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Mientras tantoEl retrato

El retrato


 

Sale a la luz veinte años después el retrato Real (con mayúscula) de Antonio López. Uno se asustó un poco con el anuncio, no le fueran a presentar un retrato real (con minúscula) a lo Dorian Gray después de tanto tiempo. Pero el cuadro no está dentro del marco sino fuera de él, donde se ha podido apreciar, no sin sorpresa a pesar de haber estado contemplándolo toda una democracia, la corrupción de la imagen que al fin es la corrupción de un pueblo que no se reconoce. Al presidente no le parece que España sea un país de corruptos. Rajoy, con todo su pelaje, se presenta igual que un recién nacido tan puro como si Soraya, que es madre reciente, le cambiara los pañales cada día. La vicepresidenta, más que madre parece la nodriza del partido cuidándose de todos. En estos días uno la imagina buscando por Génova como por Verona, algo desesperada: “¡Julieta, Julieta!”, mientras Mato corretea (sin quererlo) detrás de su Romeo que en esta versión del clásico conduce un Jaguar. A Pablo Iglesias, no ya un bebé sino un nasciturus, el silencio le embarga tras habérsele portado mal los compañeros en la guardería, ese Íñigo al menos (que no se hable de T… cuyo nombre es impronunciable si uno no quiere arriesgarse a una fetua) con el que quizá está todo el mundo equivocado y no sea un retrato sino una evolución del mismo: un dibujo animado pues se juraría haberle visto en alguna tira de la infancia… o a lo mejor era Monedero. La corrupción resbala tanto en los señalados que es ponerse a hablar de ella y a su alrededor empezar todo el mundo a patinar como principiantes sobre el hielo. Uno recuerda haber asistido a una rueda de prensa en la que los periodistas no preguntaban sino que simplemente trataban de mantenerse en pie, horrorizados por la visión del cuadro. Aparece el lienzo Real como se escondía el retrato de Wilde, porque mostrarlo es un poco por qué lo guardaba Gray bajo llave: por vergüenza. La realidad es vieja y corrupta aunque la muestren joven e íntegra, casi virginal como la Susana Díaz  a la que le duele el alma igual que a la Pantoja se le enamoraba.

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