
Casi a la fuerza tiene que estar Snchz disfrutando. Del anonimato político más frustrante para un egomaníaco, a una victoria nacional sobre el favorito de la casa, Madina, terminando en una dura derrota en las urnas que sin embargo le concede, aunque sólo sea un instante (todo lo contrario que aquella anatomía de Javier Cercas), los mandos de un país. No es no, le dice a Rajoy (con una fruición de niño vengativo), una vez más, como si Rajoy estuviese preguntándoselo cada día, como el Morrie de Uno de los nuestros, suplicándole que qué hay de lo suyo, en una especie de juego íntimo que exterioriza en esos escenarios, también íntimos, que se fabrica para sugestionarse, donde hace preguntas retóricas y supuestamente humorísticas para ese público escogido, que es el mismo que le hacía las risas a Benny Hill en cuyo programa uno puede imaginar perfectamente caracterizado a Iceta. Snchz es aquel tipo a quien nadie recuerda. El que se retaba con James Dean en Rebelde sin causa, pero en este caso sabiendo que haga lo que haga va a despeñarse por el acantilado. Snchz va por ahí con la manga de sus bonitas cazadoras atrapada en la maneta de la puerta. Por eso tiene que estar disfrutando a la fuerza del momento, lo que va desde que Natalie Wood baja los brazos y él echa un vistazo a su izquierda y a su derecha observando la negritud por la que no quiere ni responder. Sólo dejarse llevar. Snchz es hoy una efímera estrella del rock matándose de placer porque para él no existe el mañana. Yo le hago el mayor depositario de manías públicas de la actualidad (o al menos hace acopio de ellas con desmesura), como si fuera un provocador nato, lo cual resulta aterrador, presa ya de una nostalgia similar a aquella del extraordinario Limónov: la que le representaba en una fotografía pegada en la pared del sórdido hotel Embassy de Nueva York, vestido con su «chaqueta de héroe nacional» mientras a sus pies posaba desnuda su musa Elena. A los pies de Snchz, con sus múltiples chaquetas de héroe nacional, debe de estar Luena, también desnudo: los reyes de esta bohemia socialista dispuestos a caer y también a perdurar.