vida es poca”, “Sólo si he de gozar quiero vivir”, “Si tú me faltas ya me sobra todo”, “Repartiremos la compañía para estar menos solos”, “Repartiremos la vida para estar menos muertos”. Firma con un círculo rojo con rabito, una cereza, una guinda.

El domingo 16 de marzo de 1975 a las doce del mediodía, en el salón de actos del Colegio Salesiano de Zaragoza, tiene lugar una lectura poética y posterior coloquio: Ridícula prosaica, rítmica verborrea, a cargo de José Luis Alegre Cudós, y Lucubraciones del joven imploxivo, por Ángel Guinda. Cinco días después, se acaba de imprimir Ataire, en El Toro de Barro, de Carboneras de Guadazaón (Cuenca). Ataire: atar en el aire, una metáfora de la libertad, que incluye un guiño a Espronceda con el encendido ‘Nuevo canto a Teresa’ (Teresa Vicente, de Caspe) y ‘Elegía’ a María Pilar Pallarés Dúkar. Muchas dedicatorias: Manuel Pinillos, José Luis Alegre Cudós, María Teresa Cacho Palomar, Leopoldo de Luis, Antonio Alonso Fombuena, María Antonia Martín Zorraquino, Carmen Sender, Luis Horno Liria, Patricio Burzurí, María Pilar Cuartero y Javier Mateu, Ánchel Conte, Antonio Buero Vallejo, José García Nieto, Ramón de Garciasol, Pureza Canelo. Trinidad y Ángel viajan en coche a Carboneras para recoger ejemplares del nuevo libro y pasan la noche en casa de Carlos de la Rica, editor de El Toro de Barro, poeta, párroco de izquierdas y monárquico, quien les confía contactos presenciales con extraterrestres, lo que a Guinda le pone los pelos de punta. Al alba emprenden el regreso a Zaragoza.

Ángel quiere experimentar e indagar en la diferencia; goza de la libertad de elegir sexualidad y tiene una relación homoerótica con un amigo, algo más versado en esas lides. No le gustó, no le atrae el mismo sexo y se reafirma en su heterosexualidad, en su gusto por lo femenino. Guinda quiere para las mujeres las mismas oportunidades que los hombres, en lo económico, en lo social y en lo cultural; liberarlas del patriarcado (opresión, dominación, subordinación y explotación). Por solidaridad con la mujer y porque le parece una prenda más cómoda que el calzoncillo, Ángel decide usar bragas.

En honor a la ermita de la Virgen del Puyal de Luesia, Guinda funda la colección Puyal, libros de poesía, Publicaciones Porvivir Independiente. Cuenta con suscriptores de honor como Salvador Espriu, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño o Fernando Lázaro Carreter, quienes se sienten muy honrados con esa atención y así se lo comunican por carta. Ángel acostumbra a firmar los comentarios sobre otros autores como Manuel Casales, heterónimo con su otro nombre y segundo apellido. Amado Guerrero es su impresor, con una antigua Minerva Hispania de la Fundición Tipográfica Neufville (Barcelona); desde muy joven el poeta le visitaba y le dejaba tocar los tipos y composiciones en la galera. Gusta del olor a tinta, de la textura del papel. Amado tiene ocho hijos: Merce, Carmen, Pili, Amado, Marcos, Isabel y Marta. Ángel lleva al Parque Grande a los pequeños. Amado tiene plena confianza en él y le invita a tomar café en su casa.

En junio Guinda acaba segundo de Filología con el resultado:

Historia…………………………… Aprobado
Lengua Española, II……………. No Presentado
Lengua Latina, II……………….. Notable
Literatura Española, II…………. Notable
Lengua Moderna, II (Francés)… Aprobado
Religión, I………………………… Convalidada
Formación Política, I……………. Convalidada
Educación Física, I……………… Convalidada

Finalizado el curso, los amigos Trinidad y Ángel viajan en el Dos Caballos con idea de recorrer Europa, pero les gusta tanto París que allí deciden pasar cinco días. Les gustan las terrazas de los cafés, los bulevares: Saint-Germain, Saint-Michelle, Montaparnasse, Malesherbes. Pasean por el Quartier Latin, las callejas de Saint-Germain-des-Prés y visitan la Librairie Espagnole.

En Zaragoza, los fines de semana, Trinidad y Ángel concurren al Bar Ortega (Mariano Barabasán, 8), donde coinciden con el hermano del pintor Manuel Viola; a través de él Ángel traba conocimiento con Manuel y establecen relación de amistad. Guinda sigue frecuentando el Bonanza, donde aparece Carlos Medrano, uno de los fundadores del grupo poético teatral El Silbo Vulnerado. Aunque Medrano es vecino de Madrid, viaja a menudo a la ciudad del Ebro.

En una libreta titulada Cuadernos de Manuel Casales.
–Diario e ideario–, escribe a pluma:

(“Para Trinidad”).

“Esta inestabilidad emocional a causa de mi tendencia a la belleza; esta fatiga, esta tensión que lo bello me produce y que desearía evitar en su brutal intensidad: pero no puedo ya vivir sin la belleza”.

“Si me duele el presente contigo nada me aliviará el futuro sin ti; sólo el pasado feliz se me presenta nuevo como un fruto y una conclusión. No tengo miedo pero todo me tiembla y es como si el universo todo temblara conmigo en un incesante seísmo: Pero tú estás en pie, sostienes el arco de tus ojos limpios al que puedo asirme en el momento último”.

“Algo me dice ahora que el Todo está próximo y es, acaso, la Nada quien me lo está diciendo. Pero tú eres Verdad”.

Todavía sin ser registrada la editorial Porvivir Independiente, el 8 de septiembre se acaba de imprimir en la colección Puyal Ridícula prosaica, rítmica verborrea de José Luis Alegre Cudós, en la festividad de la Virgen del Puyal, patrona de Luesia. Días más tarde, so pretexto de los fusilamientos del 27 de septiembre –tres militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y dos de Euskadi Ta Askatasuna (ETA)–, a nivel colectivo no se mueve un alma. Temor y temblor. Todo lo máximo, se producen acciones individuales. Ángel y Trinidad, en la noche zaragozana, vitorean a la organización vasca y vocean ¡Menos divos, más poetas subversivos!

La muerte de Franco, el 20 de noviembre, a Trinidad y Ángel les pilla de visita en Barcelona, en Santa Coloma, en la casa del pintor aragonés Antonio Alonso Fombuena y su mujer la diseñadora Ascensión Germán, Chon. La noticia se celebra en la mayoría del vecindario; por las ventanas se transmite alegría, música y champán. Exaltados y felices, Trinidad y Ángel también brindan con los Fombuena.

