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Mientras tantoBruto es un hombre honorable

Bruto es un hombre honorable


 

Joan Baldoví llegó ayer a Zarzuela con traje y corbata (indumentaria que se apresuró a justificar ante sus fieles aduciendo que tenía que amortizar el traje de la boda de su hija, ¡qué no hacer por una hija!), y le dijo al Rey: «Hola, ¿qué tal?». Baldoví parece un hombre educado, pero es difícilmente rebatible el trasfondo de coña, el sentido festivo-epatante del saludo, como si ese Jefe de Estado lo fuera menos por Rey que por Presidente de una República. No me imagino a Baldoví diciéndole igualmente a un Presidente: «¿Hola, qué tal?». Yo creo que esa forma lúdico-baldoviana de presentación en palacio, tan común en las «fuerzas del cambio», que trata de rebajar públicamente la condición legalmente elevada de Su Majestad con una suerte de rebeldía pueril, variaría de ser llamado a consultas, o lo que se diera en su lugar, por un plebeyo. Tengo la sensación de que los líderes de los partidos «republicanos» han decidido dirigirse al Rey, salvo «honrosas» excepciones (Garzón no pierde ni una sola oportunidad de referirse a él como «ciudadano Borbon»), como si se estuvieran dirigiendo a un sujeto inofensivo y risible. El títere de sus sueños. Algo parecido a ese truco para superar el miedo escénico de imaginarse al auditorio desnudo. Yo pienso en Baldoví, que a mí me parece un hombre educado como Bruto le parecía a Marco Antonio un hombre honorable, y le veo al volverse la sonrisa del alumno que se mofa a espaldas del profesor de Química como si se lo hubiese visto hacer a alguien, o la risa taimada de Marlon Brando que mostraría Pablo Iglesias después de haber conseguido incendiar los ánimos del pueblo romano. Ese «Hola, ¿qué tal?» que debe de hacerle sentir vivo y a sus votantes reconfortados incluso a pesar del traje.

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