Lo sublime:
La chica de colegio que dejó su mochila en el suelo de la parada de bus, sacó su rotulador, se subió al banco, tachó una pegatina fascista, y siguió su recorrido. Esa chica también es la juventud española.
Lo grotesco:
Que los enfant terrible de España sea una pareja de cincuentones pintarrajeados de nula calidad artística: Alaska y Mario. El paso cerrado a la juventud hasta en lo ridículo.