El santanderino Gerardo Diego felicita a Guinda por Ataire: “Me ha gustado mucho con su reciedumbre, con su humanización de las cosas, su apasionada erótica y sin embargo casta”[6]. Y en un Post scriptum añade: “También estaban muy bien los pasillos –tan auténticos– de El pasillo”[7]. El domingo 21 de diciembre, en el salón de actos del Club Juvenil de Luesia –en los bajos del ayuntamiento–, se dan a conocer los dos primeros libros de la colección Puyal de poesía, maquetados por Fombuena, autor a la vez del capitel románico que figura en la cubierta como distintivo de la colección: Ridícula prosaica, rítmica verborrea, de José Luis Alegre Cudós, y Restos de lacre y cera de vigilias, de Ana María Navales. Ausente Alegre por enfermedad, Guinda presenta a la poeta Navales ante una sala a rebosar, donde se encuentra el impresor Amado Guerrero y su mujer Pilar Sanz, con sus hijas menores.

Una vez al mes un bibliobús llega al pueblo. El prestamista de libros es Víctor Barrios, militante del PCE y vecino de Zaragoza; hace amistad con Ángel y juntos comen con mosén Dámaso, de Luesia, pero ejerce en Uncastillo. Abducido por el amor, Ángel y la joven planean salir del pueblo más adelante. Posteriormente, los padres de la chica le piden a Ángel que le dé clases particulares en su domicilio. Él les dice que están enamorados y que cuando su hija cumpla la mayoría de edad saldrán de Luesia, lo que no ven con buenos ojos.

El 16 de febrero de 1976, desde Mayagüez, Ángel Crespo colma de elogios a su tocayo por Ataire: “Puesto a expresar preferencias, te hablaría de las poesías tituladas ‘Vaso’, ‘Maceta’, ‘Estante’ (asediadoras del perfil y el espíritu de los objetos), de casi todas las de ‘Estatura de amor’ y, en fin, de todo el libro como conjunto, que es uno de los más granados que he leído durante los últimos años. Tu riqueza de léxico no me parece algo meramente adjetivo, como sucede en tantos otros poetas, sino profundamente substantivo, porque sostiene como una base (substantivo: estar sub [¡vaya etimología semiisidoriana, pero cierta ¿no?]) a todo el aparato lírico. Te diré, por fin, que tu libro —aparte de sus bellos poemas— me alegra y rejuvenece al traerme ese aire cerrado —y casi cerrilmente— hispánico, ese regusto por las cosas, las palabras y el espíritu de un país que jamás se entrega”[8].

Guinda había acordado con Manuel Pinillos –poeta aragonés de posguerra– el inicio de la colección Puyal con un libro suyo, pero la amistad entre Ángel y José Luis Alegre (Premio Adonáis y Boscán), más próximo a su generación, hizo que se inclinara por éste. Para congraciarse con Pinillos, que no lo encajó bien, inaugura una “serie especial” de Puyal con Sitiado en la orilla[9], serie que no tendrá continuidad porque ha nacido para cumplir una palabra. La solapa está firmada por Manuel Casales.

Organizado por la Caja de Ahorros para homenajear la labor de los profesionales del medio rural (maestros, médicos, farmacéuticos y agentes de extensión agraria), en un acto celebrado el 11 de abril en la Feria Internacional de la Maquinaria Agrícola, el inspector de enseñanza José María Marín le entrega a Ángel Guinda el premio por su trabajo. Fueron elegidos profesionales en ejercicio en las zonas más alejadas de la capital. En gratitud, Guinda pronunció estas palabras: “Entiendo que este premio que recibo lo es para todos cuantos dedicamos nuestra vida al quehacer de enseñar en cualquier pueblecito de nuestra provincia”[10].

Aunque Ángel ya había empezado a editar con anterioridad, el 4 de mayo, después de medio año de espera, la editorial Porvivir Independiente queda inscrita en el Registro de Empresas Editoriales. El poeta continúa con las visitas a la imprenta Unión Gráfica, de Amado Guerrero (Juan Pablo Bonet, 24), donde coincide con Luis Felipe Alegre, de El Silbo Vulnerado, que lleva a imprimir la publicidad y cartelería del grupo. La colección Puyal pronto se convierte en dinamizadora de la vida cultural zaragozana.

El 7 de junio a las ocho de la tarde, en el aula magna de la Facultad de Derecho de Zaragoza, tiene lugar un homenaje a Miguel Hernández en el que participan los poetas aragoneses José Antonio Labordeta, Emilio Gastón, Javier Barreiro, Ramón Acín, José Luis Alegre, Ángel Guinda, Joaquín Sánchez Vallés y otros. Buero Vallejo envió unos poemas suyos para que fueran leídos en el acto. Según Luis Felipe Alegre, presente en la ofrenda, Guinda intervino recitando un soneto; se equivocó y volvió a empezar. “Pero fue una intervención que no se parecía a ninguna de los que le precedieron”[11].

Ángel deja de impartir clases particulares a la chica del pueblo, porque comienza el bachiller en Ejea de los Caballeros, capital de las Cinco Villas. Se ven en secreto, sobre todo en Zaragoza. Él deja de asistir a las aulas de Filología y abandona el tercer curso. Atraviesa un mal momento sentimental. Necesita lo que él llama un “salto vital”. La noche del 19 de septiembre, sumido en sus cogitaciones, Ángel ve una entrevista de Joaquín Soler Serrano con Salvador Espriu, en el programa A fondo de TVE. Tras hacer un breve recorrido por su vida, Espriu, hablando de grandes autores catalanes, con su acento, su fonética inconfundible, cita a Joan Roís de Corella (siglo XV) y un verso verdaderamente escalofriante: “Crida lo sol plorant amb cabells negres” (“Grita el sol llorando con sus cabellos negros”). Ángel queda prendado del verso y con posterioridad telefonea a Espriu interesándose por su autoría, porque tiene intención de incluirlo en un poema titulado ‘El viento’. Con exquisita amabilidad, Espriu le informó y se ofreció a enviarle por correo el poema completo. Guinda prosigue con su actividad pictórica en las paredes y reclama amnistía total.

