Lo que le pase al presidente sólo lo sabe él (quizá también Soraya, su otro cuerpo: el de las refriegas), pero en estas postrimerías de legislatura se muestra tan contento que lo que parece salirle de modo natural podría hasta llamarse populismo...
El politicón
Uno es de los que se pone melancólico cuando las perspectivas son poco emocionantes. De sucederle lo mismo a Rajoy, su futuro más inmediato debe de verlo venir lleno de alicientes. Lo que le pase al presidente sólo lo sabe él (quizá también Soraya, su otro cuerpo: el de las refriegas), pero en estas postrimerías de legislatura se muestra tan contento que lo que parece salirle de modo natural podría hasta llamarse populismo. ¿Qué va a ser Rajoy sino un populista en el plató de ‘Qué tiempo tan feliz’? Los opositores han entrado en barrena debido a esas «ventoleras ideológicas» que don Mariano ha convertido (dejándolas correr, por supuesto) en bumerán. Sólo así se explica que Albert y Pablo se estén retratando el uno al otro en la Universidad a propósito de Kant, como si hubiera necesidad. Mientras tanto, Rajoy se da al fútbol y a las collejas, que llegan antes, más directamente (sin duda más que un filósofo alemán del siglo XVIII), como aplicando la máxima apócrifa de la bofetada a tiempo. Eso es la síntesis del empirismo y del racionalismo. Yo veo que la lucha de la cercanía, una lucha de clases, la va ganando este presidente adolescente, el bandido de Ramón J. Sender, en el momento justo, porque da la sensación de que se lo está pasando bien de verdad (casi tanto como Carmena con Maruja Torres) igual que si hubiera delegado toda responsabilidad en el equipo (ya lo dijo la vicepresidenta) para hacer su propia y triunfal crítica de la razón pura.