
Cada día casi 100 personas se quitan la vida en España, unas 2200 en todo el mundo, pero aun así todo lo relacionado con el suicidio sigue envuelto en una bruma tanto en la sociedad como en los medios o en el debate político.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) el suicidio sigue siendo la principal causa de muerte externa en España: en 2015 se produjeron 3602 fallecimientos por esta causa, lo que supone un 7,9 por ciento menos que en 2014. Como destacaron algunos medios (al menos por unos segundos el suicidio fue noticia) es el doble de muertos que los que provocan los accidentes de tráfico anualmente y que son objeto de tantas campañas de concienciación (que por supuesto también son necesarias). Aunque la tasa de suicidio por 100.000 habitantes en España es de un 8,3, por debajo de la media europea (de un 11,7), hay determinadas zonas en que puede superar ampliamente esas cifras como en algunas regiones andaluzas.
En todo el mundo son casi 800.000 personas las que recurrieron al suicidio en 2015 con “éxito”, porque muchas más lo intentaron, aunque es mucho más difícil conocer esos datos precisamente por el tabú en torno al suicidio, que en 2015 representó la segunda causa de muerte entre las personas de entre 15 y 29 años a nivel mundial.
El suicidio siempre ha llevado asociado un estigma de culpabilidad (de los familiares y el entorno del fallecido que no supieron o no pudieron evitarlo, o en el caso de las personas que han intentado quitarse la vida, por el daño que van a ocasionar a sus allegados pero también por la “mancha” que supone ser etiquetado como “suicida”). Todo ello impide que se busque ayuda profesional y se realice esa labor de prevención por parte de médicos y psicólogos que lograría paliar en parte el problema.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) califica el suicidio como “una prioridad de salud pública” y apuesta por una “estrategia de prevención del suicidio multisectorial e integral”, en la que deben participar los sectores sanitario, educativo, judicial, político y por supuesto, también los medios de comunicación aportando una “información responsable”.
No se trata de que los periodistas silencien el suicidio en sus noticias, sino que se evite el sensacionalismo, la mitificación de los suicidas o los detalles morbosos o tétricos, que puedan provocar el “efecto imitación” en otras personas vulnerables sobre todo niños o jóvenes. A la hora de abordar este tipo de informaciones sería aconsejable enfocarlas desde un punto de vista más social, insistiendo en los recursos que existen para buscar ayuda (de forma parecida a como se hace ya con el tema de la violencia de género, indicando incluso un teléfono al que pueden llamar).
Las redes sociales han empezado ya a preocuparse por este asunto, por ejemplo Facebook ha anunciado que dispone de algoritmos capaces de detectar signos de alerta en posts de sus usuarios que indiquen que pueden estar planeando un suicidio. Todavía habrá que ver cómo se aplica pero parece un paso en el buen camino.
Cruce de Caminos, blog de Sergio González Ausina sobre el suicidio