Ángel Crespo se ha trasladado a Leiden (Holanda) para dar clase de Literatura Española en la Universidad. El 9 de octubre le escribe a su homónimo a Luesia: “Me alegra decirte que el libro Donde no corre el aire, destinado a tu colección, está muy adelantado; prácticamente terminado, si es que los libros se terminan alguna vez. Dime cuándo debería enviártelo y hacia qué fecha estaría publicado. No es muy corto ni largo; tiene cincuenta páginas mecanografiadas a dos espacios –más portadillas de cada parte–; algunos de los poemas están en prosa. No sé todavía si añadiré o quitaré alguno”[12].

El jurado compuesto por Luciano Gracia, Manuel de Codes, Dionisio Esteban Porras y José Costa Velasco, el 13 de octubre concede a Ángel Guinda el Premio Nacional Hispanoamericano Luis Chamizo, convocado por el Hogar Extremeño de Zaragoza y dotado con veinte mil pesetas, por Tesis poética del instinto, presentado como Sazón de vértigo. Tres días después, en una cena de hermandad celebrada en el salón de actos de la entidad (Juan José Lorente, 45), leen sus poemas Guinda y Mariano Esquillor, premiado con el accésit de cinco mil pesetas por su libro Integración. Con mucha actividad asamblearia, el agitador Guinda prepara la huelga de maestros en las Cinco Villas, que es secundada el 23 y 24 de noviembre. Reivindican una enseñanza total y gratuita, mejora en las condiciones laborales, gestión democrática en los centros, dignificación de la profesión, aplicación del criterio “a trabajo igual salario igual”, aumento de la remuneración, jubilación voluntaria a los sesenta años y treinta de servicio y opcional a los cincuenta con plenitud de derechos.

Guinda pasa momentos complejos. El 22 de octubre, desde Luesia, escribe a Ángel Crespo y le dice: “Ya me habrás perdonado este largo silencio: está justificado pues he pasado 3 meses bastante conflictivos por alteraciones familiares que me han hecho perder el instinto social (…) Te escribiré más largo pues el tema (no compartido con casi nadie y con ningún poeta) viene de hace dos años y tras tenerme sitiado entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio, he dado el salto vital pero el futuro sigue siendo sombrío”[13]. El 17 de diciembre Ángel Crespo contesta a Guinda: “Yo comprendí muy bien tu silencio, pues creo, por lo que me dices, haber pasado por trances semejantes al tuyo, al que te ha hecho dar el que llamas, y con razón, salto vital. Como me tengo por discreto, me atrevo a pedirte que cuentes con mi experiencia, si en algo puede servirte”[14]. El día de Nochebuena, desde Madrid, Fernando Lázaro Carreter escribe a Ángel Guinda para felicitarle por el número de Puyal dedicado al poeta vasco Mario Ángel Marrodán y le indica: “Transfiero a la Caja de Ahorros de la Inmaculada (extraño nombre) mil pts. de apoyo”[15].

El 18 de enero de 1977 Guinda recibe una carta de Hipólito Gómez de las Roces, presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, en la que le comunica la concesión del accésit del Premio Inmortal Ciudad de Zaragoza. El premio quedó desierto, pero el jurado valoró dos trabajos de calidad, presentados bajo los lemas “Resurrección” y “El amor es inefable”, y se concedieron dos accésits de veinticinco mil pesetas cada uno. Abiertas las plicas, el autor de “Resurrección” resultó ser Ángel Guinda, cuyo poema llevaba por título ‘Salto vital’. José Luis Alegre Cudós era el autor de “El amor es inefable”, de verdadero título ‘Redobles de amor’. El día 29, a las doce y media del mediodía en el salón de sesiones de la Casa Consistorial, se entregan los premios a Guinda y Alegre. En el mismo mes en la revista Poesía hispánica, dirigida por José García Nieto, Guinda publica ‘Tres poemas felices’ y ‘Tres sonetos de amor’, dedicados a Guadalupe García Calvo.

Ángel reanuda los interrumpidos Cuadernos de Manuel Casales:

(A Trinidad)

“Debo leerte una hermosa página de Rilke en su Diario florentino. Aunque sólo haya sido como consuelo, ¡cuánto te he pensado y deseado esta madrugada! Hoy, 22 de febrero de 1977, no he dormido más que una hora. He llegado a perder el sentido –noción– del espacio y del tiempo, la mirada se me perdía con una fijeza no tanto suplicante –¿de qué, a quién?– como buscadora. Estoy desalentado»”

“He jugado con fuego y me he quemado. Cuando tú seas la hoguera todo estará más claro”.

Un Ángel extremadamente herido escribe:

(“Para G”)

“Quiero salir de ti porque me haces daño y la depresión, como todo, tiene un límite con el abismo y la desesperación. Quiero olvidarte a pesar mío. Quiero cantar la alegría a pesar de la tristeza que me viene de ti. Todo lo hermoso muere precipitadamente. Quiero dejar de verte porque estoy agotado síquicamente y no debo de perder la voluntad de vivir porque otros, tal vez, me necesitan y es bueno que yo también necesite de ellos”.

Guinda se suma a los miles y miles de gargantas que en España gritan y reclaman amnistía y libertad para los presos políticos. El 1 de marzo la colección Puyal edita el poema ‘Libertad’, de Paul Éluard (francés, castellano y aragonés), comentado en la solapa por Manuel Casales y vertido al castellano por Isabel Castet, heterónimos de Ángel Guinda, y al aragonés por Francho Nagore. El poema ‘Liberté’ pertenece al libro Poésie et verité (1942). Entusiasta de los coches y de la velocidad, como un aristócrata comunista, Ángel se pasea en un Renault Alpine de color amarillo, adquirido de segunda mano. Al tener mucha inestabilidad en carretera –el motor lo lleva en la parte trasera– ha de colocar un saco de arena en el maletero delantero. Legalizado el PCE, Guinda oficia de vate retador, de vórtice, en el café Balmoral (San Juan de la Cruz, 13) en una tertulia con otros colegas. Un día, el poeta Luciano Gracia lleva al joven José Luis Melero, que asiste con un ejemplar de La pasión o la duda para que Ángel se lo dedique: “Cuando yo era niño y no sabía. Ahora que sé un poco y no soy niño. Y es todo tan distinto. Y tú podrás comprobarlo. Con el enorme deseo de destruirlo para construirme, salvarme. Con la certeza de que un día –descubiertas las claves– todo lo comprenderás. Sin pasión y sin duda. Toda mi voluntad de amigo y esperanza en ti, Guadaluvén / Guadaluguárdame / Guadaluvámonos / Guadalusolos”. Enigmáticos juegos de palabras. En otra ocasión el poeta, en un acto eutrapélico, se quitó los calcetines y todos los presentes se los fueron pasando por las narices. Ángel declamó: “Así huelen los pies del poeta Ángel Guinda”. Una astracanada.

Por entonces circula el amor libre, el intercambio de parejas, las orgías desinhibidas. Una determinada juventud necesita de vínculos abiertos, abrir la ventana para que corra el aire; quieren otro tipo de relación, pretenden superar la fidelidad; fidelidad para uno mismo, reclaman. Así lo racionalizan. El alcohol, los canutos y el sexo en cama redonda es una práctica frecuente. Con el aerosol en la mano, Ángel reivindica “Libertad afectiva”, “Libertad sexual”. Ante las primeras elecciones democráticas del 15 de junio y sin olvidar su compromiso, Ángel Guinda firma el cartel: “TÚ / que has luchado luchas y vencerás contra el fascismo / contra el capitalismo hijo del feudalismo / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / a quien no da lo mismo tierra para heredar / que tierra para sembrar / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / que comprendes / que donde hay unos brazos debe haber un abrazo / donde hay una voz debe haber alguien que la escuche / donde hay una puerta suele haber alguien que está esperando / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / que vendes tu trabajo a cambio de un salario / y compartes el pan y compartes el vino y reconoces / que nada puede ser tuyo hasta que no sea de todos / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / que no tienes miedo a la verdad / que no tienes miedo al socialismo en libertad / que sólo tienes miedo al hambre y al fusil asesino / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / que has sufrido el veneno de la dictadura / que has sufrido el silencio y el olvido / hoy que puedes hablar y recordar / VOTARÁS COMUNISTA / TÚ / que estudias para no ser oprimido / y tú que sabes que donde no hay justicia hay odio / y te preparas para la victoria del pueblo / VOTARÁS COMUNISTA”.

Además, los domingos lleva a cabo acciones callejeras con paneles en el suelo en los que reclama la defensa del paisaje o de los animales: “Cuando acaricias a un animal toda la selva te acaricia a ti”. Guinda reparte en mano poemas de activismo social y político a la salida del fútbol en el estadio de La Romareda, vocea sobre un taburete plegable en la plaza de la Santa Cruz.

El 26 de julio Trinidad y Ángel solicitan el divorcio; aunque tienen algunas tensiones, comparten techo y lecho. Tiempos de promiscuidad. Acompañado de Trinidad, en la biblioteca pública de la calle de Santa Teresa de Jesús, Ángel, amante de la palabra rotunda y autoexigente, sustrae libros suyos como Acechante silencio, La senda y Las imploxiones para hacerlos desaparecer de la circulación, porque ya no se identifica con ellos, son obras de las que se ha retractado. Hace abolición. Tiene una obsesión radical del afán de perfección, de ofrecer lo mejor de sí.

Su camarada Emilio Ubieto, le pide a Guinda un poema de militancia a favor de Chile:

‘Mi personal homenaje a un general muy particular: Augusto Pinochet Ugarte’.

“Pinochet, pedo de trueno, / matón del pueblo chileno. / Valiente bufón de USA / con la pistola en la blusa. / Gigante de los escombros / con la sangre hasta los hombros. / Cuando te masturbas echas / ríos de pólvora y mechas. / Cuando estornudas salpicas / mocos que luego masticas. / Fracasado de torero, / cloaca del mundo entero, / la mierda no es negociable / por más que asuste tu sable. / Pinochet, pedo de trueno, / matón del pueblo chileno”.

El poema lo reprodujo el semanal Aragón 2000 con el consiguiente aluvión de cartas al director contra el maestro de Luesia, denuncias en el Ministerio de Educación para que se le incapacite en el ejercicio de su profesión… Ángel no claudica y en la misma sección contesta a sus corresponsales. La revista ofrece sus locales para que los discrepantes debatan en público; Guinda acepta, pero la zarpa de la intolerancia hace presencia. Una voz anónima de mujer, en nombre de la Triple A, llamó a la redacción amenazando con atentar contra la revista si se celebraba el debate.

Cuántas pintadas hizo el rimador Guinda en los muros de Zaragoza con los latigazos verbales “Pinochet, pedo de trueno, / matón del pueblo chileno”, acompañado de una guinda con rabo como firma, que no bomba explosiva, como algunos creyeron. Y otras como “El pueblo es tuyo si la casa es de otro”, “Algo huele a podrido en mi país”, “Poetas de Aragón levantaos. Puyal”, “Poesía en la calle”, “Revolución cultural”…

El 12 de noviembre se terminó de imprimir Entre el amor y el odio (1970-1977), ocho años de vida poética dedicado “A Trinidad / que acompañándome, me ha dado / la necesaria soledad para encontrarme”. Dividido en tres partes: ‘Iniciación al vuelo’, ‘Salto vital’ y ‘Aire libre’, el autor lo reconoce como su primer libro. Retractación. El paratexto de la solapa es de Isabel Castet. La obra incluye, entre otros muchos, los poemas ‘El viento’, ‘El héroe’, dedicado a Amado Guerrero Pérez, su impresor, y los publicados recientemente en Poesía hispánica. ‘Poemas de la contemplación’ están dedicados a Pureza Canelo y a Manuel Pinillos. Luesia aparece en dos poemas con el anagrama Aiseúl. Ángel llevó varios ejemplares al colegio y, fuera de horario escolar, pidió a sus alumnos que en la página de cortesía dibujaran un ángel y una guinda, que luego él dedicaba para enviar a sus amigos. Así lo recuerda el antiguo escolar Cruz Fumanal García[16].

Ángel Guinda y el cantautor aragonés Tomás Bosque, camarada del PCE, ofrecen recitales conjuntos de poesía y canción popular. El domingo 11 de diciembre, organizado por las Juventudes Comunistas de Aragón, se celebra un acto de afirmación chilena en el Museo de la Resistencia Salvador Allende, instalado en el Mercado Central de Zaragoza. Leen poemas Ángel Guinda, Trinidad Ruiz Marcellán en nombre de Mariano Esquillor, José Antonio Rey del Corral y Luciano Gracia. Intervienen el diputado socialista Emilio Gastón y el secretario general del PCE de Aragón, Vicente Cazcarra. El grupo de teatro Boffio escenificó Chile se está muriendo. Armados de la palabra y la guitarra, Bosque y Guinda recorren varias localidades de la provincia: Torres de Berrellén, Caspe, Ariza…

En enero de 1978 Ángel le dedica Entre el amor y el odio a su camarada y compañero de fatigas: “A Tomás Bosque por tu voz, tu música y tu poesía. Todas las luchas en las que hemos estado juntos. Por las victorias que nos esperan y también por las derrotas de las que saldremos más altivos. Por nuestra amistad fuerte y larga. Yo vivo / Tú vives / él vive / Nosotros vivimos / Vosotros vivís / ellos matan. Socialismo en libertad. Uno sobre uno = todos. Tu Ángel Guinda”. En otra página: “Ejemplar n.º 1 de los dedicados. Para Rosa Lis [mujer de Tomás Bosque]. Rosa roja: Cuando los tiempos vengan mejores para mí, para todos. Cuando mi corazón sea ya una casa amueblada sin cadenas ni condenas, Sí, Volveremos a estarnos. Sé que la alegría existe. Yo la espero conquistar desde la resistencia. Que mi voz se ilumine por tus ojos. Siempre, Ángel Guinda”. Otra dedicatoria del nuevo título “Al / poeta / Joaquín Sánchez Vallés / uno / de los mejores en / aquella nuestra resistencia / universitaria / con / el abrazo amigo / de / su / Ángel Guinda”.

En Luesia recibe una postal manuscrita de Gerardo Diego, fechada el 1 de febrero: “Entre el amor y el odio no hay más que un resquicio cabe inmensamente la poesía. La suya (como la mía) se vence del lado del amor. Lo nuevo me gusta aún más que lo conocido. Gracias de todo corazón. Gerardo”. Y un tarjetón del puño y letra de Buero Vallejo, con fecha de 5 de febrero: “Te acuso recibo de Entre el amor y el odio, tu summa poética, que he leído y también releído con deleite. He hecho mi modesta transferencia a la Caja y a tu libreta en Luesia. Realmente, estas colecciones poéticas son milagrosas, salvo cuando un promotor es rico. Pero sin ellas, ¿qué sería realmente nuestra lírica? Mañana se buscarán como tesoros”. Un día más tarde, desde Barcelona, el médico José Espriu Castelló, en nombre de su hermano Salvador, le escribe a Ángel Guinda. De salud precaria desde la infancia, Salvador Espriu es un antiguo tuberculoso con brotes respiratorios y renales fomentados por su delgadez y su falta de apetito. Su hermano acusa recibo de Entre el amor y el odio. 

El 9 de febrero, a causa de un accidente de automóvil, muere Merce, enfermera en Canarias e hija de Amado Guerrero y Pilar Sanz; Ángel y Trinidad pasan la tarde en casa de los Guerrero en compañía de la familia. Tanto él como Trinidad lucen largas cabelleras ensortijadas y voluminosas, sujetas por diademas que les abrazan la frente y una indumentaria de aspecto hippy: ella faldas largas floreadas, él túnica y tejanos desgastados, pulseras de cintas y cuero trenzado. Les gusta fumar canutos.

En Radio Popular, dos veces por semana, Ricardo Arnó lleva una sección de poesía, acompañada de música clásica, La ventana de mi estudio, de once a doce de la noche. El 17 de marzo invita a Ángel Guinda, que recita con voz fuerte y retumbante. Capaz de trasnochar, su enorme conciencia profesional y su vocación docente le impiden no cumplir con su obligación. Estuviese en el estado que estuviese, se duchaba a la hora que fuese y a la mañana siguiente estaba en el aula atendiendo a sus alumnos de Luesia.

Comprometido con la autonomía de Aragón y organizados por el PCE, Ángel continúa con su participación en recitales con Tomás Bosque, “una voz aguda que despierta conciencia”[17], según el poeta. Juntos recorren plazas de toros, parques, colegios y barrios obreros de distintas localidades. Con gran aceptación de público, la gente acude a un recital de poesía como lo hace a un concierto de música popular.

Desde Barcelona le escribe un par de folios a mano José Manuel Blecua, con motivo de Entre el amor y la poesía. Le felicita, detalla su lectura y le envía un cheque de apoyo. Desde la conquense Carboneras de Guadazaón le pone unas letras manuscritas el sacerdote y poeta postista Carlos de la Rica con unos muy cariñosos agasajos. También recibe Ángel dos folios a máquina de Pureza Canelo, desde Madrid, colmados de celebraciones. Y un tarjetón de Miguel Delibes con su endiablada letra. Ángel Crespo, abismado en la obra de Fernando Pessoa, le comunica: “Ahora me quedo libre para releer tu libro, tomar notas –soy muy pesado para mis trabajos– y hacer el artículo que te mereces. Yo creo que va a pasar algo de los tres folios, pero procuraré decir todo lo bueno que quiero decir sin excederme mucho de esa medida. Seguramente te lo llevaré a Zaragoza”[18].

Aunque adicto sólo al alcohol y al tabaco, en primavera Ángel sufre un mal viaje de ácido lisérgico “que me presentó fuera de mí, cuando comencé una escalada de mutuo encubrimiento entre lucidez y alucinamiento, entre extrañeza e identidad” (Libro de huellas). Toda una experiencia.

Ángel anda acompañado de una chica que le gusta, la joven Marta Guerrero, hija de su impresor. El cantautor Tomás Bosque edita el disco homónimo con tres poemas de Ángel: ‘Hacer España’ (Cantos en el exilio), ‘Canción No’ (“Tuve un día una canción / el hermano dictador / no la olvidó / Un día tuve un tambor / un mal viento de rencor / me lo rompió…” y ‘Canción pública’ (A la calle, a la calle, a la calle / antes de que la pereza estalle…), estas dos últimas escritas expresamente para el disco. Además incluye ‘Nana’, con la última estrofa de Guinda: “San Opresor maldito, / pueblo y ciudad, / no quites a mi niño / la libertad”. Organizado por el PCE, se celebra un recital en las piscinas del Estadium Las Fuentes de Zaragoza en el que participan Ana Belén, Víctor Manuel y Rosa León. Al final, Ángel se acercó al camerino de Rosa y le entregó un ejemplar de Entre el amor y el odio. En Madrid, ella lo lee y le gusta; vuelve a viajar a Zaragoza para solicitar su permiso y ponerle música a unos poemas.

Guinda publica en la colección Puyal Claro: oscuro, de Ángel Crespo. En la primera quincena de agosto Crespo y su mujer Pilar Gómez Bedate llegan a Zaragoza y por unos días se alojan en la casa de Trinidad. Cada tarde van al bar Alexys, paredaño de la imprenta Unión Gráfica, donde Guinda le presenta a los poetas zaragozanos Manuel Pinillos, Mariano Esquillor, Luciano Gracia o Francho Nagore, filólogo y fundador del Consello d’a Fabla Aragonesa, por el que muestra atención Crespo, muy interesado en las minorías lingüísticas en peligro de extinción. Sin haberse tratado más que por carta, los tocayos pronto se identifican como amigos. Los dos Ángeles se quedan charlando, bebiendo y fumando en el salón de casa. Crespo se preocupa por la complicidad de Guinda con el alcohol y con determinadas sustancias psicotrópicas y le recomienda no usar las drogas como técnica de escapismo o autodestrucción. En los recitales con Tomás Bosque se difunde en un folio impreso el manifiesto de Guinda Poesía y subversión, donde dilucida acerca de la utilidad y el objeto de la poesía y sobre la función del poeta. Sus principios fundamentales. Como los vanguardistas.

Ana María Navales incluye a Ángel Guinda en la Antología de la poesía aragonesa contemporánea. Quince son los elegidos, con obra realizada en Aragón: Ildefonso-Manuel Gil, Manuel Pinillos, Luciano Gracia, Guillermo Gúdel, Mariano Esquillor Gómez, Miguel Labordeta, Miguel Luesma Castán, José Ignacio Ciordia, Rosendo Tello Aína, Julio Antonio Gómez, José Antonio Labordeta, José Antonio Rey del Corral, Ana María Navales, Ángel Guinda y José Luis Alegre Cudós. De Ángel selecciona los poemas ‘Aún no estás solo, corazón’, ‘Imploxión del amor’, ‘Veintiocho nudos de sangre y se rompió la cuerda’, ‘Vivir’, ‘La tarde’, ‘Dios me llegaba siempre atardecido’, ‘El pasillo’, ‘Cenicero’ y ‘Este pueblo de España donde vivo’.

Desde Mayagüez Crespo escribe a Guinda “recordando con verdadera amistad y gran nostalgia los días pasados en Zaragoza. Fue maravilloso comprobar que no es preciso haberse tratado, cuando se es poeta, para sentirse identificado con un amigo. Y para hacer nuevas amistades: los poetas de Zaragoza son ahora mis compañeros en el recuerdo”[19]. Le envía un cheque de once mil pesetas.

El 16 de septiembre[20], por el quinto aniversario del golpe de Estado en Chile, organizado por las Juventudes Comunistas de Aragón, en la plaza de toros de Zaragoza Ángel Guinda puso en pie al respetable con los pareados de ‘Mi personal homenaje a un general muy particular: Augusto Pinochet Ugarte’. Entre otros, actuaron Pi de la Serra, Luis Eduardo Aute, Tomás Bosque, Joaquín Carbonell, La Bullonera. Pocos días después Ángel asiste a la fiesta anual del PCE en la Feria del Campo, dentro del recinto de la Casa de Campo de Madrid. Allí conoce a Juan Diego.

En un acto de hermandad, el 22 de octubre en el Centro Cívico Delicias de Zaragoza, leen poetas nicaragüenses y españoles, entre los que está Ángel Guinda, que recibe una placa de la Asamblea permanente de la Defensa de los Derechos Humanos por su solidaridad con el pueblo de Nicaragua y el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

En el Centro Cívico del barrio Oliver, tiene lugar una actuación de El Silbo Vulnerado. Luis Felipe Alegre lee el poema de Ángel Guinda ‘Te seguiré queriendo’: “Cuando pasen los aviones por el cielo azul / te seguiré queriendo / Cuando el pan se reparta y nadie tenga hambre / te seguiré queriendo. / Cuando consiga el hombre vivir sin policía, / sin religión, sin leyes, / te seguiré queriendo. / Cuando la única ley seas tú / te seguiré queriendo. / Cuando haga frío, calor. Cuando tengamos / menos libertad que hoy, / cuando seamos más libres que hoy, / te seguiré queriendo. / Cuando enferme por última vez, / cuando resucite definitivamente, / te seguiré queriendo. / Y te daré mi alegría, mi tristeza, / mi serenidad, mi inquietud, / mi humildad, mi soberbia, / mi compañía, mi ausencia, / mi vida, mi muerte. Como / te quise ayer, como te quiero hoy, / te seguiré queriendo. / Cuando la escasez nos amenace, / cuando nos amenace la abundancia / cuando estemos inseguros, / cuando vivamos a la luz del día, / te seguiré queriendo”. Estos versos impresionan a Antón Castro, un gallego recién avecindado en Zaragoza. Días después, en el restaurante Benjamín, de la angosta calle Rufas, en el Coso, Castro se encuentra al poeta acompañado de Isabel Guerrero, hermana de Marta, a la que Ángel ha bautizado como Mábel. Todo de negro existencialista, con la melena ensortijada y un pitillo humeante entre los dedos índice y corazón, se dirige al dueño del local y le dice: El poeta es un ciego iluminado.

Guinda ya es todo un mito en la ciudad, un poeta maldito con acólitos, un bebedor furibundo que impresiona. En el pequeño Bonanza, con las mesas pegadas, el joven de diecisiete años Ángel Petisme habla de poesía con un parroquiano. En un momento dado Guinda se dirige a Petisme y le pregunta si es poeta. El osado joven le dice que sí y le recita unos versos propios: “No hay nada más hermoso que unas gotas de semen sobre una sepultura”. Mientras apura la última calada del pitillo, Guinda se sienta con él y charlan. A Petisme, que ha leído La senda, Las imploxiones y Entre el amor y el odio, le atrae la modernidad, contundencia y radicalidad de su tocayo.

El sábado 28 de octubre, en el Centro de Iniciativas Culturales de Fraga (Huesca), a las ocho de la tarde, Ángel Guinda ofrece una conferencia sobre su manifiesto Poesía y subversión.

Desde Mayagüez, Crespo escribe a Guinda para comunicarle que continúa trabajando en un libro de correspondencia entre Luis Cernuda y Eugénio de Andrade, “el más importante poeta portugués vivo”[21], con quien Crespo tiene amistad. “Escribí cartas que, por lo general, me han sido contestadas. Gerardo Diego fue excepción, y yo admiro su poesía vanguardista; pero parece que Cernuda no la admiraba. No encuentro otra explicación a su silencio, pues bien que anduvo haciéndose presente –según leo– en la presentación de un libro de J. J. Padrón (…) En cuanto a la edición, estoy seguro de que Trini y tú vais a hacer algo estupendo. Sólo me atrevo a recomendarte que la cubierta sea tan sencilla y elegante como las de Puyal”[22].

El 15 de diciembre en el aula magna de la Facultad de Ciencias Empresariales de Zaragoza (Doctor Cerrada 1), en solidaridad con los alumnos encerrados, un Guinda que se ha dejado crecer la barba, ofrece un recital de textos inéditos. En el año que acaba, Ángel ha ofrecido cincuenta y cuatro recitales.

En Mundo obrero, órgano de expresión del PCE, Ángel comenta su manifiesto poético y añade: “Tengo programado, para el próximo verano, el recorrer cincuenta pueblos de Aragón, fundamentalmente, y llevar la poesía a sus paredes. Previamente, quiero realizar una pintada-mural con poesía en la propia Zaragoza. Decididamente, se trata de salir a la calle, bien con megáfonos, bien con pintadas”[23]. Y con la mediación de Ángel Petisme, la revista ciclostilada de los jóvenes poetas aragoneses Narra, también incluye Poesía y subversión. Manifiesto del 78[24]. Ángel edita en la colección Puyal Moradas y regiones, de su amigo Joaquín Sánchez Vallés.

En el PCE se abre una crisis. Dimite el máximo responsable del partido en Aragón, Vicente Cazcarra, y un grupo de militantes, entre los que están Tomás Bosque y Ángel Guinda, hace público un documento, con fecha 9 de junio, en el que se denuncian deficiencias en la organización.

Desde Luesia, en carta del 15 de enero de 1979, Guinda le cuenta a Ángel Crespo que va “a fotocopiar Aniquilaciones para que lo puedas conocer (sólo Trini lo ha leído y me hurga para que dentro de un año o dos –es todo aún provisional e incompleto, a pesar de que han sido reescritos varias veces los poemas– se los entregase para su Olifante a fin de acompañar a Pureza Canelo, Ullán, Brines…, según su plan en gestación editorial con 1 libro o 2 al año). Hay en él mucho desnudamiento de mi vida última, de mis tendencias críticas de autodestrucción y de mi realidad bisexual, aunque todos somos, en potencia al menos, pansexuales si bien proyectados a la especialidad selectiva”[25].

El 30 de junio se acaba de imprimir Cartas de Luis Cernuda a Eugénio de Andrade, en edición preparada por Ángel Crespo, cuyo prólogo firma en Mayagüez, en diciembre de 1978; es el primer libro de la recién creada Olifante. Ediciones de Poesía, a cargo de Trinidad Ruiz Marcellán, a quien Ángel –muy defensor de la ibericidad– asesora. Crespo es el autor de las notas, muy informadas pero no exhaustivas, a pie de página para facilitar la comprensión del lector; como en una edición crítica. Crespo y su mujer, Pilar Gómez Belate, pasan unos días en Zamora en casa de los padres de ella. Tienen intención de ir a Moledo do Minho (Portugal), donde un amigo les presta una magnífica morada. Como a Trinidad y a Ángel les hace ilusión conocer a Eugénio de Andrade, organizan un viaje a Oporto y en los primeros días de julio –recién llegados de Bilbao, de recoger los ejemplares de la edición de Cantos en el exilio– los zaragozanos viajan en el 2 CV a Zamora, desde donde dos fechas después parten los cuatro hacia Oporto para encontrarse con Andrade y entregarle sus ejemplares. A media mañana, en tierras de Zamora, camino de la frontera portuguesa, ven un desvío a Moralina de Sayago y Pilar Gómez Bedate exclama “¡Es el pueblo donde estaba de maestra mi madre cuando yo era pequeña!”[26]. Guinda da un volantazo y se adentran en el pueblo en busca de alguien a quien preguntar por la plaza de la iglesia; nadie a la vista, pero al ver una casa con la puerta entreabierta, aparcan el coche y en el interior una mujer enlutada responde a los hombres que buscan un estanco para comprar cigarrillos. No hay ninguno, pero la plaza está más adelante, les informa. Al salir del vehículo suben unos escalones para ver el pórtico de la iglesia, cuando aparece un jeep de la Guardia Civil con cuatro miembros que se coloca junto al Dos Caballos. Salen tres uniformados y les observan con detenimiento, quizá por la vestimenta hippy de Guinda y Trinidad. Regresan al coche y se alejan en silencio de aquel escenario ocre y desolado. Apartados del lugar, Guinda comenta que la señora habría dado el chivatazo a los guardias y pregunta: ¿Quién se han creído que somos, terroristas? Crespo, mientras enciende su pipa, responde: Pues ya verás cuando lleguemos a la frontera. En efecto, al llegar al paso de Alcañices, un páramo, aparcan el auto ante la aduana. Mientras el matrimonio Crespo entra a las dependencias para mostrar sus pasaportes, Trinidad y Ángel se quedan en el coche, sometido a registro. A los guardias les sorprende que el pasaporte de Pilar esté expedido en Puerto Rico y sea de Zamora. Ella explica que ha vivido en Moralina de Sayago de pequeña, porque su madre era la maestra. Su padre de Argañín, un pueblo cercano. El número entra al despacho del superior y le comunica que la señora es zamorana. Pilar le habla al jefe del antiguo párroco y de su ama, él atiende con interés su relato y le da información actualizada sobre los personajes. Sellados los pasaportes salieron fuera acompañados del superior, donde Ángel y Trinidad se las ven con otros guardias; con la maleta abierta y los paquetes de libros a la vista, Guinda, muy intranquilo por los volúmenes de Cantos en el exilio, dedicado a Fernando Arrabal, está a punto de abrir los bultos y un rollo de cartón con grabados de Crespo para regalar al amigo que les presta la casa en Moledo. Pero el jefe, desde la puerta, indica que todo está aclarado. Cuando dejan atrás el puesto fronterizo, Guinda dice: Menos mal que habéis salido a tiempo, porque estaba temiendo que me encontrasen la marihuana. Crespo responde: ¡Pues anda que si a mí me encuentran la goma-2 sí que damos todos en la cárcel! Carcajean todos. Camino de Tras-os-Montes bromean sobre lo acontecido. Almuerzan en Bragança unas exquisitas alheiras –embutido típico– y un vinho verde de Gatão. En Oporto les espera Eugénio de Andrade en su chiquito apartamento de la calle Duque de Palmela, 111. Eugénio y Crespo se habían conocido en los años cincuenta, cuando el español empieza a publicar traducciones de Pessoa, con una selección de poemas de Alberto Caeiro. Con Guinda y Trinidad, el anfitrión ejerce de seductor. A ella le regala una fotografía de Cernuda y queda encantado con la entrega del número de ejemplares que le corresponde de la edición de Olifante. En un café cercano, Eugénio acompañado de su amigo Manoel da Fonseca, todos charlan animadamente. Una noche fértil en poesía y vinos, en el apartamento de Andrade. Tras hablar de la arrogancia musical de Camões, Guinda hace una pasional defensa de Lêdo Ivo, el que considera el más importante poeta brasileño vivo. Ivo le ha ido enviando dedicadas sus publicaciones: Finisterra, O sinal semafórico, Confissões de um poeta.

Trinidad, Pilar y los Ángeles pernoctan en una casa vecina de una señora amiga que alquila habitaciones. Ángel y Trinidad regresan a España y los Crespo continúan en Oporto, para luego viajar a Lisboa y Sintra.

En Zaragoza, de vuelta a la cotidianidad, Ángel y Trinidad tramitan su divorcio de común acuerdo. En el piso de Juan Pablo Bonet, ésta presenta a Ángel a la fotógrafa Columna Villarroya. Hablan de sus madres (la de ella fallecida el año anterior) y, unidos en la orfandad, Ángel sucumbe en la melancolía y le regala Acechante silencio. Sellan una amistad. Y prosigue con la labor de editor. El 12 de julio se acaba de imprimir Del estado, evolución y permanencia del ánimo, de Jorge Urrutia, en Puyal número 18, de Publicaciones Porvivir Independiente. Leopoldo de Luis, padre de Jorge, se lo propuso publicar a Guinda: “Dime si quieres leer su original y, si te gusta, darle acogida en tu colección. A él y a mí nos alegrará mucho[27].

Desde Mayagüez Ángel Crespo escribe a Guinda y le recuerda los días felices pasados en Oporto y lamenta que no pudiesen seguir a Lisboa y Sintra, donde les prestaron una casa estupenda, “una especie de palacio gótico (tenía gárgolas y vitrales)”[28]. Le informa que trabaja en la antología de Eugénio de Andrade para Plaza & Janés y que luego escribirá el prólogo, “quedando así libre para dedicarme al libro de Olifante y otros trabajos”[29]. Se refiere a un libro de Andrade que se titulará Memoria de otro río y otros poemas en prosa, para Olifante. Pero su precaria salud le impidió atender tantas tareas y no finalizó la traducción prometida.

La chica de Luesia se ha desplazado a Zaragoza para estudiar Filología, pero se asusta al tener que dar un paso y Ángel rompe la relación con todo su pesar. Además, el padre de la muchacha, en vivo, le amenazó con una escopeta y freírlo a tiros si no abandonaba el pueblo, según contó con posterioridad Guinda a sus amigos. Pensaba escribirle una postal al padre con el siguiente texto: “Puedes venir a matarme cuando quieras. Tengo ganas de bajar a los infiernos”, pero no lo hizo. Ángel sigue asistiendo al bar Bonanza, donde coincide esporádicamente con el escultor Ricardo Calero. Además, de noche, va al Clochard Café (Asalto 17) a escuchar música: Pink Floyd, Dire Straits, Janis Joplin, Eric Clapton, Patti Smith, Bob Dylan, Rolling Stones.

 

Este texto pertenece al libro del mismo título que ha publicado Olifante. Ediciones de poesía.

 

Notas:

[1] ‘Del pueblo de mi infancia’ (Aparición y otras desapariciones).

[2] De mi infancia conservo / el sabor de las almendras amargas, / el bandear campanas los domingos, / los pantalones cortos, las manos de Albertina, / el coche rojo de pedales, / mi pericia en falsificar calificaciones, / el temor a la noche, la confianza en la luz / y una urgente necesidad / de estar entre los brazos de mi madre. / Está claro / que al recordar mi infancia esta mañana / he dejado de ser niño para siempre. Entre el amor y el odio, ‘Recuerdos de la infancia’.

[3] Heraldo de Aragón, 29.03.1973.

[4] Ibid.

[5] Heraldo de Aragón, 20.06.1974.

[6] Una tarjeta postal manuscrita el 4 de diciembre de 1975.

[7] Ibid.

[8] Dos folios mecanografiados enviados a Luesia.

[9] Se acabó de imprimir el 29.02.1976.

[10] Aragón Exprés, 22.04.1976.

[11] Testimonio de Luis Felipe Alegre, registrado en magnetófono el 29.06.2022, en Zaragoza.

[12] Carta manuscrita de Ángel Crespo en un folio, con fecha 9.10.1976.

[13] Carta manuscrita en una cuartilla por ambas caras con membrete de Publicaciones Porvivir Independiente, enviada por la Fundación Jorge Guillén a Olifante. Ediciones de Poesía.

[14] Carta mecanografiada de Ángel Crespo en dos folios, desde Leiden, el 17.12.1976.

[15] Un folio manuscrito con fecha 24.12.1976 y membrete de la “Universidad Autónoma. Facultad de Filosofía y Letras. Ciudad Universitaria de Cantoblanco Departamento de Lengua Española. Prof. Dr. Fernando Lázaro Carreter”.

[16] En conversación telefónica, el 24.11.2023.

[17] ‘Tomás Bosque. Una voz que abre caminos’, folio mecanografiado con fecha mayo de 1978.

[18] Crespo envía a Guinda dos folios mecanografiados desde Mayagüez el 29.04.1978, en los que le informa de un próximo viaje a Zaragoza, de paso a Barcelona.

[19] Dos folios mecanografiados con fecha 4.09.1978.

[20] El aniversario es el 11 de septiembre.

[21] Dos folios mecanografiados con fecha 10.12.1978.

[22] Ibid.

[23] Viernes, 05.01.1979.

[24] Enero, n.º 4 y 5.

[25] ‘Aniquilaciones’ formará parte de Vida ávida (1981). Carta manuscrita propiedad de la Fundación Jorge Guillén, enviada a Olifante. Ediciones de Poesía.

[26] ‘La frontera con Portugal’, Pilar Gómez Bedate. El alambique n.º 2, noviembre 2010-abril 2011.

[27] Misiva manuscrita del 25.12.1976.

[28] Un folio mecanografiado, con fecha 05.08.1979.

[29] Ibid.

 

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